Eudem (Mar del Plata). De las hormonas sexuadas al viagra. Ciencia, Medicina y Sexualidades en Argentina y Brasil. Rustoyburu, Cecilia, Cepeda Agustina. Cita: Rustoyburu, Cecilia, Cepeda Agustina (2014). De las hormonas sexuadas al viagra. Ciencia, Medicina y Sexualidades en Argentina y Brasil. Mar del Plata: Eudem. Dirección estable: https://www.aacademica.org/cecilia.rustoyburu/6 ARK: https://n2t.net/ark:/13683/p4zr/0vb Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/deed.es. Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: https://www.aacademica.org. De las hormonas sexuadas al Viagra Ciencia, Medicina y Sexualidad en Argentina y Brasil Compiladoras: Agustina Cepeda y Cecilia Rustoyburu 1 Índice Capítulo 1. Medicalizar los cuerpos, la salud y la sexualidad en América Latina. A modo de introducción Autoras: Agustina Cepeda y Cecilia Rustoyburu Primera parte. Género, ciencia y medicina: moléculas y hormonas sexuadas Capítulo 2. Dualismos de género en la era de los nuevos usos sociales de la tecnociencia y la biología molecular Autora: Fabíola Rohden Capítulo 3. Género, hormonas y cáncer de mama. Perspectivas comparadas en Norte y Sudamérica Autora: Yolanda Eraso Segunda parte. La medicalización de la reproducción y la sexualidad. Capítulo 4. Matrimonio eugenésico, sexualidad y doble moral sexual. Buenos Aires, 1930 – 1960 Autora: María Paula Lehner Capítulo 5. De los médicos pioneros a la explosión del Viagra: medicalización y sexología en Argentina 2 Autora: Daniel Jones y Mónica Gogna Capítulo 6. Fotografías, registros médicos y la producción material del parentesco: acerca de la coordinación fenotípica en la reproducción asistida en Argentina Autora: Lucía Ariza Tercera parte. Saberes médicos y apropiaciones políticas. Capítulo 7. La producción del dispositivo de transexualidad: historia y resistencias. Autora: Berenice Bento Capítulo 8. Hacia una historia del parto en la Argentina: Saberes, mercado y experiencias femeninas en la segunda mitad del siglo XX. Autora: Karina Felitti Capítulo 9. Medicalización y aflicciones contemporáneas: regímenes de subjetivación y tecnologías de género. Autora: Sônia Weidner Maluf 3 Capítulo 1 Medicalizar los cuerpos, la salud y la sexualidad en América Latina. A modo de introducción Autoras: Agustina Cepeda y Cecilia Rustoyburu El proceso trasnacional de medicalización de la sociedad adquirió, en los distintos escenarios socio-históricos y culturales, características particulares en la articulación de los saberes biomédicos, las políticas de Estado y el poder económico del mercado farmacológico. En el escenario de desigualdades regionales y sociales de Latinoamérica, la medicalización de los cuerpos y de la sociedad se imbricó con la construcción de los Estados Nacionales modernos. Desde fines del siglo XIX, los discursos científicos y médicos adquirieron legitimidad en los ámbitos de diseño de las políticas públicas (Quevedo Vélez et al, 1993. Morgan, 1993. González Leandri, 1999. Duarte Nunes, 2000. Carrillo, 2002. Yépez Colmenares, 2002. Álvarez, Molinari y Reinoso, 2004. Belmartino, 2005. Dantes (org), 2001. Armus, 2005, entre otros). En los mismos términos en los que lo explica Joseph Conrad (2007), dicho proceso de medicalización facilitó que los saberes y las prácticas médicas incorporaran, absorbieran y colonizaran esferas y problemas de la vida social que antes estaban reguladas por otras instituciones. Así, cuando los médicos consolidaron su autoridad, su modelo para explicar las enfermedades se extrapoló al funcionamiento de lo social. De esta manera, algunos temas no médicos fueron definidos y tratados como enfermedades. Eventos propios del devenir de la vida como el nacimiento, el envejecimiento y la menopausia fueron pensados como padecimientos, y algunos problemas como el alcoholismo o la obesidad se leyeron como síndromes o patologías. La importancia que adquirió el campo de la puericultura significó que la crianza y los comportamientos familiares se constituyeran en áreas claves para la medicalización1 y se configuraran discursos médicos que responsabilizaban a las madres de la salud y la supervivencia de sus hijos (Bock, 1991. Knibieler, 2001. Nari, 2004. Billorou, 2007, Rohden, 2000). 1 Una de las críticas que se han realizado al enfoque clásico de la medicalización es que abordó a la corporación médica en forma holística, sin ver que dentro del campo médico hubo instituciones y corporaciones, como las de los pediatras que ocuparon lugares más preponderantes que otros (Ballard y Elston, 2005). 