4 ECUADOR: UN MANGLAR DE VOCES LITERARIAS aunque productiva y diversa, la literatura ecuatoriana no ha logrado abrirse un camino en la llamada república de las letras. explicar las causas de este fenómeno permite a los autores reunidos en este breve dossier ofrecer una panorámica, necesariamente incompleta, de voces y temáticas heterogéneas que confluyen en un mismo objetivo: capturar en palabras el sentido del 5 espacio natal. Apuntes sobre algunas novelas ecuatorianas de finales del siglo XX 8 Raúl Vallejo 25 apuntes sobre los márgenes literarios del Ecuador 12 Juan Pablo Castro Rodas La novela ecuatoriana navega: El libro flotante de Caytran Dölphin 16 Wilfrido H. Corral La lucha de las mujeres ecuatorianas del siglo XX por la redefinición de los derechos ciudadanos y La gloria eres tú, de Silvia Miguens Mary Yaneth Oviedo FEMINISMOS distantes en el tiempo y el espacio por los asuntos que abordan, estos ensayos comparten, sin embargo, la denuncia de la opresión que han sufrido (y sufren) 20 las mujeres, y cómo la han enfrentado. Portada y reverso de Portada: Pablo Lafargue escribe sobre la violencia de género detalle de artesanía ecuatoriana. n| 26 Lourdes Arencibia Rodríguez ó La redención del cuerpo femenino en Cuba: sexualidad, poder y justicia de tomado de Cuenca ciudad artesanal, V| ci 32 lMDaeé rlsaednpeiúe e bMll irocaraes agauo l aa froervtoulnuacdióon de la duda indagadora: Apuestas feministas en MFCooitnroti:es sLteíuari isdo eBd rCeu aCzsóuanl td. uer ala ds ea emcéuraidcaosr.. ebrero/Época Revoluuba JNualiteatliaa KSoirtko wQouoirdoz .ContraPortada: ero/f014 |de la na, C ACLaoR nrQ aUemsItTpeE abC, ieTelnU P RadAboec Ylul ómUnRe CBnuAtabNdaIo,S eMyl ClOúocnidgroe eson sdaey loa, UenIa q cueel esbur aaduoto ern l oLgar Ha aimbabnraic eanr Mlsau o rpsaaiemiczoap acE,om enbl olvebemrdaaa ,d ddeoe W, 1qi9uf5ree1 dr. eop Lraomdu ecne No. 1 enmarzo 2Año 56 La Haba Foto: Luis Bruzón. 1963, y algunos otros tópicos aparentemente no muy relacionados, Revolución y Cultura inaugura una sección fija dedicada a temas que la revista siempre reverso de ContraPortada: ex- ha acogido con especial interés y en los que a partir de ahora pondrá especial posiciones en espacio abierto: Road 38 énfasis. Un congreso, un salón, un pabellón… Y un leve pulsar en la memoria movie, Síntomas de la permanencia y Mario Coyula Stock (septiembre- diciembre 2013). ROLDÁN a partir de un lejano concierto en el Museo de arte Moderno de nueva york, fundamental para entender el ambiente de un cosmopolitismo alternativo en que se renuevan los votos antillanistas de la vanguardia caribeña con el estímulo de la avidez europea por el consumo de culturas locales, el autor de este bien tramado aborda directamente y a través de entrevistas a la dimensión Directora Redacción y Ofici- 52 universal de amadeo roldán. Luisa Campuzano nas Disonancia afrocubana: John Cage y las Rítmicas V y VI de Amadeo Roldán Subdirector edi- Calle 4 # 205, 64 Julio Ramos torial e/ Línea y 11, 65 Entrevistas: José León Díaz El Vedado, Plaza En y alrededor de Latinoamérica: Una conversación con John Cage Consejo asesor de la Revolución 69 Nelson Rivera Graziella Pogolotti, Telf: 830-3665 Danza y cultura: Ramiro Guerra habla sobre Amadeo Roldán y los orígenes Ambrosio Fornet y E-mail: del Conjunto Nacional de Danza Moderna Antón Arrufat [email protected] 72 Julio Ramos Jefa de redacción Web site: De la sonoridad a la notación musical: Cuatro preguntas a Lino Arturo Neira Conchita Díaz-Páez www.ryc.cult.cu Betancourt Administrador Julio Ramos Iván Barrera Precio del ejemplar: 74 Redacción $ 5.00 DESDE LEJOS Israel Castellanos atrasado: 5.50 Pauline Johnson (Tekahionwake) Corrección «Las aguas profundas», traducido especialmente para nuestras páginas por Surelys Álvarez Fotomecánica alicia Menéndez tarrazo, es uno de los cuentos más conocidos de esta escritora Diseño e Impresión: r. también llamada «la Princesa Mohawk», la autora canadiense más célebre de ao 78 pAr TinIcEiMpiPoOs del siglo XX. CEdJLicCihón digital Ediciones Caribe xpresu aut Mis recuerdos de Luis Marré | olga sánchez Guevara || Los viajes imaginarios de Báez Luis Augusto Gonzá- Permiso o ee s Meza | vicente robalino || Un tributo telúrico y multidisciplinario: una avalancha de lez Pastrana 81279/143. bajn d 84 mitos y símbolos | reny Martínez || azul y suerte | José León díaz Publicación financiada tranió VISTAZOS por el FONCE a pi do 86 Cala R S L a presente selección pretende ser una panorámica breve pero necesariamente in- R A A completa de una nación o una ciudad letrada rica en contrastes. el manglar ha sido definido como «un ecosistema costero conectado con una o varias cuencas y al mar O de manera efímera o permanente». estamos, indudablemente, ante una metáfora L I D R literaria de lo ecuatoriano: las ramas enredadas del manglar son los conceptos y los G escritores aquí seleccionados de manera algo azarosa. detrás del obvio símil hay A A una realidad: estamos ante voces heterogéneas que confluyen en un mismo objetivo, capturar en palabras el lugar natal. N U raúl vallejo Corral hace un inventario de la novela ecuatoriana de fines del siglo XX. R entre las novelas canónicas que se analizan está Ciudad sin ángel, de Jorge enrique C A adoum, El rincón de los justos, de Jorge velasco Mackenzie, y La Linares, de Iván egüez. E no se trata de un inventario exhaustivo, ni un amontonamiento de reseñas. es una E M visión completa de lo que ha sido el quehacer novelístico con títulos que son funda- T mentales y siempre de referencia. Juan Pablo Castro I rodas nos propone L N veinticinco tesis so- bre los márgenes li- U S terarios del