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atlas histórico de la argentina PDF

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ATLAS HISTÓRICO DE LA ARGENTINA Mirta Lobato-Juan Suriano Editorial Sudamericana- Buenos Aires (2000) 1 1- El progreso, la modernización y sus límites, 1880 – 1916 La Política Al comenzar la década de 1880 se iniciaba una etapa en la cual se consolidaron tres rasgos importantes de la sociedad argentina: a) la instauración de un orden político conocido como el orden conservador, que aseguraba el control de la sucesión presidencial al grupo gobernante, en un proceso cruzado por tensiones y conflictos; b) económicamente se afianzó una modalidad de producción, circulación y acumulación de capital bajo el sistema capitalista, al integrarse al orden económico mundial como productor de bienes primarios de exportación; c) socialmente, se complejizó el cuadro social, caracterizado por un marcado cosmopolitismo debido al impacto demográfico y cultural de la inmigración extranjera. La Nación Argentina extendió su poder y autoridad hacia zonas que habían estado bajo el dominio indígena, como los territorios patagónicos y la región chaqueña. El período se inició con la subordinación de la Provincia de Buenos Aires, cuya principal manifestación fue la federalización de la ciudad porteña. El proceso inaugurado con la crisis del orden colonial se cerraba con el reconocimiento por parte de todas las provincias de la autoridad del Estado nacional. El advenimiento del general Roca al poder, se caracterizó por una etapa de tranquilidad y prosperidad hasta entonces desconocida. Las luchas civiles quedaron en Buenos Aires. Julio Argentino Roca era un hombre pragmático y su base política fue el Partido Autonomista Nacional (PAN). Ese partido se desempeñó también como canal de reclutamiento de los dirigentes notables y fue un medio de comunicación política entre las figuras claves del interior. La Liga de Gobernadores fue el otro sustento de su poder, que se apoyaba en la burocracia administrativa y en la incipiente burocracia militar de las provincias. Uno de los soportes del funcionamiento del sistema electoral era el establecimiento de una representación basada en la denominada lista completa, que aseguraba al PAN tanto la unanimidad en el Congreso como la exclusión de las minorías. El resorte constitucional de la intervención federal permitía al presidente, como cabeza del Poder Ejecutivo, intervenir en las provincias para mantener o reponer correligionarios en el gobierno y robustecer la Liga de Gobernadores. Aunque las normas constitucionales establecían los mecanismos de elección en los niveles provincial y nacional con base en el pueblo elector y en colegio electoral como espacio de la negociación política para la elección del presidente, en este período se producía un complicado andamiaje donde el presidente, los gobernadores y los senadores eran los actores que efectivamente garantizaban la sucesión presidencial. En este período se dictaron numerosas leyes. La Ley Orgánica de los Tribunales de la Capital, la Ley de Organización de los Territorios Nacionales y la Ley Orgánica de la Municipalidad de la Capital que estableció una forma de gobierno para la comuna. Se creó el Consejo Nacional de Educación Primaria con atribuciones autónomas y se sancionó la Ley de Educación Común, Nº 1420, que establecía la escolaridad primaria, obligatoria y laica. En la Ciudad de Buenos Aires prosiguieron algunas obras de salubridad, se celebró el contrato para la construcción del Puerto de Buenos Aires, se organizó la policía de la Capital y 2 se fundó la Ciudad de La Plata como capital de la Provincia de Buenos Aires. Se dictaron los códigos de Justicia Militar, de Comercio y de Procedimientos en Materia Civil y Comercial. El ordenamiento jurídico era fundamental para garantizar tanto el desenvolvimiento económico como la administración de justicia. Desde el punto de vista territorial, la disputa sobre límites se mantuvo latente en la región patagónica, donde se negoció la firma de un acuerdo de límites con Chile. La creación de la Gobernación de Misiones, impulsó las negociaciones con Brasil para definir los límites, mientras que con Bolivia hubo conversaciones sobre la frontera en el Chaco. El proceso de secularización y el conflicto resultante con la Iglesia se inició en 1880, haciéndose muy visible con la sanción de la Ley de Educación Común conocida como Ley 1.420. Este proceso generó la oposición católica y la consecuente ruptura de