4 La puericultura ocupó un lugar clave por el peso que adquirieron las iniciativas relacionadas con la eugenesia y el higienismo (Stepan, 1991. Nari, 2004. Reis, 2000. Sapriza, 2002. Di Liscia, 2005. Castillo Troncoso, 2006. Eraso, 2007). De acuerdo a lo descripto por Nikolas Rose (2012), durante los siglos XVIII y XIX, la política vital fue una política de la salud. En esa época, las preocupaciones giraron en torno de las tasas de natalidad y mortalidad, del control de las enfermedades y las epidémicas, de la vigilancia de las condiciones sanitarias y de la vitalidad de los habitantes. En la primera mitad del siglo XX, estos intereses se relacionaron con una concepción particular de la herencia y con los objetivos de gestionar la calidad de las poblaciones en nombre del futuro de la raza. Esto habría cambiado en las últimas décadas, al respecto Rose afirma que actualmente la política vital no se encuentra delimitada por los polos de la salud y la enfermedad, ni se centra en eliminar patologías para proteger el destino de la nación. Antes bien, se ocupa de nuestra capacidad, cada día mayor, de controlar, administrar, modificar, redefinir y modular las propias capacidades vitales de los seres humanos en cuanto criaturas vivas. Es, como sugiero, una política de la “vida en sí”. (Rose, 2012: 25). Esta transformación, según el mismo autor, habría implicado una reorganización de los poderes del Estado mediante la transferencia de responsabilidades a cuerpos regulatorios cuasi autónomos, a empresas privadas y a grupos de profesionales, y un mayor énfasis en la responsabilidad de los individuos a hacerse cargo de su propia seguridad. Por eso, sostiene que en las democracias liberales avanzadas se habrían combinado tres procesos: mercadización, autonomización y responsabilización. Las explicaciones de Rose han sido retomadas para explicar los avatares de la medicalización en los países centrales y sus categorías suelen resultar operativas para dar cuenta de las transformaciones en algunas áreas y regiones de Latinoamérica. Sin embargo, resulta necesario problematizar qué significados adquieren estas tendencias en una región en la que algunos países han emprendido un abandono de las políticas neoliberales y en los cuales el diseño de algunas herramientas de inclusión social han facilitado un pronunciado descenso de la mortalidad infantil y materna. Tampoco podríamos describir los procesos de autonomización y responsabilización sin obviar que más de quinientas mil mujeres latinoamericanas padecen problemas crónicos de salud como consecuencia de una inadecuada atención durante el embarazo o de la invisibilización de ciertas enfermedades en 5 los cuerpos leídos como femeninos,2 al mismo tiempo que la principal causa de mortalidad materna está relacionada con las prácticas inseguras e ilegales que impone la penalización del aborto. (Eviti, 2005. Ramos, 2004. Doria-Baltar Rocha, 2000. López, 2000.). Estas desigualdades vinculadas al acceso de los servicios, no son ajenas a las inequidades sociales. Sin embargo, entendemos que resulta necesario analizar estos procesos desde una matriz de género. Es por esto que en este libro hemos emprendido el esfuerzo de aunar trabajos de investigadoras/es argentinas/os y brasileñas que parten de una perspectiva de género para explicar las transformaciones en los discursos y las prácticas científicos y médicos. Nuestro objetivo es presentar algunas líneas de análisis que han permitido cuestionar la constitución binaria de los sexos y los supuestos biológicos de ciertos estereotipos a partir de historizar y desnaturalizar la medicalización de la reproducción y la sexualidad, y de hacer foco en los sujetos que se apropian de las políticas y resignifican su lugar tradicional como pacientes. Cuando imaginamos esta compilación, percibimos que la diversidad temática de procesos que estaban bajo la etiqueta de la medicalización de las sociedades latinoamericanas respondía a un recorte temporal amplio. Por ello, optamos por periodizar este arco de transformaciones de la articulación entre ciencia–medicina-género y sexualidad desde el diseño de la diferencia sexual a partir de las lecturas binarias sobre el funcionamiento hormonal hasta los procesos más recientes de medicalización de la sexualidad en los cuales la farmacología, el discurso de la medicina y la sexología definen al placer y la “función” sexual a través de la posibilidad de erección del pene. La vinculación de la historia de la sexualidad con la construcción de una scientia sexuales fue planteada por Michel Foucault en 1976. Su trabajo situó a la sexualidad en el centro del moderno sistema de gobernar la vida (biopoder) y sentó las bases para que luego se analizaran ciertos temas como la construcción de las ideas científicas sobre la diferencia sexual (Haraway, 1991. Harding, 1996. Jordanova, 1989 Laqueur, 1990. Moscucci, 1996. Moore y Clarke, 1995. Rohden, 2003), la invención de la histeria femenina (Didi- Huberman, 2004. Engel, 1997. Groneman, 1994. Russo, 2004), el control sobre la masturbación (Laqueur, 2007) o la corrección de los cuerpos leídos como hermafroditas (Fausto Sterling, 2000. Butler, 2004. Kessler, 1998. Cabral, 2009. Ben, 2000. Lavigne, 2010). La historia de la invención de las hormonas se inscribe dentro de estas problemáticas. 