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El Alma de todo apostolado PDF

81 Pages·2010·0.44 MB·Portuguese
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- 1 - EL ALMA DE TODO APOSTOLADO DOM J. B. CHAUTARD ABAD DE LA ORDEN CISTERCIENSE PRÓLOGO Ex quo omnia per quem omnia in quo omnia. Dios altísimo y Bondad Absoluta. Qué admirables y deslumbradoras son las verdades de la Fe, que nos descubren lo más intimo de tu Vida. Tú, Padre santísimo, te miras desde la eternidad en el Verbo, imagen perfecta tuya. El Verbo queda extático al contemplar tu Belleza, y del éxtasis de los -dos, surge el Espíritu Santo como un Volcán de Amor. Tú, Trinidad Santísima, eres la única vida interior perfecta, superabundante e infinita. Porque eres la Bondad sin límites, deseas difundir tu vida íntima. Al conjuro de tu Voz, tus obras salen de la nada, proclamando tus perfecciones entre cantos de gloria. Tu Espíritu de Amor, acuciado por la necesidad inmensa que siente de amar y entregarse, colmará el abismo que te separa del polvo animado por tu soplo de vida. Así, merced a Él, en tu Seno aparece el Decreto de nuestra divinización. Este barro amasado por tus Manos, podrá ser deificado, y tener parte en tu eterna bienaventuranza. Tu Verbo se brinda a realizar esta obra, haciéndose carne para que nosotros nos hagamos dioses (1). Y esto lo lograste, oh Verbo, sin dejar el Seno de tu Padre, en el cual subsiste tu Vida esencial, Fuente de donde brotarán las maravillas de tu apostolado. Oh Jesús, "Díos con nosotros", tú entregas a los apóstoles el Evangelio, la Cruz y la Eucaristía, enviándoles a engendrar hijos de adopción para tu Padre. Y después vuelves al Padre. Desde ese momento a tu cargo queda, divino Espíritu, la santificación y el gobierno del cuerpo místico del Hombre-Dios (2), realizados por Ti con la colaboración de los auxiliares que escogiste para hacer que baje la vida divina de la Cabeza a los miembros. - 2 - Abrasados por el fuego de Pentecostés, se distribuyen por la tierra para sembrar en todas las inteligencias el Verbo que ilumina, y en todos los corazones la gracia que inflama, canales por los que se comunica a los hombres esa vida divina, de la cual Tú eres la plenitud. * * * Oh fuego divino, excita en cuantos participan de tu apostolado, el ardor que transformó a aquellos hombres dichosos que se congregaron en el Cenáculo, para que no se limiten a ser predicadores del dogma y la moral, sino transfusores de la Sangre divina en las almas. Espíritu de luz, graba con caracteres indelebles en sus inteligencias, esta verdad: Que el módulo de la eficacia de su apostolado es la Vida íntima sobrenatural que tengan, de la cual Tú eres el PRINCIPIO soberano y Jesucristo la FUENTE. Oh caridad infinita. Provoca en sus voluntades una sed ardiente de la Vida interior. Que tus suaves y poderosos efluvios penetren en sus corazones, haciéndoles sentir que aun en este mundo, no hay verdadera felicidad sino en esa Vida, imitación y participación de la tuya y de la del Corazón de Jesús, en el Seno del Padre de todas las misericordias y de todas las ternuras. * * * Oh María inmaculada, Reina de los Apóstoles, dígnate bendecir estas modestas páginas y alcanza para cuantos las lean la gracia de comprender que si Dios se sirviera de su actividad como de un instrumento regular de su Providencia, para difundir sus bienes celestiales en las almas, esa actividad suya será eficaz en cuanto participe de la naturaleza del Acto divino como tú lo contemplaste en el Seno de Dios, cuando tomó carne en tus entrañas virginales Aquel a quien nosotros debemos la merced de poder llamarte Madre nuestra. PRIMERA PARTE DIOS QUIERE LAS OBRAS Y LA VIDA INTERIOR 1. Las Obras y, por tanto, el Cielo, son queridos por Dios