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"Del alcance de la mediación". Raúl Calvo Soler PDF

20 Pages·2012·0.18 MB·Spanish
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Programa Compartim de gestió del coneixement VII Jornada de Prevenció i Mediació Comunitària Escenaris del diàleg Article relacionat “Del alcance de la mediación” Raúl Calvo Soler Professor de la Universitat de Girona Barcelona 15 de novembre de 2012 1 Introducción Creo que afirmar que la mediación ha sido históricamente el proceso de resolución de conflictos que con mayor trascedencia se ha opuesto a los procesos por adjudiciación y, muy especialmente, al proceso judicial es algo que sería fácilmente reconocido por la mayoría de los especialistas que trabajamos en estos temas. Probablemente, el gran debate se plantearía a la hora de, por un lado, considerar cuáles son las razones que le han permitido ocupar este lugar frente a otros métodos y, por el otro lado, si a esta altura del recorrido cabe aseverar que esta oposición ha tenido un carácter exitoso. En cualquier caso este protagonismo, tomado como un hecho, ha generado, en mi opinión, aspectos positivos y negativos en lo referente a la consolidación del discurso de los métodos para la resolución de conflictos en nuestras sociedades. Quizás los dos aspectos positivos más destacables de este papel protagónico son (a) que hay vida más allá del proceso judicial y (b) que aún en la égida del proceso judicial la mediación tiene algo que aportar. En primer lugar, esta visualización de la figura de la mediación ha permitido que mucha gente reconozca que un discurso en torno a la solución de los conflictos acotado al plano del proceso judicial es una caricaturización excesiva; sería un error ignorar la gran diversidad de acciones que cotidianamente encaran los ciudadanos y las instituciones en post de la construcción de soluciones para sus conflictos más cotidianos. Y, en segundo lugar, aún cuando se pongan los focos en el proceso judicial la mediación es un método que puede aportar aspectos enriquecedores para la solución del conflicto. Ahora bien, también creo que este protagonismo de la mediación ha tenido sus aspectos negativos entre los cuales destacaría también dos (a) que no hay vida más allá de la mediación y (b) que se ha perdido la referencia en torno a la multiplicidad de acciones que son exigidas por la tarea de conformar sociedades y relaciones interpersonales que se encaucen en el camino de la solución de sus conflictos. La combinación de estos dos aspectos ha producido lo que he dado en llamar en otro lugar ‘el efecto martillo’ en base a una vieja expresión anglosajona que dice “si todo lo que tienes es un martillo, todo lo que verás serán clavos”. Al poner en el centro de la escena a la mediación y al asumir que toda propuesta o proyecto vinculado al conflicto debe ineludiblemente incluir la palabra mediación para ser escuchada, se ha procedido a generar una profunda oscuridad sobre otros planos de intervención y otros métodos que también tienen una entidad propia que debe ser defendida. Esta colonización ha sido, en mi opinión, tan profunda que de forma inadvertida se ha ido identificando el discurso de la resolución de conflictos con el de la mediación. El objetivo del presente artículo es, precisamente, poner algo de luz en relación a una multiplicidad de procesos de intervención que considero trascienden el discurso de la mediación. De alguna forma lo que pretendo es contextualizar el rol de este método y mostrar que el universo de la intervención en situaciones de conflictos trasciende el papel, importante sin lugar a dudas, que puede jugar una de esas herramientas; la mediación. Para ello procederé inicialmente a explicitar tres cuestiones que considero son necesarias para comprender el alcance de mi propuesta. En primer lugar, explicitaré la noción de conflicto que utilizaré en este trabajo. Creo que el foco de la mediación también ha tendido a generar cierta opacidad en el debate sobre el conflicto. En segundo lugar, analizaré los denominados planos de intervención, esto es, el conjunto de intervenciones agrupadas en torno a las distintas repuestas que pueden darse frente a la pregunta ¿para qué se interviene en un conflicto?. En tercer lugar, presentaré una caracterización de los modelos de mediación que han sido defendidos durante el periplo que ha conducido al 2 protagonismo de este método. De alguna manera estoy persuadido que cada nuevo modelo ha sido propuesto como un intento de llevar a la mediación a nuevos planos de intervención. Finalmente, presentaré y defenderé la idea de que hay espacios vinculados al tema del conflicto que no pueden ser captados por la mediación so pena de transformar esta institución en un punto tal que ya resulta difícil identificarla; es tal la cantidad de características que se le han añadido al martillo que ya no resulta claro cuál es el objeto y, lo peor, para qué sirve. 