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1968: revolución en el sistema-mundo./ Tesis e interrogantes* Emmanuel Wallerstein Tesis 1: 1968 fue una revolución en y del sistema-mundo LA REVOLUCIÓN DE 1968 fue una revolución; una revolución pe culiar. Estuvo caracterizada por manifestaciones, desórdenes y violencia en muchas partes del mundo durante un periodo de, al menos, tres años. Sus orígenes, consecuencias y lecciones no pueden analizarse correctamente apelando a las circunstancias particulares de las expresiones específicas de este fenómeno glo bal, a pesar de que muchos factores locales condicionaron las formas de las luchas sociales y políticas en cada localidad. 1968 como evento hace mucho tiempo que finalizó. Sin em bargo, fue uno de los grandes sucesos constitutivos de la histo ria de nuestro moderno sistema-mundo, del tipo que llamamos parteaguas. Esto significa que las realidades ideológico-culturales del sistema-mundo han sido, en forma definitiva, cambiadas por el suceso, en sí mismo la cristalización de ciertas tendencias es tructurales de larga existencia en el funcionamiento del sistema. I. Los orígenes Tesis 2: La protesta principal de 1968 fue contra la hegemonía norteamericana en el sistema-mundo (y de la aquiescencia soviética a esa hegemonía) En 1968 el mundo estaba, todavía, en medio de lo que en Fran¬ * Apuntes básicos para el Simposio: "1968 como un evento global", Brooklyn Co¬ llege, Nueva York, 20-21 de octubre de 1988. 229 230 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VII: 20, 1989 cia se ha dado en llamar los "treinta gloriosos años" ("les trente glorieuses"), el periodo de increíble expansión de la economía- mundo capitalista que siguió al fin de la segunda guerra mun dial. O mejor dicho, 1968 siguió, en forma inmediata, a la pri mera evidencia significativa del comienzo de un largo estanca miento de la economía-mundo, esto es, las serias dificultades del dólar norteamericano (que, desde entonces, no han cesado). El periodo 1945-1967 había sido de una incuestionada hege monía de Estados Unidos en el sistema-mundo debido a la in creíble superioridad de su eficiencia productiva en todos los cam pos, como consecuencia de la segunda guerra mundial. Esa ventaja económica Estados Unidos la convirtió en do minación cultural y política mundial, al impulsar cuatro impor tantes iniciativas políticas en el periodo posterior a 1945. Cons truyó a su alrededor un "sistema de alianzas" con Europa occidental (y Japón), caracterizado por el liderazgo del "mun do libre", e invirtió en la reconstrucción económica de estas áreas (el Plan Marshall, etc.). Estados Unidos buscaba, de esta mane ra, asegurar el papel de Europa occidental y de Japón como sus principales consumidores económicos y garantizar su estabilidad política interna y su clientelismo político internacional. Por otra parte, Estados Unidos entró en una relación estili zada de guerra fría con la Unión Soviética basada en la reserva ción, para ésta, de una pequeña pero importante zona de domi nación política (Europa del este). El llamado acuerdo de Yalta permitió a los dos países presentar su relación como una con frontación ideológica ilimitada, con la importante estipulación de que en la línea Este-Oeste no ocurrieran cambios y no se die ran enfremamientos militares reales, especialmente en Europa. En tercer lugar, Estados Unidos buscaba alcanzar la desco lonización gradual, relativamente incruenta, de Asia y África, con el supuesto de que ello podría lograrse por la vía del llama do liderazgo moderado. Esto adquirió mayor urgencia ante la victoria del Partido Comunista en China, una victoria (adviér tase) que se obtuvo a pesar de los consejos de la URSS. La mo deración se definió como la ausencia de nexos ideológicos signi ficativos de este liderazgo con la URSS y el mundo comunista y, sobre todo, por la voluntad de los estados descolonizados de par ticipar en el marco existente de acuerdos económicos internacio nales. Este proceso de descolonización bajo el control de los mo- WALLERSTEIN: REVOLUCIÓN EN EL SISTEMA-MUNDO 231 derados tuvo la complicidad del uso ocasional y juicioso de la fuerza militar limitada de Estados Unidos. En cuarto lugar, el liderazgo estadounidense buscaba crear un frente unitario nacional al minimizar el conflicto de clases in terno por medio de concesiones económicas a la clase traba- dora sindicalizada, especializada, por un lado, y de la in corporación de los trabajadores norteamericanos a la cruzada anticomunista mundial, por otro. También buscaba frenar los conflictos raciales potenciales eliminando la discriminación abierta en la arena política (el fin de la