Arrodíllate.
Sométete.
Obedece.
Un desconocido me había secuestrado.
Y aún, no soy su prisionera.
No soy de él.
Sino de otro.
Él es sólo el adiestrador.
Mi torturador. Mi instructor.
Mi amo… aún no lo conozco.
Ni lo conoceré.
No me encierran las paredes.
No me retienen las cadenas.
Es su voz. Sus ojos.
Su fuerza.
No pertenezco a aquel me compra.
Sino a aquel que me adiestra.
Y es mi trabajo que se enamore.
Que me desee.
Solo así podré estar con él.
A sus pies.
Y no a los de otro.