Darius Kellner habla klingon mejor que persa y conoce mejor las costumbres de los hobbits que las persas. Está a punto de embarcarse en su primer viaje a Irán y le resulta bastante abrumador, sobre todo porque también tiene que lidiar con su depresión, un padre que no lo acepta tal y como es y una vida social más bien escasa. En Irán conoce a su abuelo, un hombre enfermo pero formidable, a su cariñosa abuela y al resto de su familia por parte de madre. También conoce a Sohrab, el chico de la casa de al lado, que lo cambia todo. Sohrab se asegura de que la gente hable con Darius en inglés para que pueda entenderlos y le consigue una camiseta de la selección de fútbol de Irán que le hace sentir como un verdadero persa por primera vez en su vida. Además, Sohrab entiende que, a veces, los mejores amigos no necesitan hablar para entenderse. Darius nunca había tenido un amigo de verdad, pero ahora se pasa los días con Sohrab, jugando al fútbol, comiendo helado tradicional iraní o sentados durante horas en su lugar especial, una terraza desde la que se ve el horizonte de Yazd. Sohrab le llama Darioush, la versión original persa de su nombre, lo cual hace que se sienta más él mismo que nunca. Cuando llega el momento de volver a Estados Unidos, tiene que buscar el modo de ser Darioush por sí mismo.