ecuador. desde los estudios E culturales, el autor intenta desmitificar C el carácter isleño (ais- lado) de un país que O no pertenece a la «re- pública mundial de V las letras» (catego- ría de Pascale Casa- nova). Castro rodas E ahonda en las razo- nes por las cuales D ecuador no es parte del canon editorial. su análisis empie- za en la narrativa realista de los años treinta, Jorge salva- dor y Pablo Palacio y con-cluye con Leo- nardo valencia y su síndrome de Falcón, que no es más que Escritor y crítico esa carga (el peso de de cine, ha la tradición) que el publicado novelas, escritor ecuatoriano cuentos, crónicas tiene que llevar sobre sus hombros. y poemarios, entre de valencia es precisamente Wilfrido Corral quien disecciona El libro flotante de Caytran 4a los que destacamos Dölphin, considerada la novela clave del ecuador de principios de este siglo. Corral r u El mismo mar de inserta al libro flotante dentro de una tradición metaficcional en la que valencia es- t ul todas las Habanas colta a sterne, Cortázar, Pirandello, Calvino y Borges. C (Quito: 2012), volviendo al título de esta muestra. Los manuales ecologistas informan que donde n y reseñado en hay manglar el volumen de líquido es somero, el hábitat semicerrado y las aguas ió esta entrega de muy turbias. Pese a estas dificultades el manglar persiste y resiste sin importar las c u RyC, para la que condiciones adversas. Junto con los arrecifes de coral resultan los sistemas ecológicos l o preparó la mayor más productivos y con la mayor diversidad de especies. esa es la literatura ecuato- v e parte del dossier riana, produc-tiva y diversa, que se abre paso poco a poco en la república mundial R Apuntes sobre algunas novelas ecuatorianas de finales del siglo XX Raúl Vallejo De entrada estoy ante una tarea im- Escritor, crítico, editor, posible. La tarea de presentar a la «nueva» novela ecuatoriana. dicha profesor universitario, político tarea, me suena a la penosa tarea de re- y diplomático ecuatoriano, ha dactar notas sociales sobre el baile de de- desarrollado una brillante carrera butantes con la plena conciencia de que se literaria, cuyo más reciente trata de un acto de reproducción del y premiado título Pubis equinoccial, capital en sus múltiples sentidos. de 2013. ¿Cuándo empezó esta literatu- ra «nueva»? ¿Cuáles son sus proyectos de escritura? ¿Qué textos constituyen una nove- dad que no se desvanezca en la inmediatez de la espuma? esta presentación constituye tan solo apuntes y una visión muy personal y limitada sobre algunas novelas ecuatorianas de finales del siglo XX. He de advertir que las omisiones no obedecen a ningún juicio de tácito valor negativo; tan solo a esa imposibilidad de abar- carlo todo. He pertenecido a cenáculos literarios en los que bizantinas ar- gumentaciones políticas anulaban el espacio lúdico de la literatura, y a talleres en donde, algunas veces, el texto era la tarea escolar que habría de impresionar a los condiscípulos; la moraleja luego del tránsito por esos meandros es que en la construcción de un proyecto de escritura, el escritor se va quedando solo y la tarea agota con tal intensidad y sin tregua que, al no tener tiempo ni vocación para las relaciones públicas, la solidaridad termina convertida en solitariedad. sospecho de los tumultos y siento que cada agrupación literaria no es sino la infinita reproducción de aquellas R 5 logias de poetas en las que se intercambiaban poemas, loas y brindis e v por las lealtades sostenidas en la crítica del adulo. o l Izquierda: Detalle de una de las piezas que Para remar en contravía a las complicidades generacionales, me pare- u ce que uno de los textos narrativos más novedoso por la complejidad c integran la serie La edad de la Ira, ió Oswaldo Guayasamín. de su escritura, fresco por la disección desacralizada de lo humano y n joven por la libertad lúdica que se toma y ejerce consigo mismo, pu- y Derecha: Tomado de Cuenca ciudad artesanal, C blicado en los 90, es Hoy empiezo a acordarme, (1994) de Miguel donoso Ministerio de Cultura de Ecuador. u Pareja (1931). La novela me estremeció porque en su lectura me vi l Foto: Luis Bruzón. Cortesía de Casa de las t enfrentado a la desolada visión de una realidad amorosa que no puede u Américas. r constituirse como totalidad sino a través de fragmentos vitales que van a bles capaces de hacer contacto con el alma del lector. no es solamente la nostalgia de un mundo que ya no es visto desde un mundo-otro que lo ha vencido hasta conseguir la resignación de quienes lo soñaron, es también la posi- bilidad de explorar las relaciones sinuosas entre belleza y verdad, del espacio artístico desgarrado entre la vocación realista del figurativismo y la conflictividad de lo abstracto; es una mesa de autopsia para el amor, los amantes y su camino predestinado hacia la ruptura. Pero no se trata únicamente de ir en contravía. Marcelo Báez (1969), publicó Tan lejos, tan cerca (1997). es la historia de Pietro speggio, instalado en su videósfera, al margen y Miguel Donoso al centro de un mundo que lo corteja desde los mass media, enfrascado en disquisiciones teóricas sobre la siempre compleja relación entre el cine y la literatura con rafael, su amigo novelista-en-ciernes; sobreviviendo a la presen- cia de nadia/Blanca, la mujer/las mujeres, la ilusión de vida/la certeza de muerte. Pero más allá de la historia, la novela es un homenaje, desde la pop culture, a nuestros ojos cinéfilos y a nuestros oídos melómanos. Báez sitúa su novela en un espacio de ruptura con las preocupaciones, los signos culturales y la noción de modernidad en la que algunos narradores nos hemos ubicado. La