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El arco y lasflechas en el Bronce Final y en el Hierro Inicial en Grecia PDF

16 Pages·2005·4.29 MB·Spanish
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El arco y lasflechas en el Bronce Final y en el Hierro Inicial en Grecia Susana REBOREDA MORILLO Universidad de Vigo RESUMEN El arco y las flechas, en el mundo micénico, ocupabanun puesto relevante tanto en elmarco bélico comoen el cinegético, y así se demuestraen elanálisis de las fuentes arqueológicas, iconográficas yescritas/epigráficas. Sin embargo, estarealidad setransfonnaen los inicios de laedaddel Hierro, y perdura, porlo menos, durante toda la época oscura. En el presente artículo pretendemos demostrar que la causa de este cambio radica en la instauración de una nueva táctica guerrera que implicará a su vez una transformación en la ética y en el conceptosobre las armas de largo alcance, en general, y del arco y lasflechas, en particular. PROBLEMÁTICAY METODOLOGÍA. Elanálisis sobre lapráctica delarco ylas flechas plantea una serie de problemas que, sin ninguna duda, condicionanlos resultados de la inves- tigación. El primer inconveniente es el material empleado en su fabrica- ción: madera, asta, tendones ycuerda, para el arco, y, para algunaspun- tas de flecha, cabe al menos citar laposibilidad de la madera -.endureci- da al fuego— y del asta; todos de carácterperecedero y, por lo tanto, de díficil perduración a través del tiempo salvo en condiciones climáticas muy determinadas—excesiva humedad (turberas) o en lugares muy secos (desiertos)— que, por desgracia, no soncaracterísticos de lazona geográ- fica de esta investigación: Grecia y las islas del Egeo; donde, de hecho, no existe ni un sólo ejemplar de arco que permita su estudio de forma 016. 1998,ServiciodePublicaciones,Universidad Complutense.Madrid. Gerión,a. 86 SusanaReboredaMorillo directa.Anivel arqueológico,esteproblemapuede sersolventadogracias a las puntas de flecha pétreas o metálicas; pero éstas también plantean ciertos inconvenientes. En primer lugar, a diferencia de la gran mayoría de las armas, sólopodían ser utilizadas una vez, es decir, al serarrojadas difícilmente serían recuperables o reutilizables. Ello dificultano sólo su hallazgo, sino tambiénsu datación, con la excepción de aquellas que se encuentren formandoparte de un ajuaro que aparecen en un yacimiento selladoen elque sedemuestre laexistencia de unabatalla donde intervi- no este tipo de arma (Cook, 1958-59). El segundo problema radica en determinar si el objeto de estudio es en realidad una punta de flecha: resulta una cuestión muy controvertida determinar las dimensiones limi- te que diferencian esteobjeto con una punta dejabalina o de una peque- ña lanza. En tercer lugar, citar la lentitud de las publicaciones sobre los resultados de las excavaciones. Una última cuestión, relacionada directamente con el planteamiento de este trabajo, seríaqué finalidadtenía el arma: es decir, si se empleaba en uncontexto bélico o cinegético. Son abundantes las dificultades aquíplanteadas que pretendo subsa- nar, en la medida de lo posible, gracias a un estudio de carácter plural, que incluye la contrastación de datos proporcionados no sólo por la arqueología, sino también por las fuentes iconográficas y escritas (epi- gráficas y literarias). El arco y las flechas enel mundo micénico (Buchholz, 1962 yBorgna, 1992). Las áreas más representativas para este estudio son dos: por un lado Creta, especialmente Cnosos, y por otro el continente y su área de influencia. Area Cretense Es a partir delMinoico Final cuando se registraun mayor número de puntas de flecha. Sin tener en cuenta el importante hallazgo del arsenal de Cnosos, al que mereferiré posteriormente, se han contabilizado unas ciento diez, la mayorparte datadas en el Minoico Final II y III y son de bronce —con la excepción de dos de pedernal y una de obsidiana—. Res- pecto al contexto en que se localizaron, desconocemos el de unas treinta Elarcoylasflechasen elBronceEinalyen elHierroInicialen