Imperio & Imperialismo Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri Atilio A. Boron PRÓLOGO (NECESARIO) A LA QUINTA EDICIÓN EN LENGUA CASTELLANA El libro que el lector tiene ahora entre sus manos intenta debatir, tanto desde el punto de vista teórico como a la luz de los datos de la experiencia histórica y contemporánea, las tesis que Michael Hardt y Antonio Negri desarrollaron en Imperio. Si en las ediciones anteriores hemos preferido dejar de lado el examen de algunos acontecimientos a la vez trascendentes y espectaculares, como los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington pese a que los mismos ponían seriamente en cuestión el argumento teórico de Hardt y Negri al momento en que los editores se disponen a imprimir ésta, nuestra quinta edición, en febrero de 2004, tal actitud no sólo es imposible sino a la vez indeseable. En efecto, la Guerra de Irak, declarada en solitario por los Estados Unidos, ha tenido sobre el análisis propuesto en aquella publicación el mismo efecto que sobre la autoestima norteamericana tuviera la caída de las Torres Gemelas de Nueva York. Mucha agua ha corrido bajo los puentes y mucha sangre ha sido derramada como consecuencia de la persistencia de las políticas imperialistas desde la primera aparición de Imperio & Imperialismo. Es preciso, por lo tanto, dar cuenta de estas nuevas realidades. Si al escribirlo nuestra idea original fue la de hacer un "texto viviente," para utilizar la feliz expresión de Antonio Gramsci, éste mal podría permanecer impertérrito ante las vicisitudes de una época como la actual, caracterizada por el horror y el terror infinitos asestados en contra de poblaciones indefensas; por la desenfrenada agresión a la sociedad humana y la naturaleza perpetrada en nombre de la tasa de ganancia y las cotizaciones en la bolsa de valores; y por el inigualado cinismo con que verdaderos esperpentos que ni siquiera el propio Valle Inclán pudo imaginar nos referimos, por supuesto, a los Bush, Aznar, Blair y Berlusconi que pueblan las alturas de los estados capitalistas por doquier definen a sus fechorías como nobles acciones encaminadas a construir un mundo más seguro, pacífico y justo. Mediante la macabra manipulación de palabras y hechos, reproducida incesantemente por los medios de comunicación de masas férreamente controlados por el capital, su salvaje terrorismo se convierte en "guerra humanitaria," sus masacres a mansalva en ocasionales "daños colaterales”, y sus guerras de rapiña y conquista en cruzadas a favor de la libertad y la democracia. Este prólogo, por lo tanto, tiene por objeto sugerir algunos nuevos elementos interpretativos sobre la caracterización de la fase actual del imperialismo a la luz de las enseñanzas que arroja la guerra de Irak. Tal revisión se torna imprescindible no sólo para desbaratar la propaganda orquestada desde Washington y proyectada a todo el mundo con relación a la ocupación militar norteamericana en dicho país, sino porque, como veremos en las páginas que siguen, aún dentro de las filas de la izquierda predomina una lamentable confusión en torno al imperialismo y sus formas actuales de manifestación. Confusión que se torna aún peor dada la maligna 1 tendencia de la mayoría de los intelectuales a ser "políticamente correctos" o "bienpensantes," es decir, a no cuestionar las premisas silenciosas de su época que, como ya Marx y Engels lo descubrieran en sus textos juveniles, no son otra cosa que las ideas de la clase dominante. Dado que sin un análisis preciso de la realidad no puede haber una línea política correcta para combatir los flagelos del imperialismo, clarificar este asunto se convierte en una materia de la mayor importancia. Este ensayo pretende sumar su humilde aporte a dicha empresa. LAS "DURAS RÉPLICAS " DE LA GUERRA EN IRAK Comencemos parafraseando una expresión utilizada por Norberto Bobbio, "las duras réplicas de la historia", para referirse a la refutación que, según sus análisis, había sufrido la teoría marxista del estado debido a los cambios experimentados por los capitalismos democráticos a lo largo del siglo XX. La ocupación militar de Irak, declarada por Washington con el solo apoyo de su principal estadocliente, el Reino Unido, y su nuevo lacayo hispanoparlante, José M. Aznar, ha generado también sus duras, durísimas réplicas sobre la difundida teorización de Michael Hardt y Antonio Negri objeto de nuestro libro. Los