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Brevisima Historia del Poder PDF

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BREVÍSIMA HISTORIA DEL PODER por Pablo Gonz (2007) 0.- INTRODUCCIÓN 0.1.- Prefacio 0.2.- Los escenarios del drama 1.- FORMACIÓN DEL ESPACIO CENTRAL: 3500-323 a.C. 1.1.- Un poco de geografía 1.2.- El nacimiento del poder 1.3.- Primeros pasos y primeras caídas 1.4.- La idea del poder se consolida 1.5.- Nuevos actores se suman al drama 1.6.- La vorágine a pleno rendimiento 1.7.- Más ampliaciones del escenario 1.8.- El resto del mundo en torno al año 500 a.C. 1.9.- Y por fin… Alejandro 2.- MADUREZ DEL ESPACIO CENTRAL Y FORMACIÓN DE LOS ESPACIOS LATERALES: 323 a.C.-1492 d.C. 2.1.- La inercia de la máquina central 2.2.- Los primeros pasos de las máquinas laterales 2.3.- Resumen parcial 2.4.- El resto del mundo en torno al año 580 d.C. 2.5.- Tercera fase del periodo 2.6.- La primera crisis mundial 2.7.- Todo bajo control: el Tercer Imperio Romano 2.8.- Rusia entra en la Historia 2.9.- Todo bajo control: el Tercer Imperio Chino 2.10.- La madurez del Islam 2.11.- La tormenta mongola 2.12.- Los herederos de Bizancio 2.13.- A modo de resumen 3.- DECADENCIA DEL ESPACIO CENTRAL, MADUREZ DE LOS ESPACIOS LATERALES Y FORMACIÓN DE LOS ESPACIOS EXTREMOS: 1492 d.C.-Hoy. 3.1.- Europa: un fruto que revienta 3.2.- Año 1492: el objetivo era Asia pero América apareció en el camino 3.3.- La tercera vía 3.4.- La segunda oleada 3.5.- El Imperio Británico 3.6.- El origen de dos superpotencias 3.7.- El mundo en 1848 3.8.- El ascenso de Alemania 3.9.- La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias 3.10.- La conformación de dos potencias juveniles 3.11.- La Segunda Guerra Mundial 3.12.- La Guerra Fría 3.13.- Estado actual del poder (2007) 3.14.- En conclusión 0.- INTRODUCCIÓN 0.1.- Prefacio De manera convencional, la Historia se distingue de la Prehistoria por la existencia de fuentes escritas. Sin embargo, el significado de esta frontera puede ser mayor de lo que parece. La escritura va emparejada con un modo de vida que ya conoce las ciudades, la producción de excedentes, el comercio, la jerarquía social, la ciencia, la religión, la ley y el poder: ese conjunto de características a las que llamamos civilización. En tal marco, la escritura actúa como un instrumento muy útil: sirve para llevar la contabilidad de haberes y dineros, para elogiar al poderoso, para transmitir órdenes, para fijar la verdad, etcétera. Es un tópico decir que las primeras civilizaciones se encuentran en la base de la nuestra. Pero no es tan común afirmar que sus componentes esenciales ya existían, aunque en forma larvada, allá por el año 3500 a.C. En las páginas que siguen, pretendo mostrar (tan someramente como me sea posible) la expansión histórica del sistema, de la idea del poder, de la vorágine. Y para ello, dividiré esta crónica en tres fases que, con todo y ser arbitrarias, adquieren, como se verá más adelante, un curioso sentido geográfico: 1ª: Formación del espacio central (3500-323 a.C.) Duración: 3200 años. 2ª: Madurez del espacio central y formación de los espacios laterales (323 a.C.-1492 d.C.) Duración: 1800 años. 3ª: Decadencia del espacio central, madurez de los espacios laterales y formación de los espacios extremos (1492 d.C.-nuestros días) Duración: 500 años. 0.2.- Los escenarios del drama La primera fase de esta brevísima historia del poder se inicia con el nacimiento de las civilizaciones más antiguas (en Mesopotamia, Egipto y valle del Indo) y culmina con la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) En ese momento, el sistema alcanza a saturar lo que denomino el espacio central: una vasta zona geográfica cuyo centro es la ciudad de Babilonia, en Mesopotamia. En torno a esta región, se hallan Anatolia, el Levante, Jordania, el norte de Arabia e Irán. Y más allá, un segundo cinturón formado por Grecia, Egipto, Asia Central y Afganistán-valle del Indo. A través de estas regiones limítrofes, el espacio central se conecta con lo que denominaré los espacios laterales. El espacio lateral izquierdo será el Mediterráneo, con sus costas europea y norteafricana. Y el espacio lateral derecho lo constituirá el Oriente, conectado con el espacio central por dos vías: al norte, una terrestre (la futura Ruta de la Seda); y al sur, una marítima que unirá China con la Península Indochina, la India y el Golfo Pérsico. La tercera fase de esta crónica (desde el redescubrimiento de América hasta nuestros días) ampliará de nuevo los escenarios de la Historia para saturar la superficie del planeta (formación de los espacios extremos) y permitir incluso el inicio de la Carrera Espacial. 