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Breve biblioteca de autores españoles PDF

305 Pages·1990·65.511 MB·English
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FRANCISCOR ICO BREVEB IBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES _,t Seix Barral BibliotecaB reve Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA UnivL. ibraryU,C S antaC ru21. 993 Cubierta: «Tentación de Santo Tomás de Aquino» (detalle), de V elázquez Primera edición: diciembre 1990 Segunda edición: enero 1991 Tercera edición: abril 1991 © Francisco Rico, 1990 Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el mundo: © 1990 y 1991: Editorial Seix Barral, S. A. Córcega, 270 -08008 Barcelona ISBN: 84-322-0631-8 Depósito legal: B. 14.720 - 1991 Impreso en España Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, Óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA A Félix, Guillermo y Daniel Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA PRÓLOGO Hans Meinke es un editor admirable. Yo, cuando menos, únicamente le he visto imaginar y animar empre sas de una altura y una ambición literaria por encima de cualquier sospecha. Luego, como nos pasa a todos, los nú meros le salen o no le salen, y los proyectos, puestos en otras manos, cuajan mejor o peor. Pero nadie puede rega tearle la excelencia del propósito. Fue, pues, Hans Meinke quien pensó en celebrar los veinticinco afios del Círculo de Lectores con una Biblioteca de plata que en no demasia dos volúmenes brindara una idea suficientemente justa, equilibrada y sugestiva de la literatura española entre la Edad Media y el Seiscientos. Sólo cometió el error de con fiarme a mí la selección de las obras y la redacción de un prólogo para cada una. Como sea, dos editores y amigos no menos admirables, Mario Lacruz y Pedro Gimferrer, me invitan a volver ( vingt ans apres, Señor) a otra biblioteca de materia preciosa, la siempre joven Biblioteca breve, precisamente con el libro que responde a esa selección y reúne esos prólogos. De modo que se diría obligado dar cuenta rápidamente de las condiciones de la una y del de signio de los otros. En primer lugar, a Hans y a mí nos pareció que una colección limitada a doce tomos podría resultar razonable mente 'completa' (los problemas graves se hubieran plan teado de ser veinticuatro, y no digamos treinta y seis). Por otro lado, tratándose, como se trataba, de llevar a los au- Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 8 PRÓLOGO tores de antaño hasta un público tan increíblemente am plio como el del Círculo, juzgamos prudente restringir la Biblioteca a obras de índole fundamentalmente narrativa o dramática, y centradas, además, en personajes de especial atractivo y notoriedad: los libros debían tener hecha la mitad del camino hacia el lector. Con tales presupuestos y criterios, la selección era cosa bastante pacífica. Jorge Luis Borges dejó bien claro que un clásico «no es el libro que necesariamente posee tales o cuales méritos: es un libro que las generaciones de los hom bres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y una misteriosa lealtad ... , como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término». No iba yo a ser tan im pertinente que intentara imponer unas preferencias perso nales: a mí me tocaba, sencillamente, reconocer el canon básico de la tradición a la altura de nuestro fin de siglo. Quiero suponer que la lista definitiva recoge el consen so de los más y mejores. Quien se sorprenda por la inclu sión del Amad{s de Gaula será porque por un momento ha olvidado que ningún libro espafiol disfrutó un éxito mayor antes de la época de la Ilustración. Bernal Díaz se me an tojó presencia inexcusable, menos para hacer sitio a las cró nicas de Indias que como prosista excepcional en el siglo más rico de la prosa española. A falta de la poesía de San Juan de la Cruz, la mística no debía quedarse sin la Vida de Teresa de Jesús. Desde que García Lorca lo montó en el tingladillo de La Barraca, la opinión de que El Caballe ro de Olmedo es la obra maestra del teatro lopeveguesco me pilla en compaftía confortable, y creciente día a día. Tampoco tuve ninguna duda sobre qué pieza de Calderón convenía escoger, ni sobre qué otra redondearía la repre sentación de la comedia clásica. Entre quienes cultivaron la prosa de imaginación, sólo me desazonaría un poco, lo confieso, que se echara en falta a Francisco Delicado (pero en seguida daría la razón a quien se resolviera a excluir lo), a Mateo Alemán (ahí sí me sentiría fuerte, no obstan te) y, quizá más que a ninguno, al bravísimo Gracián. El nombre de Juan de la Cruz habrá llamado la aten- Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 9 BREVE BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES ción sobre la laguna más seria de nuestra Biblioteca, pero tengo la esperanza de que se disculpe por las buenas in tenciones que la hacen explicable. Una aproximación a los clásicos de otro tiempo, sin servidumbres de manual, debe comenzar por los textos más asequibles, más afines a las lecturas habituales