Grecia 87 y cinco, ya que los diversos autores no ofrecen ninguna información sobre lascircunstancias del hallazgo, cinconos remiten aconstrucciones que los arqueólogosdefinen como casas, y más de sesenta y ocho proce- den de uncontexto funerario, distribuidas en nueve tumbas. Laque pose- ía una concentración mayor, ubicada en Cnosos, contaba con veinte. Es en el palacio de Cnosos (Evans IV, 1935: 832-840) donde se localizó un importante hallazgoen relación con eltema aquítratado,en lahabitación denominada por Arthur Evans «El Arsenal», en cuyo interiorse agrupa- ban una serie de tablillas en las que aparecían registrados diversos mate- rialesrelacionadosdirectamente con laguerra: canos,medas, lanzas, fle- chas y otras armas de metal (Chadwick, 1977: 202-226). En este lugar aparecieron dos grandes cofres de madera cuidadosamente sellados que alójabancientos de puntas de flecha, todasde bronce, salvo tres de hueso y una de piedra. El contexto de este relevante hallazgo permite desesti- marla teoríade que la finalidaddel arco y las flechas en eláreadel Egeo era exclusivamente cinegética (Lorimer, 1947 y Ventris y Chadwick, 1973) y abren elcamino para relacionareste armacon el contexto bélico. Es también a partirdel Minoico Medio cuandola iconografíaayala la importanciadel arco y las flechas. Son numerosos los cilindros sellos en que aparecenpersonajes —masculinosyfemeninos— armadoscon unarco, algunos en un contextoclaramente cinegético —hombre acompañado con un perro, colección Dawking— y otros de difícil interpretación. En el mismo período, formando parte del por desgracia bastante deteriorado «Mosaico del Pueblo», se detecta lafigura de un arquero y un fragmento de un arco (Immerwabr 1990: 21). La interpretación temática del mismo —conjunto arquitectónico que incluye soldados, animales, agua y laproa de un barco- es lade un asedio, similar al delRitón de Micenas que pos- teriormentecomentaré; el marcosería, pues,claramente bélico. Unfrag- mento de un vaso de esteatita hallado en Cnosos representa a un arquero en solitario sobre un fondo marino, también identificadocomo integran- te de un asedio (Lorimer, 19501). En elMinoico Final continúala tradi- ción de sellos con la improntadearqueros, algunospodrían tenerrelación con el ámbito de lo sagrado (Borgna, 1992: 53-56). Como fuentesescritas/epigráficas paraelperíodo debemoslimitamos alas tablillas del Lineal B. En el citado «Arsenal» delpalacio de Cnosos junto a los cofres repletos de flechas se localizaron dos tablillas frag- Esta autoraniega la existencia de arqueros griegos y defiende que el aquírepre- sentado noseríacretense porque sele describe barbado. 88 SusanaReboredaMorillo mentadas con el pictograma de una flecha seguido por los números 6010 y 2630. Una interpretación mucho más controvertida se incluye en la serie Mc— referida a los ideogramas «J» y «H», que Arthur Evans identificó respectivamente con asta de cabra salvaje (capra ageagrus creticus) y con asta de cabra hembra, que traduciría un abastecimiento regular para lafabricación delarco compuesto (Evans IV, 1935: 832-834). Sin embar- go, la mayor parte de los especialistas rechazan esta interpretación por- que supone una fecha demasiado temprana para conocer el arco com- puesto en esta zona (Ventris y Chadwick, 1973: 301-303 y Rausing, 1967). Veamos los testimoniosrecogidos parael continente griegoysu área de influencia en el Bronce Final. Los hallazgos de puntas de flecha son escasos en el Heládico Anti- guo, perose incrementan en el Heládico Medio —la mayoría de pedernal y obsidiana— y sobre todo en el Heládico Final donde comienza a ser notable la producción en bronce que supera con mucho al resto de los materiales. Como dato curioso citar un hallazgo de puntas realizadasen cuarzo y cristal de roca en una tumba en la región del Peloponeso—Voli- midia— (Bleguen, 1958). La concentración más elevada corresponde a ajuares de tumbas —723puntas distribuidasen noventa sepulcros—y tam- bién se registra un alto número en el Artemision de Delos, sin duda en