1. La noción de conflicto En lo que sigue consideraré al conflicto como: Una relación de interdependencia entre dos o más actores cada uno de los cuales o percibe que sus objetivos son incompatibles con los de los otros actores (conflicto percibido) o, no percibiéndolo, los hechos constituyen dicha incompatibilidad (conflicto real)1. Esta definición identifica al conflicto como un fenómeno con tres características: 1.El conflicto es un tipo de relación entre dos o más actores. Esta primera característica excluye la posibilidad de predicar el uso de la relación de conflicto de un solo actor. Ordinariamente se suelen enunciar frases del tipo “tengo un conflicto conmigo mismo”. Sin embargo, para la definición que aquí utilizaré este tipo de enunciados han de ser considerados como metafóricos. 2.Cada uno de estos actores tiene una relación de interdependencia con los demás en lo que respecta a la consecución de sus objetivos. La interdependencia supone que la satisfacción de los objetivos de uno de los actores está relacionada con el comportamiento del otro actor. Si la consecución del objetivo X del actor A es independiente de lo que haga el actor B, no habrá interdependencia entre ellos y, por definición, no será posible predicar esta noción de conflicto de su relación. Algunos autores han reconstruido la noción de interdependencia a partir de otra noción más compleja la de relación social2. 3.Finalmente, los actores de esta relación de interdependencia perciben y/o los hechos lo corroboran que sus objetivos son total o parcialmente incompatibles. Esta última característica tiene, a su vez, dos elementos; el tema de la incompatibilidad y el de la percepción. 3.1 La incompatibilidad pone de manifiesto que la existencia de un conflicto está vinculada con la imposibilidad de satisfacer, de manera conjunta y total, los objetivos de cada actor. En un mundo en donde cada uno pudiese conseguir aquello que desea, pretende o necesita de forma compatible a la satisfacción de los objetivos de los demás, no habría situaciones de conflicto. Así planteadas las relaciones de interdependencia entre dos o más actores pueden ser de dos tipos: (a) relaciones cooperativas, cuando la satisfacción total de los objetivos por parte de los actores es compatible entre sí o (b) relaciones conflictivas, cuando la satisfacción total de los objetivos por parte de los actores no es compatible (total o parcialmente) entre sí. 3.2 Ahora bien, ¿de qué depende esta incompatibilidad? En el ámbito de los estudios relacionados con el conflicto, se ha planteado un importante debate acerca de si el vínculo conflictivo está supeditado a la realidad y a los hechos o, por el contrario, el punto fundamental es la percepción que tienen los actores de dicha realidad. Básicamente existen tres formas de contestar a este interrogante: las teorías realistas del conflicto, las teorías anti-realistas del conflicto y las teorías mixtas. Veamos sucintamente cada una de ellas. Teorías Realistas del conflicto. Para algunos 3 especialistas el conflicto está en la realidad, entendiendo por tal un conjunto de hechos susceptibles de verdad o falsedad que pueden ser identificados a partir de la cuestión ‘¿cómo son?’. De esta manera el conflicto ‘es algo dado’ por una específica combinación de dichos hechos. En esta concepción, más allá de reconocer que todo conflicto ‘en la realidad’ requiere de una percepción ‘en los actores’, lo que se defiende es que dicha percepción nada dice acerca de la existencia del conflicto cuando la segunda no capta adecuadamente la primera. Teorías anti-realistas del conflicto. En segundo lugar, están aquellas propuestas que observan al conflicto como un elemento vinculado al plano perceptual. En esta segunda concepción podemos encontrar desde los que ubican al conflicto en la percepción en tanto que niegan la existencia de la realidad, hasta aquellos que, sin discutir su existencia, asumen que lo que determinará el comportamiento conflictivo es, en última instancia, la percepción, y sólo la percepción. Por lo tanto, no son los