segregación en las fuerzas arma das, la invalidación constitucional de la segregación en todos los campos, el decreto sobre el derecho a voto). Estados Unidos es timuló a sus más importantes aliados a trabajar de modo para lelo por la maximización de la unidad interna. El resultado de todas estas iniciativas políticas, por parte de Estados Unidos, fue un sistema de control hegemónico que fun cionó bastante bien en la década de los cincuenta. Esto hizo po sible la expansión continua de la economía-mundo con benefi cios significativos en el ingreso para los estratos "medios" en todo el orbe. Hizo posible la construcción de las redes de agen cias internacionales de las Naciones Unidas que en ese tiempo reflejaron la voluntad política de Estados Unidos y que garanti zaban una arena política mundial relativamente estable. Contri buyó a la "descolonización" de extensas áreas de lo que se dio en llamar el Tercer Mundo con sorprendente rapidez. Y esto ase guró, en el occidente, que la década de los cincuenta fuera un periodo, en general, de relativa quietud política. Sin embargo, para la década de los sesenta, esta pauta de he gemonía exitosa ya había comenzado a arder, en gran parte por su mismo éxito. La reconstrucción económica de los fuertes alia dos de Estados Unidos fue tan grande que comenzaron a reafir mar cierta autonomía económica (e incluso política). Este fue uno, aunque no el único, de los significados del "gaullismo", por ejemplo. La muerte de Stalin marcó el final de un bloque soviético "monolítico". A esto siguió, como sabemos, un pro ceso (aún en marcha) de desestalinización y de desatelización, los dos puntos cruciales más importantes que estaban en el in forme de Kruschev al XX Congreso del Partido Comunista de la URSS y en el conflicto chino-soviético de 1960. La fluidez de la descolonización del Tercer Mundo fue alterada por dos lar- 232 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VII: 20, 1989 gas y sangrientas guerras anticoloniales en Argelia y en Vietnam (a las cuales debe asociarse la larga lucha de Cuba). Finalmente, la concesión política otorgada, en la década de los cincuenta, a los "grupos minoritarios" en Estados Unidos (y en todas partes del mundo occidental) acentuó las expectativas que, en realidad, no se estaban atendiendo en el campo económico ni en el políti co y así, en la práctica real, estimuló más que constriñó la mo vilización política. La década de los sesenta comenzó con el dúo de Kennedy y Kruschev, quienes, en efecto, prometían mejorar la situación. Entre otros, tuvieron éxito en quitar los pesados frenos ideoló gicos que habían sido tan eficaces para sujetar al mundo en la década de los cincuenta, sin realizar, no obstante, ninguna re forma fundamental en los sistemas existentes. Cuando fueron removidos del poder y remplazados por el dúo Johnson-Brezhnev, las esperanzas de ios comienzos de los sesenta desaparecieron. Sin embargo, las renovadas presiones ideológicas que estos po deres intentaron reaplicar se estaban ejerciendo ante una opinión pública más desengañada. Este era el polvorín prerrevoluciona- rio en el cual la oposición a la hegemonía norteamericana, en todas sus múltiples expresiones, explotaría en 1968 en Estados Unidos, en Francia, en Checoslovaquia, en México y en otros lugares. Tesis 3: La protesta secundaria, pero al final más apasionada, de 1968 fue contra los movimientos antisistémicos de la "vieja izquierda" El siglo xix presenció el nacimiento de las dos variedades más importantes de los movimientos sistémicos: los sociales y los na cionales. El primero destacó la opresión del proletariado por la burguesía. El segundo, la opresión de los pueblos (y las "mino rías") por los grupos dominantes. Ambos tipos de movimiento buscaron alcanzar, en un sentido amplio, la "igualdad". De he cho, los dos utilizaron los tres términos de la consigna revolu cionaria francesa de "libertad, igualdad y fraternidad", virtual¬ mente intercambiables. Los dos tipos de movimiento tomaron una forma organiza tiva concreta en un país tras otro, y en definitiva en casi todas WALLERSTEIN: REVOLUCIÓN EN EL SISTEMA-MUNDO 233 partes en la segunda mitad del siglo xix y en la primera del xx. Los dos tipos de movimiento privilegiaron la importancia de ob tener el poder estatal como un logro intermedio indispensable en la ruta hacia sus objetivos últimos. No obstante, a comienzos del siglo xx el movimiento social tuvo una importante escisión mundial con respecto a la vía de la toma del poder estatal (el par lamentarismo versus las estrategias insurreccionales). En 1945 existían tres claras y diferentes redes de dichos mo vimientos en la escena mundial: los