acontecimientos que se sucedieron en la arena internacional a partir de la publicación original en lengua inglesa de la mencionada obra, y de manera muy especial la Guerra de Irak, han refutado de manera inapelable, con la contundencia de los hechos históricos, la temeraria teorización propuesta por aquéllos en su libro. Éste no sólo se reveló incapaz de interpretar adecuadamente la historia el imperialismo y su estructura actual, sino también de dar derrumbe de la Unión Soviética y el fin del orden mundial de posguerra. Una somera enumeración de algunas de las principales "víctimas teóricas" de los sucesos prácticos ocurridos recientemente identificaría, entre otras, las siguientes. LA CONCEPCIÓN DE HARDT Y NEGRI SOBRE EL PAPEL DE LAS NACIONES UNIDAS Y EL DERECHO INTERNACIONAL En efecto, tal como se señala in extenso en nuestro libro, los autores de Imperio exageraron groseramente la importancia y la gravitación efectiva de las Naciones Unidas y la legislación internacional. Al carecer de los instrumentos teóricos necesarios que les permitieran percibir la complejidad de la estructura del sistema imperialista dado que tales instrumentos no se encuentran en la "caja de herramientas" de la filosofía posmoderna francesa, la política italiana y la ciencia económica norteamericana, las tres reconocidas fuentes de su teorización nuestros autores cayeron fácilmente en el engaño inducidos por las apariencias "democráticas" del multilateralismo y del sistema de las Naciones Unidas. Confundieron, en consecuencia, la hueca formalidad del imperio con su sustancia constitutiva, y tomaron la forma por el fondo. El contraste entre esta imagen y la realidad era evidente aún para los principiantes en el estudio de las relaciones internacionales. Ofuscados por las inadecuaciones de sus propios conceptos, devenidos una vez más en verdaderas cárceles del pensamiento, Hardt y Negri no podían ver lo evidente. La invasión unilateralmente decretada por el Presidente George W. Bush hizo que las contradicciones entre su teorización y la realidad fuesen estridentes e insoportables. Violando ese supuesto orden corporizado en las Naciones Unidas, los Estados Unidos 2 decidieron como política oficial y ya no más como un position paper circulando subrepticiamente por las oficinas de Washington y escrito por algún halcón paranoico del Pentágono hacer caso omiso de cualquier resolución que pudiese adoptar en contrario el Consejo de Seguridad, para ni hablar de la Asamblea General, y arrasar a Irak. Fiel a dicha actitud, la Casa Blanca no vaciló en proseguir adelante en la defensa de su seguridad nacional supuestamente amenazada prescindiendo por completo de la necesidad de construir los trabajosos acuerdos políticos requeridos por la Carta de las Naciones Unidas y de someterse a los dictados de una legislación internacional que el centro imperial siempre consideró como un mero tributo a la demagogia y que sólo debía obedecerse en la medida en que no afectase los intereses de Washington. Esta postura fue llevada a cabo aún a pesar de los altos costos que implicaba, como por ejemplo la ruptura del consenso noratlántico, la crisis de la OTAN y el grave entredicho con Francia y Alemania, cuyas secuelas habrán de ser visibles por mucho tiempo. El hecho de que luego de consumada la agresión a Irak el Consejo de Seguridad hubiera adoptado una resolución por unanimidad exhortando a la reconstrucción democrática y compartida de Irak no hizo sino legitimar post bellum la agresión imperialista y la destrucción de los tambaleantes restos del orden multilateral de posguerra. Esta resolución del Consejo de Seguridad, no obstante, fue equivocadamente interpretada por Antonio Negri en una reciente entrevista periodística como una capitulación norteamericana frente a las Naciones Unidas, cuando se trata exactamente de lo contrario: la impotente resignación de la ONU ante el brutal atropello cometido por Washington (Cardoso, 2003). Este disparate en la apreciación siempre difícil, es cierto de la coyuntura actual se repite también en la caracterización que a lo largo de las páginas de Imperio se hace de acontecimientos del pasado. Esta peligrosa confusión entre retórica y realidad llevó a nuestros autores, por ejemplo, a exaltar la figura del Presidente Woodrow Wilson siguiendo los lineamientos más convencionales de la ideología oficial norteamericana que lo presentan como un "idealista," un