consonancia con la naturaleza cazadora de la divinidad al que está dedi- cado, Artemis. En esteperíodo destacan tres núcleos, porun lado un depósitode 500 puntas en el palacio de Pilos, interpretado como un taller de fabricación (Bleguen y Rawson, 1966) y, por otro, dos importantes necrópolis: Las Tumbas Cfrculo de Micenas y el cementeriode Prosymna,en la zonade Argos. En el Círculo A (Karo, 1930-33: 208-209), en laTumba Pozo IV, que posee uno de los ajuares más ricos de todo el conjunto, se localiza- ron un total de treinta y ocho puntas de flecha: veintiseis de pedernal y doce de obsidiana, que Karo describe como «realizadas con un gran vir- tuosismo». Deinterpretación máscontrovertida resultan una serie de cin- tas de oro y plata, que algunos autores (Persson, 1951) identifican con ornamentos adosados al carcaj de un arquero—por desgraciadesapareci- do por los materiales perecederos en que fue realizado. Respecto al Cír- culo B (Mylonas, 1957), la tumba delta incluía diecisiete puntas de pedernalcolocadas cuidadosamente en unabolsade cuero—hoy sólo que- dan trazas de la misma—yésta, asu vez, introducidaen unapequeñavasi- ja de bronce. La segunda tumbaes la designadacomo lamda, donde uní- Elarcoylasflechas enel BronceEinalyen elHierroinicial en Grecia 89 das aabundantespiezas de oro, se encontraron veinticuatropuntas defle- cha de pedernal y veinte de obsidiana. Probablemente, también en este casoestaban reunidasen una bolsade cuero. En la necrópolis de Prosym- na (Bleguen, 1937) se distribuyeron en seis tumbas, doce puntas de pedernal y veintitrés de obsidiana; en otros trece sepulcros selocalizaron más decien de bronce. Respecto al material iconográficoquerefuerza laaludidaimportancia del arco, contamos con un interesante hallazgo en la ya mencionada TumbaIV del Círculo A, se trata delconocido como «Ritón de Plata del Asedio»; a pesar de que sólo se conservan unos cuantos fragmentos, es posible definir eltema con bastante certeza. Se trata de la representación esquemática de una ciudad, a través de una muralla; en el exterior, en el espacio limítrofe con el agua se encuentran tres honderos y tres arqueros en actitud de disparar. Sin duda es unaescena de asedio y quizás la per- sona que lo encargó y deseó enterrarse con él estuviera en contacto con la escena representada (Vermeule, 1971: 128-133). De este mismo lugar procede la crátera de plata con decoración en relieve que describe dos grupos de guerreros enfrentados, en cada uno de los bandos aparece un arquero. Pero no sólose constata la utilidad del arco en el mundo bélico, sino también en el cinegético: dos escenas desde un carro-estela de pie- dra y un anillode oro de la TumbaPV—y una apie, estaúltima -caza de un león— sobre una dagadecorada con la técnica del nielado. Otras representaciones de la Grecia continental parecen ligarse al contexto sacro (Borgna, 1992:94): un anillo-sello del tholos de Vafio, en Laconia, datadoalrededordel 1500, muestraa unafiguramasculina que, además del arco, lleva un puñal; y un anillo de oro de procedencia des- conocida —actualmente en el museo de Berlín— ubicaa un hombre en el centro de tres mujeres, una de éstas portaun arco. A nivel epigráfico, en las tablillas del Lineal B del palacio de Pilos, destaca la serie Jn- que inscribe la cantidad de metal en bruto que será distribuida entre los artesanos; en alguna tablilla estacantidad se une no sólo al pictograma identificado a las puntas de flecha —muysimilar al de Cnosos—sino también ala palabraque las designa:pa-to-je-i-qe (Ventris yChadwick, 1973: 301-3). A modo de conclusión: losdatos expuestos demuestran que el arcoy las flechas eran armas representativas en la época micénica y no sólo unidos a la actividad cinegética, sino también al campo de batalla, y así seexpresaen la iconografía delos asedios yatravés de lacentralización, en los grandes palacios, tanto del material de fabricación como de las flechas. 