hechos los constitutivos de los conflictos sino cómo han sido percibidos. Teorías Mixtas del conflicto. Finalmente, están las teorías que defienden que los conflictos pueden darse tanto en el plano de la realidad (conflicto real) como en el de la percepción (conflicto percibido). En este sentido, se pueden encontrar dos tipos de escenarios; aquellos en los que la percepción recepta adecuadamente la realidad (hay un conflicto percibido porque hay un conflicto real) o aquellos en los que la percepción desfigura la realidad (hay un conflicto percibido pero no hay un conflicto real o no hay un conflicto percibido aunque sí hay un conflicto real)3. En mi opinión, la reconstrucción más adecuada de la noción de conflicto es la presentada por las Teorías Mixtas. Y, esto es así, por dos razones que esbozaré de manera muy sucinta. En primer lugar, si se asume que los hechos o la realidad se incorporan a las decisiones de manera tamizada por las percepciones, la idea de situar al conflicto exclusivamente en la realidad implica no poder explicar comportamientos idénticos a los que se suelen denominar conflictivos aunque con la particularidad de que se desarrollan en escenarios de ausencia de una incompatibilidad real. Y, en segundo lugar, si se asume que todo es una cuestión de percepción, surge el problema de cómo cabría comparar las distintas percepciones que conforman un conflicto. Esto sería algo así como reconocer una Torre de babel en la cual no hay dos sujetos que hablen la misma lengua, tampoco el mediador que habla la suya, y la cuestión es cómo podrán interactuar sin la existencia de un mínimo común que permita la interacción. Por lo tanto, la idea de alguien que interviene en un conflicto sin ser un sujeto del mismo requiere, en mi opinión, la existencia de un criterio externo que permita comparar y evaluar las distintas percepciones. Y para mi esta función es cumplida por la realidad4. 2. Planos de intervención En líneas generales considero que la intervención en un conflicto puede efectuarse en tres planos distintos: intervenir para prevenir, para gestionar o para solucionar conflictos. 1. Intervenir para prevenir: La distinción entre el plano de la prevención y los otros dos planos es clara; en el primero el conflicto aún no ha sido percibido (conflicto percibido) o no están constituidos los hechos que pueden conformarlo (conflicto real). Por su parte, en los otros dos planos el conflicto ya es percibido por los actores o ya son verdaderos los hechos acerca de la incompatibilidad de los objetivos. 2. Intervenir para gestionar. La intervención para la gestión supone que el conflicto ya ha surgido, esto es, existe la percepción y/o están dados los hechos que fundamentan la incompatibilidad de objetivos. Pero, lo que ocurre es que hay ciertos elementos que obstaculizan cualquier posible avance hacia su solución. Dos ejemplos paradigmáticos del trabajo de gestión de conflictos son el tema de la la inmadurez y el de la intratabilidad. 4 A. La inmadurez hace referencia a la incapacidad de los sujetos de dar sentido a la idea de resolución del conflicto. Esta incomprensión está relacionada con algunos elementos estructurales del conflicto; un conflicto es inmaduro cuando por su específica configuración hay elementos que obstan a la posibilidad de iniciar una intervención para buscar soluciones. Por ejemplo, uno de los actores no reconoce al otro como actor del conflicto con lo cual se niega a sentarse con él para resolverlo (falta de conciencia). En otro ejemplo, ambos consideran que lo que está en juego es una cuestión de principios o valores que no puede ser resuelta (intangibilidad de los objetivos). O, finalmente, el caso en que el conflicto ha escalado a un punto tal que los sujetos lo consideran como un punto de no retorno (escalada destructiva). En este sentido, la gestión supone una intervención para conducir ciertos aspectos del conflicto hacia un nivel en el que sea posible iniciar la intervención en términos de solución5. B. Por su parte, en lo que hace a la intratabilidad la cuestión es algo más compleja. En principio esta característica de los conflictos no suele ser onsiderada en términos de actores, esto es, una lista más o menos extensa de lementos cuya concurrencia eterminaría la caracterización del conflicto como ntratable. En general, los autores que trabajan el tema de la intratabilidad suelen definirla en términos de desarrollo del conflicto. En este sentido, hay tres elementos primordiales que suelen ser mencionados a la hora de hablar de intratabilidad; son conflictos multifacéticos, enquistados y donde resulta difícil la intervención con las metodologías más clásicas de resolución. Lo mismo ocurre con otros aspectos que también han sido atribuidos a los conflictos intratables. Así por ejemplo, se suelen incluir las nociones de polarización del conflicto, altos costes para las partes o el carácter destructivo de los mismos. 