partidos comunistas de la Tercera Internacional; los partidos socialdemócratas de la Segun da Internacional y los movimientos nacionalistas (o de libera ción nacional). El periodo 1945-1968 fue de logros políticos no tables para estas tres redes de movimientos. Los partidos comunistas de la Tercera Internacional llegaron al poder, por uno u otro medio, en una serie de países más o menos contiguos a la URSS (Europa oriental, China, Corea del Norte). Los parti dos social-demócratas de la Segunda Internacional arribaron al poder (o al menos lograron el droit de cité, esto es, el derecho de alternancia) en el mundo occidental (Europa occidental, Nortea mérica, Australia). Los movimientos de liberación nacional ob tuvieron el poder en la mayoría de áreas anteriormente coloni zadas de Asia, el Medio Oriente. África, el Caribe v. en formas un poco diferentes, en América Latina, independiente por más de un siglo. El punto importante para el análisis de la revolución de 1968 es el que los nuevos movimientos que emergieron entonces fue ron dirigidos por gente joven que había crecido en un mundo en el que los movimientos antisistémicos tradicionales de sus res pectivos países no se encontraban en las primeras fases de la mo vilización, pero que ya habían alcanzado la meta intermedia del poder estatal. Así, estos "viejos" movimientos podrían ser juz gados no solamente por sus promesas sino también por sus prác ticas una vez en el poder. Éstos fueron así juzgados y encontra dos, en un grado considerable, deficientes. Se les consideró de esta manera por dos razones principales. Primero, fueron encontrados deficientes por su eficacia para com batir al sistema-mundo capitalista existente y a su actual encar nación institucional, la hegemonía estadounidense. En segundo lugar, se les juzgó deficientes por la calidad de vida que habían creado en las estructuras estatales "intermedias" que, presumi- 234 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VII: 20, 1989 blemente, controlaban. Así es que, en las palabras de un famo so aforismo de 1968, no fueron ya considerados más como "parte de la solución". En vez de eso, se habían convertido en "parte del problema". La ira del movimiento Students for a Democratic Socie¬ ty (SDS) contra los "liberales" en Estados Unidos, la de los soixante-huitards contra el Partido Comunista Francés (para no hablar de los socialistas), la de los SDS alemanes contra el Parti do Social-Demócrata Alemán fue de lo más apasionada debido al sentido de traición fundamental. Ésta fue la implicación real de ese otro aforismo de 1968: "Nunca confíes en alguien mayor de 30 años". Fue menos generacional en el nivel de los indivi duos que generacional en el de las organizaciones antisistémicas. No fue accidental que la principal revuelta en el bloque socialis ta tuviera lugar en Checoslovaquia, país con una particularmente larga y fuerte tradición en la Tercera Internacional. Los líderes de la Primavera de Praga luchaban en nombre del "comunismo humanista", esto es, contra la traición que representó el estali¬ nismo. Tampoco fue accidental que la principal revuelta en el Tercer Mundo ocurriera en México, el país con el más antiguo movimiento de liberación nacional en el poder de manera conti nua, o que, de manera particular, importantes revueltas ocurrieran en Dakar y en Calcuta, dos ciudades con tradiciones nacionalis tas muy antiguas. La revolución de 1968 no fue la única que atacó, aunque sólo fuese de una manera secundaria, a las "viejas izquierdas" en el mundo entero; éstas también, por lo que sabemos, respondie ron con la misma moneda. Las "viejas izquierdas" quedaron, en primer lugar, asombradas de encontrarse a sí mismas bajo el ataque desde la izquierda (¿quién de nosotros, quién tiene tales impecables credenciales?) y, luego, profundamente enfurecidas ante el aventurerismo que las "nuevas izquierdas" representa ban ante sus ojos. En tanto las "viejas izquierdas" respondie ron con creciente impaciencia y hostilidad al "anarquismo" ex pansivo de las "nuevas izquierdas", estas últimas comenzaron a poner cada vez un mayor hincapié en la centralidad ideológica de su lucha contra las "viejas izquierdas". Ésta tomó la forma de multivariados "maoísmos" que se desarrollaron a comien zos de la década de los setenta en todas partes del mundo inclu yendo, claro está, a la misma China. WALLERSTEIN: REVOLUCIÓN EN EL SISTEMA-MUNDO 235 Tesis 4: La contracultura fue parte de la euforia revolucionaria, pero políticamente no fue central a 1968 Lo que dimos en llamar "contracultura" a finales de los sesenta fue un componente muy visible de los diversos movimientos que participaron en la revolución