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Cuentos de color de cielo PDF

74 Pages·2011·11.73 MB·Spanish
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UENTC E CQLO jE CJEXC f o n do WARDO COVmUBIAS Clas._ Autor__ Múm. Adg.__ 3 2 2 22 Precedencia Precio Fecha " ~ tjasifíeó^ ~ Catalogó sa .'/•jf -¡i^Äa CÍJEOTOS bá C O L OR RW J-V •} EL AMOKDK LOS AMORES. CRÜZ DE PAJA Y CRI/Z DE PLOMO.—MARTRIO SIU GLORIA.—SJ CANCER DEL SIGLO. DE NUEVO LEON m 'ALFONSO REYEÍ?' IMPRENTA DE DIONISIO RODRIGO"/. ? CATP DE SAIJTO DOMINGO NUM. 45. ' , 187» ¿ 3 . & 2B J3EDIOATOPJA. o / A LA SEÑORA DO Ii ISABEL ESCANDOX I)E MARASSI. Al pensar en escribir este libro para lás jóvenes esposas, para las madres buenas y tiernas, pensé también en tí, para dedicártelo, mi querida amiga, porque tú eres el modelo de las mujeres buenas, piadosas y modestas. Ni tú ni ninguna de. las que se te asemejan, hallareis lecciones en él, porque no las necesita quien tan perfecta- mente comprende y cumple sus deberes; y ademas, porque i. no son preceptos, sino narraciones, lo que he escrito en sus páginas. Son historias de esas que se desenvuelven y se desenla- FÌ'CATOOCZ° RUBIAS zan en el seno de la familia, ignoradas de todos, sencillas v casi vulgares; pero que cada una encierra un saludable ejemplo y algunas verdades cristianas. Por eso las he titulado CUENTOS DE COLOR DE CIELO: tú cuyos ojos tanto miran al cielo desde que tu esposo surca < los mares: tú que repartes tu vida entre la religión, el re- <1 cuerdo del ausente y el cuidado de tus hijos: tú que rezas con el corazcn eu los lábias y las lágrimas en los ojos, ha- c. llaras fin duda á estos cuentos el color que vo he querido darles: sírvante de solaz algunas horas en la soledad de tn hogar tranquilo: léelos sentada entre lascamitasde tus hi- jos, junto al velador que sostiene tu bordado, á la luz de la modesta lámpara que alumbra tus veladas domésticas: PA P I L LA A L F O N SI NÄ con ese objeto escribo mis libros, y así deseo que leas este BIBLIOTECA UNTVR«1TAMA. que te ofrece, como una prueba de cariño, tu amiga. 13 . A - N - L : ¿ MARÍA. Madrid, Eaero de 1866. UNIVcRS'DAO DE RUPVf LEOH BIBLIOTECA UNIVERSITARIA "ALFONSO HtYhS" Aedo. 1625 Müuidtar.', MEXIC» m o p - c J. EL AMOR DE LOS AMORES. El ser buena es una ganga: Para ser feliz ser buena. (EGDILAZ.- La Cruz del Matrimonio.) 1 —!Tio, es preciso que me vaya; exclamó un joven y gallardo oficial de caballería, continuando sin duda una acalorada discusión, y hablando con un señor de edad avanzada, cuya blanca cabellera y venerable fisonomía inspiraban respeto y cariño. —Está bien, repuso el anciano: vete, ya que te empeñas en dejarnos cuando aun faltan quince dias para cumplir tu licencia vete parece mentira ¡un ca- sado de mes y medio! pero ten entendido que si pu- diera evitarlo, no te llevarías á tu mujer jno señor! ¡ella permanecería conmigo! ¡quedarme solo cuando hr JBIBUv i rc 1 UN!V"f?viTARIA criado á Elodia y me he acostumbrado á su compañía'....1 "ALFONSO R Si tú cedieras en lo que es justo, yo cedería también y te FCHíCO PAC - ' O cr ,. • ÍRÜSIA8 la dejaría á lo menos, por algún tiempo pero es- ( to es una injusticia! Al terminar estas palabras, la voz del anciano tembla- ba de emocion, y sus ojos se arasaron de lágrimas. Pocas personas hay que puedan ver con serenidad el llanto en las pupilas de un anciano: esta manifestación de dolor, natural en la infancia, frecuente en la juventud, es ISwSI extraña en la edad madura, y en la ancianidad demuestra una pena profunda y desgarradora. Don Anselmo había tenido un hermapo, bueno y hon- rado como él, .q,ue habia llegado á ser un' célebre abogado: aP' Y por otra parte ¡es tari duro hacer sufrir á una perso- na cuyos blancos cabellos atestiguan una lama y dolorosa habiendo nluerto del cólera él;y su,esposa, Don Anselmo carrera! ° J se encargó de la niña , Elodia, que acababa de cumplir cuatro años y iaed-ueó ton tanto amor cpmo si hubiera Sin embargo, la fisonomía del joven oficial demostró sido suya. , mas alegría que dolor al oir decir al que: habia llamado Educábase ésta en el,convento de las Salegas Reales de tío, que su esposa, en vez de partir, no se separaría del anciano. Madrid, en tanto que su tío siguió en el servicio; pero al retirarse á la casa decampo que compró en las pro- —Querido tío, repuso, jamas he pensado en privar á vincias, y muerta ya su esposa—cuya pérdida lloraba aun vd. de la compañía de Elodia, á quien ama como á una todos los dias,—su primer cuidado fué: ñafiar del convento hija: que se quede con vd. y yo vendré á verles siempre á Elodia, que ya contaba diez y seis años, y llevaría á.su que me sea posible dejar mi regimiento por algunos días. lado. . i —¿Y ella querrá separarse de tí! observó el anciano. La niña era hermosa como el amor; y reunia á su be-, —Creo que lo hará, aunque con sentimiento, por no dejar a usted. lleza un carácter verdaderamente angelical y una buena educación: esto, con la fortuna que su lio podia d^arle, y ' ~¡PJ?es yo P'enso lo contrario, y creo que tengo mas que,as(sódia á unos treinta mil ¿uros, la constituía en un razón' Casada.de mes y medio, ¿quiéres que te deje ya? partido no despreciable. ,Tendría que'ver! ¡Y podrías ¡esperar gran cosa de una Conocía desde muy temprano los tiernos cuidados que mnjer que hiciera «5so! ¡No señor! Yo lacohozco y nunca he"éspéradb! qiftí,1 al1 íhal*ehar \A¡ sií quínase ella; pero, á debía á su tio, y en el fondo do s,u alma le profesaba un lo menos,1 eO/ilaba tener quince dtóá'niás de dicha vién- amoroso.cul.to: para agradecerle su cariño, se. aplicaba mas qde ningtina de sus compañeras en sus lecciones, y cu sus doos á los dos! cartas se pintaba, la mas viva gratitud. —Elodia sé quedara, querido tio, reposo, el oficial: ¿pa- ra qué'h • de dejar ésta hermosa-quinta? yo le1 escribiré'to- iQué contenta fué Elodia á acompañar la soledad del anciano! Encargóse.desde luego del gobierno de, la casa, dos los dias. y dotada de un juicio superior, arregló su tiempo de modo —Y yo te digo que no se quedará, y hará bien. que le bastase para atender á los quehaceres domésticos y ~Por allí-virri , dijo e-f joven señalando ,á su derecha, al tuitivo dé las habilidades que su tio deseaba que apren- á un sendero entoldado de verdor qoe iba á concluir á la diese. glorieta én que sé encontraban tio y -sobrino. Sin embargo, Elodia no era ni un génio.musical, rti La escena' precedente y;la que va á seguir tenían lugar una artista emiueute en la pintura; tenia talento y buen en un hermoso jardín de una quinta situada en el fondo gusto, nada mas; pero estas dos cualidades, unidas á una de nuestras risueñas provincias vascongadas. gran perseverancia y á una afición decidida al,trabajo, Don Anselmo LÍópéfc, militar énoaíiecído en el -servicio, bastaban para que cantase con sentimiento, se acompañase la había comprado,'al rétira¥se dé-goronel, con sus modes- bien y sacase de su caballete paisajes muy lindos, y de sú tos ahorros y lo que habia heredado de «ü esposa,, que ha- garganta melodías múy agradables* bia muerto hacia diez años siii dejarle ningún hijo; La figura de Elodia era verdaderamente encantadora, no por la extrema perfección de sus facciones, sino por la gracia suave y casta de que se hallaban revestidas: sus ' La misma notable diferencia que habia en su edad, ha- ojos garzos teman