3. Intervenir para solucionar. Probablemente, el ámbito que mayores dificultades ha planteado en lo que respecta a su definición es el referido a la cuestión de la solución de un conflicto. El punto fundamental de este debate es la cuestión de cuándo cabe considerar que un conflicto ha concluido o ha sido solucionado. La historia de las relaciones, tanto internacionales como personales, está llena de casos en los que un conflicto surgido en un tiempo presente se encuentra directamente relacionado con algún conflicto de tiempos pasados. Esta vinculación se genera con independencia de la amplitud del lapso que media entre estos dos momentos. Por ejemplo, es un dato conocido que la firma del tratado de rendición de Francia ante los alemanes durante la II Guerra Mundial se realizó en el mismo vagón de tren, que fue expresamente transportado hasta Paris, en la que los franceses hicieron firmar a los alemanes la rendición en la I Guerra Mundial. No tratándose de una cuestión meramente estética. Hasta qué punto se puede afirmar que en casos como este estamos ante el mismo conflicto es una cuestión que no tiene una respuesta sencilla. En mi opinión, y por coherencia con la definición anteriormente presentada, la finalización de un conflicto sólo es posible en dos supuestos: (a) cuando desaparece la percepción de incompatibilidad de los objetivos y los hechos de la realidad no la sustentan y/o (b) cuando los actores pueden conseguir sus objetivos con independencia de otras personas y así es como lo perciben. Sin embargo, estas dos situaciones pueden producirse de dos maneras diversas; por la disolución del conflicto o por su resolución. a.En el caso de la «finalización por disolución» se produce la desaparición o modificación de alguno de los elementos que conformaban ese conflicto e indirectamente de los objetivos. Por ejemplo, si durante la compraventa de un inmueble donde interactúan dos actores, uno de ellos muere de un ataque al corazón o por un terremoto desaparece el bien objeto del conflicto, entonces diremos que el conflicto se ha disuelto. 5 b.Por el contrario, el caso de «finalización por resolución» apunta a la idea de la consecución de una solución de la incompatibilidad de los objetivos o de la interdependencia sin que se produzca la modificación de los elementos del conflicto. Esto puede surgir de la conformación de un acuerdo entre las partes o de la imposición de una solución por un tercero que resulte acatada por los sujetos del conflicto. Por ejemplo, el comprador y el vendedor llegan a un acuerdo en cuanto al precio de venta de la casa. O a través de un proceso judicial, el Juez que entiende de la causa, les impone tanto al comprador como al vendedor las condiciones de venta y, este es un elemento crucial, ambos las aceptan de forma tal que se modifican sus percepciones de incompatibilidad. 3. Los problemas para la resolución de los conflictos Ahora bien, de manera general, me parece que podemos identificar tres grandes ámbitos de problemas que pueden obstaculizar el proceso de búsqueda de una solución del conflicto: (a) los problemas vinculados a la comunicación entre los actores, (b) los problemas vinculados a la percepción que cada uno de ellos tiene respecto de los hechos del conflicto y de la posible solución del mismo y (c) los problemas vinculados a la relación que tienen entre ellos una vez han ingresado en el conflicto. Obviamente, estas tres categorías no son totalmente independientes; una mala comunicación puede afectar a la percepción que se tiene del conflicto la cual, a su vez, puede condicionar la forma en que las partes conciben su relación. Pero, creo que, por un lado, es posible identificar casos donde el problema está referido a una específica problemática. Y, por el otro lado, cada una de estas cuestiones problemáticas pueden generarse de manera independiente en relaciones no conflictivas. Por ejemplo, una persona puede tener un problema de comunicación con otra sin que esto implique que tienen un conflicto entre ellos. O puede ser que alguien tenga una percepción incorrecta sin que