Rubén Martínez González 1 Alguien en la vida Aunque ya no tan usualmente, pero sigue oyéndose todavía la expresión que por muchos años reflejó la preocupación de los padres con respecto a sus hijos, y en algunos casos de los maestros con respecto a sus alumnos: ser alguien en la vida. La palabra “alguien” se usa para referirse a una persona que ni se nombra ni se determina (esto es, que no puede identificarse pues no se sabe cuál es su sexo ni su edad) y su antónimo son las palabras “nadie” o “ninguno”. Este es fundamentalmente su significado, pero cuando se utiliza con el verbo ser, se usa para designar a una persona de importancia o de cierta valía. Ser alguien en la vida, entonces, supone destacar en algo, ser bueno en algo, no perderse en el anonimato de una vida gris e inadvertida. Para ello, se repetía, hay dos vías: el estudio y el trabajo. O la combinación de ambas. Y ejecutarlas con responsabilidad, esfuerzo, creatividad, dedicación, disciplina… de manera de trascender, de diferenciarse, de no caer en ser “nadie”. Juan Domingo Argüelles (2004), en su libro Leer es un camino (Paidós: México) expone –mitad ironía, mitad cruda realidad- una reflexión sobre este asunto: “Para ser alguien en la vida no es premisa fundamental ser lector; a veces, por el contrario, la mucha lectura estorba, distrae y desvía. Los ricos hacen dinero, no lecturas; los detentadores del poder político hacen política, no prácticas de lectura, Y, sin embargo, ricos y políticos no se cansarán de alabar las virtudes del libro y de la lectura como medios de superación social”. 2 Efectivamente, para tener éxito en la vida no es “premisa fundamental” ser lector, pero ayuda. Y mucho. Al menos para la gran mayoría. Además de los sentidos, la lectura es un instrumento de aprehensión del mundo, y éste se va ampliando en la medida en que lo hace aquélla. Tener o no a la lectura como un valor depende del tipo de alguien que se quiera ser, porque la lectura da otro tipo de satisfacciones y de logros diferentes al dinero o al poder político. La lectura tiene que ver con el desarrollo de capacidades personales que, incluso, en un momento dado pueden llevar al logro de otras metas. Esto me recuerda a una frase realmente celebrable, de quien no recuerdo el autor: “Quien lee no está haciendo algo; se está haciendo alguien”. 3 Antes de leer un libro A mí, como a muchos docentes, sobre todo de educación media superior y superior, nos ha tocado ver a jóvenes estudiantes buscando en un mar de libros y fotocopias la información requerida para armar un trabajo que deben de entregar –por regla general- al día siguiente. Angustiados, desesperados, toman un libro y luego otro y otro más y los van hojeando de adelante hacia atrás o viceversa, o abriéndolos al azar, con la esperanza íntima de que, en un momento dado, al dar vuelta a una hoja ¡oh, sorpresa! allí esté, justamente, con todas sus letras, la información que se andaba buscando. Esta situación (que puede deberse también a una falla de planeación del docente), evidencia una falla grave en la metodología de la búsqueda de la información. Muchos estudiantes deambulan por pasillos o ficheros buscando algo que no tienen claro qué es, topan con un título que contiene alguna palabra relacionada con el trabajo y con la idea de que “aquí ha de venir algo” se ponen a hojear esperando el milagro. Para un efectivo encuentro de la información hay que hacer una búsqueda adecuada. Eso reduce el tiempo, el esfuerzo y el estrés implicados en el trabajo. Antes de leer el contenido, es necesario que el estudiante evalúe el libro, que lo vea, valore y analice con cuidado y detenimiento. Alexander Luis Ortiz Ocaña, un académico del Centro de Estudios Pedagógicos y Didácticos de Barranquilla, Colombia, propone tomar en cuenta ocho aspectos antes de leer un libro: 1) Leer –y sobre todo interpretar- el título del libro para ver si 4 corresponde con el tema buscado. 2) Analizar el índice prestando atención especial al título de los capítulos. 3) Revisar con detenimiento los subcapítulos y demás divisiones de aquellos capítulos susceptibles de ser útiles. 4) Ubicar el lugar y la fecha de edición del libro para determinar su vigencia, ya que puede contener información relativa a aun entorno no aplicable al trabajo o de datos ya caducos. 5) Leer el prólogo o presentación del libro (si lo tiene) a fin de identificar objetivos, lectores a quienes va dirigido y personas que participaron en la su elaboración. 6) Leer la introducción del libro (que maneja información diferente al prólogo) para ubicar las ideas o teorías en que se fundamenta el texto y su importancia teórica o práctica. 7) Leer el epílogo o conclusiones dadas por el autor para inferir la orientación, el tratamiento y el alcance del contenido. 8) Revisar el glosario de términos para comprobar si el tema buscado aparece desarrollado en el contenido del libro. La propuesta puede parecer, en principio, engorrosa y difícil, pero su utilidad es indudable para una eficaz búsqueda de información. Si tomamos en cuenta que esta revisión sólo lleva minutos (pues aún la lectura de prólogo, introducción y conclusiones pude hacerse mediante una lectura rápida), el tiempo destinado a ello será sin duda una inversión redituable. Hacer que los estudiantes valoren un libro antes de comenzar a buscar desordenadamente tiene que ser una enseñanza y preocupación de los docentes; a ellos les corresponde fomentar este aprendizaje, y a los alumnos convertirlo en un hábito. 