la mas bella y dulce mirada: su boca bia también en la parte física y en la moral de las dos sonreía de continuo con una expresión acariciadora: es ' hermanas: eran hijas de dos madres, y de la de Rosalía verdad que Elodia era una de esas niñas, criadas entre habia nacido también Julián Medina, quien, dolado, como halagos y ternura, y que jamás han conocido la violencia sus hermanas, de muchos pergaminos, pero de una for- y los castigos: esto, que vuelve voluntariosos los caracléres I tuna muy modesta, habia seguido la carrera de las armas. de algunos niños, contribuye á dar á los de otros una sua- Julián, durante una licencia, habia ido á verá sus her- ve e inalterable dulzura y á conservarles sus creencias y sus I manas: conoció á Elodia, se enamoró de ella, se lo dijo y mas bellas ilusiones. tardó poco en verse correspondido. A la verdad, esto era lo mas natural. Elodia tenia diez La joven habia sido amada en su pensión y lo fué mucho f y siete años: Julián veinticinco: poseía una gallarda figura, mas en casa de su buen tio. Don Anselmo la adoraba: se ? tema por el mas dichoso de los hombres cuando ülodia ; una conversación ligera y alegre, modales finos y desem- quena salir apoyada en su brazo y cuando le cantaba una 1 barazados: le hablaba el dulce lenguaje del amor, y aque- lla alma virgen se abrió á las gratas sensaciones de la pri- de sus canciones favoritas. mera pasión como una rosa abre su cáliz para recibir el Tenia el anciano uno de esos caractéres generosos, rocío de la aurora. leales y varoniles que no saben fingir ni adular, pero f Julián, á pesar de no ser rico, no era del todo pobre: que, en medio de su rudeza, encierran una nobleza admi- él y su hermana Rosalía tenían una pequeña fortuna que rabie. podia sumar unos ocho mil duros panucada uno. La quinta, ó caserío, se hallaba rodeada de otras mas La opulenta era Yolanda, pues ademas de que su ma- pequeñas, cuyos habitantes debian á D. Anselmo repetidos | dre era muy rica y ella la habia heredado, dos herma- favores: así cuando salía con su sobrina por las tardes les i nos de aquella la habian dejado también dueña de su for- acompañaba un concierto de bendiciones. tuna. Cerca de la quinta y como un gigante orgulloso, se j Julián y Rosalía tenían lo que Tes habia sido legado por elevaba un vetusto castillo, restaurado según el uso mo su padre y habia este reunido para ellos í costa de su tra- derno, pero que aun conservaba su antiguo y soberbio bajo y privaciones, dejando á su muerte á sus dos hijos aspecto. menores bajo la tutela de su hija mayor. Aquel castillo se hallaba engalanado con vidrios de co- La prudente holanda habia dado á aquel* dinero una lores, y al mismo tiempo ostentaba en su pavimento pre- colocacion segura para que redituase lo necesario á la car- ciosos marmolillos que componían graciosos dibujos: cada rera de' su hermano y no sacar ella un maravedí de su ventana, al abrirse, dejaba ondear riquísimos tapices de propio peculo. seda, de remota antigüedad, y hasta mostraba algunas ve- En efecto, el capital habia quedado intacto, y la ren- ces las magníficas alfombras de terciopelo que cubrían el ta er i o que se había invertido en los gastos de la car- piso. rera litar, que no es de las mas costosas, y que Julián Habitábanlo dos mujeres: la Srita. Yolanda Medina y su terminó brevemente y con brillantez': cuando fué desti- joven hermana Rosalía, que contaba veinte años menos nado á un regimiento, su hermana le puso al corriente que aquella. 