ROBERTO MARCO CUELLAR E. C. ORDONEZ, HISTOLOGO HISPANO DEL SIGLO XIX ANTERIOR A RAMON Y CAjAL Publicado en ASCLEPIO ARCHIVO IBEROAMERICANO DE HISTORIA DE LA MEDICINA Y ANTROPOLOGÍA MÉDICA Vol. XX.-Año MCMLXVIII y y o N O T A S E N S A S E. C. ORDOÑEZ, HISTOLOGO HISPANO DEL SIGLO XIX ANTERIOR A RAMON Y CAJAL Por ROBERTO MARCO CUELLAR 1 En estos momentos es todavía casi un tópico afirmar la inexistencia de la cien cia española y asignar una categoría de personajes solitarios y casi milagrosos a sus representantes más caracterizados cuya importancia no puede hoy disimularse ni olvidarse. Dejemos aparte la doble motivación existente para ello, por un lado la de los posibles responsables de su práctica inexistencia actual que de este modo lavan esta r,esponsabilidad; por otro la de los bienintecionados críticos que así pien san estimular nuestras conciencias ante un hecho que debe inspirarnos un sentimien to de vergüenza. No hay duda que se impone un estudio riguroso, objetivo y real de nuestro desarrollo científico abortado o llevado a mejor o peor término para acla rar lo que hemos sido, lo que somos y lo que estamos realmente tratando de ser. No hay duda tampoco de que uno de los científicos españoles que se considera como exponente máximo y prototipo de los mismos es el gran micrógrafo aragonés Ra·· món y Cajal. Partiendo de los supuestos y realidades establecidos por López Piñero en su estudio Medicina y Sociedad en el siglo XIX 2 he examinado en mi tesis doc toral 3 el desarrollo, afirmado inexistente, de la histología en España con antela ción a la dbra de Caja] y creo haber reunido el suficiente material para desmontar la frase bienintencionada, pero inexacta de Ortega y Gasset que he hecho fi9urar como lema de la misma 4: "El caso Caja] y el caso Hinojosa no pueden significar un orgullo para nuestro país: son mas bien una vergüenza porque son una casua lidad." A mi juicio tres son las conclusiones más importantes derivadas de este estudio: la primera de orden sociocientífico que pone de manifiesto las interrelaciones so- 1 Debo agradecer aquí la constante ayuda, critica y magisterio del profesor J. M. López Piñeiro. A él se debe en buiena parte lo que de valioso tenga este trabajo. Durante la realización del mismo el autor fue un año becario de la Comisaría de Protección Escolar, disfrutando de una beca de Iniciación a la Investigación. 2 LÓPEZ PIÑERO (10). 3 MARCO (12). 4 ÜRTEGA Y GASSET (49). 171 ciológicas, polticas y humanas en el desarrollo de una disciplina científica concreta en la España del siglo XIX; la segunda para la historia de la medicina española puesto que pone en interrelación casi genética la incipiente investigación micros cópica de los siglos XVII y XVIII en España estudiadas por López Piñero 5 y Te rrada Ferrandis 6 con su posterior auge a partir de la figura de Caja] en el con texto inmediato de la medicina española de este siglo; la tercera para la histología europea ya que nos permite seguir sus repercusiones en un país periférico como es el nuestro. En este estudio el descubrimiento de la obra de un histólogo de primera fila, E. C. Ordóñez, constituyó una sorpresa para mí y sólo tras gran número de esfuer zos me ha sido posible presentar un cuadro coherente de su personalidad y acti vidades. Dentro de la división general establecida por mí del desarrollo de la histolo gía española en el siglo XIX, Ordóñez representa un jalón importante a causa de su papel de cabeza de puente en la histología europea. Aparece en el momento que la histología española está saliendo de su fase primera, puramente libresca, para entrar en la experimental. Por otro lado en Europa está terminando la evolución que conducirá a la síntesis histológica definitiva a finales de la década de Jos 1860. Junto a su obra considerada en sí misma, es necesario, pues, destacar su fun ción de nexo de unión, tan capital para el desarrollo de nuestra histología. Pero junto a ello no hay que olvidar su verdadera magnitud como científico y como homhrP. ou~ le hace exclamar a Delgado Jugo en su necrología 7: "El Dr. Ordóñez había logrado alcanzar en la escuela de París