Atributo de la naturaleza divina es la liberalidad más soberana; Dios es bondad infinita, la cual, como toda bondad, tiende a difundirse y a comunicar los bienes que posee. La vida mortal de nuestro Señor fue una constante manifestación de esta liberalidad inagotable. Jesús, en los Evangelios, es el divino sembrador, que por todos los caminos va derramando los tesoros de amor de un Corazón ávido de acercar a los hombres a la Verdad y a la Vida. Jesucristo transmitió esa llama de apostolado a la Iglesia, don de su amor, difusión de su vida, expresión de su verdad, reflejo de la santidad suya. Encendida en esos ardores, la esposa mística de Cristo, continúa a través de los siglos, la obra de apostolado de su divino modelo. - 3 - Designio admirable y ley universal de la Providencia es que el hombre enseñe al hombre el camino de la salvación (1). Sólo Jesús derramó su sangre para rescate del mundo. Sólo El hubiera sido capaz, a quererlo, de aplicar su virtud, obrando directamente en las almas, como lo realiza en la Eucaristía. Plúgole, sin embargo, servirse de cooperadores en el reparto de sus beneficios. ¿Por qué? Exigencia fue, sin duda, de la Divina Majestad; pero también tuvo su parte, su ternura inmensa para con el hombre. Y si el más encumbrado de los monarcas no gobierna por sus ministros, qué dignación la de Dios, al asociar unas pobres criaturas a sus trabajos y a su gloria. La Iglesia, que tuvo su origen en la cruz al salir de la llaga abierta en el costado del Salvador, perpetúa por el ministerio apostólico la acción bienhechora y redentora del Hombre-Dios. Este ministerio es, por voluntad expresa de Jesucristo, el factor esencial de la difusión de la Iglesia entre las naciones y el instrumento más corriente de sus conquistas. En el apostolado ocupa el primer lugar el clero, cuya jerarquía forma el cuadro del ejército de Cristo. Clero que ilustran tantos obispos y santos sacerdotes llenos de celo; honrado tan gloriosamente con la canonización del Santo Cura de Ars. Junto al clero oficial se agrupan, desde el origen del Cristianismo, las compañías de voluntarios, verdaderos cuerpos escogidos, cuya exuberante floración constituirá siempre uno de los fenómenos más palpables de la vitalidad de la Iglesia. Enumeremos ante todo las Ordenes contemplativas de los primeros siglos, cuya oración incesante y cuyas ásperas maceraciones contribuyeron tan poderosamente a la conversión del mundo pagano. En la Edad Media aparecen las Ordenes de Predicadores, las Ordenes mendicantes y militares, y las consagradas a la heroica misión de rescatar los cautivos, que estaban en poder de los infieles. Por último, los tiempos modernos han visto nacer una muchedumbre de milicias dedicadas a la enseñanza, Institutos, Sociedades de Misioneros y toda clase de Congregaciones, para difundir el bien espiritual y corporal en todas sus formas. También encontró la Iglesia en todas las épocas de su historia, preciosos colaboradores entre el elemento seglar, como esos católicos fervientes; que hoy son legión, denominados con la expresión ya consagrada: "Personas de obras" cuyos corazones ardientes, formando un haz que centuplica sus fuerzas, ponen sin reserva, al servicio de nuestra Madre común, su tiempo, su capacidad, su fortuna, a menudo su libertad, y algunas voces hasta su sangre. Es un espectáculo que admira y conforta esta eflorescencia providencial de obras que nacen según las necesidades y con una tan perfecta adaptación a las circunstancias. Con la Historia, en la mano se puede observar que, al crearse nuevas necesidades o aparecer nuevos peligros, una institución nueva ha surgido para atender a las primeras y conjurar los segundos. - 4 - Por eso en nuestra época han aparecido para oponerse a los graves