1.- FORMACIÓN DEL ESPACIO CENTRAL: 3500-323 a.C. 1.1.- Un poco de geografía Mesopotamia debe su nombre al hecho de encontrarse entre dos ríos la palabra proviene del griego meso, medio, y pótamos, río: el Eufrates y el Tigris. Si observamos con detenimiento un mapa de Irak, comprobaremos que estos dos ríos, antes de confluir para formar el Shatt-al- Arab (cerca de Basora), se acercan el uno al otro a unos cuarenta kilómetros al sur de Bagdad, a la altura de la actual ciudad de Hilla, donde se encuentran las ruinas de Babilonia. Desde esta zona interfluvial hacia el noroeste, se encuentra la Alta Mesopotamia, y hacia el sureste, la Baja Mesopotamia. Ambas regiones, muy fértiles, se hallan rodeadas por las siguientes entidades geográficas: hacia el este, las tierras altas de Irán, presididas por los montes Zagros; hacia el oeste, el desierto de Siria; hacia el norte, el árido Kurdistán (compartido por Irán, Turquía, Siria e Irak); y hacia el sur, los desiertos y mesetas de Arabia. A la vista de este panorama, se puede señalar que Mesopotamia constituye un gigantesco oasis rodeado por tierras muy pobres. 1.2.- El nacimiento del poder A mediados del IV milenio a.C., habitan en Mesopotamia dos pueblos, sumerios y acadios, que serán los responsables de la construcción de las primeras ciudades que hubo en la Tierra. Los primeros ocupan la Baja Mesopotamia, y los segundos esa zona de aproximación de los dos grandes ríos. En un primer momento, las ciudades sumerias de Ur, Uruk, Lagash, Larsa, Umma, Suruppak y Nippur, entre otras, tenían por costumbre guerrear entre sí, hasta que un tal Gudea, sacerdote-rey de Lagash, concibió la idea de unificarlas y fundar un estado. Por estas mismas fechas (ca. 3000 a.C.), los egipcios (también habitantes de una región-oasis) se han conformado en dos estados (el Alto y el Bajo Egipto) que el primer faraón, Menes, unifica bajo el dominio de la ciudad de Menfis, en el delta del Nilo. A la vez, en la costa del Líbano, los fenicios fundan Biblos; y en el suroeste del actual Irán, los elamitas establecen su capital en Susa (Karkheh Kur). Fuera de esta zona nuclear, en el valle del Indo, la civilización de Harappa construye también sus primeras ciudades. En China, sin embargo, aún se vive en aldeas, lo mismo que en el resto del mundo sedentarizado. Los demás hombres que habitan la Tierra son nómadas (cazadores, recolectores, ganaderos y agricultores). 1.3.- Primeros pasos y primeras caídas En Mesopotamia, la primitiva idea de unificación política llevada a cabo por Gudea de Lagash, es adoptada en el año 2350 a.C. por Lugalzaguesi de Umma (otra ciudad sumeria) y poco después por el célebre Sargón de Acad (a quien podemos considerar el inventor del imperio). Sargón reunió bajo su mano no sólo a todas las ciudades acadias sino también a las sumerias y parte de las zonas aledañas: tierras de Elam, al este, y algunas regiones de la actual Siria, al noroeste. De este modo, la idea de la unidad política, base de la expansión de un sistema de convivencia regido por el poder, rebasa las fronteras de ese ámbito paradisíaco en el que, hasta entonces, sumerios y acadios habían podido guerrear en paz. Así, Mesopotamia, al extender su área de influencia, se convierte en un poderoso imán de pueblos que la conquistarán y dominarán en un largo proceso histórico que aún hoy no termina. El primer acto de este drama magnético lo escribió un pueblo de pastores nómadas que se hacían llamar los guti y que provenían de los montes Zagros. Cayeron sobre el Imperio de Sargón, destruyéndolo, y tras saquear sus rebosantes