apacible constructor de la paz y un hombre inspirado en las nobles ideas kantianas de la comunidad universal. Tal visión ignora, entre otras cosas, los ácidos comentarios de John M. Keynes acerca de la duplicidad e hipocresía que caracterizaron al personaje ("un consumado farsante," según Keynes) o al hecho, para nada banal, de que haya sido precisamente durante su presidencia que los marines ocuparon el puerto mexicano de Veracruz e invadieron Nicaragua y la República Dominicana. LA CONCEPCIÓN ACERCA DEL CARÁCTER SUPUESTAMENTE DESTERRITORIALIZADO Y DESCENTRADO DEL IMPERIALISMO Otra de las víctimas de la Guerra de Irak ha sido la proposición que declaraba la obsolescencia de las cuestiones territoriales (y en gran medida materiales) a favor de lo virtual, simbólico e inmaterial. Esta volatilización de los elementos territoriales del imperialismo (¡y del capitalismo!) tendría varias consecuencias necesarias. En primer lugar, el irreversible desplazamiento de las antiguas soberanías fincadas en los arcaicos estados nacionales territoriales hacia un vaporoso espacio presuntamente supranacional, lugar donde se constituiría una nueva soberanía imperial despojada de cualquier vestigio estatal nacional y, por lo tanto, de cualquier referencia territorial o geográfica. En segundo lugar, la progresiva desaparición de un centro, territorialmente situado, que "organice" la estructura internacional de dominación y, por ende, el desvanecimiento de la distinción entre centro y periferia. 3 En lugar de ello, lo que caracterizaría al imperio sería la primacía de una "lógica global de dominio" superadora de los tradicionales intereses nacionales y cuya belicosa reafirmación ocasionara innumerables guerras "imperialistas" en el pasado. Si hay algo que demostró la agresión descargada sobre Irak fue el carácter meramente ilusorio de estas concepciones tan caras a los autores de Imperio, a las cuales Bush desmintió con los rudos modales del cowboy tejano. Una de las primeras lecturas que podemos hacer de los acontecimientos de Irak es que seguramente haciendo oídos sordos de la conceptualización de Hardt y Negri la superpotencia solitaria se ha asumido plenamente como imperialista, y no sólo no intenta ocultar esta condición, como ocurría en el pasado, sino que hasta hace gala de ella. Intervino militarmente en Irak, como seguramente lo hará en otras partes, obedeciendo a la más grosera y mezquina defensa de los intereses del conglomerado de gigantescos oligopolios que configuran la clase dominante norteamericana, intereses que gracias a la alquimia de la hegemonía burguesa se convierten, milagrosamente, en los intereses nacionales de los Estados Unidos. Los hombres de la industria petrolera que hoy transitan por los salones de la Casa Blanca se abalanzaron, bajo absurdos pretextos, sobre un país para apoderarse de las enormes riquezas que guarda en su subsuelo. Dicho de manera lisa y llana, la ocupación militar de Irak es pura conquista territorial a cargo del actor central de la estructura imperialista de nuestros días. No hay allí nada "desterritorializado" o inmaterial. Es la vieja práctica reiterada por enésima vez. Nada puede ser más desacertado pues que la imagen evocada por Hardt y Negri en su libro en la cual Washington se involucra militarmente a lo ancho y largo del planeta en respuesta a un clamor universal para imponer la justicia y la legalidad internacionales. Toda una plétora de hasta hace poco oscuros publicistas de la ultraderecha especialmente Robert Kagan y Charles Krauthammer ha emergido a la luz pública para justificar abiertamente esta reafirmación de un unilateralismo imperialista al que poco y nada le preocupan la justicia y la legalidad internacionales, uniendo fuerzas con otros autores que, como Samuel P. Huntington o Zbignieb Brzezinski, habían desde hace ya unos años delineado los imperativos estratégicos de la "superpotencia solitaria" y la impostergable necesidad de asumir a plenitud los desafíos que se desprenden de su condición de punto focal de un vasto imperio territorial. Uno de tales desafíos, no ciertamente el único, es el derecho ¡y no sólo esto sino en realidad el deber, en función del "destino manifiesto" que convierte a los Estados Unidos en portador universal de la libertad y la felicidad de los pueblos! de apelar a la guerra cuantas veces sea necesaria para impedir que el frágil y altamente inestable "nuevo orden