90 SusanaReboredaMorillo El arco y las flechas en la edadoscura griega. Estarealidad se transformaen los inicios de la Edad del Hierro, y se mantiene a lo largo de la llamada Edad Oscura, lo que lleva a diversos autores (Snodgrass, 1964: 156 y 1967: 39) aafirmar que, salvoen Creta, el manejodel arcocayóen desuso hastael s. VIII a.deC. Dehecho, hasta este momento son excepcionales los hallazgos —todos ellos en tumbas— limitándose alos siguientes: —s. XI a. de C.: En Lefkandi, diez puntas de flecha de hierro y unos restos de cornamenta de ciervo en la pira-Tque podrían responder ares- tos calcinados de un arco compuesto (Popham, Sackett y Themelis, 1980). —s. Xa. de C.: unapuntade flecha en el Cerámico,en Atenas(Snod- grass, 1964: 148). —900 a. de C: dos en Tirinto (Snodgrass, 1967: 39 n.9). —s. IX a. de C.: cuatroen Vergina (Desborough, 1972: 219-20), 1 en Corinto—ambos casosjunto a otrasarmas— yotra en Cremasti, Rodia, en una tumba de incineración (Coldstream, 1977: 38 y 46). Si la aportación arqueológica se manifiesta escasísima —un total de diecinueve puntas de flecha—;tampoco la iconográfica es muy abundan- te, ya que tanto el período protogeométrico como geométrico la repre- sentación figurada constituye la excepción de la norma. A pesar de ello, contamos con algunos arqueros: —Del período protogeométrico, procedentede la necrópolis de Lef- kandi, Eubea,—tumba 5 51—,una hidramuestradosarqueros enfrentados, aparentemente disparándoseo al menos apuntándose el unoal otro, aun- queparece queambosestánsentados. EnEnkomi, Chipre,se localizóuna crátera de cuatro asas con una escena de caza: un arquero apunta hacia unas aves (Schaeffer, 1971); referido al mismo tema es el fragmento de unpitiros de Aneliende, datado en el Heládico Final, estavez la caza se efectua desde un carro. —En el geométrico final se datan las bienconocidascráteras funera- rias del taller de Dipylon, con un mismo esquemarepresentativo: en el frentese desarrolla el motivo principal: rituales funerarios y, en el rever- so, el secundario: escenas de lucha. Son estas últimas las que nos intere- san especialmenteporque en unas dieciséisse observaque en ambos ban- dos se manejael arco. Respecto a la interpretaciónde estas cerámicas, la opinión se divideentre quienes defienden que se representa una situación Elarco ylasflechasen elBronceEinal yenelHierroInicialen Grecia 91 más o menos coetánea al artista y aquellos que argumentan que estas cerámicashacían referencia a un tema inspirado en la épica. Hasta hace relativamente poco tiempo, la teoría más extendida era esta última (Webster, 1958: 168-177), pero otros estudios (Ahlberg, 1971) defienden que las dos temáticas de las cráterasse relacionaban, en su mayoría, con escenas vividas por las personas allíenterradas. Por mi parte pienso que si comparamos las representaciones estrictamente guerreras con laépica homéricase deduceque elespíritu ointencionalidad delos distintos artis- tas —bardo y pintor—no podía serel mismo. En lospoemas épicos es una constante la idea de individualidad, de singularidad de los héroes que alcanzaban su areté frente a la masa que luchaba desde el anonimato, introducida porel bardo tan sólo de forma secundaria para establecer un punto de contrastecon losgrandes héroes,y utilizadaparaadjudicarle un mayor tono de realidad. Sin embargo, en todas las representaciones del 2, ocurre exacta- período geométrico referidas al mundo bélico,salvo una mente todo lo contrario; en general, a todos los guerreros se les presta la misma atencióny las diferenciasque podemos apreciarentre ellos son el tipode arma o escudo, pero sinque esto refleje una valoración a favorde unos sobre los otros. Así, no parece admisible la identificación temática entre ambas artes —poesía ycerámica—, al menos en eltratamiento que se hace de la guerra y de los combatientes. En cualquier caso, a pesar de la relativa abundancia de arqueros —superior a los personajes con otras armas—, es preciso tener en cuenta que todas estas cráteras pertenecen a un mismo tallery abarcanun peri- odo de tiempo muy limitado. A la luz de los datos expuestos observamos que annas tan eficaces como el arco y las