almacenes, regresaron a las montañas. Sin embargo, este nuevo fracaso de la idea unificadora no supuso el desecho de la misma. Pasado el temporal, Ur-Nammu funda en la ciudad de Ur una nueva dinastía cuyo hijo Sulgi se encargará de imponer a todos los sumerios como «la mejor opción política». En el año 2003 a.C., Ur decae y el testigo del poder es recogido por Babilonia, que logra dominar toda la Baja Mesopotamia. A pequeña escala la máquina sigue funcionando. En sincronía con este nuevo momento histórico, presenciamos algunos cambios significativos en los cuatro focos periféricos de civilización. Los faraones extienden su poder hacia el sur. En la costa libanesa se funda Tiro, la segunda ciudad fenicia. Elam se rehace tras los ataques imperialistas de Sargón. Y la civilización de Harappa comienza su lento declinar bajo la creciente presión de los arios, un pueblo que, proveniente de la tierras altas de Pakistán, fluye sobre el valle del Indo. En China, sólo encontramos la legendaria dinastía Xia, sin ratificación escrita; y en el Mediterráneo, la civilización minoica de Creta, con palacios y aglomeraciones urbanas. Pero volvamos rápidamente al centro del escenario porque la Historia jamás se detiene. Al mismo tiempo que los babilonios imponen su poder sobre la Baja Mesopotamia, los pueblos de la Alta comienzan a actuar siguiendo la línea de conmoción política trazada por el acadio Sargón. A inicios del II mileno a.C., los hurritas, procedentes de la lejana Armenia, se instalan al norte de Mesopotamia y fundan el reino de Mitanni, padre del de Urartu. Cerca de ellos, los amorritas fundan, en torno a la ciudad de Ebla (Tell Mardij, Siria), un reino propio que ocupa el vacío de poder dejado por el imperio de Sargón en su colapso. Y por último, los hititas, indoeuropeos que quizás han presionado a los anteriores, se mezclan con los habitantes del país de Hatti, en la Anatolia Central (a unos mil kilómetros del centro de la escena), y fundan una nueva ciudad: Hattusa, que será su capital. En consonancia con estos movimientos de pueblos, la situación política del espacio central es revolucionada de nuevo por otro imperialista: Hammurabi de Babilonia (1793-1750 a.C.) que conquistó, en primer término, los países de Sumer y Acad, como ya hiciera Sargón; y atacó más tarde a Asiria (tomando las ciudades de Assur y de Nínive). Al final de sus días, Hammurabi había logrado extender su ley desde el Golfo Pérsico hasta la distante ciudad de Diyarbakir (al sureste de Turquía), en una demostración palpable de que la idea del poder poseía una impresionante vitalidad. Pero este Segundo Imperio Mesopotámico tampoco sobrevivió a su fundador. A la muerte del rey, las ciudades de Sumer se rebelaron y por un tiempo se creyó que todo volvería a ser como antes. 1.4.- La idea del poder se consolida No obstante su carácter efímero, el impacto de esta segunda fórmula imperial babilónica fue tan profundo y su proyección tan extensa que, a partir de entonces, los estados formados en la periferia mesopotámica tratarán a toda costa de controlar el centro, como medio de obtener el dominio de la totalidad por estas fechas, los hurritas de Mitanni, los hititas de Anatolia y los casitas de los Montes Zagros instalarán dinastías propias en el trono de Babilonia. El proceso completo se explica así: la expansión de la idea del poder afecta a todos los pueblos con los que entra en contacto, obligándolos a conglomerarse, a generar una fuerza propia de defensa que recae más tarde sobre la cuna de dicha idea. Tal proceso de acción/reacción permite también explicar cómo Egipto es impelido a actuar por primera vez en la política asiática. Aproximadamente en el año 1800 a.C., los hicsos, un pueblo de origen sirio, invaden el delta del Nilo y establecen, desde 1730 a.C., dos dinastías que ocuparán el trono durante un siglo y medio. En 1580 a.C., con el inicio del reinado de Amosis I (dinastía XVIII), los egipcios logran sacudirse el yugo extranjero y comienzan a expandir sus fronteras con la intención de equipararse en fuerza con los hititas, que por aquellos años eran los señores de Babilonia. Amenhotep