una inmensa fama y un nombre enaltecido. Desde Orlila hasta nues tros días, ningún otro profesor de origen español había llegado a tanta altura en Francia, ni en Europa." Sus aportaciones a la histología pueden considerarse notables, aunque siempre desde la perspectiva de la escuela de París, y su labor como histopatólogo colabo rando con su amigo el gran cirujano J Pean ( 1821-1885) de una gran trascendencia. Resumen biográfico. Pero, iqUJen era E. C. Ordóñez? Eloy Carlos Ordóñez y Sordos nació en el año 1822 en Girón, provincia de Pamplona, Nueva Granada, una de las tres repúblicas que dieron lugar después de la independencia a Colombia. Sus padres procedían de Maracaibo (Venezuela), de donde emigraron durante la guerra de la Independencia española. Estudió en Santa LóPEZ PrÑ,E:Ro (9). G TlilR RADA (56). DELGADO JUGO (5). s DELGACO JUGO (5). Necrologías (17 y 18). 172 Fe de Bogotá, recibiendo allí el grado de doctor. Acompañando al arzobispo doctor Mosquera que estaba enfermo salió de Colombia, permaneciendo uno o dos aüos en Nueva York y marchando después a París. Allí murió el arzobispo y Ordóñez se estableció en la capital francesa, dedicándose a la investigación microscópica. Po demos colocar la fecha de 1851. aproximadamente, para el comienzo de su acti vidad en ese campo, pues el médico español Adolfo de la Rosa escribe en 1815 que 9 "tras catorce años de continuos estudios al microscopio vacilaba aú~ en dar a luz sus observaciones, tanto más cuanto en algunos pun· tos le había señalado posiciones distintas a las emitidas por Koe lliker y otros profesores alemanes." Desde aquel momento trabajó junto al eminente histólogo Ch. Robin, que le nombró su preparador, llegando a ser compañeros y colaboradores íntimos 10. Sus primeros años en París fueron durísimos. Tenia que conseguir la formación científica en histología, indispensable para poder dedicarse a la investigación. Del gado Jugo nos lo describe de esta forman: "Durante ocho o diez años, el Dr. Ordóñez no salió del gabinete de su sabio maestro, luchando sin tregua ni reposo por conquistarse su nombre, a la par que con las más apremiantes necesidades de la vida. ¡Cuántas, cuántas horas de amargura risueña paladeábamos uni dos en aquella época! ¡Cuántas y cuántas veces nos animábamos mutuamente, esperando tranquilos el porvenir, alegres y contentos, en medio de la más dura estrechez y de la más escasa situación! Ni un momento, no obstante, vimos flaquear el ánimo levantado y sereno de nuestro inlvidable amigo, de nuestro fraternal camarada: horas enteras, días sin cuento, le veíamos pegado, adherido al mi croscopio, no formando como él mismo decía, sino un solo cuerpo." Fue miembro, archivero y secretario de la Société de Biologie 12, "honor in· mensn para el que lo recibe siempre, pero tanto más para él, que fue el único extranjero en lograrlo". Igualmente perteneció a la Société micrographique de Pa rís 13, Desde 1862 dio un curso anual de histología en el anfiteatro de Clamart, antes de fundarse la cátedra de este nombre en la capital francesa, y según el testimonio de Delgado Jugo, el primero que se dio publicamente en París. También organizó cursos de microscopia en su laboratorio particular como pro fesor libre, siendo alumnos suyos los verdaderos fundadores de la histología espa- 0 DE LA ROSA (55). '0 Así lo nombra POUCHET en SU biografía ele Cli. ROBIN (51), p. XCIX. " D~~LC:ADO JUGO (5)' p. 246. " DELGADO JUGO (5). "' Así aparece en la lista ele miembros clel Jow·nal ele l'anato?ni,e et ele la phy úologie, III, 655-656, 1866. 