relaciones con el Vaticano. En este sentido, podría decirse que una de las primeras manifestaciones opositoras tuvo lugar dentro de las filas del partido oficialista y la iniciaron los católicos, alarmados por la tendencia liberal del presidente Roca y de su sucesor, Juárez Celman. Los católicos procuraban restablecer la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Hacia el final del período había varios candidatos para suceder a Roca, que aún dominaba la República. Miguel Juarez Celman era apoyado por el Presidente, aunque su candidatura provenía de la Provincia de Buenos Aires, donde el Gobernador Dardo Rocha aparecía como el mayor oponente. Roca impuso la candidatura de su yerno. Juárez Celman inició su gobierno con un optimismo generalizado, obtenido gracias a que las consignas de orden, paz y progreso le habían ganado terreno a las tumultuosas décadas anteriores. Durante su gobierno, se inauguró la primera sección del puerto de Buenos Aires y poco después los puertos de Rosario y La Plata. Se realizaron importantes obras públicas en la Capital del país, como la Casa de Gobierno, el Palacio de Salubridad y el Departamento Central de Policía. La ciudad fue remodelada con la apertura de la Avenida de Mayo. La ola seculizadora continuó con el establecimiento de la Ley de Matrimonio Civil y del Registro Nacional de las Personas. Una vez que Juárez Celman se hubo convertido en Presidente, asumió el liderazgo del PAN como jefe único (lo que se dio en llamar “el unicato”). Esto produjo una mayor clausura en el régimen político y generó problemas con algunas provincias y en el seno de la coalición gobernante. Desde el punto de vista económico, aunque el crecimiento se hizo visible, se dio paso a la especulación y a los negociados. La crítica opositora al gobierno se concentró alrededor de la política ferroviaria y de bancos garantidos, que estuvieron en el centro de la crisis económica de 1890. Un año antes, se había organizado una fuerte oposición al presidente, se hablaba de abdicación de las virtudes cívicas, de indiferencia por parte del gobierno y de apatía. El polo opositor se nutría con quienes fueron quedando marginados de la toma de decisiones del gobierno. Ellos dieron forma a la Unión Cívica y al movimiento político de 1890, que logró la renuncia del entonces presidente Juárez Celman. Se abrió así un proceso que culminaría con la reforma de la ley electoral en 1912. Desde el punto de vista político, esta fue la primera manifestación de oposición al presidente y culminaría con la Revolución de 1890. Fue organizada por el Comité de la Unión Cívica de la Juventud, con un acto público en el 3 Jardín Florida, que recibió la adhesión de personalidades prestigiosas como Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen y Leandro Alem. Un poco más tarde, ese Comité se transformó en Unión Cívica y buscó nuevas adhesiones con la apertura de los comités en la ciudad. La Unión Cívica fue un movimiento heterogéneo, agrupaba católicos, nacionalistas, autonomistas, militares y civiles. El objetivo era colocar a la opinión pública contra el gobierno y preparar una revolución para derrocar al presidente. Demandaban la libertad de sufragio, el respeto de las autonomías provinciales y el establecimiento de una moral administrativa. La Revolución de 1890 estalló el 26 de Julio a partir del arresto de los principales efectivos del ejército involucrado. Si bien se extendió hacia otras provincias, es la Capital su centro principal, escenario de los enfrentamientos durante 4 días, al cabo de los cuales los rebeldes fueron derrotados. Sin embargo, y a pesar del triunfo, Juárez Celman se vio obligado a renunciar y el gobierno quedó en manos de Carlos Pellegrini, el vicepresidente. Este conflicto dejó al descubierto la inadecuada disciplina del Ejército y la falta de capacidad del presidente para entender la naturaleza de la oposición y sus planes. Se abrió un período de incertidumbre en el panorama político pues el PAN no podía imponerse tan fácilmente como en el pasado y se fragmentaba la escena política. Se manifestaba en el PAN la imposibilidad de Roca para restablecer su autoridad, tanto dentro de la coalición como en el interior del país. Al asumir, Carlos Pellegrini trató de restablecer el orden en la administración y las finanzas, pues la revolución se produjo en los marcos de una severa crisis económica. Mientras tanto, y luego del fracaso revolucionario, la Unión Cívica buscaba reorganizarse. Reunió la Convención Nacional y votó una fórmula para 