de 1968. En forma general, por una conducta de contracultura en la vida diaria (la sexualidad, las drogas, la moda) y en la de las artes queremos decir que es no convencional, no "burguesa" y dionisiaca. Hubo una enorme es calada cuantitativa de dicha conducta asociada directamente con el activismo en el "movimiento". El festival Woodstock en Es tados Unidos representó un tipo de cúspide simbólica de tal con tracultura relacionada con el movimiento. Pero, claro, la contracultura no era, de modo particular, un nuevo fenómeno. Había existido durante dos siglos una "bohe mia" asociada con la juventud y las artes. El relajamiento de las costumbres sexuales puritanas ha sido un desarrollo lineal es table en todo el mundo del siglo xx. Más aún, las "revolucio nes" habían ofrecido previamente la ocasión de una afirmación de la contracultura. Aquí, no obstante, deben tomarse en cuen ta los dos modelos de las revoluciones previas. Si en estas revo luciones, que habían sido planeadas, organizadas y realizadas en prolongadas luchas militares, el puritanismo revolucionario, por lo común, se transformó en un elemento importante de discipli na (véase la historia del Partido Comunista Chino). Sin embar go, en donde las circunstancias revolucionarias incluían una gran cantidad de actividades espontáneas (como fue el caso de la Re volución rusa de 1917 o el triunfo de Castro en Cuba), la espon taneidad significó el quiebre de los constreñimientos sociales y, por tanto, se asociaba, al menos en la fase inicial, con la contra cultura (por ejemplo: "el amor libre" en la Rusia posterior a 1917). La revolución de 1968 tuvo, por supuesto y de forma par ticular, un fuerte componente de espontaneidad y de esta mane ra como dice la tesis la contracultura se convirtió en narte de la'euforia revolucionaria. No obstante, como todos hemos aprendido en la década de los setenta, es muy fácil disociar la contracultura de la actividad política (revolucionaria). En efecto, es sencillo tornar las tenden cias contraculturales en estilos de vida orientados, muy reditua bles, hacia el consumo (la transición de los "yippies" en "yup- 236 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VII: 20, 1989 pies"). Por tanto, mientras que la contracultura de la nueva izquierda era lo sobresaliente en la mayoría de estas fuerzas, como lo veían sus enemigos, en última instancia era un elemento me nor en el cuadro. Puede ser que una de las consecuencias de 1968 fuera que los estilos de vida dionisiacos se difundieran con ma yor amplitud, pero no es uno de sus legados. Es a los legados políticos a los que debemos volver ahora. II. Los legados Los legados de los sucesos-parteaguas son siempre fenómenos complejos. Por un lado, son siempre ambiguos; por otro, son siempre el objeto de una lucha de diversos herederos que recla man la herencia, esto es, la legitimidad de una tradición. Por fa vor nótese que ya existe una tradición del 68. Las tradiciones son creadas con rapidez y la "tradición" de la Revolución de 1968 estaba ya funcionando a comienzos de los setenta. Y en 1988 hay muchas celebraciones, también, muchos libros y muchos inten tos de recuperación. Esto no debe sorprendernos ni desanimar nos. Los sucesos histórico-mundo tienen vida propia y resisten cualquier tipo de captura simple. 1968 no es diferente. Habiéndoles, así, prevenido de mí mismo, quiero, a pesar de eso, presentarles lo que pienso son los dos principales lega dos de 1968. Tesis 5: Los movimientos revolucionarios que representan a los estratos "minoritarios" o sometidos ya no necesitan, y no lo hacen más, tomar un lugar secundario en los mo vimientos revolucionarios que representan presumibles grupos "mayoritarios". 1968 fue la tumba ideológica del concepto de "papel dirigente" del proletariado industrial. Este papel dirigente había sido cues tionado desde hace mucho tiempo, pero nunca antes tan masiva y tan eficazmente. En 1968 lo fue con el argumento de que el proletariado industrial fue, y de manera estructural siempre lo había sido, sólo uno entre otros componentes de las clases tra bajadoras del mundo. WALLERSTE1N: REVOLUCIÓN EN EL SISTEMA-MUNDO 237 La postura histórica asumida por las dos variedades de mo vimientos de la "vieja izquierda" (la socialista y la nacionalista) fue que ellas representaban los intereses de los "principales" opri midos, fueran éstos la "clase trabajadora" de un país dado o la "nación" cuya expresión nacional no estuviera consumada. El punto de vista de estos movimientos fue que las demandas de los "otros" grupos que se autoconsideraban tratados en for ma desigual —las nacionalidades inconsumadas, para los movi mientos socialistas; la