flechas, aunque no desaparecieron, sí sufrieron una profundo declive en el inicio de la Edad del Hierro. ¿Cuál podría ser el motivo? El eclipse del arco y la nueva tácticabélica. R. Drews, en una reciente publicación (1993), defiende que la causa principal del fin de importantesculturas del mediterráneo oriental a fina- lesdelBronce se produjo por uncambio de táctica,si en estasculturas se 2Unpequeño fragmentodelHeraion deArgos,enel queapesarde su deterioro, se detectandos figurasde un tamaño muchomayorque lasdemásy queposeenal finalde cadapiernadospies,motivo porelquese leatribuyeun significadomitológico. 92 SusanaReboredoMorillo practicaba fundamentalmente la lucha sobre el carro, la llegada de ene- migos que combatían en el marco de la infantería provocó la derrota de los ejércitos locales y la imposición de esta nueva forma de lucha. Con diferentes medios y objetivos coincidimosen que con la Edad del Hierro se impuso una nueva táctica bélica: De hecho, creo que la causa princi- pal del «eclipse del arco» obedece a esta innovación y a su correspon- diente modificación en laética bélica. Para demostrar esta hipótesis, además de los datos arqueológicos e iconográficos ya expuestos, la épica constituye prácticamente la única fuente; a pesar de que una literatura narrativa que bebe de la tradición oral presenta muchas limitaciones (González García, 1991), no por ello debe ser desestimada. La épica aporta interesantes datos parael análisis de ciertas pautas culturales de la edad oscura. De hecho, la Ilíada, es un buen marco parael estudio del mundo bélico, ysin ninguna duda ofrece información sobre el posible significado simbólico que, las armas, en general, y, el arco, en particular, ofrecían no sólo parael aedo, sinotam- bién para suaudiencia. Un primer dato que llama poderosamente la atención es el escaso número de personajes cuyonombre propio apareceunidoa la prácticadel arco. Así mismo, resultan significativos las descripciones o destinos de estos arqueros. —Filoctetes: «Elbuenconocedor delarco» (II. II, 719), ibaalmando de siete naves, con cincuenta remeros expertos en el tiro al arco (II. II, 720-721). La desgracia de Filoctetes se inició incluso antes de alcanzar las tierrastroyanas. De caminoa Ilión, en la islade Lemnos, le atacó una serpiente, causándole una herida que despedía un olor insoportable. Por este motivo fue abandonado con su arco, a pesar de los terribles dolores que sufría (11. II, 721-727). —Póndaro: Jefe de los licios, apoya al bando troyano. Junto ala ima- gen de un guerrero valientecon quien parece difícilrivalizar (11. V, 170, aparece otramás oscura que le describe rompiendo el juramento de una tregua: agazapado tras los escudos de sus compañeros, lanzó una flecha contra Menelao, quien resultó herido (11. IV, 90-125). La autoría de esta acción semantuvo en el más estricto anonimato (11. IV, 208). En elcanto V (208-211), Pándaro, declara de forma explícita su arre- pentimientopor participaren labatalla con el arco, ya que susflechas, en vez de herir a sus enemigos, parecían inculcarles más furor; así, anunció que si lograba regresar con vida, destrozaría con sus propias manos el arco antes de arrojarlo al fuego. Proyecto que nopudo llevar caboporque murió a manos de Diomedes (11. V, 298). Elarcoylasflechasen elBronceFinaly en elHierroInicialen Grecia 93 —Paris:Es el principal causante delaGuerra de Troyaal planearcon Afroditael rapto de Helena. En su primera apariciónes descritollevando sobre los hombros una piel de leopardo, un arco curvado y dos espadas (II. III, 15). Sus intervenciones alo largo de la obra se pueden calificar, en general, como desafortunadas. El siguiente ejemplo responde al momentoen que Paris observaentre las filas griegas a Menelao, el espo- solegitimo de Helena: sintió quese le estremecíaelcorazón ydenuevosereti- róalgrupo de suscamaradas, tratandode evitareldestino de la muerte. E igualque cuando uno, al ver una serpiente en la cañadade una montaña, reculaapartándose, y bajo supiel el temblorembarga los miembros, y se