males presentes, una serie de obras desconocidas antes: Catecismos de preparación para la Primera Comunión; Catecismo de perseverancia; y para los niños abandonados; Congregaciones, Cofradías, Reuniones y Retiros para hombres, mujeres y jóvenes de ambos sexos; El Apostolado de la Oración; el de la Caridad; Ligas para el Descanso Dominical, Patronatos, Círculos de Estudios, Obras Militares, Escuelas Libres, Buena Prensa, etc.; que son diversas formas de apostolado; suscitadas por el espíritu que encendía el alma de San Pablo: Ego autem libentissime impendam et superimpendar ipse pro animabus vestris (2) y que quiere distribuir por todas partes los beneficios de la sangre de Jesucristo. Que estas humildes páginas lleguen hasta los soldados que con todo celo y ardor por su noble empresa, se exponen, precisamente a causa de la actividad que despliegan, al peligro de no ser, ante todo, hombres de vida interior, y que tal vez algún día, amargados por fracasos inexplicables en apariencia o por graves daños de su espíritu, pudieran sentir la tentación de abandonar la lucha y meterse en sus tiendas, llenos de abatimiento. Las ideas expuestas en este libro nos han servido a nosotros mismos para luchar contra la absorción de las obras exteriores. Que puedan también ahorrar a algunos esos sinsabores y ser guía de su entusiasmo, al enseñarles que el Dios de las obras no debe ser abandonado por las obras de Dios y que el Vae mihi si non evangelizavero (3) no nos autoriza a olvidar el: Quid prodest homini si mundum universum lucretur, animae vero suae detrimentum patiatur (4). Los padres y madres de familia para quienes La Introducción a la vida devota no es un libro pasado de moda, y los esposos cristianos que se creen en la obligación de practicar un apostolado recíproco y formar a sus hijos en el amor e imitación del Salvador, pueden también aplicarse a las enseñanzas de estas modestas páginas. Ojalá que todos comprendan la necesidad de que su vida sea no sólo piadosa, sino interior, para que su celo gane en eficacia y para perfumar sus hogares con el espíritu de Cristo, que les dará esa paz inalterable, la cual, aun a través de las más duras pruebas, será siempre la compañía de las familias fundamentalmente cristianas. 2. Dios quiere que Jesús sea la Vida de las Obras La ciencia puede enorgullecerse con razón de sus conquistas inmensas. Pero no ha logrado ni logrará jamás crear la vida, ni producir en los laboratorios químicos un grano de trigo o una larva. Los estruendosos fracasos sufridos por los defensores de la generación espontánea, han sido el más claro testimonio de la vacuidad de sus pretensiones. Dios se ha reservado el poder de crear la vida. Los seres que pertenecen al reino animal y vegetal pueden crecer y multiplicarse, pero sometidos a las condiciones establecidas por el Creador. En cambio, cuando se trata de la vida intelectual, Dios crea directamente el alma racional. Existe toda vía un coto cerrado que guarda - con mayor celo y es el de la Vida Sobrenatural, por ser ésta una emanación de la vida divina, comunicada a la Humanidad del Verbo encarnado. - 5 - Jesús, en virtud de su Encarnación y Redención, es la FUENTE ÚNICA de esta Vida divina a cuya participación son llamados todos los hombres. Per Dominum nostrum Jesum Christum. Per ipsum, et cum Ipso et in Ipso (5). La Iglesia tiene como función esencial, comunicarla mediante los sacramentos, la oración, predicación y las demás obras relacionadas con estos medios de vivificación sobrenatural. Nada hace Dios sino, mediante su Hijo: Omnia per Ipsum facta sunt et sine Ipso jactum est nihil (6). Esto se cumple en el orden natural, y más en el sobrenatural, al comunicarse la vida divina, dando a los hombres una participación de la