173 üola actual 14 Su casa, repleta de individuos deseosos de aprender las m1evas téc nicas va a estar siempre abierta a sus compatriotas, que sin las dificultades que crea el idioma diferente, y sin necesidad de recurrir al aprendizaje autodidacta tan poco alentador, van a poder recibir estos métodos de trabajo de manos de una per sona de indiscutible solvencia en aquel momento. Así sabemos que estuvo allí Aure liano Maestre de San Juan1G. También discípulo suyo fue Federico Rubio lG el gran cirujano español fundador de la otra rama de la histología española, la no univer sitaria ~7• Delgado Jugo '8, venezolano de nacimiento, al venir de París a Madrid, se trae su recomendación y posiblemente la inquietud histológica que siempre de mstró y que supo transmitir a los demás oftalmólogos españoles ~·9• Bien compren dió la Sociedad Histológica Española el valor de la contribución del gran histólogo cuando colocó en su salón de sesiones una lápida con su nombre en prueba del ca-· riño y admiración de los que se decían sus discípulos 20• Como médico no descuidó los problemas patológicos, cultivando brillantemente la histopatologia. Formó equipo con uno de los más importantes cirujanos del siglo pasado, el gran Pean y colaboró ampliamente con otro, Alphonse Guerin ( 1817-1895 Posiblemente trabajó en el hospital de Saint Louis. Pero en el momento de máxima productividad, y cuando los mayores éxitos es taban al alcance de su mano, murió súbitamente, el 29 de mayo de 1868 a los cua renta y seis años de edad, víctima de un reumatismo cerebral. Dejaba práctica mente terminado un Tratado de Histología 21 en el que estaba reuniendo su obra histológica y en estado muy avanzado un Tratado sobre los tumores 22 que estaba escribiendo en colaboración con Pean. La obra histológica de Ordóñe::. Desde el punto de vista ideológico se puede afirmar que Ordóñez era seguwor de las teorías de su maestro Robín, el profesor de París. Aquí tenemos, sin duda, " La importancia ele ÜRDÓÑEZ en este sentido no es sólo para España, sino también para Portugal, pues DEJ LA RosA (55) refiere que encontró en su casa a dos profesores ele la Escuela ele Coimb1·a. •Por otra parte (1, p. 45), el fundador ele la histología portugu'esa, CoSTA SrMOES, se formó a su lado. " MARCO (•13). l6 MARCO (14). " He reunido (1:0') los centros en donde se hacía histología en España a partir ele 1868 en dos grupos; la histología universitaria, desarrollada en las Facultades, y la no universitaria, aparecida en hospitales y clínicas con una proyección emi nentemente aplicada a la patología. 18 MARCO (12). " Posiblemente también estuvo en contacto con los dos renovadores ele la his tología catalana más destacados: GrJ"o¡É y PARTAGÁS y BARTOLOMÉ Rost;JRT, pues éstos en el pl'ólogo a su traducción ele Le~ Patologíet celulm· hacen un extenso extracto del trabajo ele ÜRDÓÑEZ sobre el tejido conjuntivo (33). También E. BERTRAN lo cita reiteradamente en El Comp'ilruloT Médico. 2• UsTAR rz (59), p. :14. 21 MAESTRE ('1:1), p. &27 y DELGADO (4), "2::! PEAN (50), ll, p. 450. 174 el motivo principal de su olvido. La personalidad de Robin, severamente juzgada por su po3ición frente a la idealizada de Virchow, ha sido la causa de la escasa atención prestada a una escuela histológica de considerable interés. En última ins tancia se recuerda la figura de su representante más destacado, Ch. Robin que paradójicamente ha quedado emparejado con el nombre de su más directo rival: recuérdense los espacios de Virchaw-Robin alrededor de los vasos que riegan la sus tancia nerviosa. A esto hay que añadir para completar el cuadro la escasez de las publicaciones de Ordóñez 23 y su prematura muerte que le impidió completar la obra que era capaz de realizar por su formación y actividad, bien reconociendo su error y trabajando en la línea Virchow, como después haría un Ranvier 24, o bien Jibran· do la batalla conceptual de un modo más destacado 25. La importancia de la escuela de historia de la medicina alemana, ha traído como consecuencia el que la historia de la histología (asi como la de otras disciplinas) haya sido edificada fundamentalmente alrededor de la histología alemana (que no hay duda que es la más importante, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX), pasando por alto la importancia de la histología francesa, especialmente a partir de 1840 y la interesante histología inglesa, por sólo citar las más sobresalientes. Su importancia es en el peor de los casos de orden dialéctico. Se descuida auizás injustamente la aportación a la creación de nuevas posturas conceptuales de Jos que constituyeron el polo negativo de su construcción. Y, sin embargo, parece ser nece saria esa tensión dialéctica