lectura de Tan lejos, tan cerca (Faraway, so close) –en el cine Wim Wenders, en la música U2– es para mí el recorrido por un espacio cultural del que me siento partícipe: al sujeto fragmentado de la posmodernidad se le puede revelar, en parodia, que, al igual que la nadia de la novela, el «texto es la tumba donde descansará el último» de sus fragmentos. El rincón de los justos (1983), de Jorge velasco Mackenzie, es ese tipo de textos literarios que inauguran y cierran un tipo de lenguaje. El rincón es la novela de la marginalidad: los espacios marginales de Guayaquil, los seres que los Jorge Enrique Adoum habitan, el habla que los define. La presencia de Guayaquil transformándose en olvido y que sobreviven no como la se expresa a través de la vida un barrio, Matavilela, que, verdad de lo sido, sino como la verdad posible de lo escrito. al mismo tiempo, representa el otro orden enfrentado a la en mi relación con el texto, me deslumbró el percibir la convención social de la ciudad que lo alberga y lo rechaza. frágil constitución del sujeto de hoy sometido a la presión Matavilela, el barrio, está presente como si se tratara de de una experiencia vital que termina fragmentándolo y la un héroe épico que posee su propio código de honor y al recuperación dolorosamente desenfadada, y a ratos cínica, que hay que respetar y temer; es la construcción simbólica de la experiencia erótica desde una masculinidad que no de la ciudad otra que le crece adentro a la gran ciudad. se constituye desde lo macho sino desde el azar, en parte Los personajes acuden desde sus voces múltiples para ir porque roza la conciencia personal de mi fragilidad y, en apuntalando el sentido final del texto; en esta construcción, parte también porque su escritura ha hecho del texto un la novela está sostenida por los discursos personales que espacio lúdico para la felicidad imposible. Con Hoy empiezo se entremezclan y apuntalan la fuerza narrativa del texto. a acordarme, estamos ante un texto pionero de la narrativa el discurso narrativo también se alimenta del argot como ecuatoriana –como en los setenta lo fuera Entre Marx y una una manera de nutrirse de lo popular y velasco consigue, mujer desnuda–, en el sentido de que abre un camino hasta en el decurrir del texto, desentrañar mediante un artificio hoy no transitado, que nos ofrece una manera diferente de de la ficción los sentidos del argot. siento que esta novela narrar y de construir al sujeto que narra, que desarrolla permanecerá porque ha sido capaz construir de manera una relación distinta entre realidad, ficción y verosimilitud, original, una estética desde lo popular. y que convierte a la memoria de la experiencia erótica en así llegamos a Polvo y ceniza (1979), de eliécer Cárdenas, la gran metáfora de la existencia del ser humano. novela que parte de la leyenda popular para construir el Con Ciudad sin ángel (1995), de Jorge enrique adoum (1930), mito de naún Briones, especie de robin Hood criollo: la he vuelto a sentir lo que es sentir amor por un personaje. novela revaloriza la presencia del bandido lojano y en ese 6a texto imbricado en un proyecto de escritura que se pre- proceso de revalorización, el personaje no es ni idealiza- r senta con una fuerza escriturial impecable e implacable, do ni anatematizado, sino que es construido desde una u t sin concesiones a la audiencia, autocríticamente reflexivo, compleja visión del mundo; al mismo tiempo, la novela l u imponente por la lucidez atenta al propio acto creativo, seduce al lector para que se identifique con ese mismo y C capaz de generar pasiones alrededor de los personajes que bandido que, probablemente, le arrancaría la cabeza. naún n confrontan entre sí la dureza de sus soledades. y, aunque es Briones no se congela mitificado. Cárdenas supo tomar la ó definitivamente cursi y de mal gusto ‘morir de amor’, así, leyenda, hacer de ese mito popular, un mito contradictorio, i uc ¡tan lugarcomunmente dicho!, es la inmolación a la que complejo; lejano a cualquier deseo de divinización. en la ol uno está dispuesto con ana Carla. adoum ha conseguido novela, la bondad y la maldad son conceptos relativos: v construir un personaje de aquellos que perduran porque su definición está dada por la manera como se articula el e R son capaces de compendiar múltiples posibilidades sensi- discurso novelesco. es una novela que encanta tanto por su tono evocativo como por su narración desbordante. y, al final, la muerte y en la muerte, la sobrevivencia del mito. desde un poco más atrás, sobrevive con la fuerza de la levedad, La Linares (1976), de Iván egüez. retoma otro personaje del imaginario colectivo y lo literaturiza y con ello le da una voz que narra la historia desde la orilla del poder pero vuelto contra él. La novela construida desde el tono bisbiseante del chisme supera la referencia localista –a pesar de que en ecuador se ha leído también como una novela de clave y cada quien se ufana de haber descubierto más de un protagonista de la historia real– para conver- tirse en una narración cuyo humor desacraliza el poder político, el poder religioso, el poder económico y los vuelve Jorge Velasco ca-ricaturas de villanos. La novela, además, se deja leer con Mackenzie delectación y nos convierte, en tanto lectores, en cómplices de un narrador que habla de aquella mujer «más pública que la pila de la plaza pública» con amorosa ternura y que la salva de su tercer intento de suicidio. He mezclado décadas, he mezclado tendencias. el corte que he hecho es injusto para innumerables novelas en los últimos veinticinco años que, únicamente, por razones aca-démicas y aunque para el lector suene