esto diga nada acerca de si está o no en una situación de conflicto. Es más, puede haber una mala relación entre dos personas (no me gusta, es inmoral, es un farsante) sin que por ello quepa afirmar que hay un conflicto en el sentido explicitado en el apartado anterior. En mi opinión, si se acepta esto, entonces la concurrencia de uno o varios de los problemas no definen per se la existencia de una situación de conflicto ya que estos inconvenientes pueden darse sin que haya conflicto y puede haber conflictos en los que no aparezcan estos problemas. Aclarado este punto veamos algunos de estos inconvenientes según cada una de estas categorías: A/ Problemas en la comunicación Fundamentalmente, los problemas de comunicación que aquí quiero señalar están relacionados con cuatro elementos: lo que escucho, lo que digo, cómo interpreto lo que hace el otro y cómo interpreto lo que el otro dice cuando estamos en una situación de conflicto. En este sentido, me interesa hacer aquí dos breves aclaraciones. En primer lugar, incluyo como un problema comunicacional los aspectos interpretativos del ‘decir’ y ‘del hacer’ porque considero que el proceso de decodificación de un mensaje es parte de la comunicación. Y, en segundo lugar, incluyo en esta tipología los problemas referidos a la interpretación ‘del hacer’ porque asumo que hay comunicación no sólo cuando digo sino también cuando hago (comunicación no-verbal). A modo de ejemplo cabe señalar el siguiente tipo de conflictos en el que surgen los problemas de comunicación6: “Lo que dijo fue...” Los actores implicados en el conflicto tienden a significar los términos usados por la otra parte de manera negativa; si fuera de una situación de conflicto un determinado enunciado puede ser considerado con una significación positiva o, en otros casos, puede generar una genuina curiosidad por el sentido en que lo está usando la otra persona, cuando las personas están dentro de un conflicto el mismo término suele ser 6 significado directamente de manera negativa. Por ejemplo, supóngase que he tomado la decisión de sentarme a escribir este artículo y que mi esposa y mi hijo tienen otros planes para esta tarde de fin de semana. Si en el conflicto por cómo uso mi tiempo yo dijese “Es que es muy importante que termine el artículo” no sería de extrañar que este enunciado fuese significado dentro del conflicto como “¡Le importa más su artículo que nosotros!”. O, al revés, una afirmación como “¿No puedes hacerlo más tarde?” probablemente sea significada por mi, dentro del conflicto, como “¡Claro! Aquí todos organizan mi tiempo”. Este proceso de significación negativa propia de la dinámica del conflicto tiende a obstaculizar la posibilidad de una solución. B/ Problemas en la percepción El tipo de problemas que categorizo como ‘problemas en la percepción’ son aquellos vinculados a la conexión entre los hechos (conflicto real) y la percepción (conflicto percibido). En este sentido, estoy pensando en los problemas que plantea la percepción de cada uno de los actores en relación a la situación de conflicto en la que se encuentra. Los problemas de percepción son aquellos que surgen vinculados a la pregunta genérica ¿de qué se trata este conflicto?. Ahora bien, creo que es importante no confundir los supuestos de percepción de incompatibilidad de objetivos (‘creo que lo que él quiere es incompatible con lo que yo quiero’) que son uno de los supuestos constitutivos del conflicto (conflicto percibido) de aquellos problemas de percepción que obstaculizan la búsqueda de una solución al conflicto (‘creo que esto no puede resolverse porque considero que cualquier solución implicará una renuncia por mi parte’). La diferencia fundamental es que los primeros conforman el conflicto mientras que los segundos aparecen una vez la incompatibilidad percibida de objetivos ya está presente. Por lo tanto, no siempre que hay una percepción de incompatibilidad de objetivos concurre también una percepción de imposibilidad de solución. “Todo lo que él consiga yo lo habré perdido” Otro proceso común a las situaciones de conflictos es la generación de los denominados “pensamientos de suma cero”. Un actor asume un pensamiento de suma cero en un conflicto cuando considera que cualquier aspecto que implique una consecución del objetivo para la otra parte, supondrá indefectiblemente una pérdida para él y viceversa. Dicho en otros términos, si un actor asume que todo lo que él consiga en este conflicto será porque lo ha perdido el otro y que todo