DANTE ALIGHIERI, Vida Nueva, Edición bilingüe de Raffaele Pinto, Traducción de Luis Martínez de Merlo, Madrid, Ed. Cátedra (Letras Universales), 2003, pp. 436. La edición bilingüe de la Vida Nueva de Dante Alighieri, realizada por Raffaele Pinto y traducida al castellano magníficamente por Luis Martínez de Merlo, puede considerarse un acontecimiento de excepcional importancia en el panorama del dantismo español. Raffaele Pinto que ya había hecho para la editorial Bosch, en 1986, la traducción, introducción, cronología, bibliografía y notas de esta obra, asume en esta ocasión el reto y el ingente cometido de situar el libro que cierra el periodo de juventud de Dante, en el lugar que le corresponde no sólo en relación con la carrera de su autor y con el panorama poético contemporáneo, sino también -abriéndose a la idea de la "gran temporalidad"- respecto del origen de la escritura moderna europea: la Vida Nueva como obra clave para ponderar -también en sus diferencias- el Canzoniere de Petrarca, la poesía amorosa del renacimiento italiano y europeo, y para definir lo que constituye, en cualquier tiempo, la raíz y el significado de una auténtica vocación poética. Raffaele Pinto afronta este cometido, partiendo de una idea- clave de interpretación, a través de la que penetra y despliega el significado del "libello" y con la que orienta, de un modo sistemático, el copioso y rico aparato de notas críticas. Para ello vierte en su edición el copioso caudal de conocimientos que acreditan sus investigaciones y publicaciones anteriores sobre Dante, sobre la poesía provenzal y la italiana de los siglos XIII y XIV, demostrando su destreza en el manejo de las claves para descifrar una obra que, bajo las vicisitudes de una cándida historia de amor, encierra el germen del que brotará la escritura moderna: la capacidad de un sujeto para ser sí mismo frente al sistema colectivo; algo que para un intelectual como Dante supone la capacidad de desgajarse de la matriz eclesial y clerical que monopolizaba la cultura europea en su época (la separación de la matriz feudal -Pinto matiza la tesis de Köhler- ya se había producido 293 T enzone nº 4 2003 en la lírica cortés); una cultura que no dejaba espacio en la escritura a un sujeto individual. Dante tiene esa capacidad porque toda su obra, no sólo la Vida Nueva, responde a la dialéctica del deseo, tesis que Pinto ya había desarrollado en su importante libro Dante e le origini della cultura europea (1994). Éste es el núcleo en el que descansa su interpretación, que guía la introducción y el comentario crítico de los capítulos del "libello", y que vierte paso a paso en las notas. El primer apartado de la introducción lleva por título Ética del deseo y culto a la mujer en la "Vita Nuova", subdividido a su vez en tres partes. En la primera, Las Rimas de Dante y la tradición lírica románica, (la más extensa respecto del resto de los apartados de la introducción), se pone en evidencia el crucial papel que jugó el género lírico desde la poesía provenzal como resorte para el nacimiento de un nuevo tipo de escritura, así como la radical carga subversiva de una poesía que se origina como deseo hacia una mujer. El deseo se considera el impulsor de una nueva identidad intelectual laica, proyectada en la escritura y, por tanto, generador también de una nueva identidad textual; el poeta puede hablar de sí mismo gracias a la tensión del eros, introduciendo en el camino de perfección moral e intelectual un móvil alternativo al propuesto por la autoridad religiosa externa. La reflexión sobre el deseo está, por tanto, íntimamente relacionada con el problema del nacimiento de un nuevo sujeto de la escritura poética, emergente gracias a la expresión del amor; el deseo permite a Dante "convertir la poesía en un espacio expresivo destinado a la libre manifestación de su singularidad existencial" (p. 26). La gama de contenidos a la que se abre de este modo su poesía es ilimitada pero el móvil que la impulsa es único: todos los temas son explorados por Dante en el contexto discursivo del amor, que individualiza y singulariza inmediatamente esos contenidos pues "todos los aspectos de la realidad por antieróticos que parezcan, adquieren un sentido íntimo y propio sólo si pueden filtrarse en la mente a través de una seductora imagen de mujer" (p. 27). Su sentido "se justifica íntegramente en la felicidad que puedan aportar o no al yo poético" (p. 27). Por otra parte, el deseo y el culto a lo femenino no 294 R eseñas DANTE ALIGHIERI, Vida Nueva, Edición bilingüe de … sólo están presentes en