algo cansino, termino enumerando: Las tierras del Nuyamás (1975), de Jorge rivadeneyra, una novela de lenguaje experimental de comienzo a fin que reconstruye desde la nostalgia y la derrota una fallida experiencia guerrillera en el ecuador; Entre Marx y una mujer desnuda (1976), de Jorge enrique adoum, llamada por su autor «texto con personajes», am- biciosa y lograda visión de un proyecto de país que resulta inviable y que se desangra sin héroes ni heroísmo; novela de un fracaso histórico y, también, de la imposibilidad de una escritura total; ¿Por qué se fueron las garzas? (1979), de Gustavo alfredo Jácome, nos da, desde la voz interior de Iván Egüez andrés tupatauchi, indio graduado en universidad nortea- mericana y casado con gringa, un acercamiento diferente a la búsqueda de identidad en la que se mezcla lo mesti- novela de un triángulo amoroso desarticulado, a distancia, zo, lo indio y lo extranjero; Los guandos (1982), empezada en el que santos Feijó, es el pivote que gira en dirección por Joaquín Gallegos Lara, en 1935, y terminada por nela a najda y Caramelo, conmovedora narración de amores Martínez, en 1982, es el texto literario que muestra el paso destinados a la muerte, sustentados en la imposibilidad de lo exterior al desde adentro en la visión de lo indio, en de realización plena. Gallegos la expresión está apegada a la ‘objetividad’, en Los escritores somos lectores privilegiados porque nuestra Martínez, a la construcción de una subjetividad que per- experiencia en el manejo de los textos nos posibilita un mite ensanchar los niveles de significación y universalidad; diálogo que, por lo general, va cargado de la pasión que Teoría del desencanto (1985), de raúl Pérez torres, la novela hallamos en la escritura. Pero ese privilegio para la lectura de un tiempo que se niega a abandonar el tiempo en el que es, al mismo tiempo, una maldición pues, al momento de ya no cabe, anecdótica como un bolero, persistente como la lectura, nos toca entorpecer las líneas del texto en frente los sueños rotos; Sueño de lobos (1986), de abdón Ubidia, nuestro, la mayor parte de la veces, con nuestro propio texto con una anécdota que se desarrolla alrededor de la proyecto de escritura. el libro de otro es, a veces, el libro planificación de un asalto, y que sirve de pretexto para que hubiésemos querido escribir pero a nuestra manera, lo mostrarnos el alma de la ciudad y la de quienes la habitan, que lleva implícito una trampa: pretendemos distanciarnos seres insomnes explorados en los matices de sus amores; pero, en el fondo, nos distanciamos para vernos mejor. y así El devastado jardín del paraíso (1990), de alejandro Moreano, voy buscando en mis lecturas aquello que me conmueva heredera de aquellas novelas totales que, a partir de una como lector, la existencia de un proyecto de escritura que historia repleta de peripecias acerca de una frustrada exprese la voz particular y singular de un escritor, la posi- guerrilla, indagan en lo más profundo de la condición hu- bilidad de jugar con los sentidos del texto, y siento que un mana; Azulinaciones (1990), de natasha salguero, texto que, libro me habla personalmente cuando R 7 desde la experiencia vital de la cultura urbana, ha llevado e toda exterioridad de autor desaparece v a niveles radicales la experimentación en el lenguaje y la o en el acto de la lectura. l estructura; la morosa escritura memorable y perdurable de u c Del otro lado de las cosas (1993), de Francisco Proaño arandi, i ó en donde la literatura se perfila como el escapelo del que n disecciona la búsqueda de los humanos; El viajero de Praga y C (1996), de Javier vásconez, la historia de aquel escéptico u médico checo que vaga por Quito lleno de su apatía vital, lt que vive sin dios y sin angustia, y que, con dureza y sin u r concesiones nos ubica un sujeto transeúnte entre el fracaso a de la modernidad; Resígnate a perder (1998), de Javier Ponce, 25 apuntes R O sobre los márgenes literarios D A del ECUADOR U C E Juan Pablo Castro Rodas Un hombre debe tener una nacionalidad Escritor, crítico de cine y profesor así como debe tener una nariz y dos orejas… universitario ecuatoriano, ha ernest Gellner publicado, entre otras, las novelas La noche japonesa; Las niñas del 1. si extrapolamos arbitrariamente la cita de Gellner al terreno de una alba y Carnívoro. nación –no solo como una geografía, una ficción cultural o un discurso identitario– sino a una nación en tanto un paisaje lingüístico, cuando ha- blamos del ecuador nos enfrentamos a un problema mayor, pues supone enfrentarse a una incógnita cuya respuesta, en los últimos treinta años o más, no ha podido resolverse ni desde la historia ni desde la sociología, al menos no de manera contundente. desde luego, son fundamentales los aportes de silva y Quintero (1991) en torno a lo que ellos han de-nominado «una nación en ciernes», y en general los esfuerzos de cierta academia por levantar una cartografía sobre la idea de nación, pero esta –en tanto pro- yecto histórico no resuelto o discurso de un yo identitario– parece todavía caer en el terreno de la especulación. La literatura, en tanto construc- to artístico, o discurso académico, tampoco ha podido iluminar del todo ese complejo concepto de nación. ahora bien, quizá la pregunta sería: ¿Le compete, en efecto, a la literatura levantar un proyecto de nación que, siendo al mismo tiempo estético, pueda desplazarse hacia otros campos de la organización discursiva? 2. si aceptamos que todo país, en este caso el ecuador, tal como dice stuart Hall (2007), se construye a partir de algunos elementos, entre ellos, una «narrativa de la nación», entonces, la pregunta surge de manera inmediata: ¿cuáles son esas narrativas nacionales que, en la li- teratura ecuatoriana, permiten configurar un proyecto nacional? 