naturaleza de Dios para hacerlos hijos suyos. Veni ut vitam habeant. In Ipso vita erat. Ego sum Vita (7). Estas palabras son tan precisas, como luminosa la Parábola de la vid y los sarmientos con que el maestro aclara esta verdad. Con qué insistencia quiere grabar en el espíritu de sus apóstoles el principio fundamental de que sólo ÉL (JESÚS) ES LA VIDA, y su corolario, o sea, que para participar en esta vida y comunicarla a los demás, es preciso ser un injerto del Hombre-Dios. Quienes recibieron el honor de colaborar con el Salvador en la transmisión de esta vida divina en las almas, deben reflexionar que son unos modestos canales acodados a esa fuente única; para tomar de ella la vida. Si un hombre apostólico, por ignorar estos principios, se creyera capaz de producir ,el menor vestigio de vida sobrenatural, prescindiendo en absoluto de Jesús, demostraría una ignorancia teológica tan supina, como estúpida suficiencia. Y si reconociendo que el Redentor es la causa primordial de toda vida divina, el apóstol olvidase esta verdad cuando actúa, y cegado por una presunción tan incomprensible como injuriosa para Jesucristo, no contase sino con sus propias fuerzas, cometería un desorden, que aunque menor que el anterior, no seria menos intolerable a los ojos de Dios. Rechazar la verdad o prescindir de ella en la conducta, constituye siempre un desorden intelectual, doctrinal o práctico, y es la negación del principio que debe informar nuestra conducta. Ese desorden aumenta cuando la verdad, en vez de iluminar la inteligencia del hombre de Obras, choca con un corazón en oposición, por el pecado o la tibieza, con el Dios de toda luz. Esta conducta, que consiste en ocuparse en las obras como si Jesús no fuera el único principio de vida, ha sido calificada por el Cardenal Mermillod de HEREJÍA DE LAS OBRAS, expresión que sirve para estigmatizar la aberración del apóstol, que, olvidado de su papel secundario y subordinado, pretendiera lograr el éxito de su apostolado con sola su actividad y sus talentos. ¿No implica esta conducta la negación práctica de una gran parte del Tratado de Gracia? Esta consecuencia espanta, pero, a poco que se reflexione, se ve que desgraciadamente encierra mucha verdad. ¡Herejía de las obras! La actividad febril en lugar de la acción de Dios; la ignorancia de la gracia; la soberbia del hombre que pretende destronar a Jesús; el considerar como meras abstracciones, al menos en la práctica, la vida sobrenatural, el poder de la oración y la Economía de la Redención, son casos nada imaginarios que se presentan y que, en diversos grados, un análisis de las almas acusa con frecuencia en este siglo de naturalismo en el que el - 6 - hombre juzga según las apariencias y obra como si el éxito de su empresa dependiera principalmente de lo ingenioso de su organización. Aun a la luz de la filosofía, y prescindiendo de la revelación, seria digno de lástima el hombre de valer que se negara a reconocer que todos los talentos que los demás admiran en él, los ha recibido de Dios. ¿Qué impresión produciría en un católico instruido en la religión, el espectáculo de un apóstol que hiciera ostentación, al menos implícita, de prescindir de Dios en su tarea de comunicar a las almas la vida divina aun en sus menores grados? Calificaríamos de insensato al obrero evangélico que dijera: Señor, no pongas obstáculos a mi empresa; no me la atasques: que yo me encargo de llevarla a buen fin. Este sentimiento nuestro reflejaría a la versión que produce en Dios tal desorden; la vista de un presuntuoso que se dejara arrastrar del orgullo hasta el extremo de pretender dar la vida sobrenatural, engendrar la fe, suprimir el pecado, impulsar a la virtud y hacer brotar el fervor en las almas con solas sus