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arquitecturas cupuliformes: el arco, la boveda y la cupula PDF

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ARQUITECTURAS CUPULIFORMES: EL ARCO, LA BOVEDA Y LA CUPULA LUIS MOYA BLANCO l. INVENCION PRIMERA DEL SISTEMA ABOVEDADO Y SUCESIVAS INVENCIONES HASTA EL SIGLO ACTUAL. CAUSAS MATERIALES Y ESTETICAS. DE LA CARGA VERTICAL AL EMPUJE El origen de la bóveda está en Mesopotamia, según opinión general. Ar cos, bóvedas y cúpulas son de ladrillo cocido o de adobe; como mortero se utiliza el mismo barro, o betunes y breas. Los historiadores hacen no tar que los sistemas de construcción debieron ser ingeniosos desde el proyecto, pues lo descubierto muestra formas que, salvo los arcos, pue den realizarse sin cimbras ni camones; teniendo en cuenta que no cono cían el uso de la rasilla y el yeso, materiales que evitan el empleo de aquellos medios auxiliares en la mayor parte de los casos, se compren- de que apelasen a procedimientos insólitos en nuestros días. Por ejem plo, se hacían bóvedas de cañón por arcos sucesivos, puestos según pla nos inclinados para facilitar la adhesión de cada uno al anterior; abun daban las cúpulas, que siempre se han podido hacer sin cimbras. Pueblos de prehistoria poco conocida, como los etruscos, hicieron arcos y bóvedas. La «cloaca máxima» de Roma es una de éstas. Parece que en Cartago se hicieron también; incluso se supone que desde aquí, y a tra vés de Sicilia, llegaron a la Grecia de los siglos IV y 111. También se co nocieron en Egipto desde épocas remotas. La arquitectura romana in venta de nuevo la bóveda, y con importancia excepcional; aunque se fun dase en lo etrusco y tuviese noticias de Mesopotamia, sus formas y sis temas constructivos son originales. También lo son las bóvedas bizan tinas respecto de las romanas, y de unas y otras se derivan las escuelas posteriores. Los sistemas árabes y románicos no traen novedades, en principio, pero plantean problemas nuevos que resuelven la casi repentina invención del estilo gótico; éste es un fenómeno asombroso, cuya influencia llega hasta la técnica actual. Comparado con éste, el renacimiento es una re gresi6n a estructuras más toscas, pues no emplea más que una parte de la riqueza de los sistemas romanos, salvo excepciones: las cúpulas de Santa Maria dei Fiori en Florencia y la·de San Pedro en Roma. En éstas parece que se aprovecharon las enseñanzas de lo romano y del gótico para llegar a resultar originales. 97 El barroco continúa lo anterior hasta su fase rococó, en la que se inven ta otra vez el sistema abovedado. Desde las obras de Guarini en Turín hasta la riqueza de soluciones que se encuentra en Baviera, todo el cen tro de Europa parece dedicado en los años alrededor del 1700 a la crea ción de espacios y de formas nunca vistos antes. El hierro lleva consigo nuevos tipos de bóvedas. En 1800 Bélanger cons truye la gran cúpula encristalada del Halle aux Blés de París, con es tructura de piezas fundidas, en general, y otras forjadas; reune la per fección técnica con una gran belleza. Lo mismo puede decirse de la bó veda cilíndrica que cubre la mayor parte del enorme Palacio de Cristal de Londres, obra de Paxton en 1850. El hormigón armado inicia novedades con las bóvedas de Perret, pero las verdaderas invenciones son las de Félix Candela, con sus paraboloi des hiperbólicos y formas análogas; estas bóv:eqas son las propias del nuevo sistema típico del siglo XX. Pero al mismo tiempo se desarrolla la construcción a la ca ta lana, que desde una remota tradición bizantina llega a novedades formales provocadas muchas veces por la propia téc nica del sistema, tal como la permite el uso de la rasilla y el cemento. Guastavino y Gaudí consiguen resultados extraordinarios, que se apro vechan y renuevan a partir de 1939 por los arquitectos de la generación siguiente a la de estos grandes maestros, debido a la escasez de mate riales propios de la construcción moderna de-hoi:migón armado. Respecto de las causas de estas sucesivas invenciones, puede creerse que en general han sido puramente materiales al principio, y que después se han visto sus posibilidades estéticas. Parece, en.efecto, que la manera natural y primitiva de cubrir un espacio es colocar una pieza horizontal sobre dos apoyos verticales; es el caso del dolmen, si se emplea la pie dra, o de la cabaña hecha con troncos, según opinión sostenida desde Vi trubio hasta Laugier. Cuando faltan piedras o maderas de tamaños ade cuados, se ha intentado resolver el problema avanzando piezas peque- . ñas por hiladas sucesivas sobre el hueco a cubrir, como se hizo en el Te soro de Atreo en Micenas, de planta circular, y en las estrechas crujías de los edificios sagrados de Yucatán; con la madera se han hecho solu ciones ingeniosas, que figuran en tratados de construcción del siglo XVIII, por ejemplo, para cubrir salas de dimensiones mayores que la longitud de las vigas disponibles. \ En consecuencia, la acción prevista