lo que el otro logre será porque él no lo ha conseguido, está sustentando un pensamiento de suma cero. En mi opinión, el pensamiento de suma cero es deudor de la conjunción de dos percepciones que llamaré la percepción de la repartición y la percepción de la tenencia. La percepción de la repartición está relacionada con el hecho de que el objeto del conflicto es distribuible; puede ser dividido en partes sin que esto implique una merma del valor del objeto. Por ejemplo, cuando el conflicto versa sobre el régimen de visitas los actores perciben que aquello que conforma el conflicto es la distribución del tiempo. Por supuesto todo esto depende de la categoría conceptual que constituye la percepción. Supongamos un conflicto entre dos hermanos por unas tierras. Si ellos piensan el conflicto en términos de repartición de la tierra esto es distribuible. Pero, si la categoría conceptual que usan los actores no es la de ‘repartir la tierra’ sino la de la ‘propiedad de la tierra’, entonces resulta que el mismo objeto percibido ya no es distribuible; la titularidad del bien inmueble no es divisible, aunque puede ser compartida (copropietarios). Una vez se ha conformado la percepción de la repartición puede entrar en juego una segunda percepción; la de la tenencia. Por ejemplo, en el caso del régimen de visitas los cónyuges perciben que lo que se va a distribuir es algo que siempre fue suyo; “yo he tenido, hasta ahora, la disponibilidad de 7 todo el tiempo con mis hijos”. Y, nuevamente, aparecen los elementos mediatos que conformarán el pensamiento; “tener derecho a...”, “son parte de...”, “son propiedad de...”, etcétera. Cuando estas dos percepciones se configuran en estos pensamientos, los actores ven al proceso de resolución como una suma de pequeñas renuncias y exigencias. Con lo que el pensamiento de suma cero coloniza el proceso de resolución7. Al igual que en el caso de los problemas de comunicación en el supuesto del pensamiento de suma cero lo que acaba afectándose es la posibilidad de construir opciones que sean percibidas por los actores del conflicto como ganancias conjuntas. C/ Problemas en la relación A veces, el mayor inconveniente que se plantea respecto de la posibilidad de encontrar una solución para el conflicto es el tipo o las características de la relación que tienen los actores entre sí. Ahora bien, es importante no confundir aquí, al igual que en el caso anterior, la cuestión de la relación conflictiva (“necesito que él haga X para que yo consiga lo que quiero, aunque eso supondrá que él no lo conseguirá”) con el tema de los problemas que afectando a la relación entre las partes pueden dañar seriamente la posibilidad de encontrar una solución al conflicto (“no podemos resolver nuestros conflictos porque siempre nos hemos relacionado de una manera negativa”). También en este caso la distinción radica en el siguiente punto; si bien un conflicto, en última instancia, es una relación, no en todos los casos surgen problemas o no en todos los casos surgen los mismos problemas en la relación que pueden condicionar la búsqueda de una solución. Por ejemplo, todo conflicto implica una relación pero no todo conflicto implica un problema de desconfianza en la relación. Veamos este ejemplo. “No es confiable...” La confianza es uno de los elementos que han adquirido, en los últimos años, una especial trascendencia en lo referente al tema del conflicto y al de su resolución. Ahora bien, no hay que olvidar que los debates vinculados a este concepto han sido realmente importantes. En este sentido, y al igual que ocurre con los temas de la realidad o de las percepciones, la mera referencia a la noción de confianza implica una serie de cuestiones previas que son difíciles de trazar aquí. En cualquier caso, en lo que respecta a este artículo voy a partir de un concepto de confianza que, más allá de considerarlo como uno de los más interesantes, me permitirá dar cuenta, de una manera más clara, del problema que se plantea para encontrar soluciones dentro de un conflicto8. La noción de confianza que asumiré en este artículo sostiene que la aseveración “Yo confío en Tí en lo que respecta al tema X” es una afirmación acerca de cómo se vinculan mis intereses y los tuyos en el tema X. En este sentido, al que afirma tener confianza sostiene la creencia de sus intereses están encapsulados (incorporados sin perder su identidad) entre los intereses de la persona en la que se confía. La noción de encapsular pretende resaltar aquí dos aspectos