5 Aprender a aprender Una de las características de nuestra época es la facilidad con que se puede acceder a información sobre casi cualquier tema. Los medios masivos de comunicación –y en especial el Internet- ponen a disposición de cualquier persona un cúmulo de datos que en otros tiempos hubiera sido imposible de imaginar. Basta teclear el nombre de un tema para que la Red ofrezca cientos (y a veces miles) de referencias. Esto conlleva un riesgo, el del plagio, el de presentar como propias las ideas de otros, sobre todo cuando pedimos que los alumnos investiguen un tema sin establecer criterios que garanticen que tras la información presentada hay un proceso de reflexión –esto es, de aprendizaje- y no solamente una copia de material de otros: cortar y pegar. Hoy más que nunca, entonces, para los estudiantes de cualquier nivel, se hace evidente la necesidad de saber qué y cómo buscar; cómo moverse en ese océano de datos sin perder la brújula; cómo distinguir el grano de la paja. Ahí hay una gran responsabilidad de los docentes. Tal vez muchos no nos hemos dado cuenta, pero hemos sido ampliamente rebasados por la cantidad de información disponible, que el modelo tradicional del maestro que es el único que sabe y que los datos que surgen de lo que conoce son los que el alumno debe absorber porque no hay otros, ya no tiene vigencia. El docente actual debe ser ante todo un mediador. El ejercicio de la docencia desde ya precisa de habilidades a desarrollar que apoyen, guíen y conduzcan al alumno en la construcción de su propio aprendizaje: que lo ayuden, de manera efectiva, a aprender a aprender. 6 Esto implica necesariamente desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje, entrenar en el uso de habilidades cognitivas como evaluar, discernir, comparar, jerarquizar, analizar, sintetizar, deducir, etc. El apoyo de un elemento humano cercano y confiable siempre será un factor necesario para un aprendizaje relevante. Y eso es un reto para los docentes de hoy, y sobre todo de mañana. Esta condición revalora el trabajo del docente, pero al mismo tiempo le impone nuevas metas a alcanzar. Un educador del siglo XXI, a diferencia de sus ancestros, no será más el único que sabe y que proporciona la información que considera que sus alumnos requieren. Una somera indagación confirmaría lo que ya se sospecha: los alumnos tienen más conocimiento de sitios y páginas de dónde encontrar lo que buscan que los propios maestros, sobre todo si éstos tiene un buen número de años de servicio. Bienvenidos al futuro. 7 Aprender a leer Por estas fechas, en cientos de escuelas diseminadas en ciudades, pueblos, rancherías y comunidades, miles de alumnos recién inscritos en el primer grado de primaria inician formalmente el aprendizaje de la lectura y, con ello, el dominio de una actividad privilegiada para el logro de aprendizajes, así como para el desarrollo personal y social. Tal vez ahora no sean concientes de ello, pero la lectura les brindará, toda la vida, la posibilidad de conocer y conocerse, de aprender y enseñar, de conocer otras vidas y de comprender su propia vida. En las aulas están ya los libros de texto. Maestras y maestros seguramente ya han empezado en esa lenta, noble, laboriosa tarea de enseñar a leer. Para hacerlo, cuenta con su preparación profesional, con su experiencia y con una serie de materiales de apoyo para guiarlo en su práctica docente. Estos tres elementos serán el sustento para las actividades que lleve a cabo en la enseñanza de la lectura, y que constituyen, a fin de cuentas, su método, su propia manera de sacar a los alumnos adelante. La Secretaría de Educación Pública, en este caso, no impone el trabajo con un determinado método, dando por hecho que, con cualquiera de ellos, si son correctamente trabajados, el alumno aprenderá a leer. Y leer significa comprender un texto. Hay dos grandes maneras de aprender a leer y en donde pueden acomodarse los diferentes métodos: una está basada en el aprendizaje del código (letras, sílabas, palabras y su correspondencia fonética) y la otra basada en la construcción del sentido (textos completos, coherentes y significativos). En el siguiente cuadro se presentan algunas características de estas maneras. 8 BASADA EN EL CÓDIGO BASADA EN EL SENTIDO - antes de leer, el niño tiene que aprender - el niño es un lector desde el principio a descifrar - el alumno no sabe leer y el maestro le - el alumno aprende a leer y el maestro enseña es un “facilitador” y un guía - para la comprobación del aprendizaje se - para la comprobación del aprendizaje hace énfasis en que el alumno pueda se hace énfasis en la comprensión lectora hablar sobre las partes del texto - el aprendizaje de la lectura y la escritura - el aprendizaje de la escritura es es simultáneo normalmente posterior al de la lectura - se aprende a leer en un manual o libro - se aprende a leer con un conjunto de de texto único textos significativos - el producto de la lectura es el centro de - el proceso de la lectura es el centro de interés del aprendizaje interés del aprendizaje - el proceso se hace por etapas: primero - el procedimiento se hace en forma el aprendizaje de las correspondencias global, descifrando y construyendo el sonido-grafía, y después acceso al sentido a la vez sentido mediante la oralización - el maestro considera la comprensión - el maestro se involucra en la como una tarea del alumno construcción del sentido (y de la comprensión) con el alumno 9 Una de las conclusiones a que han llegado diversos estudiosos del proceso de la lectura, es que el método influye en la forma como el alumno aprende a leer, pero no es determinante. En otras palabras, con cualquier método puede aprenderse a leer, aunque es recomendable el basado en la comprensión del sentido. Como quiera que sea, la aventura de aprender a leer ha comenzado para muchas niños y ésa es una de las grandes satisfacciones que la vida habrá de darles. 10
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