en lo primitivo como única natural es la gravedad directa, o sea la transmisión vertical de la carga. Cuando se apela a un recurso tan sencillo como es apoyar dos piedras, una con tra otra formando ángulo, en forma de una V invertida, para salvar un hueco mayor que la longitud de cada piedra, se está en el principio de un invento tan importante como la rueda, el cual lleva consigo la repro ducción de'una acción horizontal, el empuje. En éste reside el gran pro blema de los arcos, bóvedas y cúpulas. En algunos países falta o escasea la piedra y la madera. Es el caso de Mesopotamia; como se indicó al principio, parece que allí se inventó la bóveda, pero no se sabe si la idea vino de otro lugar, desconocido por ahora, o si nació en aquél. Tampoco están claros los pasos que condu jeron a tan gran descubrimiento; lo cierto es que al mismo tiempo que ésta hubo de inventarse el ladrillo. Otro punto oscuro es el origen del «iglu» de los esquimales, perfecta cú pula hemisférica formada por bloques de hielo colocados en espiral des- 98 de la base hasta la clave; se conoce la herramienta especial con que se cortaban éstos. 2. PARALELO HISTORICO ENTRE EL ARCO Y LA CERCHA ATIRANTADA. RECHAZO O DESCONOCIMIENTO DE AMBOS SISTEMAS EN LA GRECIA CLASICA Y EN LA AMERICA ANTIGUA. En la historia más conocida se encuentra el hecho curioso de que las es tructuras de fábrica y de madera que producen empujes se dan a la vez en países y épocas determinados, en tanto que las que no los producen se emplean simultáneamente en otros lugares y tiempos. El más insigne de estos últimos es la Grecia clásica. En la Acrópolis de Atenas todo es adintelado, pero a pesar de la excelente calidad del már mol pentélico hubo que apelar a recursos extraños para salvar la gran luz del tramo central de los Propileos. Este tramo tiene además la so brecarga del frontón en su mayor altura. La solución consistió en alige rar la carga sobre el arquitrabe mediante vigas de hierro forjado de sec ción rectangular colocadas en cajas abiertas en el mármol; podían ha ber hecho arcos de descarga ocultos tras el friso, como en el templo de Saturno del Foro Romano, pero no conocían este sistema, o lo rechaza ban por motivos ignorados, ya que no habrían de verse los arcos y por tanto no afectaban a ningún principio ·estético. Al mismo tiempo, la «naos» del Partenón se cubrió con una armadura formada p0r vigas de madera cuya sección se supone, por comparación con otros templos donde se conservan las cajas donde apoyaban, que se ría de 0,70 X 0,50 metros. En el centro de estas vigas cargaba un pilar, también de madera, y sobre él las vigas inclinadas que mediante correas y otras piezas sostenían la cubierta de tejas de mármol. Tan pesada es tructura es extraña en un lugar donde había carpinteros de ribera ca paces de construir las famosas, por ligeras, naves de comercio y de gue rra; no conocieron, en cambio, las cerchas de pares y tirantes. En la América antigua se repitió este fenómeno. Culturas tan elevadas como la de los mayas de Yucatán y Guatemala no hicieron estructuras que produjeran empujes; hicieron huecos en forma de arcos, pero los construyeron avanzando hiladas en voladizo, y procedieron del mismo modo al cubrir crujías, como se ve en Uxmal, por ejemplo. También aquí se encuentran huecos rectangulares con dinteles de cedro sobre los que cargan fachadas de piedra; es de notar que eran pequeñas las piedras que podían obtenerse en esos países, y por tanto no servían para hacer dinteles, aunque los huecos no fueran grandes. El primitivismo constructivo en pueblos tan importantes como los grie gos y los mayas es un hecho inexplicable; también lo es, incidentalmen te, que estos últimos no conocieran la rueda. 3. LA BOVEDA ROMANA. VITRUBIO (50 - 1 a. de C.) Y NERON (54 - 68 d. de C.). PIEDRA, LADRILLO Y HORMIGON. El invento y desarrollo de la bóveda romana se produce en muy poco tiempo; Vitrubio, en tiempo de Augusto (63 a. de C. - 14 d. de C.), no co noce más que los rudimentos de la construcción abovedada a la manera 99 etrusca, y las bóvedas decorativas de listones y mortero colgadas de vi gas de madera. Con los tres emperadores siguientes, Tiberio, Calígula y Claudia, se inicia y se va desarrollando el sistema, que se encuentra com pletamente formado y con todos los recursos propios del mismo en tiem po de Nerón. En poco más de medio siglo se pasa de la construcción helenística· adin telada que explica Vitrubio a la propiamente romana de bóvedas. Se ha querido explicar tan gran innovación técnica y estética por motivos 3.1 prácticos. Por ejemplo, el deseo de hacer edificios incombustibles que surgen en Roma después del incendio en el reinado de Nerón; pero du rante los tres reinados anteriores se hicieron edificios abovedados cada vez más importantes. También se ha pensado en la necesidad de gran des espacios cubiertos para las multitudes que había de reunir el impe rio; sin embargo, se siguieron haciendo basílicas con cubiertas de ma dera a la