mundial" proclamado por George Bush padre a la salida de la primera Guerra del Golfo se derrumbe como un castillo de naipes. Y nada de esto puede hacerse sin reforzar considerablemente la soberanía estatal nacional norteamericana y sus órganos efectivos de proyección internacional, principalmente sus fuerzas armadas. Esta y no otra es la razón por la cual el gasto militar de los Estados Unidos equivale a casi la mitad del gasto militar total del planeta. De este modo, la idílica idea planteada por Hardt y Negri los Estados Unidos renunciando a la defensa de sus intereses nacionales y al ejercicio del poder imperialista, y transfiriendo su soberanía a un quimérico imperio, en aras del cual la Casa Blanca responde magnánimamente al clamor internacional en pro de la justicia y el derecho globales quedó sepultada por el aluvión de "bombas inteligentes" que se descargaron sobre la geografía iraquesa. 4 UN DIFUNTO QUE GOZA DE MUY BUENA SALUD Otra de las enseñanzas de la Guerra de Irak ha sido la actualización de algunos de los rasgos que caracterizaban al "viejo imperialismo". En la versión de nuestros autores, la exaltación de los elementos virtuales establecía un límite infranqueable entre el "viejo imperialismo" y el novísimo imperio, entendiendo por el primero aquel sistema de relaciones internacionales que se en cuadraba, aproximadamente, en los cánones establecidos por el análisis leninista y compartidos en gran medida por algunos autores clásicos del tema como Bujarin y Rosa Luxemburgo. Uno de tales rasgos era, precisamente, la ocupación territorial y el saqueo de los recursos naturales de los países coloniales o sometidos a la agresión imperialista. De la lectura de Imperio se desprende una concepción teórica indiferente ante la problemática del acceso a los recursos estratégicos para el mundo de la producción y la misma sustentabilidad de la civilización capitalista, explicable por el fuerte énfasis puesto por sus autores sobre los (hoy por hoy sin duda importantes) aspectos inmateriales del proceso de creación de valor y las transformaciones de la moderna empresa capitalista. La Guerra en Irak demostró, ya desde sus tragicómicos prolegómenos, lo desacertada que era esta concepción. Basta con recordar al Presidente Bush exhortando, con una patética sonrisa apenas disimulada en sus labios, a los iraquíes a no destruir sus pozos de petróleo y a abstenerse de incendiarlos para comprender el carácter absolutamente crucial que el acceso a y control de los recursos naturales estratégicos desempeña en la estructura imperialista mundial. El petróleo constituye, hoy por hoy, el sistema nervioso central del capitalismo internacional, y su importancia es aún mayor que la que tiene el mundo de las finanzas. Éste no puede funcionar sin aquél: todo el enjambre de aquello que Susan Strange ha correctamente denominado "capitalismo de casino" se desmoronaría en cuestión de minutos ante la desaparición del petróleo. Y éste, lo sabemos, estará agotado de la faz de la tierra en no más de dos o tres generaciones. Se ría de una ingenuidad imperdonable suponer que la disidencia francesa frente a los atropellos norteamericanos en Irak se funda en el ardor de las convicciones democráticas y anticolonialistas de Jacques Chirac o en los irrefrenables deseos de la derecha francesa de asegurar para el pueblo iraquí el pleno disfrute de las delicias de un orden democrático. Lo que motorizó la intransigencia francesa fue, por el contrario, algo mucho más prosaico: la permanencia de las empresas de ese país en un territorio en donde se encuentra la segunda reserva de petróleo del mundo. Contrariamente a lo que nos inducen a pensar Hardt y Negri en su visión sublimada y por lo tanto complaciente del imperio, uno de los posibles escenarios futuros del sistema internacional es el de una acrecentada rivalidad interimperialista en donde el saqueo de los recursos estratégicos, como el petróleo y el agua, y la pugna por un nuevo reparto del mundo, bien pudieran tener como consecuencia el estallido de nuevas guerras de rapiña, análogas en su lógica a las que conociéramos a lo largo del siglo XX, en los tiempos en los que el imperialismo gozaba de envidiable salud. OTRA VÍCTIMA: LA CONCEPCIÓN DESARROLLADA EN IMPERIO ACERCADE LAS MAL LLAMADAS EMPRESAS TRANSNACIONALES En efecto, Hardt y Negri hicieron suya suponemos que sin ser concientes de ello la visión del mundo capitalista