de la mayoría del público. La lírica, que es la literatura esencial, es también literatura de grado su perior. A Hans Meinke se le ocurrió remediar la laguna con una extensa antología destinada a otra colección del Círcu lo. Aquí, por mi parte, en el ensayo final, he subrayado la centralidad de la poesía tomando de Jorge Manrique, Gar cilaso y Quevedo los principales textos destinados a ilus trar el tozudo diálogo del creador con la tradición. En cualquier caso, a quien por primera vez se acerque a la literatura de la España antigua a través de las obras presentadas en las páginas siguientes nó le faltarán oca siones de irse familiarizando con la lírica de entonces: es en ellas una savia que corre por dondequiera. Juan de Mena y los trovadores de los cancioneros están en las su tilezas sentimentales y en la elevación estilística del Ama dís o de La Celestina. La poesía de los místicos brota de las mismas fuentes que el Libro de la vida. Desde el pró logo, prestado por Femando de Herrera, a los incontables ecos de Garcilaso, en el Quijote confluyen todas las expe riencias poéticas del Renacimiento. Góngora se descubre al punto en el trasfondo inmediato de La vida es sueño, el Buscón comparte las singulares raíces verbales de las nueve musas quevedescas, y en El Caballero de Olmedo no se hallan sólo algunos de los mejores versos de Lope, sino una verdadera floresta de la lírica contemporánea. En fin, las resonancias del romancero en la prosa de Montalvo, Rojas, Bemal Díaz, el Lazarillo, Cervantes ... , y la misma materia prima del teatro del Siglo de Oro valen por un curso sobre la función paradigmática que toda la literatu ra clásica otorga a la poesía más distintivamente espa ñola. Las ediciones publicadas en la Biblioteca de plata lle vaban eruditos estudios preliminares sobre las obras y los autores en cuestión, al cuidado de una serie de jóvenes crí- Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 10 PRÓLOGO ticos y filólogos de talento.* En los prólogos ahora reuni dos ( con ligeras variantes y la sustitución de una versión abreviada por la íntegra), no debía yo duplicar tales noti cias, orientadas primordialmente a la consulta, antes bien tenía que dar a mis ensayos una relativa independencia res pecto a ese tipo de información más factual. Partía de una fe en los textos, de la seguridad de que basta esbozarles con unos cuantos trazos las coordenadas externas e inter nas, desvelarles las premisas culturales y artísticas con dos o tres ejemplos, para que una persona con gusto por la li teratura, por poco que se haya asomado a los clásicos, pueda leerlos con el mismo placer que cualquier obra maes tra más cercana y apreciar en seguida su grandeza. No sor prenderá, según ello, que me haya esforzado por encontrar los puntos de convergencia de la forma y la historia, de los rasgos individuales y los planteamientos de época, y que al proceder así mi objetivo mayor haya sido buscar el te rreno en que el autor de ayer y el lector de hoy, cada uno con las razones de su tiempo y de su talante, pudieran en tenderse entre sí. A ese lector de buena voluntad no he querido suponer le ningún conocimiento especial, ni complicarle la vida con el recurso a categorías generales como la indudable de 'Re nacimiento' o la dudosísima de 'Barroco'. Tampoco le he atribuido ninguna doctrina crítica previa, ni pretendido * Guillermo Serés, en primer lugar, por la contumacia en la tarea, entre tantas otras colaboraciones conmigo, y además Maite Cabello, Javier Cercas (ahora desenmascarado también como novelista hecho y derecho), Juan Ce rezo (que no con errata), Jorge García López, Modesta Lozano, Bienvenido C. Morros, Rosa Navarro, Mercedes Ouílez, Rafael Ramos, Miguel Requena y Carmen Romero; sin olvidar, en un quehacer paralelo, a José María Micó. Por otro lado, José María Merino, con tanta destreza como buena pluma, redujo a noventa y uno los doscientos capítulos de la Historia verdadera y escribió los fragmentos de engarce. El Quijote se publicó en la penúltima y siempre ejemplar edición de mi maestro Martín de Riquer. Para el Poema del Cid, gracias a la amistad de Diego Catalán, se reprodujo el texto no superado de don Ramón Menéndez Pidal, y la versión moderna era obra, ahí es nada, de Camilo José Cela (cantar primero), Alfonso Reyes (segun do) y Pedro Salinas (tercero), por pura gentileza de nuestro flamante Pre mio Nobel, así como de la Dra. Alicia Reyes y de Solita y Jaime Salinas. María Luisa López Vidriero se ocupó en la acertada ilustración de los tomos, y Norbert Denkel los diseñó primorosamente. De otras deudas queda cons tancia en el adecuado lugar de la propia Biblioteca de plata. Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 11 BREVE BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES darle lecciones de método (por lo demás, no conozco otro que el versátil que marcan cada texto y las necesidades de comprenderlo), ni menos aspiraba a ofrecerle mis observa ciones como discurso con entidad propia. Por el contrario, dentro de la forzosa brevedad, y aparte un par de bromas al paso y algún comentario en el capitulillo A falta de epí logo, he procurado que las afirmaciones y los juicios de valor imprescindibles llevaran siempre consigo la explica ción de cómo alcanzarlos (provisionalmente, claro), argüi da en los términos más llanos y más generalmente acepta bles que he encontrado. Las perspectivas interesantes o nuevas que haya llegado a aportar con tan anticuados ins trumentos no soy yo quien ha de medirlas. Una colección de doce ensayos de conjunto sobre otros tantos títulos capitales de la literatura clásica española forma un libro más bien insólito en la bibliografía recien te. Quizá por eso, y con seguridad por los ojos cada vez más curiosos con que se contemplan las cosas de España, ha tenido la suerte de atraer la atención de varias editoria les extranjeras. Preparando el original para la traducción italiana, concretamente, Anna y Laura Dolfi me sugirieron la posibilidad de añadirle al final un pequeño glosario de nombres y conceptos y, en particular, la conveniencia de que cada estudio fuera precedido por un sucinto resumen del 'argumento de la obra' correspondiente. Puesto al segundo trabajo, pronto caí en la cuenta, con una desfachatez realmente pasmosa, de que mejor sería car gárselo a las espaldas a algunos buenos amigos que figu ran, qué casualidad, entre los mejores y más apreciados narradores de la España actual. Casi todos ellos, por otro lado, habían hecho contribuciones de relieve al entendimien to y a la difusión del texto que yo les asignaba, y todos, sin escaparse uno, le habían mostrado una predilección cuyas huellas se dejan rastrear en su propia labor de crea dores. Así, pues, la fortuna de contar con semejantes amis tades me ayudaba a matar, cuando pocos, dos pájaros de un tiro: no sólo regalaba a los lectores de otras len guas unas sinopsis incomparablemente mejores que las que yo pudiera nunca escribir, sino que además, en línea con Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 12 PRÓLOGO el ensayo de conclusión, les ofrecía un testimonio fresco e inédito de la vigencia de los clásicos espafioles en las filas de la más valiosa literatura contemporánea. Todos los amigos a quienes gasté la mala jugada de pedirles los resúmenes ( con la lógica excepción de mi fra ternal Juan Benet) la acogieron con una generosidad que, lo juro, no tengo palabras para agradecer, y a veces inclu so se sintieron estimulados por las draconianas constriccio nes que les fijaba: alrededor de una holandesa a doble es pacio, y de ninguna manera más de dos. A nadie extraña rá que, según me entregaban los 'deberes' (no tan escolares) que yo les había puesto, me fuera pareciendo del género tonto reservarlos únicamente a las traducciones: si para los lectores espaftoles·no era tan urgente como para los extran jeros hacerse una idea o simplemente reavivar el recuerdo del contenido narrativo de las obras, antes de apechugar con mis prólogos, ellos podían calibrar más de primera mano la calidad de esas prosas y la brillantez con que ha bían vencido el desafío de dejar en un par de páginas, y aun así lucidos y atractivos, unos textos de tal envergadura. La contribución impagable (y ciertamente no pagada) de esos amigos, mejor que la travesura de oponer una quin taesencia perfectamente viva al enorme y mohoso cajón de sastre de Rivadeneyra, da sentido de veras al título cuyo setenta y cinco por ciento debo, y es lo que menos (lo de más no se lo digo), a Andrés Trapiello: Breve biblioteca de autores españoles. Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA 1 CANTAR DE MIO CID Rodrigo Díaz de Vivar, Mio Cid, con Álvar Fáñez y otros vasallos, sale desterrado de Casti lla en cumplimiento de la sentencia que sus enemi gos han arrancado al rey Alfonso. Las gentes de Burgos ni le dirigen la palabra ni le abren sus puertas, y tan sólo una niña rompe el silencio para decirle que el rey ha prohibido que se le dé posada. Para conseguir dinero, 'engaña a unos prestamistas judíos a los que entrega en depósito unas arcas -que no contienen más que arena. En el monasterio de San Pedro de Cardeña, deja al cuidado del abad a su mujer, Jimena, y a sus hijas, E/vira y Sol. Al frente de los caballeros que se le han ido sumando, gana a los moros la plaza de Castejón, y «Henares arriba ... , las Alcarrias ade lant,,, con una hábil estrategia en la que simula la huida para luego volver grupas por sorpresa, también les toma A/cocer, que más tarde defiende frente a los refuerzos man dados por el rey de Valencia. Álvar Fáñez es enviado a Cas tilla con la nueva de la victoria y un presente de treinta caballos para el rey, que lo acepta y permite a sus vasa llos ayudar a Rodrigo. Camino de Valencia, se enfrenta con el conde de Barcelona, al que hace preso y gana la espada Colada. El conde se niega a comer el pan del Cid y persis te en el ayuno hasta que Rodrigo le promete la libertad completa. Tras apoderarse de Murviedro, conquista Valencia, nom- Google Original from Digitized by UNIVERSITYO F CALIFORNIA

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