1891: Bartolomé Mitre - Bernardo de Irigoyen. Pero Mitre ya había pactado con Roca y juntos decidirían sobre quiénes serían los candidatos. Ninguno se sentía con fuerzas para imponerse. Debido a este acuerdo, se produjo una división en la Unión Cívica: por un lado los los anti acuerdistas, la Unión Cívica Radical y por otro lado los acuerdistas, la Unión Cívica Nacional. Los primeros, liderados por Leandro Alem e Hipólito Irigoyen, organizaron su propia convención partidaria y eligieron su propia fórmula para presentar en las elecciones nacionales. El segundo grupo también estaba dividido: había algunos modernistas como Roque Sáenz Peña, Paul Groussac, Miguel Cané y Lucio López, con mayoría en el Colegio Electoral, querían garantizar el triunfo de la fórmula encabezada por Sáenz Peña. Pero Mitre y Roca reaccionaron, neutralizaron la candidatura de Roque Sáenz Peña, y propusieron la de Luis Sáenz Peña, padre de Roque, quien finalmente declina su candidatura. La Presidencia de Luis Sáenz Peña estuvo marcada por una fuerte oposición y numerosos disturbios. En 1895 presenta su renuncia y lo reemplaza el vicepresidente José Evaristo Uriburu, manteniéndose de alguna manera el predominio del acuerdo entre las fuerzas que acaudillaban Bartolomé Mitre, Julio A. Roca y Carlos Pellegrini. Sin embargo, era difícil y complicada la gestión económica, fruto de la crisis del 90. Para las elecciones de 1898, la candidatura de Roca fue sostenida por el PAN con el apoyo de Carlos Pellegrini. Fueron los conflictos entre el capital y el trabajo el elemento clave en el diseño de políticas sociales de gobierno. En 1902 se sancionó la Ley de Residencia, o ley de expulsión de extranjeros, que buscaba eliminar a quienes eran considerados agentes de 4 perturbación social, extranjeros y anarquistas. Sin embargo, junto con esta política represiva se promovieron otras medidas que dieron cuenta de la importancia que adquiría la cuestión laboral como un aspecto de la cuestión social. En 1904 se envió a las Cámaras un proyecto de legislación del trabajo que, aunque no fue sancionado, contenía un conjunto de medidas que luego formarían parte de la incipiente legislación social de la época. En 1904 se puso en vigencia una reforma a la ley de elecciones estableciendo un sistema electoral por circunscripciones. En virtud de esta reforma, resultó electo el diputado nacional por la circunscripción de La Boca el candidato socialista Alfredo Palacios, primer legislador de esa tendencia que llegó al Parlamento argentino. El arbitrario manejo de los comicios y el control que el oficialista Partido Autonomista Nacional mantenía sobre todas las cuestiones políticas fomentaba el descreimiento política. Frente al nuevo llamado a elecciones, la Unión Cívica Radical se abstuvo de concurrir por falta de garantías. El oficialismo, por su parte, después de reunir lo que se daba en llamar “convención de notables”, designó candidatos a Manuel Quintana y a José Figueroa Alcorta para presidente y vicepresidente respectivamente. Sin oposiciones a la vista, el camino quedó allanado para los candidatos oficialistas, quienes asumieron el gobierno en octubre de 1904. El gabinete de Alcorta no fue un modelo de funcionamiento estable. Las crisis ministeriales eran síntoma de la fragilidad en la que se movía la coalición que lo llevó al gobierno. En el Congreso también se manifestaba la crisis. Sin embargo, el gobierno de Alcorta estuvo signado por la prosperidad, que se expresaba en las cifras del comercio exterior y en el crecimiento paralelo de las rentas de la Nación. Pero los gastos también aumentaron, tanto por los recursos destinados a reforzar la marina como por las reparticiones para la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo. Además las obras públicas tuvieron un auge importante: canales, caminos, obras de riego y puertos se construyeron en las provincias y en los territorios nacionales. En esta época se inauguró el Palacio del Congreso Nacional, en cuyo recinto se realizaron las sesiones legislativas del año 1906. Y durante esta etapa, la red ferroviaria aumentó aproximadamente 7000 km en cuatro años. El Centenario de la Revolución de Mayo fue motivo para celebrar fastuosamente lo que era visto o imaginado por algunos como la entrada definitiva de la Nación al grupo de los países prósperos del mundo. Sin embargo, el Centenario fue también escenario de protestas. Las agitaciones obreras aumentaron, siendo parte de un síntoma que evidenciaba las desigualdades que el nuevo orden capitalista