fuerzas, sin atribuir estos efectos a la acción directa, continua, universal y desbordante de la Sangre divina, precio, razón de ser y medio de toda gracia y de toda vida espiritual. Por eso la humanidad del Hijo de Dios pide a su Padre que confunda a esos falsos cristos paralizando las obras de su soberbia, o permitiendo que no produzcan sino un espejismo fugaz. Y, excepción hecha de la acción que ex opere operato se realiza en las almas, Dios está como obligado con el Redentor a retirar al apóstol hinchado de suficiencia, sus mejores bendiciones, para concedérselas al sarmiento que con toda humildad reconoce que su savia, no le viene sino de la vid divina. Que si Dios bendijera con resultados profundos y duraderos una actividad envenenada con ese virus que hemos llamado Herejía de las obras, daría a entender que alentaba el desorden y permitía su difusión. 3. Qué es la vida interior Las frases: vida de oración, contemplación, vida contemplativa, que algunas veces empleamos, las cuales se encuentran en los Santos Padres y en los Escolásticos, significan la vida interior NORMAL al alcance de TODOS, y no esos estados extraordinarios de oración que estudia la teología mística, y menos, los éxtasis, las visiones, los raptos místicos, etc. Rebasaríamos nuestro propósito si nos entretuviéramos en un estudio del ascetismo. Limitémonos a recordar en pocas líneas lo que CADA UNO debe aceptar como, verdades inconcusas, para el íntimo gobierno de su alma. 1ª. VERDAD. Mi vida sobrenatural es la Vida del mismo Jesucristo por la Fe, la Esperanza y la Caridad, porque Jesús es la causa meritoria, ejemplar y final, y en cuanto Verbo, con el Padre y el Espíritu Santo, la causa eficiente de la gracia santificante en nuestras almas. La presencia de Nuestro Señor en esta Vida, sobrenatural no es la presencia real de la santa comunión, sino una presencia de ACCIÓN VITAL como la acción que la, cabeza y él corazón ejercen sobre los demás miembros del cuerpo; Acción íntima, que ordinariamente Dios oculta a mi alma para aumentar el mérito de mi fe; Acción, por consiguiente, habitualmente insensible para mis facultades naturales, que debo aceptar formalmente por la - 7 - Fe; Acción divina compatible con mi libre albedrío, la cual se sirve de las causas segundas (acontecimientos, personas y cosas) para darme a conocer la voluntad de Dios y ofrecerme la ocasión de adquirir o aumentar mi participación en la vida divina. Esta vida que comenzó en el Bautismo por él CRISTIANA. 2ª. VERDAD. Por esta vida, Jesucristo me comunica su Espíritu. Y así se erige en principio de una actividad superior, la cual, si yo no pongo obstáculos por mi parte, me hace pensar, juzgar, amar, querer, sufrir y trabajar con Él, en Él, por Él y como Él. Mis acciones exteriores son la manifestación de esa Vida de Jesús en mí. Y así. tiendo a realizar el ideal de VIDA INTERIOR formulado por San Pablo: Ya no soy yo quien vive. Jesucristo vive en mí. La Vida Cristiana, la piedad, la Vida interior y la santidad no difieren esencialmente, sino que son los diversos grados de un mismo amor. El crepúsculo, la aurora, la luz y el esplendor del mismo sol. Cuando en esta obra empleamos las palabras "Vida interior" nos referimos menos a la Vida: habitual, es decir al "capital de vida divina" -valga la frase- que atesoramos en nuestra alma en virtud de la gracia santificante, que a la vida interior actual, o sea, al empleo de ese capital, por medio de la actividad del alma y de su fidelidad a las gracias actuales: Por tanto, puedo dar de ella esta definición: diciendo que es el estado de actividad de un alma que REACCIONA para PONER EN REGLA sus inclinaciones naturales y se esfuerza en adquirir EL HABITO de juzgar y de dirigirse EN TODO por las luces del Evangelio y los ejemplos de Nuestro Señor. Esto supone dos movimientos. Uno mediante el cual el alma se retira de todas las criaturas que se oponen a la vida sobrenatural, procurando no perder jamás su propia presencia. Aversio a creaturis. Y otro por el que el alma se lanza hacia Dios para unirse con Él: Conversio ad Deum. Con esta conducta el alma quiere conservarse fiel a la gracia que Nuestro Señor le ofrece cada momento. Es decir, que vive unida a Jesús y realiza el Qui manet in Me et Ego in eo, hic fert fructum multum (8). 