las Rimas y en la Vida Nueva sino en toda la obra dantiana, desde el Convivio hasta la Commedia, pasando por el De vulgari eloquentia donde Pinto muestra cómo el uso del vulgar está vinculado a lo femenino en cuanto lenguaje materno, en cuanto lengua que se aprende espontáneamente de una mujer (la nodriza o la madre). Su tesis, en resumen, puede definirse como la de la dialéctica, la de las vicisitudes del deseo en cuanto resorte constructivo / destructivo de la identidad del sujeto y de su escritura; como la de la transformación e incluso de la transmutación del deseo pero sin olvidar su origen: la atracción ejercida por una mujer concreta. Como si se materializara en Dante la idea de "la sexualidad como símbolo del fundamentum mundi", el deseo es el fundamento de su creatividad y el origen mismo de su identidad: "el doloroso abrirse de la interioridad al fantasma femenino, y el dominio que éste adquiere en la mente al invadirla con la oscura pasión que desencadena, han sido descritos por Dante una y otra vez, incansablemente, como si toda su poesía no tuviera, en principio, otra función que la de verbalizar este trauma originario y constitutivo de la subjetividad, que impregna de sí cualquier otro acto vital" (p. 27). Es evidente, sin embargo, que Pinto interpreta las vicisitudes y la transmutación del deseo en la obra de Dante en un sentido ya no de orden sexual, como lo era en las Rimas, pues "la más auténtica significación del deseo en la vida moral de Dante, más allá de su originario sentido sexual [consiste] en la eliminación de las barreras dogmáticas entre la mente y la realidad" (p. 31). El deseo asume en Dante la función, "por un lado, de conmutador de las cosas en objetos mentales (fantasmas imaginarios), y por el otro de motor de la actividad expresiva y comunicativa". Se puede así hablar de aquél "como de un potente principio de transcodificación, que poniendo en entredicho el filtro ideológico de los saberes convencionales, permite al poeta sintonizar directamente su mente con todos los estímulos procedentes de la realidad, convirtiéndolos en palabra interior" (p. 31). 295 T enzone nº 4 2003 Esta interpretación pone de relieve lo que constituye la magnitud de la figura de Dante no sólo respecto de sus contemporáneos sino de cualquier artista de cualquier tiempo. Cuando Dante juega con el código ideológico colectivo, no está realizando "una simple traducción de un código ideológico a otro (por ejemplo, el amor sagrado por el amor profano), como si fueran equivalentes en su abstracta función simbolizadora, y a partir de aquí (en las interpretaciones más "conservadoras") plantear una sustancial continuidad entre su poesía y la cultura religiosa antigua y medieval" (p. 32). La "logica del deseo", que en Dante es una lógica equivalente a la lógica de la verdad -como demuestran los propios textos dantianos pues el deseo instaura la correspondencia entre realidad interna y externa-, abate "prejuicios, acerca el mundo al sujeto, lo incluye dentro de su campo de experiencia y lo predispone a su intervención creadora de significado" (p. 32). En Dante "el amor significa esencialmente libertad de experimentar el mundo según motivaciones personales y propias" (p. 32). En estas reflexiones se encuentra el núcleo de la interpretación de la figura y de la obra de Dante, frente a aquellos que ven en él un autor al servicio de la ideología feudal y del sistema de la Iglesia. A través de este modo de penetración en la obra de dantiana, basado en la centralidad del deseo y en el culto erótico a lo femenino, se percibe lo que Dante extrae de su concentración en el tema de la mujer: su ser "otro", portador de valores alternativos a los de su época, de aquellos aspectos inhibidos y marginados por la cultura masculina patriarcal; Dante extrae de la mujer los valores de su propia individualidad que le separan de lo colectivo. De ahí procede "el antidogmatismo tan hondamente arraigado en su temperamento (que se manifestará de manera programática en la feroz polémica anticlerical que recorre la obra del poeta a partir del Convivio), que hace de él el más antifeudal de los poetas medievales y que justifica ampliamente el papel, que la crítica no siempre está dispuesta a reconocerle, de primero y principal modelo para cualquier escritor moderno" (p. 32). 