generaba. Entre los conflictos de la época cabe recordar la huelga general de la primera semana de mayo de 1909, llamada “semana roja” justamente porque fue severamente reprimida. Una consecuencia dramática fue el asesinato, poco tiempo después, del Jefe de la Policía, Ramón L. Falcón, por un joven anarquista llamado Simón Radowitzky. La actitud represiva del Estado se hizo aún más visible con la sanción de la Ley de Defensa Social en 1910, que estableció que quedaba prohibida la entrada al país de “los anarquistas y demás personas que profesen o preconizan el ataque por cualquier medio de fuerza o violencia contra los funcionarios públicos o los gobiernos en general o contra las instituciones de la sociedad”. Las ideas anarquistas cumplieron un papel central en este período a partir del apoyo brindado a los movimientos obreros. El año 1902 coincidió con la primera huelga general y con 5 la creación de la Federación Obrera Argentina. El gobierno adoptó una postura que osciló entre la represión y el intento de asimilar el anarquismo al movimiento sindical regulando sus actividades. Uno de estos intentos se plasmó en el proyecto de Código de trabajo a cargo de Joaquín V. González en 1904. Los grupos activistas anarquistas fueron identificados con la inmigración europea y se plantearon medidas represivas en contra de sus medios de acción directa, como fueron las leyes de residencia y de defensa social. El Centenario, entonces, representó un momento de ascenso del pensamiento político, que erosionaba las viejas convicciones de la oligarquía tanto como agudizaba los conflictos y las divisiones en su seno. Su optimismo corría peligro por el estallido de numerosas huelgas parciales y generales, que llevó a decretar en cinco oportunidades el estado de sitio. Entonces, el Centenario fue también una ocasión para la reflexión crítica, que se hizo visible en el plano filosófico, en el pensamiento económico y sociológico, en el ensayo histórico y literario, etc. Al finalizar la presidencia de Figueroa Alcorta, surgieron dos candidaturas: la de Roque Sáenz Peña, sostenido por la Unión Nacional, antiguo PAN y por la mayoría de los partidos provinciales y la de Guillermo Udaondo, sostenido por el Partido Republicano. El primero, modernista y opositor a la facción roquista resultó elegido junto a Victorino de la Plaza, en una elección donde los radicales volvieron a proclamar la abstención. La libertad en los comicios fue una consigna que se materializó en el proyecto de reforma de la ley electoral. En él se establecía el voto universal, masculino, secreto y obligatorio y la representación de las minorías mediante el sistema de lista incompleta. El Partido Socialista planteó la importancia de la extensión de la ciudadanía política a las mujeres, pero su exclusión se mantuvo hasta 1951.La política de Roque Sáenz Peña tenía un punto de coincidencia con el radicalismo en la necesidad de establecer el ordenamiento electoral. Luego de la ley electoral, el radicalismo modificó su actitud y se aprestó a participar de los comicios. La reforma de 1912, conocida como “ley Sáenz Peña” cerraba un ciclo y abría otro. Entre 1880 y 1912, la sociedad había cambiado en tamaño y complejidad. Aun así, el orden político había demostrado poca flexibilidad y muchos ciudadanos permanecían marginados. De esta contradicción, surgiría para algunos miembros de la elite, la necesidad de reformas para crear las condiciones de nuevos ciudadanos, más racionales y menos sujetos a las presiones y a las manipulaciones. Cobra importancia en todo este proceso el partido político, como actor organizado que condensará necesidades colectivas por encima de las personalistas. En abril de 1912 se realizaron las primeras elecciones legislativas en las que se aplicó la nueva ley, con la participación de tres partidos: la UCR, el Partido Socialista y la Liga del Sur. En esos comicios votaron los varones argentinos mayores de 18 años. En la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe triunfaron los radicales, en el resto de las provincias se mantuvo el dominio de las fuerzas políticas tradicionales. Las elecciones de 1914 acentuaron esta tendencia, que cristalizaría en 1916. El partido radical llegará al gobierno de la mano de Hipólito Yrigoyen, inaugurando la novedosa ley Sáenz Peña y plasmando el primer ensayo de participación democrática. 