vuelve atrás y lapalidez se apoderade sus mejillas, asíse sumergió de nuevo entre la multitudde los altaneros troyanos...» II. III, 30-38~ Actitud que no resulta muy acordecon la ética heroica del momento y los insultos que le increpa su hermano Héctor constituyen una buena prueba. —Escamandrio. Pocos son los datos que tenemos de este arquero. Hijode Estrofioyexpertoen lacaza, muereen el mismo momentoenque se informade su existencia,alcanzadocuandohuía por lalanza deMene- lao (11. Y 50-57). —Diomedes: En relidad no sele puede encuadrarpropiamente dentro del grupo de los arqueros, ya que este anua aparece en sus manos una sóla vez —errando el tiro que dirigía a Héctor— (11. VIII, 118-120), en general, utiliza una espada o dos lanzas, armas heroicas porexcelencia. —Teucro: Se letacha de bastardo,y aparece genealógicamente unido tanto a los aqueos como a los troyanos: por un lado es hermanastro de Ayax el Telamonio y por otro sobrino materno de Príamo. Apoya a los primeros como uno de los arqueros más brillantes. Participaen labatalla en conjunción con su hermanastro tras cuyo escudo vigila y se parapeta en los intervalos de los disparos (11. VIII, 265-270). El símil utilizado para describirestatáctica es significativo: La traducciónutilizada para laIlíada es la de Rodriguez Alonso, C. de la editoral Akal.Madrid, 1989. 94 SusanaReboredaMorillo «...volvía a metersetrasAyaxcomo un niño bajo sumadre, y éste le seguía ocultando bajo su reluciente escudo». II. VIII, 271-272. Por otra parte, su éxito matando a enemigos es notable, aunque no logra su más ansiado objetivo: acabar con Héctor; es finalmente este héroe quien ledeja impedido para utilizarel arco, al arrojarle unapiedra puntiaguda que le rompió un nervio de la mano (11. VIII, 320-330). —Merlones: Nietode un bastardo eraescudero de Ideomeo, el jefede los cretenses. En la batalla lucha más veces con la lanza (11. XIII, 160, 249, 531, 567), que con el arco (II. XIII, 650). Incluso asume el epíteto de «el ilustreporsu lanza» (II. XVI, 620). —Dolón: Hijo de un heraldo, es «...verdaderamentefeo de aspecto, pero rápido de pies» (11. X, 315). En ningún momento lo vemos toman- do partede la batalla, sinoque en el canto X intervienecomo voluntario paraespiar a los aqueos. De noche, se cubre con unapiel de lobo y porta en su espalda el arco. Odiseo y Diomedes le tienden una emboscada, y traiciona a los troyanos pensando que a cambio salvaría su vida‘t Final- mente Diomedes le corta lacabeza. (11. X, 314-460). —¡-leleno: Es hijo de Príamo y uno de los mejores adivinos (II. VI, 76),y, como tal,lo vemos realizando el papelde consejero-casi siempre de suhermanoHéctor—en las decisiones sobre el transcurso de laguerra, aunque también participa de formaactiva. Enuna ocasión se le adscribe una espada en la mano (II. XIII, 578), pero inmediatamente se enfrenta con su arcoaMenelaoy éstelehierecon su lanzaen lamano derecha(11. XIII, 581-601) provocando su retirada de la batalla. Una vez más, un arquero queda inutilizado para manejar su arma. Estossonlos únicos héroes queen laIlíadaaparecen conel arcoy las flechas. Aunque suman un total de 9, Diomedes podría ser excluido del grupo; a medio camino se encontrarían Meriones y Heleno, que luchan también con otras armas. Filoctetes ni siquiera llegó a Troya yDolón no es descrito en la batalla, y la hazaña con que se le relaciona resulta más propia de un contexto cinégetico que bélico. Es decir, el número de arqueros/héroes se reduce atres: Paris, Pándaro y Teucro, calificados los dos primeros como cobardes y el tercero como un bastardo que lucha contra su tío. LouisOemet (1980: 136-150) realizó un acertado estudioen el quedemuestralas ‘ analogías de este episodio con unahazaña cinegética, en la queDolón seríala presa y OdiseoyDiomedeslos cazadores.

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de un barco- es la de un asedio, similar al del Ritón de Micenas que pos- teriormente comentaré; el marco sería, pues, claramente bélico. Un frag-.
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