clase trabajadora, para los movimientos nacionalistas; la mujer, para los dos tipos de movimientos y cual quier otro grupo que pudiera reclamar por la opresión política y social— fueron en el mejor de los casos secundarias y, en el peor, de diversión. Los grupos de la "vieja izquierda" tendían a razonar que la toma del poder debía ser el objetivo primario y la búsqueda prioritaria, después de lo cual (argumentaban) las opresiones secundarias desaparecerían por sí solas o, al menos, podrían ser resueltas con las acciones políticas apropiadas en la era "posrevolucionaria". Es innecesario decir que no todos estuvieron de acuerdo con tal razonamiento. Y los movimientos socialistas y nacionalistas, con frecuencia, pelearon fieramente entre sí, precisamente por el tema déla prioridad de la lucha. Pero ninguno de los movi mientos de la "vieja izquierda" cedió nunca terreno teórico en relación al tema de las prioridades estratégicas en la lucha por la,igualdad, aunque muchos movimientos individuales hicieron concesiones tácticas y temporales sobre tales temas con el inte rés de crear o reforzar determinadas alianzas políticas. Mientras los movimientos de la "vieja izquierda" estaban en sus fases prerrevolucionarias, de movilización, el argumento sobre lo que sucedería o no después de alcanzar el poder estatal permaneció hipotético. Pero una vez que lo obtuvieron, las con secuencias prácticas podrían evaluarse sobre la base de algunas ^evidencias. En 1968 muchas de estas valoraciones ya se habían hecho y los oponenteíalaV^otras" múltiples desigualdades ar gumentarían, con alguna placibilidad, que la obtención del po- íder por parte de los grupos de la "vieja izquierda", de hecho, «no han terminado con esas "otras" desigualdades, o al menos no jhan cambado lo suficiente las múltiples jerarquías grupales que existan previamente. ! Al mismo tiempo, un siglo de luchas había comenzado a acia- 238 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VII: 20, 1989 rar dos realidades sociológicas que habían estado presentes en este debate. La primera era que, de manera diferente a la teori zación previa, la tendencia del desarrollo capitalista no era trans formar a la mayoría de los estratos laborales del mundo en tra bajadores de fábrica, asalariados, urbanos, masculinos, adultos, el tipo ideal del "proletariado" como se concebía en forma tra dicional. La realidad del capitalismo en lo ocupacional era mu cho más compleja que eso. Este tipo ideal de "proletariado" había representado una minoría en los estratos laborales del mundo en 1850, claro está. Pero se pensaba, entonces, que esto era me ramente transitorio. No obstante, estos "proletarios" tipo ideal siguieron siendo una minoría en 1950. Y ahora es claro que este particular perfil ocupacional probablemente permanecerá como una minoría en el año 2050. Así, organizar un movimiento alre dedor de este grupo era dar prioridad —una prioridad perma nente e ilegítima— a las demandas de una variedad sobre otras variedades de los estratos laborales del mundo. En forma análoga, había quedado claro que las "nacionali dades" no eran algo que se pudiera, de alguna manera, deli near en forma objetiva. Las nacionalidades eran, más bien, el producto de un proceso complejo de creación social en marcha, que combinaba los logros de conciencia (para sí y para los otros) y las clasificaciones sociojurídicas. Se concluyó que cada nación tuvo y tendría subnaciones, en lo que amenazaba ser una casca da interminable. Se concluyó que cada transformación de algu na "minoría" en "mayoría" creaba nuevas "minorías". No ha bría final para este proceso y de esta manera, tampoco, soluciones "automáticas" de los problemas por la toma del poder estatal. Si el "proletariado" y las "naciones oprimidas" no estaban destinadas a transformarse en mayorías impugnables, aunque per manecerían para siempre como un tipo de "minoría" junto a otros tipos de "minorías", su demanda de prioridad estratégica en la lucha antisistémica estaría, por consiguiente, gravemente debilitada. 1968 completó, precisamente, este deterioro. O más bien, la revolución de 1968 cristalizó el reconocimiento de esta realidad en la acción política mundial de los movimientos anti- sistémicos. Después de 1968, ninguno de los "otros" grupos en lucha —ni las mujeres, ni las "minorías" raciales, ni las "minorías" sexuales, ni los minusválidos, ni los "ecologistas" (aquellos que

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Emmanuel Wallerstein. Tesis 1: 1968 fue una revolución en y del sistema-mundo. LA REVOLUCIÓN DE 1968 fue una revolución; una revolución pe-.
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