6 La Economía La Argentina se integró al mercado internacional durante la segunda mitad del siglo XIX, mediante la producción de bienes primarios exportables. La base del crecimiento económico fue la incorporación de nuevas tierras a la producción. La zona pampeana fue la región donde tuvo lugar la mayor expansión tanto de la ganadería como de los cultivos de granos. Tierra y trabajo fueron los requisitos para la explotación de la ganadería refinada y del cereal. El pasaje de la tierra pública a manos privadas continuó durante ese período, pero a medida que se incorporaban al proceso productivo se registró una creciente valorización que fue limitando también las posibilidades de acceder a la tierra. Durante este período se consolidaron los criadores de ganado refinado y hubo un vertiginoso crecimiento de los saldos exportables de la producción agrícola. La estancia mixta se conformó como una unidad productiva que facilitaba la alternancia de actividades económicas de acuerdo con los precios internacionales, lo que favoreció el incremento rápido de los beneficios. Dentro de la ganadería se produjo una división y una especialización entre los criadores de animales y los invernadores que los engordaban, aunque algunos individuos realizaban ambas tareas. Los invernadores tenían una actividad de tipo comercial, pues compraban el ganado, lo engordaban y lo vendían a los frigoríficos. Esta actividad hacía fluctuar los precios del ganadero criador, siendo una fuente de tensión que llegaba a debates parlamentarios y se expresaba a través de diferentes posturas dentro de la Sociedad Rural Argentina (asociación patronal fundada en 1866, que representaba al sector más tradicional de propietarios de tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería). La transformación agrícola colocó a la Argentina entre los primeros puestos de exportadores de trigo, maíz y otros granos. En 1880 se habían exportado las primeras bolsas de cereales. Diez años después, miles de toneladas de trigo salían de los puertos argentinos hacia Europa. Y en los primeros años del siglo XX, esa cifra se elevaba a millones de toneladas. Esta revolución cerealera produjo cambios cruciales en las exportaciones argentinas. Los productos agrícolas (trigo, maíz y lino) aumentaron su participación en el total de las exportaciones entre 1876 y 1895. Después, otros productos (avena y centeno) se incorporaron a los bienes agrícolas exportables. Los principales compradores fueron Inglaterra, Alemania, Bélgica y Holanda, quienes para esa época, establecieron algunas firmas exportadoras en el país y sus filiales y organizaron el comercio y el crédito por medio de agentes, intermediarios, molinos y comerciantes locales. El ganado tuvo un desarrollo similar. Con la importación de animales de cría, el ganado criollo dio paso a un tipo de ganado más refinado, apto para la exportación de carnes. El envío de ganado en pie y, en los primeros años del nuevo siglo, de carne congelada y luego enfriada, ubicó a la Argentina entre los primeros países exportadores de productos pecuarios. La industria de la carne no estaba totalmente en manos argentinas, el capital británico primero y luego el norteamericano, levantaron grandes frigoríficos y se apropiaron de los beneficios generados por este producto de exportación de primer orden. La expansión de actividades agroindustriales se generó a partir de tres elementos fundamentales: la extensión de las líneas ferroviarias, la protección estatal y el incremento de 7 la demanda por el aumento de la población. El crecimiento de las actividades azucareras y vitivinícolas dependía del abaratamiento del costo del transporte, que se logra con el ferrocarril. Este elemento es crucial para pensar la unidad política porque habrá de contribuir a una mayor integración económica. El Estado nacional tuvo una activa participación en el desarrollo de las agroindustrias pues intervino con medidas de protección, como por ejemplo la implementación de tarifas aduaneras o regulando el mercado. El aumento de la demanda se debió al incremento de la inmigración que tenía entre sus hábitos de consumo a estos productos. El descubrimiento de petróleo en 1907 en Comodoro Rivadavia, introdujo un elemento nuevo en el plano de las actividades económicas. El crecimiento de este sector, unido en esos años a una fuerte presencia estatal, provocó una fuerte atracción de capitales y de mano de obra inmigrante de los más diversos orígenes. El comercio era activo y sostenido particularmente con Chile. El ferrocarril, como ya señalamos, es una de la claves del proceso de transformación económica en general y de la producción agropecuaria en particular. La red