cultivada con esmero por las principales escuelas de negocios de los Esta dos Unidos y Europa y los teóricos de la "globalización" neoliberal. Como es bien sabido, en el pensamiento de la derecha el irresistible ascenso de la globalización aparece como un fenómeno tan "natural" como el movimiento de los astros y que 5 da origen a un nuevo mundo de economías interdependientes. Los agentes económicos operan, por lo tanto, en un escenario plano y libre de los obstáculos que antes interponían los poderosos estados nacionales. En ese espacio reina la libre competencia, y las viejas asimetrías del pasado, con sus odiosas distinciones entre metrópolis y colonias, son cosas del pasado, sólo evocadas por izquierdistas nostálgicos de un mundo que ya no existe más. Según esta interpretación no sólo han periclitado las economías "nacionales," devoradas por el fárrago de la globalización, sino que las grandes empresas se han desprendido por completo de los últimos vestigios de su adscripción nacional. Ahora son todas transnacionales y globales, y lo que requieren para operar eficientemente es un espacio mundial liberado de las antiguas trabas y restricciones "nacionales" que pudieran entorpecer sus movimientos. Desde una lectura supuestamente anticapitalista este espacio vendría a ser, precisamente, el imperio, tal cual es caracterizado en la obra de Hardt y Negri. Tal como lo demostraremos en las páginas que siguen, la realidad se encuentra a años luz de esta visión. Hay una distinción elemental (que es completamente pasada por alto en la obra que estamos criticando) entre teatro de operaciones de las empresas y el ámbito de su propiedad y control. Si en el caso de los modernos leviatanes empresa riales una pequeñísima proporción del total de empresas que existen en el mundo su escala de operaciones es claramente planetaria, la propiedad y el control siempre, absolutamente siempre, tienen una base nacional: las empresas son personas jurídicas que están registradas en un país en particular y no en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Están radicadas en una ciudad, se atienen a un determinado marco legal nacional que las protege de eventuales expropiaciones, pagan impuestos por sus ganancias en el país donde se encuentra radicada su matriz, y así sucesivamente. Pero si algunas dudas quedaban acerca del carácter "transnacional" de la moderna empresa capitalista, la conducta de la Casa Blanca y su brutal insistencia en que las beneficiarias de la operación bélica iniciada en nombre de la libertad y la necesidad de liberar al mundo de las amenazas de un peligroso monstruo como Saddam no podían ser otras que las empresas norteamericanas, vino a demostrar, con la tosquedad característica de los rancheros de Texas, la irrealidad de las tesis desarrolla das en Imperio sobre este asunto. No sólo eso. No se trata ya de que las empresas norteamericanas se llevan la parte del león de la operación iraquí. La forma misma en que dichos privilegios fueron adjudicados entre empresas vinculadas todas ellas a la camarilla gobernante norteamericana recuerda los métodos utiliza dos por las distintas familias de la mafia neoyorquina para dividirse el control de los negocios en la ciudad. ¿Qué relación guarda este reparto imperialista con las idílicas teorizaciones que hallamos en Imperio? Absolutamente ninguna. Por último, un párrafo final merece el papel desarrollado por los movimientos contrarios a la globalización neoliberal y que la prensa capitalista no por casualidad denomina "no global" o "antiglobalización." El objetivo nada inocente de esa opción semántica es más que evidente: transformar a los críticos de la globalización neoliberal en monstruos antediluvianos que pretenden de tener la marcha de la historia y del progreso tecnológico. El "no global" aparece así ante los ojos de la opinión pública mundial como un heteróclito conjunto de melancólicos buscadores de utopías en un mundo que gira al compás de los mercados. Allí se rejuntan socialistas, comunistas, anarquistas, ecologistas, pacifistas, militantes de los derechos humanos, feministas, indigenistas y todo tipo de sectas y tribus recalcitrantes, que se empecinan en ignorar que el mundo ha devenido en uno solo, que por primera vez en la historia se ha "universalizado," y por eso mismo decretado el fin de todo tipo de milenarismos y particularismos. Por el contrario, los movimientos que resisten a la