3. si, además, contribuimos a la problemati-za- ción añadiendo la categoría de lo marginal, el 8a r Tomado de Cuenca ciudad artesanal, espacio de reflexión se convierte en un rostro sin u t Ministerio de Cultura de Ecuador. «nariz y orejas», y quizás solamente con un ojo, a partir del cual está todo ul Fotos: Luis Bruzón. por mirarse, todo por interpretarse. Un país cuya nacionalidad literaria C se encuentra en cuestionamiento, quizás en construcción, se convierte, n y Cortesía de Casa de las Américas. parecería ser lo obvio, inmediatamente en un país en la periferia, en las ó fronteras, al margen. desde luego este presupuesto tiene sentido siempre i c y cuando uno suponga que pensar la «nacionalidad literaria» sirve para u l comprender de mejor modo la propia literatura. abonamos el hecho tan- o v gible de que el ecuador, en tanto espacio de proyección editorial, apenas e R es visible en el panorama del mercado global. 4. a partir de ese panorama concreto de invisibilidad distante de lo que Pascale Casanova llama «La república (más allá del mito fundacional que otorgara al ecuador el mundial de las letras» (2009), ese espacio en el que la li- nombre de una línea imaginaria) plantearse el tema de lo teratura, en tanto mercancía y objeto estético (los libros, marginal supone caminar por un terreno fangoso. estamos propiamente dichos), trasciende las fronteras de la trans- al margen de los circuitos editoriales, o de lo que se llama nacional para, citando a Goethe, configurarse como un una «república mundial de las letras», no porque no existan elemento más de esa suerte de ágora «transnacional». así obras literarias (en el campo de la poesía poseemos una las cosas, esa literatura y los libros producidos se hallan fecunda tradición, y también en la novela y el cuento, a en el encierro, apartado del mundo, imposibilitados de pesar de mantener ciertos rezagos parroquianos), sino por- establecer diálogos e interrelaciones productivas. que no se han creado las condiciones imprescindibles para que esa literatura se desplace de las fronteras nacionales. 9. en la historia de la literatura ecuatoriana, quizás, el aquí convergen elementos diversos: políticas estatales, primer caso de un escritor marginal haya sido el del lojano ineficiencia editorial, carencia de profesionalización, im- Pablo Palacio. Marginal al proyecto político del realismo posición de un discurso académico canonizante, y cierta social que se fundaba en la recuperación de las voces de tendencia al encierro, a la comodidad que supone mante- los oprimidos –obreros, campesinos, negros, etc.– para ner un campo cerrado, que no se abre ambiciosamente a impulsar el proyecto de un estado de corte nacionalista. competir con el mundo. Los personajes de Palacio, por el contrario, no se acendra- ron en el campo políticamente correcto que imponía la 5. aceptemos que la categoría marginal –en tanto espacio época, sino que, marginal-mente, fuera de, y no solamente como una temática que hable de construyeron su propios marcos sujetos marginales, desplazados o sin voz, subalternos, referenciales. antropófagos, es- como llamaría Gayatri spivak (2010)– permite comprender quizofrénicos, raros, habitan en en algo la dinámica de los circuitos contemporáneos del el mundo palaciano. movimiento literario mercantil. Hay mucho que se vende en el centro del mercado, y poco que está fuera de este, o 10. Por ello, Palacio no participó, en en los límites mismos. y, aunque no se trata solamente del estricto sentido, de los discursos número de ejemplares que, ciertamente, se consuman, no del proyecto nacional emprendi- es menos cierto que la lógica de centro-márgenes opera a do por el gestor mayor, Benjamín la hora de determinar qué se lee o no. Carrión –quien luego de la derrota del ecuador en la guerra con el 6. si admitimos, entonces, que el mercado editorial y Perú, fundó en 1944 la Casa de la academia marcan y determinan el centro canónico, la Cultura ecuatoriana, con la idea de hacer de este país pensar en las literaturas marginales, periféricas, supone pequeño una «gran nación cultural». su obra –calificada encon-trarnos con la primera de las complicaciones. Pues muchos años después como realismo abierto– no obstante, el ecuador –no como Colombia, argentina, Brasil, incluso contó con el apoyo del propio Benjamín Carrión. Palacio y Perú a quienes se los podría considerar al margen, en la Carrión se distanciarían por desacuerdos de carácter par- periferia, de los grandes discursos canónicos de lo literario, tidista, más que por otros de índole estético. en tanto literaturas del sur o de lo subalterno, sin que en esto entren las figuras reconocidas como parte de la lite- 11. Gustavo salazar (2008) demuestra que Palacio debió ratura universal– está fuera, al margen, más allá, es decir, sortear las disímiles voces críticas de su época. Por ejemplo, al margen del margen. La literatura producida por autores Issac J. Barrera dice: «Los libros de Palacio tendrán poca ecuatorianos, apenas transita las fronteras patrias, para acogida entre las multitudes». Gonzalo Zaldumbide se llegar a Colombia, quizás a una españa lejana. el caso del muestra más condescendiente: «no será jamás el talento lo novelista quiteño Javier vásconez resulta, en ese sentido, que le falle a este joven, si quisiera sujetarse a disciplinas un ejemplo evidente ya que, a pesar de haber sido finalista menos volátiles…» y, en tono de ironía re-verenciadora ha- por tres ocasiones del Premio rómulo Gallegos, sus obras cia el escritor, Gonzalo escudero dice: «es uno de los pocos apenas son conocidas en el extranjero. mortales que ha comprado su inmortalidad de fuego con los denarios de la literatura». 