ferroviaria se distribuyó en cuatro grandes sistemas, red central, red del oeste, red del pacífico y red del sud. Trasladaba los productos del campo y del interior hacia las grandes ciudades para su consumo y hacia el puerto para su exportación. A la vez, permitía la distribución de los productos importados en distintos lugares del país. La red ferroviaria progresó año tras año. Si se toma en cuenta la escasa población del país, podemos observar que este sistema fue uno de los más destacados en todo el mundo. El sector ferroviario fue un negocio de los capitalistas externos, que representaban a más de un tercio del capital extranjero invertido en la Argentina hasta la primera década del siglo XX. La instalación de líneas ferroviarias favoreció las exportaciones de lana hasta que la explotación del bovino la desplazó hacia el sudoeste y crecieron los envíos de carne de oveja congelada, vacunos (congelados y enfriados), cereales como trigo, maíz, avena, cebada y centeno, así como el tanino y la madera de quebracho. También fue importante en el plano interno, pues impulsó las relaciones comerciales entre las zonas que comunicaba y el traslado de personas. El trasporte de carga y pasajeros se expandió notablemente y el volumen del movimiento de pasajeros es asimismo un indicador de la gran movilidad espacial de la población. La industria creció lo suficiente como para satisfacer la demanda interna de consumo. El censo de 1895 señaló la existencia de 22.204 establecimientos industriales que empleaban145.650 personas, de las cuales un 63% eran extranjeras. En 1914 existían ya 47.779 establecimientos que empleaban a 410.201 personas, 50% de extranjeros. Hacia fines del siglo XIX, la rama industrial más importante era la alimentación, que agrupaba molinos harineros, saladeros, ingenios azucareros, elaboración de cerveza, aceites, fideos, chocolate, yerba, manteca y almidón e incluía panaderías y confiterías. A esta rama industrial le seguían las de vestido y tocador, fábricas de alpargatas, de tejidos y sastrerías. Completaban el cuadro, los aserraderos, las fábricas de cal, ladrillos, tejas y pequeños talleres mecánicos, herrerías, fundiciones, broncerías y plomerías. En su mayoría, se trataba de pequeños establecimientos con escaso personal y exigua calificación. Hacia 1914, se produjeron 8 algunos cambios importantes por la alta concentración de capital y mano de obra. Por un largo período, los frigoríficos fueron la expresión del crecimiento industrial argentino, que adquirió forma en los primeros años de la década del 80, pero su expansión se verificó recién en los primeros años del siglo XX. Inicialmente, las compañías inglesas y argentinas se repartieron el negocio, pero con la llegada de capitales norteamericanos, se alteró el ordenamiento y las tensiones crecieron, aunque finalmente culminaron con acuerdos comerciales entre los británicos y los norteamericanos. Esos acuerdos significaban el reparto de cuotas de exportación con la correlativa disminución de la participación de los capitales de origen argentino en la actividad. Los ingenios azucareros fueron la expresión de la industria del interior y lentamente fueron incorporando maquinarias más modernas. También se expandieron las refinerías y otros sectores dinámicos como el metalúrgico, donde coexistieron los pequeños talleres junto con las fábricas más grandes. La evolución del comercio exterior constituye la manifestación más importante del crecimiento de la economía argentina entre 1880 y 1914. El extraordinario crecimiento de las exportaciones, tanto en valor como en volumen, se apoyó en el sector agropecuario. Pero esa dependencia argentina de los movimientos de la economía mundial, colocó al país a merced de los precios internacionales y de los niveles de sus importaciones y exportaciones, lo cual generaría conflictos de todo tipo. El período que se extiende entre 1880 y 1916, aunque en el largo plazo puede caracterizarse como de prosperidad, estuvo marcado por violentas subas y bajas. La expansión iniciada en los años 80 culminó con la crisis de 1890, que duró unos 4 años, a partir del cual comenzó un período de recuperación que se sostuvo hasta finalizar el siglo, cuando comenzaron a manifestarse nuevas dificultades económicas. Hacia 1903 se inició una nueva etapa de expansión que se prolongó por unos 10 años. Entre 1911 y 1912, la combinación de varios factores precipitó un proceso que solo el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914- 1919) lo hizo aparecer menos dramático. En