tiranía de los mercados creen que otra globalización es posible (y urgentemente necesaria), que la actual es producto del hasta hace poco in contestado predominio de las grandes empresas, que nada tiene de 6 natural sino que es producto de la derrota sufrida por las fuer zas populares, de izquierda y democráticas en las décadas de los "70 y los "80 y que la historia, lejos de haber concluido, recién está en sus comienzos, y que tan siniestro resultado puede y debe ser revertido. La vigorosa emergencia de tales movimientos contradice algunos planteamientos centrales del libro de Hardt y Negri. Los "no global" tienen el formidable mérito de haber puesto en marcha un gran movimiento pacifista incluso antes del inicio de las operaciones en Irak. Si, como lo recuerda Noam Chomsky, el pacifismo en relación a la Guerra de Vietnam apareció tímidamente más de cinco años después de iniciada la escalada militar en Vietnam del Sur, en el caso de la reciente guerra ese movimiento logró articular una propuesta masiva y de un vigor inédito se manas antes del comienzo de las hostilidades. Se calcula que unos quince millones de personas se manifestaron por la paz en las principales ciudades de todo el mundo. En Inglaterra y en España, no por casualidad países cuyos gobiernos fueron cómplices de la agresión imperialista de los Estados Unidos, las demostraciones callejeras adquirieron un volumen inédito en la historia. Los gobiernos de Blair y Aznar dieron una lección ejemplar de las insalvables limitaciones de la democracia capitalista al desoír con absoluto cinismo lo que reclamaban con sus movilizaciones y con sus respuestas a las numerosas encuestas de opinión pública los supuestos soberanos del orden democrático. Como lo hemos argumentado en otras partes, en los capitalismos democráticos lo sustancial es el componente capitalista de la fórmula y lo democrático es apenas un accesorio que se puede respetar siempre y cuando no afecte las cuestiones de fondo. La operación de rapiña imperialista era una cuestión de fondo ordenada por la Junta que actualmente gobierna los Estados Unidos recordemos, con Gore Vidal, que es Bush el primer presidente norteamericano que accede a la Casa Blanca por la vía de un golpe institucional perpetrado por la Suprema Corte de ese país y por lo tanto las "formalidades" democráticas debían ser dejadas de la do. Los pequeños déspotas hicieron lo que quisieron y siguieron hasta el final con el plan elaborado por los halcones de la Casa Blanca pese al repudio abrumador de la opinión pública. En el caso español, el rechazo a la guerra alcanzaba al 90% de los entrevistados, a pesar de lo cual el gobierno del Partido Popular prosiguió impertérrito con su política. Lo anterior viene al punto debido a que, en su libro, nuestros autores consagran como el verdadero "héroe" de la lucha contra el imperio al migrante anónimo y desarraigado, que abandona su terruño del Tercer Mundo para internarse en las entrañas del monstruo y, desde ahí y junto a otros como él o ella que constituyen la famosa "multitud", librar batalla contra los amos del mundo. Sin desmerecer la importancia que puedan tener tales actores sociales, lo cierto es que lo que se ha venido observando en los últimos años y muy especialmente en las manifestaciones en contra de la guerra de comienzos del 2003 es el vigor de un movimiento social que tiene raíces muy sólidas en las estructuras sociales del capitalismo metropolitano y que capta numerosos adeptos, especialmente aunque no sólo entre los jóvenes, en grandes segmentos sociales que están sufriendo un acelerado proceso de descomposición en virtud de la mundialización neo liberal. Esto no significa negar la participación de grupos de in migrantes, pero lo cierto es que la composición social de tales movimientos revela que la presencia de éstos está lejos de ser preponderante y es antes que nada marginal. En todo caso, por su complejidad y radicalidad, su original innovación en lo tocante a la estrategia de organización de los sujetos colectivos, sus modelos discursivos, sus estilos de acción y, finalmente, por su anticapitalismo militante, el movimiento "no global" representa uno de los desafíos más serios con que se tropieza el imperio realmente existente. Esto también constituye una novedad que plantea serias dudas en relación a las tesis elaboradas por Hardt y Negri acerca de los sujetos de la confrontación social y la incierta fisonomía sociológica de la "multitud." 