7. al margen del margen, literatura pequeña, como dijo el crítico español Ignacio echevarría, distante de los críticos y 12. todavía el lector contemporáneo se sorprende al en- los lectores globales. distante de los círculos del mercado. con-trarse con la obra de Palacio, en la que personajes aún más, algunos escritores nacidos en estas tierras, sea marginales –no esos sujetos desplazados de la historia por su obra o por las circunstancias extraliterarias, pueden oficial, como aquellos que aparecieron en las novelas del estar en los márgenes de lo que el canon nacional determi- realismo social– resultan, además, excéntricos. entre todos na como tal, es decir, al margen del margen del margen. o ellos, se destaca un antropófago, cuya labor como carnicero tercer nivel de marginalidad. Érica Pecanha señala, precisa- lo lleva a «devorar» partes de su esposa, en un acto de deli- R 9 mente, que una obra literaria puede ser considerada como cioso canibalismo, un canibalismo que, por cierto, aparece e v marginal si se halla excluida de los «clásicos de la literatura naturalizado, como si la sociedad de entonces –los treinta o l universal o nacional». aunque resulte un juego de palabras, del siglo XX– tuviese que necesariamente parir sujetos de u c esta suerte de hipermarginaciones, permiten graficar la esa condición. o la única y doble mujer, juego esquizo del i ó dinámica de los circuitos de consumo de obras literarias doble, la siempre compleja construcción del sujeto dual, yo n como las ondas que produce una piedra lanzada al agua. y otro, en cuya identidad siamesa parece radicar la ironía y C de la propia condición humana. Luz y sombra. u 8. al margen del margen del margen, es decir, subsumida lt a un espacio oscuro y silencioso del mapa mercantil-li- 13. a su lado, por un tiempo, estuvo el escritor Humberto u r terario-canónico-académico de estos tiempos. entonces, salvador, creador de la novela En la ciudad he perdido una a novela –cuya resonancia pirandelliana es evidente– en la la imaginación, más que en la historia, su constructo de que también se explora la marginalidad, pero aquella que verdad y sus proyectos nacionales. problematiza las formas estéticas. esta marginalidad, tal como también señala Érica Pecanha, le otorga también un 16. ese ideal de proyecto nacional –cuyas narrativas li- sitial en la literatura «afuera de». salvador abdicó de sus terarias han sido ampliamente estudiadas por un sector principios artísticos, por sumarse a la doctrina de la litera- dogmático de la academia ecuatoriana– ha fraca-sado. ni el tura «comprometida» que la literatura de ecuador es una gran nación cultural, ni las obras, por la década del treinta exigía. ahí, quizás, encima de las excepciones, lograron configurarse nació uno de los signos terribles que pa- en contundentes universos literarios. La pregunta recen asir a la literatura ecuatoriana: la formulada al inicio tampoco puede encontrar una política por encima de la estética. algunas respuesta en un regreso melancólico y obsesivo a de la obras de salvador mostrarán su sa- ese pasado, pues, si la mirada crí-tica no exige un ludo reverencial a las necesidades políti- mapa interpretativo contemporáneo, solamente cas que imponía la doctrina de izquierda. ratificamos el síndrome de ouro-boros. La Casa de la Cultura ecuatoriana, espacio fundacional 14. en el ecuador, precisamente, plagado del proyecto de una cultura nacional popular, de impulsos políticos más que estéticos, se encuentra envuelta, desde hace años, en los el tema del centro y la marginalidad turbios aires de la politiquería, el sinsentido buro- supone encontrarse con un debate no resuelto, pero que, crático y la pérdida absoluta de sus por ciertos afanes de la academia, siempre regresa a su postulados iniciales, como el mítico dragón que se devora a literatura «comprometida» (una práctica político-literaria sí mismo. La institucional razón de ser no se ha modificado anterior al nacimiento propiamente dicho de la categoría según las necesidades del mundo contemporáneo. si bien en la voz de sartre), es decir, a aquellos escritores de los es cierto que una nación cultural no se construye desde treinta del siglo XX que hicieron de su obra un canto polí- un edificio de espejos, no es menos cierto que la Casa de tico. no obstante este signo evidente, hay que precisar que la Cultura, en tanto órgano del estado, debe responder a si bien algunos de estos escritores comprendieron su rol la necesidad de un mundo en movimiento. como un hecho polí-tico, sus textos eran, al mismo tiempo, exploraciones estéticas. La obra de José de la Cuadra es 17. regresemos a la academia. si la academia sigue cano- impecable, así como algunas novelas de aguilera Malta, o nizando a la literatura realista –aquella que se consagrara varios de los cuentos de Gallegos Lara. sin embargo, son en la década de los treinta– tal como se evidencia en los más sus afanes políticos los que han trascendido hacia estudios recurrentes que sobre salvador, Icaza, aguilera la academia que los indu-dables valores de la forma del Malta, diezcanseco y demás, se publican, entonces todo discurso literario. el sesgo de esa academia ha subsumido lo que está «fuera de» esos postulados políticos continúa las formas de la creación literaria a las ideas y proclamas en la marginalidad. Por ello, la literatura urbana que nace del discurso político. en los setenta, sobre todo en Quito –con