296 R eseñas DANTE ALIGHIERI, Vida Nueva, Edición bilingüe de … Pero también la interpretación de Pinto pone en evidencia que la centralidad del deseo como resorte de la identidad existencial, como móvil de la escritura y base de la construcción de un sujeto textual alternativo al clérigo intelectual, tiene el riesgo, como ocurre en las Rimas, de "la fragmentación de la personalidad, de la disgregación de la mente entre sus múltiples fantasmas de deseo" (p. 32-33). Se trata, por tanto, también de la otra cara del deseo, de su potencial carga destructiva, de su manifestación como enfermedad, tal como había sido estudiado y calificado en la antigüedad, como alienación mental que la medicina asociaba con la melancolía y con múltiples trastornos psicofisiológicos. Los trovadores provenzales decidieron correr ese riesgo; en ellos, "la patología descrita por los médicos se convierte en un aprendizaje ético y expresivo que supone un nuevo tipo de ascetismo (porque la sexualidad se cultiva como tensión de deseo que tiene en sí misma su propia recompensa: el joi), y ello a fin de formar una identidad intelectual de tipo laico (porque la formación del clericus se basaba en la represión de la sexualidad, en todas sus manifestaciones)" (p. 24). Se manifiestan, por tano, los límites de una poética centrada en el deseo y cómo "a la altura de las Rimas, el radicalismo ideológico de la deconstrucción del principio de autoridad", inherente a esa lógica, "expone al poeta al riesgo de una pérdida esencial de identidad, que se fragmenta y dispersa en la indiscriminada experiencia del deseo /.../ "imagini di ben seguendo false", según el reproche que le hace Beatriz al acogerle en el Edén" (p. 34). Dante mismo, pues, rectifica, encauza el deseo que, dejado a su pura impulsividad, es una fuerza centrífuga, disgregadora de la identidad, como lo es para Cavalcanti. La Vida Nueva representa la canalización del deseo en dirección hacia la salud del cuerpo y hacia la lucidez mental, en oposición a Cavalcanti donde es un camino hacia la enfermedad y hacia la sombra de la mente: el amor "como pasión enfermiza que llena la mente de sombríos fantasmas, "assiso / in mezzo scuro / luce rada" (Donna me prega, 67- 67)" (p. 34). 297 T enzone nº 4 2003 La estructura de la Vida Nueva, estudiada en el siguiente subapartado, representa la materialización de los medios que Dante opone a la omnipresencia y al omnipoder del deseo, el recurso que utiliza para combatir el riesgo de disgregación y de destrucción de la identidad, inherente a aquél dejado a su libre impulso. La dialéctica prosa-poesía revela "la exigencia crítica" que inspira a la Vida Nueva, "o sea la necesidad de convertir en escritura ordenada (en libro) las caóticas huellas que la experiencia del amor deja en la mente" (p. 35). En efecto, la estructura de la obra responde a la necesidad de poner límites al deseo, de introducir medios para su elaboración y transformación en fuente de creación positiva y constructiva, no en expresión de una poesía en que se representa la muerte. El recurso usado por Dante se resuelve en la dialéctica prosa-poesía; prosa que referencialmente significa la introducción del tiempo y del espacio histórico en la escritura poética, la presencia de los otros, así como la reflexión y la hermeneútica sobre uno mismo. En el autobiografismo "transcendental" que inaugura Dante, Pinto pone de relieve el acontecimiento de la muerte de Beatriz, estrechamente ligado al deseo, y su otra cara oscura y necesaria. La muerte de Beatriz es el símbolo del alejamiento físico del objeto deseado, que permite su elaboración intelectual, su conversión en escritura, y que propicia el nacimiento de "un ascetismo inmanente y laico que la modernidad necesita para reconstruir en términos radicalmente humanos la sociedad y la cultura" (p. 37). Estas consideraciones engarzan de un modo natural con el subapartado tercero, El significado histórico de la "Vida Nueva", donde se considera "la enormidad del proyecto" de Dante "que pronto se convertirá en el modelo ineludible para todos los escritores modernos" (p. 40). Un proyecto que, visto en términos de enunciación poética, se fundamenta en la capacidad de un sujeto en decir "yo" ("Io son un"); que en términos de imaginación simbólica se basa en la imagen interiorizada de la amada, liberada de los elementos destructivos del deseo; y un proyecto que, paradójicamente, encomienda a este último "la tarea de rescatar poéticamente la existencia del autor de la angustia a la que los inflexibles imperativos 298 R eseñas DANTE ALIGHIERI, Vida Nueva, Edición bilingüe de … del deseo le han condenado" (p. 40). Aquí subyace el carácter radicalmente transgresor y subversivo de Dante respecto de la ideología colectiva, donde "el principio cristológico que ordena el universo y justifica