3ª. VERDAD. Quedaré privado de uno de los medios más poderosos de adquirir esa vida interior, si no me esfuerzo en tener una fe PRECISA y CIERTA de esa presencia activa de Jesús en mi y, sobre todo, en conseguir que esa presencia sea para mi una realidad viviente, MUY VIVIENTE, que penetre en el campo de mis facultades. De ese modo Jesús será para mi, la luz, el ideal, consejo, apoyo, recurso, fuerza, médico, consuelo, alegría, amor; en una palabra, mi vida, y así adquiriré todas las virtudes. Sólo entonces podré rezar con toda sinceridad la oración admirable de San Buenaventura que la Iglesia me propone como acción de gracias de la misa: Transfige dulcissime Domini Jesu... 4ª. VERDAD. En la PROPORCIÓN en que intensifique mi amor para con Dios, crecerá mi vida sobrenatural por momentos, en virtud de una NUEVA infusión que se me hará de la gracia de presencia activa de Jesús en mí. Esta infusión se produce: 1. Por los actos meritorios que realice. Como son la virtud, el trabajo, las diversas formas de sufrimiento, la privación de las criaturas, el dolor físico o - 8 - moral, la humillación, la abnegación, la oración, la misa, los actos de devoción a Nuestra Señora, etcétera. 2. Por los SACRAMENTOS, sobre todo por la Eucaristía. Es cierto, pues, y, esta verdad me abruma por su sublimidad y hondura, a la vez que me alegra y anima; es cierto que por cada acontecimiento, persona o cosa, tú mismo, Jesús mío, te haces objetivamente presente en mi espíritu a todas horas, y con esas apariencias cubres tu sabiduría y tu amor y me pides mi cooperación para aumentar tu vida en mí. Alma mía, Jesús se te presenta por la GRACIA DEL MOMENTO PRESENTE, cada vez que rezas, celebras la misa o la oyes, haces una lectura espiritual o te ejercitas en actos de paciencia, de celo, de renunciación, de lucha, de confianza o de amor. ¿Te permitirás volverle la cabeza o esconderte? 5ª. VERDAD. La triple concupiscencia, ocasionada por el pecado original y acrecida con cada uno de mis pecados, origina en mi ELEMENTOS DE MUERTE opuestos a la vida de Jesús. En la misma proporción en que crecen estos elementos, reducen el ejercicio de esa vida y hasta pueden llegar a suprimirla. No obstante, ni las inclinaciones y sentimientos. que la contrarían, ni las tentaciones, por violentas y prolongadas que sean, pueden hacerle el daño más ligero, si mi voluntad se les enfrenta; y entonces -y esta es una verdad consoladora- contribuyen, como todo elemento de combate espiritual, a aumentarla. en la medida del celo que despliegue. 6ª. VERDAD. Sin el fiel empleo de determinados medios, se cegará mi inteligencia y mi voluntad carecerá de la fuerza necesaria para cooperar con Jesús en aumentar y aun en mantener su vida en mí. Y así comenzará la disminución progresiva de esa vida y el peligro de la TIBIEZA DE VOLUNTAD (9). Con mis disipaciones, cobardías, ilusiones y cegueras abriré el corazón al pecado venial, lo que originará la incertidumbre de mi salvación, ya que el pecado venial es una disposición fácil para el pecado MORTAL. Si tuviere la desgracia de caer en ese estado de tibieza, y con más razón si me encontrase más abajo, deberé hacer toda clase de esfuerzos para levantarme. 1.