2 Jy i ' 0 'mM 40 H de sus asuntos y le hizo entrega del capital que estaba Había pálido bien de sús exámenes, en tanto qítf estovo intacto. en el cofcg.o militar; mas, para esto, solo había estudi-ulo —¿.Por qué no dejas ese dinero donde estaba? le pre- lo estnslai,rente necesario: ningún arte de adorno tal.ia guntó Julián: yo ¿para qué lo quiero? merecido su atención: rio sentía afición hacia el dibujo- la —Yo tampoco quiero mas cuidados de esta especie, música era para el un ruido incómodo; y jamas se le ói ur- repuso ásperamente Yolanda: ahora haz tu de él lo que r.ó hacer versos, aunque fueran muv malos, como lo se te antoje, y si vuelves á p nerlo donde estaba, que sea bajo tu responsabilidad. l u w SrÍ ,ítí t0dQS l0S qu<; Stí en la l'nniera —¡Vaya un carácter que tienes! exclamó el novel ofi- En cambio, era gran comedor ygnsti.ba de la caza v del cial: á no ser por Rosalía, 110 hab.ia quien pudiera vivir juego; inclinaciones vulgar, s y las mas propias para ar- en esta casa! rullar una fortuna. Yo me alegraré de que vengas á ella lo ménos po- fi$Ía3S enamoró, tal vez porque ofrecía con él el mas sibe, dijo la solterona, que era, en efecto, hiriente co- completo contfaste: era la joven dulce, suave, elefante mo un ea'rdo: vé á tu regimiento y diviértete dejándo- casta y bella, como la creación del sueño de un poeta: su nos aqui tranquilas: de tu dinero haz lo que te parezca; graciósa hermosura atraía mas bien que deslumhraba- su pero te aconsejo que no lo tengas en tu poder porque lo traje sencillo, casi siempre blanco, descubría una gallarda gastarás. estatura y un talle encantador. Julián siguió este consejo: volvió á colocar el dinero Julián la amó verdaderamente, y su pasión tenia el ca- donde había estado hasta entonces, y se. unió á su re- rácter de una violencia dolorésa, pues sospechaba que el gimiento, en el que se distinguió por varios rasgos de va- prudente Don Anselmo debía negarle á su sobrina por el lor. mero hecho de pertenecer ¡i la carrera militar. Algunos años mas tarde volvió al castillo paterno con Mas para el vi. jo retirado, era éste el mayor de los una licencia de tres meses: le llevaba su deseo de ver á méritos: y ademas, Julián tenia un agradable barniz que Rosalía y también su valle natal. disimulaba los defectos de ,u éducaeion, algún tanto sol- Elodia hacia un año que se hallaba con su tio, y ya por dadesca, y de su carácter fuerte y á veces grosero Y vo- razones de vecindad, ya por éfecto de una simpatía pro- luntarioso. " funda, era amiga íntima de Rosalía. Engañó á Elodia, que le miraba bajo el prisma de su amor, y engañó también á su tio; que, en su confiada - • -11 confesaba á cada instante que no era el marido c[ue prefería para sv niña, un atildado mozaIvete. Julián era un atolondrado, con bastante buen corazon, Sm terminar su licencia, Julián, que ya tenia la efecti- pero también con bastante poco talento. vidad de capitán, la pidió para casarse, y se desposó con Cometía desaciertos, no por gusto ó porque á ellos le Elodia, que se i're^ó la mas dichosa de las mujeres. inclinase :1a violencia desús pasiones, sino.por imitación; No obstante, las bruscas maneras dé su mando empe- por no ser menos que tus compañeros de milicia, y lam- zaba" a.¿n<ic;ifle;dolorosíiiiienle: lodosü amor no podía inen para distraer el fastidio que sentía muchas veces, pues í^p<dir qne (la Venda cayese desús ojos alguna vez: el ca- no era hombre de muchos recursos en sí misino. jjitan, acostumbrado á maridar soldados de cába.Jería ol- i* 13 hiño, aquellos tiernos preceptores, y se habia educado so- vídaba frecuentemente su dulce y culta apariencia, y la lo, ó por mejor decir, habia crecido á su gusto, como la careta caía de su semblante cuando menos se lo figuraba. yerba de los campos. Elodia veía todo esto con secreto terror; pero amaba a Sin embargo, su