constitutivos de la confianza: (a) afirmar que tengo confianza implica afirmar que tú has receptado mis intereses junto a los tuyos y (b) afirmar que tengo confianza implica sostener que mis intereses están entre los tuyos pero que no son los tuyos, esto es, que no has confundido mis intereses con los tuyos. Por ejemplo, si yo afirmo que “confío en que mi hijo aprobará la asignatura X” lo que estoy sosteniendo es que él sabe lo importante que es para mi que apruebe esa asignatura y que ha asumido este interés mío como algo valioso con independencia de si para él es importante o no aprobar dicha asignatura. La confianza es entonces una descripción de la manera en que la persona que confía cree que están conformados los intereses de la persona en la que se confía. Esta noción tiene, en mi opinión, dos puntos que necesitan una aclaración más detallada. 8 Un primer punto importante de esta manera de entender la confianza es que ella nada dice acerca de cómo ha de ser mi comportamiento en esa relación. Siguiendo con el ejemplo, del hecho de que afirme que confío en mi hijo para aprobar la asignatura nada se sigue respecto de las cosas que yo voy a hacer a los efectos de que logre aprobarla, por ejemplo, puedo simultáneamente hacerle promesas o amenazas respecto de la aprobación de la asignatura. Y ninguna de estas cosas negaría que tengo confianza en él, esto es, que sé que él valora lo importante que es para mi que supere la asignatura. Probablemente, este es uno de los puntos más complejos de esta noción. Pero, en mi opinión, es fácil de ver si se entiende que una cosa es reconocer que él valora mis deseos y otra bien distinta la cuestión de si aprobará o no la asignatura. De hecho creo que muchas veces cuando un hijo nos pregunta “¿es que no confías en mi?” porque lo hemos amenazado si suspende la asignatura y nosotros contestamos “Sí confío pero...” lo que ocurre es que estamos usando dos nociones distintas de confianza; para él confiar significa asumir que lo logrará y, por lo tanto, la amenaza no tiene sentido. Mientras que para nosotros hablar de confianza es reconocer que él sabe lo importante que es para mi pero que esto aún nada dice acerca de si aprobará o no esa asignatura. Y en el mismo sentido, cuando ha suspendido la asignatura y afirmamos “¡Yo había confiado en ti!”, entonces somos nosotros los que olvidamos la noción de confianza que estábamos usando. El segundo punto importante es que para esta noción hay que distinguir entre el concepto de confianza y el de confiabilidad. Cuando se afirma que alguien es confiable (Mi hijo es una persona confiable y aprobará la asignatura X), a diferencia del caso de la confianza, esto sí dice algo sobre el comportamiento que se espera del otro. Si yo creo que mi hijo es confiable, lo que estoy sosteniendo es que no sólo ha encapsulado mis intereses entre los suyos sino que, además, (a) tiene las habilidades y competencias para aprobar la asignatura, (b) es una persona que cumple con sus compromisos por lo que hará todo lo que esté en sus manos para superarla satisfaciendo mis intereses y (c) actuará así para evitar que nuestra relación se deteriore. Pues bien, si se piensa de esta manera me parece que es fácil de ver por qué una relación construida desde la desconfianza y la desconfiabilidad dificulta la posibilidad de solucionar el conflicto, esto es, de superar la percepción de incompatibilidad de objetivos. Si un actor percibe que sus objetivos son incompatibles con los de otra persona a la que necesita para realizarlos (relación conflictiva) y, además, asevera que no confía en la otra persona (no tendrá en cuenta mis intereses) y/o que el otro actor no es confiable (no realizará las acciones necesarias para proteger mis intereses), entonces las posibilidades de encontrar una solución al conflicto se hacen realmente más complejas. La afectación de la confianza y la confiabilidad de una relación sobre la posibilidad de encontrar una solución puede producirse de dos maneras distintas: (a) porque un actor no tiene claro si el otro encapsulará sus intereses y/o realizará las acciones pertinentes para la satisfacción de los intereses (falta de confianza) o (b) porque un actor asevera que el otro hará todo lo posible para desarticular mis intereses (desconfianza)9. El problema de este tipo de situaciones es que la constitución de una relación de falta de confianza o de desconfianza obliga a conformar un andamiaje de garantías que hace que la solución del conflicto sea más costosa. Por