° Reavivando el temor de Dios "por el recuerdo constante de mis postrimerías, la muerte, el juicio, el infierno, la eternidad, el pecado, etc. 2.° Haciendo que reviva mi compunción mediante el conocimiento amoroso de vuestras Llagas, oh Misericordiosísimo Redentor. Me trasladaré en espíritu al Calvario para prosternarme a vuestros sagrados pies a fin de que vuestra Sangre viva caiga sobre mi cabeza y mi corazón, disipe mi ceguera, derrita el hielo de mi alma y sacuda la modorra de mi voluntad. 7ª. VERDAD. Yo debo temer con razón que carezco del grado de vida interior que Jesús EXIGE de mí: 1.° Si no procuro aumentar mi SED de vivir de Jesús, la cual me da el deseo de agradar a Dios en todas las cosas, y el temor de desagradarle aun en las más mínimas. Esa sed cesará en absoluto en mi, si abandono los medios de sostenerla, en especial la oración de la mañana';, la misa, los sacramentos, el oficio divino, los exámenes particular y general y las lecturas piadosas, o si, por mi culpa, esos ejercicios no me aprovechan. - 9 - 2.° Si no cuido de tener un mínimum de RECOGIMIENTO que me permita, en medio de mis ocupaciones, guardar el corazón en tal pureza y generosidad que no quede ahogada la voz de Jesús que me señala los elementos de muerte que se me presentan y me anima a combatirlos. Pero ese mínimum me faltará si no pongo en práctica los medios que lo aseguran, como son: La vida litúrgica, las jaculatorias, en especial las que tienen el carácter de súplicas, las comuniones espirituales, el ejercicio de la presencia de Dios, etc. Sin ese recogimiento, los pecados veniales pulularán en mi vida, tal vez sin llegar yo siquiera a sospecharlo. Para ocultármelos y aun para vendarme los ojos de un estado más lamentable en que me pudiera encontrar, la ilusión utilizará los recursos de mi piedad más especulativa que práctica, o su apariencia; el celo por las obras, etc. Pero mi ceguera me será imputable, porque yo soy el causante de ella, por haber abandonado el recogimiento que me era indispensable. 8ª. VERDAD. Mi vida interior será lo que sea la Guarda de mi corazón. Omni custodia serva cor tuum, quia ex ipso vita procedit (10). Esta guarda del corazón es la solicitud HABITUAL o al menos frecuente, con que preservo todos mis actos, a medida que aparecen, de cuanto pudiera viciar su móvil o su realización. Esta solicitud debe ser tranquila, holgada, sin fatiga, pero fuerte, porque se fundamenta en el recurso filial a Dios. Es un trabajo más bien del corazón y de la voluntad que del espíritu, el cual debe quedar libre para cumplir sus deberes. No es obstáculo para las acciones; antes las perfecciona, al regularlas con el espíritu de Dios y ajustarlas a los deberes de estado. Este ejercicio puede practicarse a todas horas. Es una mirada que el corazón dirige a las acciones presentes, y una atención moderada a las diversas partes de la acción a medida que se ejecuta. Es la observación exacta del Age quod, agis. El alma, como un centinela, vigila todos los movimientos del corazón y en especial lo que ocurre en su interior, es decir, las impresiones, intenciones, pasiones, inclinaciones, en una palabra, todos sus actos internos y externos, pensamientos, palabras y actos. La guarda del corazón exige un determinado recogimiento; las almas disipadas no la logran. Practicando este ejercicio con frecuencia, se llega a adquirir la costumbre del mismo. Quo vadam et ad quid? ¿Qué harta Jesús; cómo se conduciría en mi lugar? ¿Qué me aconsejaría? ¿Qué me pide en este momento? Estas son las preguntas que vienen espontáneamente al alma ávida de vida interior. Para el alma habituada a ir a Jesús por María, esta guarda del corazón reviste un carácter más afectivo todavía, y el recurso a esta buena Madre viene a convertirse en una necesidad constante del corazón. 