comprensión era viva y fácil, y, como Julián con esa adhesión, con ese apego profundo, que son todos los calaveras, poseía muy buenos sentimientos y un los distintivos del primer amor de una joven inocente, valor casi temerario. bien educada, modesta y llena de ilusiones. El anciano D. Anselmo, hombre de recto juicio, de cla- Julián se cansó muy pronto, no solo de aquella apaci- ro talento, y de mucho mundo, hacia á su pesar, algunas ble v sosegada vida, sino también del amor de su mu^er comparaciones entre su sobrino Julián y el hijo de uno de v de las delicadas manifestaciones que aquel amor tenia: sus amigos, de quien era padrino, y que estaba próximo á nunca habia sido muy sensible; pero la vida de cuartel y terminar su carrera en Madrid. de campamento, le habían vuelto mas material de lo que Aquel joven vivia con su madre, viuda de un consejero, era en sus primeros años: amaba, como ya lo hemos in- y era difícil hallar otro dotado de una figura mas bella ni dicado, el juego y las orgías; gustaba de la sociedad de de mayor distinción. esas muchachas alegres, cuya educación abandonada lab Calixto, que este era su nombre, pasaba entre sus ami- aparta de todo círculo en que reine el decoro; en una gos por un modelo de elegancia y de buen tono, que to- palabra, delante de su mujer se hallaba cortado y con- dos procuraban imitar: nadie era mas obsequioso en un fuso, y no sabia seguir con ella una conversación de. diez convite en que hubiera señoras: nadie sabia llevar con tan- ta soltura el frac y la corbata blanca: nadie montaba á ca- PaEsbrprobado, que el que no gusta de la música, de Ja ballo con tanta gallardía: nadie dibujaba con mas gracia: lectura v de las bellezas de la naturaleza, esta perdido nadie decia con mas talento lisonjas y palabras dulces: era, en el campo y se aburre de muerte: esto es lo que suce- en fin, un joven de buena sociedad en toda la latitud de día al capitan Medina, y por esta razón se decidió a volver esta palabra. á incorporarse á su regimiento, como el lector ha visto, Su madre estaba orgullosa de él y con razón: pues su en la conversación que tenia con su tío; o mas bien, con vida elegante no le privaba de ser el mejor de los hijos, ni el tiode su esposa. de haber llegado al término de su carrera de leyes con ex- Un solo temor le acosaba; el de que su mujer jmsiera tremada brillantez. acompañarle: ¿qué iba élá hacer de aquella nma bella, Tal era Calixto Moneada que escribía á su padrino con inocente y delicada, que jamas había escuchado una bro- frecuencia cartas muy tiernas, que hacían llorar de placer ma groseía, v que desde los brazos de las .«nadres Sa e- y de alegría al viejo coronel. sas, había pakdo á la apacible y solitaria quin a de su tío? Pero ya Conoceremos mejor al elegante ahijado dentro Ésta idea aterraba al capitan; y no es esto decir que el de poco tiempo: ahora volvamos con el padrino y el ca- fuese un hombre depravado: Julián, ya lo hemos dicho pitan, quienes, al ver llegar á Elodia, suspendieron la dis- tenia buen corazon, pero tenia tambieu muchos d^ctos y puta que venian sosteniendo desde hacia algún tiempo y un talento muv escaso- una madre hubiera ilustrado su que ya iba acalorando la sangre, un poco viva, del buen entendimiento y formado su corazon con lecturas útiles y D. AnseJmo. agradables; un padre le hubiera corregido de sui impetuo- sidadnata al; pero ¡hay! Julián habia perdido, desde mu,

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nous fait rentrer, si peu que ce soit, dans l'ordre véritable de nôtre des- go tiene vd. que poner también pitia alcanzar por com- pleto su dicha: ya
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