para el avance de la ciencia. Si es así, siempre será preciso que existan personas cuya obra quede frustrada por la adopción de la pos tura equivocada. Hoy es muy fácil juzgar cual era el camino fructífero, por lo que considero totalmente injusto, y además deformante, olvidar a estos hombres que sacrificaron sus vidas sin saberlo, al aspecto verdaderamente más deslucido y os curo de la creación científca. Sólo revalorizando su contribución será posible acer carse más objetivamente al modo de generarse los fenómenos nuevos en la historia de la ciencia. Esto se funde coherentemente con el convencimiento cada vez mayor de nuestro grupo de trabajo en Valencia, de que los avances científicos se consiguen colectivamente frente al método de las grandes figuras hasta ahora sustentado co rrientemente. No se quiere minimizar la aportación de estas últimas, sino insertarlas en el marco en que surgieron para de esta manera comprender la totalidad de Jos hechos. De esta forma se explica claramente como un nuevo descubrimiento o teo ría va esbozándose gradualmente, con multitud de precursores, consiguiéndose !llás o menos simultáneamente por varios grupos de trabajo a veces de distintos países. Este hecho que hasta hoy sólo suele provocar múltiples disputas de carácter chau vinista, apoya fuertemente esta otra explicación en la que la labor de todos los 03 DE LA ROSA (55). "·' Realmente muchas de las aportaciones originales de RANVIER, por ejemplo, al concepto y estructura del tejido conjuntivo provenían de la corriente anterior de la escuela francesa y algunas de sus opiniones se pueden encontrar en el tra bajo de ÜRDÓKEZ sobre este tejido (33). Sin embargo, la conversión de RANVIER a la teoría celular fue completa, aunque la impronta de las enseñanzas que debió recibir en su período de formación fue decisiva para su obra. " Sin embargo. hasta finales del siglo xrx colean en libros franceses la clasi ficación y algunos conceptos de la es<;:uela de ROBIN (Tourneux, 56). 175 hombres de ciencia se funde armoniosamente (hasta la de Jo.o investigadores qu~ adoptaron posturas antagónicas). Sin embargo, estudiando con un poco más de detenimiento la obra de Robín 20, se ve que no es únicamente en este aspecto dialéctico donde se ha de cifrar sn importancia. Su extensa obra está llena de interesantísimas observaciones, contri buyendo decididamente a la importancia creciente adquirida por la histología !)ara la medicina y la ciencia en general. Es, pues, superficial y mera herencia de las opiniones de la escuela alemana rival, considerar que su postura ante la célula era anticuada, simple continuación del citoblastema de Schleidea y Schwann. La teo ría de Robín muy semejante en algunos puntos a la sustentada por la escuela in glesa de J. Hughes Bennet (1812-1875), era quizás conceptualmente mucho más avan zada que la estrictamente celular, o más bien un desarrollo independiente de la mis ma. En primer lugar, estos investigadores no negaban la realidad célula, pero no creían que ella fuera el último elemento de la vida. Creían que igualmente vivían las moléculas orgánicas protoplasmáticas 27 y es por ello, por lo que Robín llamó protoplasmática 28 a la teoría de J. H. Bennet. Admitiendo esto no es necesario pensar que la hipótesis celular sea la única utilizable. Así, tomo del propio Ordó ñez 29 la siguiente clasificación de los elementos anatómicos: 1) sustancia amorfa. 2) granulacion~s moleculares, 3) núcleos, 4) célula, 5) fibras (llamando así a los elementos musculares) y 6) tubos (llamando así a los elementos nerviosos). En rea lidad no son pues, cosas diferentes, sino una interpretación distinta de los mismos hechos. Según los científicos de la escuela francesa no es necesario obligar a la rea lidad a adaptarse a la teoría, en este caso celular. Siguen admitiendo como posible la teoría del citoblastemo porque no consideran totalmente necesario que la reproduc ción de la materia viva se haga exclusivamente a base de la división celular. Por ello adoptan también para el tejido conjuntivo una explicación distinta de la celular, ya que en él es más dificil de conciliar los