I domina a los libios y conquista Nubia hasta la segunda catarata del Nilo (más riqueza = más poder = más riqueza = más poder). Tutmosis I amplia los dominios egipcios en Nubia. Y Tutmosis III se lanza a la palestra asiática en forma de diecisiete campañas militares. Por su parte, Amenhotep II extiende la presencia egipcia en Asia Occidental y empuja la frontera nubia hasta la cuarta catarata. Poco más tarde, bajo Amenhotep III (1417-1379 a.C.), el poderío egipcio alcanzará su apogeo: este indómito faraón logra dominar, además de sus posesiones domésticas, toda Siria, Fenicia y Palestina, al tiempo que mantiene a raya a Mesopotamia. Y aunque el místico Amenhotep IV lo perdió todo, Seti I restableció el imperio por medio de una grandiosa victoria sobre los hititas. Éstos, en su lento declinar, dejaban cada vez más espacio a una nueva potencia local. En torno al año 1250 a.C., los asirios de la Alta Mesopotamia absorben a los hurritas de Mitanni (incrementan su poder por aglutinación) y medio siglo más tarde salen muy favorecidos de las destrucciones causadas por los llamados pueblos del mar. Estos marinos errantes se ceban sobre todo con los hititas (sacándolos de la Historia para siempre) y también con Creta, con las posesiones egipcias del Levante y con el propio Egipto. Sin embargo, los gobernantes asirios no se dieron por satisfechos con su buena situación sino que orientaron su violencia contra Elam, otro reino periférico tocado ya en su día por los tentáculos del Imperio de Hammurabi. Entre los siglos XIII y XII a.C. y en especial bajo los reinados de Shutruk- Nahhunte y Kutir-Nahhunte, estos señores del actual Irán habían extendido su influencia hasta las orillas del Tigris por el oeste, y hasta Persépolis por el este. En el año 1160 a.C., los elamitas toman incluso Babilonia, lo que sin duda conmueve a los gobernantes de Assur (primera capital asiria). En el año 1112 a.C., esta misma ciudad dará al naciente imperio un rey llamado Tiglath Pileser I, con quien se afianzará el poder asirio frente a los elamitas y se gestarán numerosos triunfos. Así pues, el cetro del poder mesopotámico, diseñado por Sargón y forjado por Hammurabi, pasa por varias manos (hititas, egipcios, asirios) involucrando cada vez a más pueblos en su fantástico peregrinar. 1.5.- Nuevos actores se suman al drama Por estas mismas fechas (fines del siglo XII a.C.), los dorios (antepasados de los griegos) se asientan en el extremo meridional de la Península Balcánica; y los fenicios comienzan a difundir por el ámbito mediterráneo la idea de ciudad mercantil. Lejos de esta zona nuclear, sólo China desarrolla estados territoriales: dinastías Shang (1700-1000 a.C.) y Zhou (1000-221 a.C.). En el resto del mundo no se conoce la civilización en los términos hasta aquí tratados. Tras la destrucción de Harappa, los arios empiezan a concentrarse en el valle del Ganges pero sin llegar a formar ciudades. En el Sudeste Asiático (al norte de Vietnam y en el fértil valle del río Rojo), se desarrollan hacia el año 1000 a.C. algunas técnicas que demuestran la existencia de sociedades amplias: cultura Dong Son. Por lo demás, tribus o pueblos: en casi toda Europa, en casi toda Africa, en casi toda Asia, en toda América y en aquellas partes de Oceanía ya habitadas por los hombres. 1.6.- La vorágine a pleno rendimiento Pero volvamos al centro neurálgico de la Historia, donde ya se debate la vorágine a pleno rendimiento. Asiria, que creció mucho a costa de sus enemigos (hurritas, hititas y egipcios) conoce, como decíamos, un primer momento de esplendor bajo Tiglath Pileser I. Este rey extiende su poder en Asia Menor, conquista la costa siria y entra triunfante en Babilonia hacia el año 1100 a.C. Sin embargo, a su muerte el imperio declina. Y ello por dos causas principales: las constantes invasiones de los arameos, otro pueblo atraído por el imán de la riqueza mesopotámica, y el influjo del reino de Urartu, hurritas que habían sufrido en sus territorios, próximos al lago Van (este de Turquía), las destrucciones de Tiglath Pileser I. Tras este

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