7 RECAPITULANDO Estamos viviendo un momento muy especial en la historia del imperialismo: el tránsito de una fase, llamémosla "clásica", a otra cuyos contornos recién se están dibujando pero cuyas líneas generales ya se disciernen con claridad. Nada podría ser más equivocado que postular, como hacen Hardt y Negri en su libro, la existencia de una entidad tan inverosímil como un "imperio sin imperialismo", lo cual constituye un desmovilizador oxímoron político. De ahí la necesidad de polemizar con sus tesis, por que dada la excepcional gravedad de la situación actual un capitalismo cada vez más regresivo y reaccionario en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, y que criminaliza los movimientos sociales de protesta y militariza la política internacional sólo un diagnóstico preciso sobre la estructura y el funciona miento del sistema imperialista internacional permitirá a los movimientos sociales, partidos, sindicatos y organizaciones populares de todo tipo que luchan por su derrocamiento, encarar las nuevas jornadas de lucha con alguna posibilidad de éxito. La ilusión de que podemos emprender la lucha sin conocer con precisión el terreno donde habrán de librarse los grandes combates de la humanidad sólo puede preanunciar nuevas y más apabullantes derrotas. El entrañable Don Quijote no es un buen ejemplo que debamos imitar: confundir los molinos de viento con poderosos caballeros de lanza y armadura no fue el mejor camino para la realización de sus sueños. Tampoco sirve como modelo de inspiración San Francisco de Asís, otra figura exaltada en el texto de Hardt y Negri. En realidad, no hay lucha emancipatoria posible si no se dispone de una adecuada cartografía social que describa con precisión el teatro de operaciones y la naturaleza social del enemigo y sus mecanismos de dominación y explotación. Las flagrantes distorsiones a las cuales puede llegar una concepción equivocada como la que sostienen Hardt y Negri pueden ser asombrosas. Baste con leer al último de los nombrados cuan do afirma que "la guerra de Irak fue un golpe de estado de los Estados Unidos en contra del imperio", junto a muchas otras declaraciones por el estilo. Quisiéramos concluir citando in extenso la entrevista concedida por Negri al diario Clarín de Buenos Aires, cuya elocuencia es insuperable. En ella nuestro autor aseveró que la actual ocupación norteamericana en Irak no constituye un caso de "administración colonial, sino un proceso clásico de nation building(construcción de nación). Y por ende se trata de una transformación de sentido democrático. Ese es el pretexto de Estados Unidos. Es una ocupación militar que derribó un régimen, pero después el problema es nation building, o sea un intento de transición, no de colonización. Sería como decir que es colonizador el hecho de pasar de la dictadura a la democracia en Hungría o Checoslovaquia. No hay una actitud de ese tipo en la administración estadounidense. Estos estadounidenses quieren parecer más malos de lo que son". Conviene preguntarse ante esta increíble confusión en donde una guerra de rapiña y ocupación territorial aparece dulcificada como una altruista operación de nation buildingy de exportación democrática: ¿será posible avanzar en la lucha concreta contra el imperialismo "realmente existente" munidos con un instrumental teórico tan tosco como el que nos proponen estos autores y que los conduce a tan disparatadas conclusiones? Al final de todo, filosofar es distinguir. Mala filosofía es aquella incapaz de diferenciar una guerra de conquista de un proceso de construcción nacional. De bien poco sirve proyectar con esmero los rasgos de una nueva sociedad si no se conoce, de manera realista, la fisonomía de la sociedad actual que es preciso superar. Un mundo post capitalista y postimperialista es posible. Es más, diríamos que es imprescindible, puesto que, de seguir funcionando con la lógica predatoria del capitalismo, la sociedad actual se encamina 8 hacia su autodestrucción. Pero antes de construir esa nueva sociedad más humana, justa, libre y democrática que la precedente será necesario emplear todas nuestras energías para superar la que hoy nos oprime, explota y deshumaniza, y que condena a casi la mitad de la población mundial a subsistir miserablemente con menos de dos dólares diarios. Y esta verdadera epopeya emancipatoria tiene como una de sus condiciones de posibilidad, no la única pero ciertamente una de las más importantes, la existencia de un conocimiento realista y preciso del mundo que deseamos trascender. Si en lugar de ello somos prisioneros de las ilusiones y mistificaciones que con tanta eficacia genera y disemina la sociedad burguesa, nuestras esperanzas de construir un mundo mejor naufragarán irremisiblemente. Este libro pretende ser un modesto aporte para evitar tan triste y cruel desenlace. 