hechos con esta l1ipótesis, por la gran cantidad de fibras respecto a los núcleos y por la dificultad de observar Jos iimites celulares. Además todo esto estaba sustentado por una serie de observaciones y ex perimentos que así lo demostraban: ¿insuficiencia de medios, ceguera de escuela? El hecho es que hoy nos parece tan descabellada su idea de la organización sub celular de la vida. Aunque no estemos de acuerdo con muchas de sus afirmaciones, tampoco lo estamos con muchas de la escuela alemana y del propio Virchow 30• 26 Mi acercamiento a la figura del gran biólogo galo ha sido sólo superficial, por no ser motivo ele un estudio directo y por carecer en España de las fuentes necesarias para acometer a fondo el examen de su obra. 2' Hay que t ..n er en cuenta que ROBIN era, además de un morfólogo, un bio químico. Había publicado con VERDETL un T1·atado de Qwímica anatómicct y fisio lógica en 1853 (54). Creía que el estudio ele la composición química de la sustancia viva sería una extensión ele su estudio morfológico. Esa es una de las razones ele proponer el nombre ele elementos cmatóm·icos a las partes simples en que se puede dividir a la materia viva, como contrapartida, en ese nivel de organización ele los elementos químicos que también la componen. ~< RoBIN (52), p. 591. '" DE LA ROSA (55). ,. Recuérdese, por ejemplo, sus opmwnes sobre el tubérculo, diferenciándolo ele la neumonía caseosa o su opinión sobre la bacteriología (2). 176 1'odas estas consideraciones se ven reflejadas en la obra de Ordóñez, por ejem plo, en la afirmación de De la Rosa, ya citada, sobre sus múltiples observaciones que contradecían a Koelliker y a otros profesores alemanes, o mejor aún en ~u trabajo "Etude sur le developpement des tissus fibrillaire (dit conjonvit) et fibreux :a en donde aparecen muchos de estos conceptos. Allí nos refiere haber repetido las ob se:rvaciones de Schwann, Henle, Reichert, Virchow, Koelliker, etc., encontrando en ellas algunas lagunas. Dada la gran confusión existente por la ingente cantidad de designaciones, intenta precisar como utiliza él mismo la palabra célula, que desde Schwann, dice, venía considerándose como una pared cerrada por todas las partes, formando un saco sin abertura y un contenido. Admite que existen gran número de elementos de esta forma en los organismos animales, pero considera que esto no es tan fácil de probar en otros elementos que también llaman células (obsérvese que todavía usa esa palabra en su sentido etimológico de celdilla que hoy ha perdido totalmente), ya que él no ha visto nunca una cubierta distinta y un contenido, por ejemplo: en las células epiteliales de las membranas mucosas, de las serosas, del cuerpo mucoso de la piel, de la coroides, del hígado, los elementos de la m¿dula ele los huesos planos (mieloplaxas y mecluloloceles), etc. Según Orclóñez 32, "Estos elementos anatómicos deben ser asimilados no a las células, sino a verdaderos parénquimas, cuyo aspecto es análogo al de una verdadera esponja transparente, englobando a otros corpúsculos aná logos llamados núcleos. Esto se ajusta, sigue Ordóñez, a las nocio nes que tenemos del elemento llamado célula en histología. En efec s" to, en la célula tal como la acabo ele definir por analogía, hacen comprender fácilmente las manifestaciones de las propiedades físicas de extensibiliclad, retractibilidad e higromicidad inherentes a los ele mentos anatómicos y como consecuencia necesaria las propiedades de endósmosis, exósmosis y nutrición.'' Otro problema que Ordóñez considera en su trabajo y al que se refiere su ti tulo es la teoría de la formación del tejido conjuntivo. Considera que la teoría co rriente estaba basada únicamente en dos o tres fases de su evolución. Esta, según (>1, decía que el tejido conjuntivo derivaba de células alargadas, soldadas por los extre mos y cuyo contenido iba sufriendo una serie de divisiones en elementos fibrilares, de modo que a cada serie de células soldadas correspondería un fascículo de fibras conjuntivas. Distingue por su parte seis fases apoyadas en numerosas experiencias, dice, tras el tratamiento de estos tejidos por