la existencia en él del yo poético", es sustituído por el culto a la amada. En este sentido, Pinto menciona (y luego desarrolla en las notas de la lectura crítica) la analogía que Dante establece entre Beatriz y Cristo, aludiendo a la intención blasfema y paródica de Dante que sustituye un mito "religioso y convencional por otro, erótico y personal" (p. 41). En este caso, sin embargo, a mi modo de ver, no se trataría tanto de una desacralización blasfema y paródica, como de la genial intuición por parte de Dante de que, al margen de la autoridad externa colectiva, el origen último de los símbolos sagrados, objetivos y externos, radica en los resortes íntimos de la individualidad, en el propio instinto de vida y de salud del ser humano. El hecho de que Dante haya tenido esa intuición extraordinaria, que le convierte en un escritor moderno en el sentido más radical de la palabra, no implica, a mi modo de ver, su simultánea intención paródica y blasfema respecto de los símbolos religiosos colectivos. Instituye con ellos una relación dialéctica, crítica, y propone una alternativa para quien tenga la capacidad y energía de erigirse en "uno" frente al sistema colectivo. En este último aspecto es donde radica el valor crucial de la Vida Nueva dentro de la literatura universal, "en la nueva perspectiva, centrada en una subjetividad que, deseando, se libera del peso de las convenciones ideológicas para otorgar su personal sentido a las cosas, permite transformar en experiencia íntima y propia, inmanente a la propia existencia del sujeto, todo aquello que los discursos del poder y la tradición presentan como elementos ajenos a él y externos a su vida" (p. 43). Así como también, ese valor descansa en la capacidad que tiene Dante de transformar la experiencia del luto en símbolo de la transmutación del deseo, de la renovación vital y en salud, en vez de enfermedad y en causa de muerte. Raffaele Pinto combina en su edición la actitud del filólogo estricto, que persigue reconstruir el significado del texto en los términos en que su autor lo escribió para sus contemporáneos, y la 299 T enzone nº 4 2003 actitud del crítico que trata de sacar a la luz "el contenido de verdad" de una obra, según la idea de Benjamin. Esto último supone "la existencia latente del significado verdadero de la obra y la necesidad de una hermenéutica ideal para reconstruirlo" (pp. 49-50). Como filólogo, ofrece un aparato espléndido de notas que parte de la edición de Domenico de Robertis y que se amplía y enriquece sobre todo a partir de las constantes referencias al diálogo de la poesía de Dante con la de sus contemporáneos estilnovistas y no estilnovistas (los sicilianos, los toscanos, los cómico-realistas). En relación con la intertextualidad, la originalidad de esta edición radica también en la inclusión no sólo de textos precedentes y contemporáneos a la Vida Nueva, sino también posteriores donde la obra ha influido: "la historicidad integral del significado de un texto /.../ se reconstruye no solamente en función de las obras anteriores que lo han inspirado (las fuentes) sino también en función de las obras posteriores que en él se han inspirado" (p. 49). Las notas se enriquecen así con la citación de textos italianos que inmediatamente siguieron a la obra o relativamente cercanos a ella, como el Canzoniere de Petrarca o la poesía del renacimiento, con la de textos que han sido elaboraciones -ya sea a partir de relaciones de tipo genético o analógico- del renacimiento español, catalán, francés, inglés, y después de la literatura contemporánea, tanto italiana como extranjera. El aparato de notas se despliega en coherente demostración de la tesis expuesta en la introducción. Como notas del filólogo altamente documentado es preciso distinguir, como ya he indicado, las que se refieren al tejido intertextual de la Vida Nueva y que documentan sus fuentes poéticas (francesas, provenzales, sicilianas, toscanas), y las que atestiguan el entramado dialógico que instaura el texto con los poetas contemporáneos (toscanos, guittonianos, estilnovistas, cómico- realistas); el lector, en este aspecto, tiene a su alcance las respuestas que respectivamente dieron al primer soneto de la Vida Nueva, Cavalcanti, Dante da Maiano y Cino da Pistoia; o la réplica polémica e irónica de Cecco Angiolieri al último de ellos. Igualmente, se encuentran las notas referidas al entramado interdisciplinar de la obra, 300 R eseñas DANTE ALIGHIERI, Vida Nueva, Edición bilingüe de … desde el lenguaje místico religioso y citas bíblicas y evangélicas hasta las