El autor inicia este texto dirigiéndose a un amigo, explicándole que tratará de exponer los nombres divinos teniendo como norma a la sagrada ley de las Escrituras, pues ahí se contiene la gracia del Espíritu y es la fuente certera para conocer a Dios. Dice que es Dios el que concede la capacidad para conocerle, Él es el que acomoda su inmensidad a la comprensión humana.