2 Por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares suelen leerse como “masculinas” y las mujeres no acceden a controles periódicos. Esto ha permitido explicar el aumento en las tasas de mortalidad por estas causas. 6 Desde el campo de los estudios de género se ha alertado sobre la relación entre la interpretación científica de la química corporal y la construcción social de ciertas representaciones de género. Anne Fausto Sterling (2000), una bióloga identificada con el feminismo postestructuralista, intentó demostrar que las verdades sobre la sexualidad humana creadas por los biólogos forman parte de los debates políticos, sociales y morales sobre las culturas y las economías3. A partir de una historización de los experimentos realizados desde fines del siglo XIX, planteó que cada elección de los científicos sobre cómo evaluar y nombrar las moléculas que estudiaban naturalizaba las ideas culturales sobre el género. En este emprendimiento, las empresas farmacéuticas, los biólogos, los médicos y los sexólogos interactuaban con feministas, defensores de los derechos de los homosexuales, eugenistas, partidarios del control de la natalidad, psicólogos y fundaciones de beneficencia. Desde la perspectiva de Fausto Sterling, la hormonas esteroides podrían haberse interpretado como hormonas de crecimiento que afectaban a órganos de todo el cuerpo, pero sin embargo entre 1900 y 1940 se convirtieron en marcadores de la diferencia sexual porque fueron leídas en los términos de las luchas y disputas entre los sexos que afectaban las sociedades de los científicos que las estudiaron. Unos años antes, Nelly Oudshoorn (1994), una especialista en estudios culturales de la ciencia, planteó que la construcción de la idea de que las mujeres están dominadas por sus hormonas y que muchas de sus afecciones pueden tratarse con medicamentos basados en estrógeno y progesterona no se debió a los prejuicios masculinos de los científicos. Hipotetizó que fue el escenario social de la producción de esos saberes el que determinó que la mujer hormonal se convirtiera en un supuesto universal. Entendió que esto sucedió por la relación particular que establecieron los científicos con las instituciones de encierro que los proveyeron de materiales, y con los laboratorios que encontraron rentabilidad en la producción de medicamentos derivados de órganos gonadales. Cuando los endocrinólogos visualizaron hormonas en la orina de las embarazadas, los ginecólogos pasaron a ocupar un lugar clave como proveedores de los científicos. A su vez, la producción de medicamentos a base de extractos de hormonas encontró en los consultorios de ginecología un espacio donde probar la efectividad de cada creación. Esto explicaría por qué el medicamento Organon fue recomendado para decenas de afecciones femeninas y sólo para tres masculinas. La ausencia de una rama de la medicina especializada en los hombres impidió que la hormonoterapia fuera experimentada en ellos. 3 En esta perspectiva también se podría insertar el trabajo de Carol Worthman (1995), Mariane Van de Wijngaard (1997), Chandak Sengoopta (2006) y Fabíola Rohden (2008). 7 En los últimos años, el ensayo corporal de Beatriz Preciado (2008) se hizo eco de las prácticas políticas de la comunidad trans donde las hormonas constituyen herramientas para reinventar los cuerpos (Bento, 2006). Preciado es una filósofa postestructuralista queer que se autoadministró testosterona a modo de ensayo de autoficción política. En el análisis de Preciado, el foco no está puesto en la construcción social de ciertas ideas sobre la química corporal sino en las transformaciones físicas y políticas experimentadas durante su intoxicación voluntaria. Retoma el concepto de ficciones somáticas de Judith Butler (2000) para plantear que las hormonas tendrían materialidad pero que su existencia dependería de la repetición performativa de procesos de construcción política. Entiende que la interpretación científica de las hormonas como secreción comunicante es producto