menciones a la medicina, la astronomía, la retórica, la literatura clásica, la filosofía y la teología. En este sentido, la edición recoge los resultados más avanzados de la filología italiana, aportando al lector los diversos materiales que subyacen en un texto radicalmente original. Junto a este amplio repertorio, otros dos grupos de notas pueden considerarse como una de las aportaciones más valiosas y originales de la edición. Se trata, por un lado, del amplio número de anotaciones que ponen en relación la Vida Nueva con el resto de la obra de Dante, desde el De vulgari eloquentia, al Convivio, siendo continuo el contrapunto con las Rime y la Commedia. Definida la Vida Nueva como "la premisa estético-metodológica" de la Commedia, las citas de la misma en el comentario crítico demuestran cómo este poema es la consumación de lo que yacía en germen en la Vida Nueva, especialmente las notas que aluden al canto II del Infierno y a los cantos finales del Purgatorio. Y por otro lado, se trata de las notas que se refieren a Cavalcanti y que responden al desarrollo de la tesis enunciada en la introducción: la Vida Nueva como narración y representación de las vicisitudes del deseo. En este aspecto, es continuo el diálogo intertextual con Cavalcanti y las notas dedicadas a este poeta están dirigidas a la demostración de la dialéctica del deseo a través de la dialéctica "Dante-Cavalcanti"; una dialéctica fluctuante entre la complicidad y la radical divergencia pues en unos contextos -los que se refieren a cuestiones de poética- el "primer amigo" es invocado por Dante como apoyo de sus propias ideas y argumentos, mientras que en aquellos que tratan del núcleo de la tesis, las citas de Cavalcanti, especialmente las procedentes de la canción Donna me prega, demuestran el contraste irreconciliable entre los dos poetas. Esta canción "debe ser considerada como una respuesta polémica a la obra de Dante, de la cual Guido rechaza justamente el presupuesto estructural e ideal: que del amor pueda darse una hermenéutica, o sea una racionalización, tanto en el terreno literario (la prosa que explica el significado verdadero de los poemas /.../) como en el terreno moral (la salute de la cual la amada es portadora)" (nota 1, cap. XLI, p. 423). 301 T enzone nº 4 2003 En este aspecto, la coherencia, el rigor y la profundidad del comentario crítico son extremos, desde las primeras hasta las últimas anotaciones. La dialéctica "Dante-Cavalcanti" es fundamental para comprender las vicisitudes del deseo y la compatibilidad de este último con las facultades superiores del alma, la razón y el intelecto. Para Cavalcanti, seguidor del averroismo latino, basado en la fractura entre sensibilidad y racionalidad, el deseo es forzosamente irracional: "Guido confirmaba la concepción tradicional del amor como enfermedad de la mente, pero la justificaba con argumentos filosóficos de tipo universalmente antropológico, que daban a su poesía una dimensión auténticamente trágica. En su texto teórico, la canción Donna me prega /.../ la irracionalidad de la experiencia del deseo se manifiesta en la imposibilidad de llegar por vía analógica a consideraciones (éticas o filosóficas) racionalmente sensatas. El enamorado, por lo tanto, no puede salir de su condición de alienación (a menos de no curarse de su enfermedad)" (nota 14, cap. XXIV, pp. 289-290). Para Dante, en cambio, Beatriz puede ser punto de referencia analógico de objetos suprasensibles y metafísicos, tanto en vida, como lo demuestra la canción Donne che avete intelletto d´amore, como despues de su muerte. Esta posibilidad "convierte ipso facto al deseo en una forma de racionalidad y teología, que puede producir estructuras de discurso y pensamiento sensatas y verdaderas. Esta diferencia de posturas, entre los dos amigos, sobre la inteligibilidad del deseo puede entenderse como una contradicción radical (es la tendencia de Guido), o como una superación de un sistema, el de Guido, por otro, el de Dante, que desarrolla las potencialidades teóricas del primero" (Id.). La dinámica del deseo, núcleo temático que orienta las notas, se proyecta igualmente en los diferentes temas que aparecen a medida que la obra progresa: la enfermedad provocada por el rechazo de la amada, la alabanza, la muerte y el luto. Respecto del primero, la enfermedad es uno de los aspectos del proceso representado en la Vida Nueva y explicado en las notas, proceso que puede identificarse como de la enfermedad a la salud, del deseo enfermo a su curación, pues 302
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