numerosos reactivos. Estas fases apare cen en las láminas de su trabajo. Sus descripciones sbre el desarrollo del tejido con juntivo, excepto la génesis de los núcleos a partir de nna linfa homogénea, son perfectamente aceptables, siendo realmente lo que varía la interpretación que de ellas hacemos. Pero si como afirma Hughes 33, los métodos de tinción diferencial de los 31 ORnó:'lEz (33). Aparece citado en la bibliografía del tratado de Anatomía Ge nen<l, de MAESTRE DE SA"f JUAN (11), y en la segunda edición de la Anatomíe< Qu-i ni?'gicc<, de J. CREUS y MA"J'SO (12). " ÜRDÓXEZ (33). La traducción es mía. 33 HUGHES (7). 177 tejidos no se pusieron a punto hasta la década de los setentas, y si hubo que •2spc rar a la obra de V/alter Fleming para que las técnicas de tinción y co!oración se des arrollaran hasta un grado suficiente para peder estudiar los detalles en el interior de la célula y de su núcleo, no es de extrañar que con anterioridad a estos aconteci mientos no se conociesen, por ejemplo, unas estructuras tan importantes como son Jos cromosomas. ¿Se han detenido a pensar los que han escrito sobre este tema cómo se vería entonces una célula en mitosis? ¿No parecería qu~ su núcleo había desaparecido? En realidad no parece que la teoría de la sustitución de los elementos de Robín fuese más especulativa que la división celular esencialmente amitótica descrita por Vircho:w: Y a se ha afirmado anteriormente que todas las teorías, correctas o ialsas, han jugado un papel en el desarrollo ele las ideas científicas, pero si hay que juz garlas sélo es posible aceptar una postura: ponerlas en relación con los hechos u observaciones expuimentaies que las vieron nacer y juzgar su coherencia 34• Otro dato concreto que verifica esta teoría de que en las discusiones diaJ¿ctí cas ninguna escuela defiende todos los hechos correctos, mientras que la otra no acepta todos los errores, se encuentra en que Ordóñez combate la creencia de una pretendida cavidad en los corpúsculos del tejido fibrilar o conjuntivo, así como un canal en las fibras de este conjuntivo. Esto que Henle en su Anatomía General decía no haber observado claramente y que Schwann admitía por analogía con las célu las estrelladas del pigmento (que Ordóñez en una nota subraya que tampoco son en modo alguno huecas), Virchow lo exponía sin dudas en La patología celular RO: 1) considerar las células o corpúsculos estrellados como elementos del tejido fibri lar, 2) crear en ellos una cavidad central y 3) surcar las fibras tenues de este tejido con un canal en comunicación con la cavidad de un corpúsculo estrellado. Ordóñez no cree necesario, pues, como hace Vírchow, postular canales en los t:jidos blandos como son necesarios en los duros, ya que en los primeros la endósmosis simplemen te puede explicar la nutrición. Los estudios histológicos de Ordóñez debían abarcar todos los tejidos y órganos, prueba de ello es el Tratado de Histología que tenía prácticamente terminado cuan do murió. Dentro de las escasas contribuciones que he podido encontrar, destacan una clasificación de los tejidos recogida por Maestre en su Anatomía Genera/36, Jos estudios sobre el tejido conjuntivo ya ampliamente mencionados y un trabajo sobre histología de la piel 37, en donde se describe la morfología microscópica de los pelos. A través ele Delgado Jugo se tienen noticias sobre sus trabajos histoilógícos del ojo: uno sobre las capas de la retina, en las que describe cinco 38, otro sobre terminaciones nerviosas en la córnea 3~ y uno extenso sobre la estructura del saco lagrimal 40 que " Sin embargo, en el caso ele RoBrK hay que reconocer su ceguera y testarudez en no reconocer su error cuando ya estaban en la calle las pruebas irrefutables ele la realidad de la división celular (51) y que su doctrina ele la sustitución, espe cialmente en el caso del embrión es aparentemente un apaño para mantener la teoría del citoblastemo que los hechos comenzaban a cl:esmentir. " VIRCHOW (60). 3G MAESTRE (],1), p. 627. " ÜRDÓÑEiZ (30). 3S ÚRDÓÑEZ (41). " ÜRDÓÑEZ (38). 40 ÜRDÓÑElZ (3~') y ( 40). 178
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