de un escenario social dominado por la comunicación, el viaje, el intercambio, la conexión y la influencia. Plantea que la circulación de fluidos dentro del cuerpo habría sido interpretada como un modelo sexo-inalámbrico, por eso las glándulas serían leídas con la capacidad de actuar a distancia. Nuestra periodización se inicia en el momento en que las hormonas fueron identificadas como sexuadas y finaliza en los tiempos recientes, cuando la medicalización de la sexualidad encuentra en los dispositivos farmacológicos de las llamadas “disfunciones sexuales” un campo de saber gobernado por la sexología clínica que desplazó a las psicoterapias como vías de tratamiento. El viagra como metáfora de esta línea de intervención sobre el cuerpo y el deseo sexual, cierra el sentido de esta compilación. La farmacologización de la sexualidad atada a las viejas nociones de función sexual del sexo, vinculan ya no sólo la reproducción a la función de los órganos sexuales, sino que la obtención del placer queda supeditado a las lógicas del buen funcionamiento o rendimiento sexual. Estos nuevos dispositivos reubican en el escenario a interlocutores de la sexología y la urología en un campo de saber que se transformó en el espacio de resolución de los “problemas de la sexuales”. En este libro realizamos una selección de temas y abordajes, quedaron fuera problemáticas centrales para pensar las relaciones entre medicalización y sexualidad, como el VIH y el aborto. Al momento de elegir qué temas quedaban dentro de la publicación pensamos que era interesante explorar algunas cuestiones novedosas, con el claro objetivo de contribuir al diálogo entre Argentina y Brasil sobre otras líneas de investigación. Las pesquisas sobre aborto y VIH son prolíferas y diversas, y si bien hay nuevos ejes de abordaje sobre ellas, en 8 esta oportunidad preferimos pensar la medicalización a partir de nuevas áreas de trabajo menos exploradas. A diferencia de lo sucedido en Brasil (Rohden, 2008 y 2003; Faro y otros, 2010), en Argentina la circulación de ideas sobre hormonas aún no ha sido historizada y sólo hay trabajos sobre ámbitos específicos (Eraso, 2007. Rustoyburu, 2011). Los estudios brasileros sobre los temas de ciencia, medicina, género y sexualidad, fueron pioneros en la región al momento de abordar estas problemáticas desde las teorías de género y feministas. Mientras que en Argentina, estas tramas de relaciones se pensaron centralmente alrededor de los debates sobre la salud sexual y reproductiva (aborto, anticoncepción, embarazo, enfermedades de transmisión sexual); en Brasil, los cruces interdisciplinarios y la relación entre agendas de investigación y movimientos sociales favorecieron la instalación de temáticas referidas tanto a la construcción histórica de la diferencia sexual como de las relaciones entre las identidades trans y los dispositivos médico-jurídicos. Esto permitió ampliar el margen de estudios sobre la medicalización de la sexualidad más allá del cuerpo materno. A pesar de las particularidades de cada campo académico en relación al desarrollo de este tipo de investigaciones, tal como plantea Mario Pecheny (2012), existe una “manera latinoamericana” de pensar el vínculo entre sexualidad y derechos, y entre sexualidad y política. En este modo de pensar, la medicalización ocupa un terreno importante pero este autor destaca otras cuatro características definitorias. En primer lugar, resalta la impronta de los derechos humanos, que estaría vinculada con las consecuencias del derrotero político y el pasado de los terrorismos de Estado en la región. Estos devenires, habrían establecido como idea que las cuestiones políticas son colectivas y que los problemas son sociales, y no sólo asuntos de individuos aislados que se tienen que empoderar. En segundo lugar, destaca el particular entramado de las agendas académicas de investigación con los movimientos sociales y el Estado. En tercer lugar, señala el lugar que ocupan las universidades públicas como ámbitos abiertos, masivos y vinculados con los movimientos sociales y el Estado. Esto las posiciona en la construcción de la agenda de políticas de sexualidad, y los intelectuales no resultarían ser sólo activistas de una ONG profesionalizada intentando incidir. Finalmente, acentúa que en Latinoamérica se produce teoría que no queda atada exclusivamente a la producción de conocimiento sobre nuestros contextos, sino que se construyen categorías propias para explicar, por ejemplo, las características de ciertos procesos trasnacionales. Nos parece interesante rescatar estas 9
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