personajes de la emergente clase media: burócratas, amantes, musas, y 15. Precisamente este elemento constituye una constante también enanas de circo, futbolistas–, todavía no corres- dentro de la compleja discusión académica, sobre todo ponde del todo a lo que Pecanha llama «una literatura [de] de aquella que privilegia, en tanto estudios de la cultura, los clásicos nacionales». colo-nialidad, postcolonialidad, decolonialidad, el sentido 10a r de la obra (sus relaciones con la historia y la realidad) más 18. Leonardo valencia (2008) llamó a esa permanencia u t que sus estructuras y dispositivos formales. Quizá a la li- de lo nacional-literario, el síndrome de Falcón, es decir, un l u tera-tura le competa, sobre todo, la creación de un mundo peso simbólico que se encarna en los escritores, con la C esté-tico, sustentado en la maquinaria de la palabra, más premisa de escribir a partir de los postulados de un pro- y n que las relaciones de alta referencialidad que pudiese tener yecto his-tórico, histérico, sería más preciso decir. Falcón ó con la realidad de la que, en apariencia, parte. de ser así, no –personaje real que cargaba sobre sus espaldas al escritor i c ten-dría sentido continuar pensando que desde la literatu- Joaquín Gallegos Lara, anclado a su silla de ruedas– resulta, u l ra, o desde las «narrativas nacionales», podría entenderse enton-ces, una metáfora cruel, el pasado que no termina o v la propia idea de nación o de nacionalidad, dado que el de disol-verse, la mirada que no traspasa el universo mi- e R objeto de la literatura se ancla en el motor de la ficción y tificado de los treinta. 19. valencia advierte que ese síndrome ya no constituye mantener la relación entre literatura y nación es lo que un hecho real, tangible en la emergencia de los nuevos impulsa a mirar ese fragmento de la historia donde, en escri-tores ecuatorianos menores de cincuenta años. esos efecto, los postulados políticos impulsaban a la creación? escri-tores –marginados de la academia y de sus debates, ¿no será hora de cambiar la mirada hacia otros terrenos de como santiago Páez, u otros que, de tan marginales, resul- creación literaria, cambiar la lente, modificar la pers-pec- tan invi-sibles (tal como evidencia la antología editada por tiva, o, de plano, sustituir la mirada? yanko Molina a la que titula precisamente Los invisibles, antología del muy nuevo cuento ecuatoriano) no miran ya al 24. Quizás, lo mejor que podría pasarle a la literatura que realismo social ni a sus matrices político-literarias. Por el se produce en ecuador –y, en general a todo constructo contrario, su literatura se construye en diálogos con formas artístico– es la destrucción de sus ficciones: la idea de na- más contem-poráneas de creación: hipertextos, cinemato- ción, la carga simbólica de Falcón, la mirada que mitifica grafías literarias, collages, parodias. el realismo y sus variantes sociales. el objeto de su crea- ción –la lengua en español, el universo de la maquinaria 20. el problema lo constituye la obsesión de la academia dramá-tica, el entramado del texto en tanto dispositivo ecuatoriana –centro canónico de un país que se halla en intelectual y emotivo, el diseño de una vida hipertextual, los márgenes de los márgenes– por retomar y ratificar la huma-nización del texto ficcional encarnado en el per- ese fragmento de la historia ecuatoriana, los treinta y su sonaje– tendría que ser el centro de sus obsesiones. eso realismo social, como el centro a partir del cual se deben no supone el acercamiento gratuito y gozoso a las modas leer los otros registros literarios, como si ese proyecto literarias que impone el mercado editorial (el post realismo, político-cultural tuviera que continuar respondiendo a la la hiper-textualidad, el collage, el post porno, la literatura necesidad de la creación de relatos literarios que ratifiquen gore, zombie, etc.) sino una búsqueda honesta, transparente la condición de la nacionalidad ecuatoriana. y digna de sus propios modelos narrativos, de su propia voz. 21. no es posible, por lo tanto, intentar una respuesta 25. el acto de escribir, finalmente, adquiere su sentido, su absoluta sobre esas «narrativas literarias» que permitan razón de ser, como diría Barthes, en el reordenamiento construir un conjunto de representaciones de la «naciona- de la escritura y la constitución de un mundo imaginario lidad ecuatoriana», al menos no de manera contemporá- donde la vida, el tiempo y el ser se redimensionan, se des- nea, pues la realidad presente, por la propia movilidad del plazan de su condición tangible, y, ya en el territorio de la mundo, se halla en otra coordenada del espacio-tiempo. ficción, adquieren nueva vida. Los escritores nacidos en el Quizás, en función de los treinta, era posible establecer ecuador –al margen del margen del margen– se hallan por una proximidad entre las «narrativas» y las necesidades esa misma condición, libres para inocular el cuerpo del de formular una idea concreta sobre la «nacionalidad». el texto literario de todos los venenos del arte. sus mundos realismo social, en ese sentido, apuntó una explicación literarios, por ello mismo, pueden constituirse en territorios que, no siendo la única, parecía más o menos creer en un fecundos para que la vida –esa vida proyecto de nación. no obstante, esa mirada ingenua se reconsti-tuida en el acto de la escritu- desvanece frente al hecho de que la literatura, en tanto dis- ra– se despliegue como las alas de una positivo del arte, no puede ser única, sólida, política-mente bestia voladora, monstruosa y bella. correcta, pues, como en el caso de Palacio, hay otro orden natural de