9 Prólogo Primero, un poco de historia. En septiembre del 2001 Tariq Ali, uno de los editores de la New Left Review, nos invitó a escribir un capítulo en un volumen colectivo a publicarse por Verso, en Londres, a mediados del corriente año. El libro reúne una serie de comentarios críticos a Imperio, a los cuales se les agregará la respuesta de Michael Hardt y Antonio Negri. Dado que aquel debía ser entregado en inglés, y habida cuenta de nuestras catastróficas experiencias previas en materia de traducciones, decidimos escribirlo directamente en esa lengua. Fue enviado a Londres y distribuido entre algunos de los coautores del volumen consignado y, por supuesto, a los autores de Imperio. Con ocasión del segundo Foro Social Mundial, celebrado en Porto Alegre a fines de enero del corriente año, entregamos el texto a algunos colegas y amigos con el objeto de recabar comentarios. Al poco tiempo comenzamos a recibir urgentes pedidos de autorización para traducir el texto al idioma español. Preocupados también por los riesgos que entraña cualquier traducción decidimos asumir por nuestra cuenta el esfuerzo. Al traducir la versión original a nuestra lengua materna lo que ocurrió fue que la reescribimos por entero, ampliando comentarios, agregando datos y sugiriendo nuevas reflexiones. El resultado es este libro. Lo anterior es historia y circunstancia. Hubo también razones más de fondo. En primer lugar, la necesidad de considerar muy seriamente una obra producida por dos autores del calibre intelectual de Michael Hardt y Antonio Negri (H&N de ahora en adelante). Su trayectoria intelectual y política, dilatada y fecunda especialmente en el caso del segundo de los nombrados, los hace merecedores de todo respeto y nos obliga, por eso mismo, a examinar muy cuidadosamente el mérito de los planteamientos que desarrollan a lo largo de un libro tan polémico y de tan notable impacto público como Empire (Hardt y Negri, 2000). En segundo término, por la importancia sustantiva del tema que se aborda en ese trabajo: el imperio o, tal vez, en una definición que nos pare ce más apropiada, el sistema imperialista en su fase actual. Las dificultades para acometer una empresa de este tipo no son pocas. Se trata de dos intelectuales identificados con una postura crítica en relación al capitalismo y a la mundialización neoliberal y que, por añadidura, tuvieron la valentía de abordar el examen de un tema de crucial importancia en la coyuntura actual. En efecto, por profunda que sea nuestra disidencia teórica con la interpretación que H&D acaban proponiendo, es preciso reconocer que una revisión y una puesta al día como la emprendida por nuestros autores era necesaria. Por una parte, porque las deficiencias de los análisis convencionales de la izquierda en relación a las transformaciones experimentadas por el imperialismo en el último cuarto de siglo eran inocultables y exigían una urgente actualización. Por la otra, porque las falencias del "pensamiento único" sobre esta materia divulgado urbi et orbi por el FMI, el Banco Mundial y las agencias ideológicas del sistema imperial y que se plasma en la teoría neoliberal de la "globalización" son aún mayores. Para quienes, como el autor de este libro, la misión fundamental de la filosofía y la teoría política es cambiar el mundo y no sólo interpretarlo para citar la recordada "Tesis Onceava" de Marx sobre Feuerbach una teoría correcta constituye un instrumento insustituible para que los movimientos populares que resisten la mundialización neoliberal puedan navegar con un margen razonable de certidumbre en las turbulentas aguas del capitalismo contemporáneo. Uno de los factores que más nos impulsó a escribir esta obra es la rotunda convicción de que la respuesta que ofrecen H&N a este desafío es altamente insatisfactoria y que puede ser fuente de renovadas frustraciones en el terreno de la práctica política. 10
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