9ª. VERDAD. Jesucristo reina en el alma que aspira a imitarle con seriedad, en todo y con todo afecto. Hay dos grados de esta imitación: 1. El alma se esfuerza en hacerse indiferente a las criaturas, sean conformes o contrarias a sus gustos. Como Jesús, ella no quiere otra regla de sus actos que - 10 - la voluntad de Dios: Descendi de coelo, non ut jaciam voluntatem meam, sed voluntatem ejus qui misit me (11). 2. Christus non sibi placuit (12). El alma se inclina con más decisión a lo que contraria y repugna a la naturaleza. Entonces realiza el Agendo contra de que habla San Ignacio en su famosa meditación del Reino de Cristo, o sea "la acción contraria a la naturaleza para llegar a la imitación de la pobreza del Salvador y al amor de los sufrimientos y humillaciones. Entonces el alma conoce a Cristo de verdad, según la expresión de San Pablo: Didicistis Christum (13). 10ª. VERDAD. En cualquier estado en que me encuentre, si quiero, orar y ser fiel a la gracia, Jesús me ofrece toda clase de medios para llegar a una vida interior que me devuelva su intimidad y me permita desarrollar Su vida en mí. Entonces mi alma, a medida que va progresando, poseerá la alegría aun en medio de sus pruebas y en ella se realizarán estas palabras de Isaías: Amanecerá tu luz como la aurora y llegará pronto tu curación y delante de ti irá tu justicia y la gloria del Señor te acogerá en su seno. Invocarás entonces al Señor y te oirá con benignidad; clamarás y te dirá: Aquí me tienes... Y el Señor será tu guía constante; y llenará, tu, alma de resplandores y vigorizará tus huesos; y serás como huerto bien regado y como manantial perenne cuyas aguas no se secarán jamás (Isaías, LVIII, 8, 9, II) 11ª. VERDAD. Si Dios me pide que aplique mi actividad no sólo a mi santificación, sino también a las Obras, empezaré por grabar en mi alma esta convicción: Jesús debe y quiere ser la vida de esas obras. Mis esfuerzos, de suyo nada son y nada valen. Sine me NIHIL potestis facere (14). Serán útiles y bendecidos de Dios, si en virtud de una vida interior, los uno constantemente a la acción vivificadora de Jesús. Entonces llegarán a ser omnipotentes. OMNIA possum in EO qui me confortat (15). Si nacen de una suficiencia llena de orgullo, o de la confianza en mis propios talentos, o del afán de lucirme con mis éxitos, serán reprobados por Dios; que seria sacrílega locura pretender arrebatar a Dios algún girón de su gloria para adornarme con él. Esta convicción no engendrará en mi la pusilanimidad; antes al contrario, será mi fuerza y me impulsará a la oración; para obtener esa humildad, que es gran tesoro de mi alma, la seguridad de la ayuda de Dios y la prenda del éxito para mis obras. Convencido de la importancia de este principio, haré durante mis retiros o ejercicios, un examen serio, para averiguar -si no se debilita mi convicción de lo nulos que son mis actos, cuando van solos, y de su fuerza cuando están unidos a los de Jesús- si soy inexorable en excluir toda complacencia y vanidad, y toda satisfacción propia en mi vida de apóstol -si me mantengo en una desconfianza absoluta de mi mismo- y si pido a Dios que vivifique mis obras y me preserve del orgullo, que es el primero y principal obstáculo a su asistencia. Este CREDO de la Vida interior, cuando llega a ser la base de la existencia para el alma, le asegura desde este mundo una participación en la felicidad celestial. Vida interior es vida de predestinados; y responde al fin que Dios se propuso al creamos (16).

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1 -. EL ALMA DE TODO APOSTOLADO. DOM J. B. CHAUTARD. ABAD DE LA ORDEN CISTERCIENSE. PRÓLOGO. Ex quo omnia per quem omnia.
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