cuanto al régimen financiero, a partir de 1880 se dio una constante desvalorización del papel moneda en relación con el oro, que incrementó su valor cuando el gobierno estableció la inconvertibilidad del peso papel. Esa desvalorización del peso comenzó a revertirse con el alza de los precios de las exportaciones. Los mecanismos de financiamiento se basaban en la prenda hipotecaria, de modo que la tierra fue la llave de acceso al crédito que estaba difundido por los bancos. La economía argentina funcionaba con dos monedas de manera paralela: el peso papel (moneda nacional) y el peso oro, que cambiaba su valor de acuerdo con las pautas internacionales. Los pesos moneda nacional eran emitidos por el Estado o por sus bancos, según las necesidades del gobierno, y ello provocaba una constante inflación que hacía disminuir su valor. La relación inestable de la moneda favorecía a los exportadores, que obtenían sus ingresos en moneda valorizada y sus costos eran cubiertos en pesos papel depreciado. La crisis económica de 1890 fue una de las más importantes en el período y sus orígenes son objeto de discusión. Unos acentúan el marco internacional y la fragilidad de la economía argentina, derivada de la necesidad de capitales y la crisis en el balance de pagos. 9 Otros señalan la crisis como producto de la irresponsabilidad de la política nacional en materia monetaria, por generar inflación y desorden en el crédito. La Sociedad El período que va del año 1880 a 1916 constituye una época clave en la historia argentina. La transformación del país se hizo visible en el plano poblacional. Entre 1881 y 1890, unas 650 mil personas llegaron a la Argentina, pero en los años siguientes, más de 1 millón y medio de personas cruzaron el mar rumbo al Río de la Plata. Los inmigrantes constituyeron la masa de trabajadores de los sectores primarios y secundarios, sembraron las tierras y levantaron las cosechas, trabajaron en los talleres y fábricas de las ciudades y dieron vida al comercio y al transporte. El arribo de miles de personas produjo variaciones en el número total de habitantes, en las relaciones entre hombres y mujeres, en las edades y en la distribución regional de la población. La importancia de la inmigración de origen europeo como componente del crecimiento poblacional del país se advierte en la relación que surge de los censos entre la población argentina y la población extranjera. En 1875, el 74,5 % de la población era nativa. En 1914, había disminuido al 69,3 %. La mayor parte de los inmigrantes eran varones adultos, lo que modificó la relación entre sexos al elevar el índice de masculinidad. Esto era más evidente en las grandes ciudades. También se incrementaron las franjas etarias correspondientes a los 20 y 30 años. En cuanto al origen de los inmigrantes, predominaron los italianos y españoles. El flujo de italianos fue siempre mayoritario, el 40% hacia 1914. Inicialmente tuvieron más peso las regiones del norte de Italia pero a partir de 1895 se revierte esa tendencia y el mayor número de personas proviene del sur. Del total de inmigrantes ingresados al país, el 53,2% se quedó. Ese dato da cuenta del alto número de personas que retornó a su país o se redirigió a otro. El importante número de personas que llegó a la Argentina fue acompañado por un rápido proceso de urbanización. Las ciudades crecieron y se multiplicaron a lo largo del territorio. El Censo Nacional de 1869 indicaba que el 33% de la población vivía en pueblos y ciudades; en 1895 ese porcentaje llegaba al 42% y, en el tercer Censo Nacional de 1914, se estimaba que un 58% de los habitantes se hallaba en conglomerados urbanos. La densidad de población en el territorio se fue modificando a lo largo de los años, y entre 1895 y 1914, comienzan a desarrollarse tendencias que se mantendrán a largo plazo: las provincias patagónicas constituyen las zonas menos densamente pobladas del país; las provincias pampeanas aumentaron la densidad de población como producto de la transformación económica vinculada a la expansión agrícola - ganadera, al comercio y al transporte, así como por el desarrollo de industrias y manufacturas que les permitían a su vez, integrarse en el mercado internacional. Las migraciones internas también fueron importantes para el desarrollo de las ciudades y de nuevas zonas productoras que movilizaban a las poblaciones. Entre 1869 y 1895, las provincias norteñas de Jujuy y Salta recibían población, así como también Tucumán y 10

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