las cosas que impele al centro, desde los márge- Bibliografía nes, creando una sugestiva tensión discursiva. Quizás esa Casanova, Pascale, «La literatura como mundo», en América Latina tensión debiera constituirse como uno de los espacios de en la «literatura mundial», editor Ignacio M., Sánchez-Prado, reflexión de la academia ecuatoriana. Universidad de Pittsburgh –IILI, 2006. Cueva, Agustín, Entre la ira y la esperanza, Quito: Planeta, 1967. Hernández, María del Carmen, Pablo Palacio en la encrucijada de 22. ¿dónde se encuentran hoy los vestigios de esa idea los treinta, Quito: Librimundi, 1991. de «nacionalidad» literaria que se levantó en los treinta Hall, Stuart, Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios a partir del proyecto nacional-popular? ¿y, por qué, en culturales. Popeyán-Lima-Quito: Envión Editores, 2007. tanto respuesta a ese movimiento literario, no han apa- Quintero, Rafael y Erika Silva, Ecuador: una nación en ciernes, recido otras novelas, o textos literarios que dialoguen con Quito: FLACSO, 1991. el mundo contemporáneo, novelas polifónicas, múltiples, Pecanha do Nascimento, Érica, Vozes marginais na literatura, Río de hetero-crónicas? Quizás haya, en efecto, menos prejuicios Janeiro: Aeroplano Editora, 2009. en los escritores contemporáneos del ecuador, y, por ello Palacio, Pablo, «El antropófago», en Obras completas, Quito: Univer- mismo, menos «compromiso» con la realidad, pero, quizá sidad Pérez Guerrero, 2006. también –superados esos pesos de la espalda– hay menos Molina, Yanko, Los invisibles, antología del muy nuevo cuento ecua- ambi-ciones. si se realiza una cartografía superficial de lo toriano, Quito: Antropófago, 2009. que se ha publicado en novela en los últimos diez años o Salazar, Gustavo, Pablo Palacio, 2da. edición de autor, Madrid: más, se evidencia que esa premisa obsesiva por reproducir 2008. R la rea-lidad sobre la base de postulados políticos prácti- Salvador, Humberto, En la ciudad he perdido una novela, Quito: e v camente ha desaparecido, aunque no podamos tampoco Libresa, 1993. o afirmar que han aparecido aquellas «grandes» novelas que Spivak, Gayatri, Crítica de la razón poscolonial, hacia una historia lu disputen un espacio en la «república mundial de las letras», del presente evanescente, Madrid: Ediciones Akal, 2010. ci Valencia, Leonardo, El síndrome de Falcón, Quito: Paradiso, 2008. ó ni una novela «total» que dé cuenta de la completa realidad n nacional, a partir de una singular maquinaria ficcional. y C u 23. ¿Por qué, entonces, cierta academia continúa mirando lt a los autores de realismo social como si ese fuese el único u r espacio de construcción de sentidos? ¿o, la necesidad de a La novela ecuatoriana navega: R El libro flotante O D A de Caytran Dölphin U C E Wilfrido H. Corral Si algo se puede decir con seguridad sobre la recepción de la novela Ensayista, crítico literario, antólogo ecuatoriana en este siglo es que es vaporosa, en resumidas cuen- tas debido a la mezquindad crítica nacional respecto a qué tipo de y profesor universitario ecuatoriano. novela «se debe» escribir, que naturalmente obstaculiza la acogida pos- En su obra ensayística se destaca terior de una obra fuera de un país con recursos limitados. su entrada Nuevos raros, locos, locas, a un escenario mundial promovido por editoriales extranjeras, deseo ex-céntricos, periféricos y la historia frecuentemente sublimado por los novelistas, no se ha solucionado literaria del canon de la forma con publicar en sucursales de multinacionales, porque la distribución novelística (New York, 1996). sigue siendo local, y limitada. La solución tampoco es exiliarse, porque hay novelistas que se han quedado en el país y tienen un éxito relativo. ¿Qué le pasa al que sale del ecuador, qué se dice de él, cómo se lo lee? es preferible dejar a un lado diálogos de sordos y ninguneos nacio- nalistas, e ir a la obra. el mejor ejemplo de la situación que describo, sobre todo por desmentir algo elemental (leer con «ojos nacionales» cuando paradójicamente se cuestiona la nación), es El libro flotante de Caytran Dölphin, –a partir de ahora LF– de Leonardo valencia (1969), guayaquileño radicado en Barcelona desde finales de los noventa y cuya novelística ha sido presentada hace poco a un público extranjero por antonio villarruel. Ilustraciones tomadas de La novela de valencia se erige como una Cuenca, ciudad artesanal, muestra sofisticada de hacer literatura Ministerio de Cultura de en la literatura, y con ella. ambiciosa Ecuador. y lograda técnicamente, no deja de ser Fotos: Luis Bruzón. Cortesía pertinente para refinar la noción de «li- de Casa de las Américas. tera-tura pequeña», concepto que matiza el crítico Ignacio echevarría empleando la narrativa ecuatoriana y corrigiendo las efusiones de comentaristas menores en busca de «lectores interculturales» [sic]. desde su principio apocalíptico, en que la totalmente inundada Guayaquil y sus «residentes» no siempre logran organi- zar su supervivencia, la novela refleja un equilibrio entre contumaz tradición y rabiosa modernidad, tensión todavía irresoluta entre sus coetáneos. no hay nada supervacáneo en ella, y los 12a r constantes apartes del narrador, la «nota u t flotante» al fin del libro, y el hecho de ul que cada capítulo comience como una C reacción a un epígrafe del apócrifo autor n y Caytran dölphin, aumentan los positivos ó embrollos ocasionados por los cambios i c o transposiciones narrativas. Colonna u l arguye que a partir de Cervantes la o v metalepsis de autor se enriqueció de e R vértigos ontológicos y paradojas lógicas
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