ejemplo, si un acreedor no cree que el deudor sea capaz de encapsular sus intereses, entonces no puede verlo como confiable. Al no poder verlo como confiable esto ace que cualquier propuesta, oferta o promesa que se ponga encima de la mesa será rechazada si es que no asegura o garantiza el cumplimiento de la misma por otras vías (“aceptaré la oferta de pago del deudor si él la garantiza con su patrimonio personal”). Pero, entonces una posible solución del conflicto en un escenario de relaciones entre personas que no 9 son consideradas por el otro como confiables es más costoso que un acuerdo entre personas que se reconocen mútuamente como confiables. Y, automáticamente, esto hace que un conflicto en estas condiciones sea más difícil de resolver. Hasta aquí he considerado el tema de la noción de conflicto, la cuestión de los planos de intervención y las diversas problemáticas que pueden condicionar el proceso de búsqueda de una solución en un conflicto. Llega ahora el momento de la pregunta clave de este artículo; ¿puede la mediación ser presentada como un método de intervención para los conflictos en cualquiera de los planos señalados y para cualquiera de las problemáticas mencionadas? Y, curiosamente, si nos dejamos llevar por lo que ha sido la caracterización de la mediación en los últimos años la respuesta parece ser positiva; se ha hablado de la mediación preventiva, de la mediación en la gestión del conflicto, de la mediación como un método de resolución. También se ha defendido a la mediación como una metodología exitosa tanto para los problemas de comunicación, como para los de percepción y los de relación. Y así sucesivamente se ha constituido una maraña en torno a la mediación que poco a poco ha ido colonizando cualquier plano o aspecto relacionado con el conflicto. Para poder mostrar o, al menos, intentar aportar algo de claridad sobre aquello que rodea a la mediación y que no queda, en mi opinión, bajo su influjo quizás sea necesario comenzar por realizar algunas consideraciones en torno a los modelos de mediación que se han presentado a lo largo de esta historia. 4. Los modelos de mediación En mi opinión, si se preguntase a los mediadores qué es la mediación probablemente se destacarían , junto con algún que otro conflicto, distintos modelos como respuesta a este planteamiento. Creo que las referencias de los interlocutores apuntarían a las siguientes propuestas; la mediación basada en acuerdos, la mediación transformativa, la mediación circular narrativa y la mediación sistémica. Pero, quizás habría una más que podría aparecer en esta competición de modelos ya que conforma, de alguna manera, la última propuesta vinculada a la noción de mediación; la mediación de los diálogos apreciativos. En lo que sigue presentaré cada uno de estos modelos. a. La mediación basada en acuerdos Desde el punto de vista de una exégesis histórica creo que el primer modelo que obtuvo la atención de los mediadores fue el modelo basado en el acuerdo. De alguna manera, la idea de resolución del conflicto en relación a la idea de consecución de un acuerdo (un conflicto se resuelve porque las partes acuerdan) puso a este modelo como el núcleo de referencia de las propuestas de la mediación. Fundamentalmente, lo que la mediación basada en acuerdos defiende es que el objetivo primordial del mediador es ayudar a las partes en la consecución de un acuerdo que implique la superación de la situación de conflicto. Las discusiones a nivel interno de este modelo han girado de manera general en torno a dos grandes cuestiones; ¿qué características cabe exigir al acuerdo para que pueda ser considerado como un producto exitoso de la mediación? y ¿cuáles son los límites que tiene el mediador en su intervención?. b. La mediación transformativa La mediación transformativa surge a partir de las criticas presentadas contra el modelo basado en el acuerdo10. En líneas muy generales, éstas pueden ser resumidas en dos. La primera crítica establece que poner como objetivo de la intervención del mediador la consecución de un acuerdo entre las partes nada dice acerca del objeto fundamental en el que descansa el conflicto; la relación entre ellas. En este sentido, conseguir un pacto no implica una modificación de la relación 10

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Article relacionat. “Del alcance de la mediación”. Raúl Calvo Soler. Professor de la Universitat de Girona. Barcelona. 15 de novembre de 2012
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