par que construcciones de bóvedas en otro tipo de edificios. Es de notar que la Basílica Ulpia de Trajano, cubierta de madera, era pa recida en dimensiones y estructura a San Pablo Extramuros, que des~ pués de San Pedro es la mayor de Roma. 3.2 Por otra parte, tales teorías son inútiles para explicar esta gran inven ción, porque si bien «la necesidad aguza el ingenio», no produce ella de por sí el gran número de arquitectos y técnicos necesarios para crear tan tas y tan importantes obras abovedadas en Roma y en todo el imperio, y para darse cuenta de sus posibilidades estéticas; la sala octógona de la Domus Aurea de Nerón es ya el gérmen del Panteón. El material propio de las grandes bóvedas, y aun de muchas pequeñas, es el hormigón de cal, con puzolana a veces, formado sobre encofrados de ladrillo y madera. Los primeros forman los paramentos de los muros gruesos en muchos casos, y en otros forman un entramado de arcos en muros y bóvedas: estos arcos de ladrillo quedan visibles en los para mentos de hormigón, pero todo se ocultaba con el decorado. No está cla ro el papel que desempeñaban las estructuras de ladrillo; se ha pensado que reforzaban las cimbras ligeras de madera, pero en este caso sólo ser virían para los arcos y para las pequeñas zonas visibles que ocupaban en las bóvedas. El resto de ellas es de hormigón, y por tanto ha de ser encofrado. También hay bóvedas en las que lo visible es ladrillo de 0,60 X 0,60 metros colocado en plano, formando una ligera estructura resis tente que si, según parece comprobado, tenía el yeso como mortero, pudo haberse ejecutado sin cimbra a la manera de la bóvedas a la catalana; aunque se hubiese empleado la cal, y si hubiera necesitado cimbra ésta hubiera sido muy ligera porque la obra de ladrillo era casi suficiente Figura 3.1. Interior del Panteón de para resistir el gran peso del hormigón. Agripa. Roma. También existe la hipótesis de que el sistema de arcos sirviese de direc Figura 3.2. Vista interior de la bóve triz para la ejecución de la obra de hormigón; aquellos arcos serían he da del Panteón de Agripa. Roma. chos por especialistas, en tanto que el hormigón lo harían los peones; Figura 3.3. Planta y sección de la lo cual está de acuerdo con lo que se sabe de la organización social-del Basílica de Constantino en Roma. trabajo en Roma. Figura 3.4. Perspectiva seccionada Finalmente, se piensa que en el caso de estructuras de ladrillo quepa de la Basílica de Constantino en san de un lado a otro del muro o bóveda, su objeto es dividir la masa Roma. de hormigón para evitar las grandes retracciones de fraguado que se pro ducirían si esta masa fuese continua, sobre todo en tan importantes cons Figura 3.5. Ejemplo de arquitectura paleocristiana. Mausoleo de Santa trucciones como el Panteón (figs. 3.1 y 3.2), las Termas y el Palatino. Se Constanza. observa que en la construcción de bóvedas los romanos se ingeniaron 100 para simplificar y aligerar las cimbras y camones, a pesar de que su sis tema llevaba consigo el empleo de grandes y pesadas masas de hormi gón. Esta preocupación por reducir el empleo de la madera y de todo lo provisional se manifiesta en las estructuras y hasta en las formas pro yectadas; no todas las bóvedas posibles pueden hacerse sin cimbras pe sadas y costosas. El problema de los empujes fue resuelto de varias maneras; desde lue go, se excluyó el empleo de tirantes. Los contrafuertes suelen ser inte riores en la parte baja, iniciando con ello una tradición que se siguió es pecialmente en España: como ejemplo tenemos la nave de la Catedral de Gerona, la mayor del gótico en el mundo (22 metros); en ésta, los con trafuertes quedan al exterior por encima de las capillas que ocupan el espacio entre ellas en las zonas bajas. El precedente romano más cono cido se encuentra en la Basílica de Constantino (figs. 3.3 y 3.4); en ésta aparecen los contrafuertes en su parte superior como incipientes arbo tantes al estar aligerados aquéllos mediante pequeños arcos. En edificios compuestos de varias salas abovedadas se contrarrestaban 3.3 unas con otras trazando la planta de modo que las bóvedas mayores es tuviesen en la zona central y las menores en la periferia (fig. 3.5); los em pujes se amortiguaban paulatinamente, compensando con diferencias en las sobrecargas la diferencia entre los empujes de bóvedas de distin tas luces. En el Palatino, en la Domus Aurea de Nerón y en la Termas se observa este sistema, que posteriormente llevaron a su perfección los bizantinos. La cúpula del Panteón está aislada y ha de absorber sus empujes en la estructura de su tambor. Este es un muro muy aligerado por hornaci nas exteriores e interiores; aunque su espesor es de más de seis metros 3.4 (aproximadamente el séptimo de la luz del templo, 43 metros), la lige reza de su construcción contrasta con la enorme masa de ladrillo y hor migón de la cúpula que sostiene, que es completamente maciza; sin em bargo, la existencia de 1800 años sin averías, a pesar de varios terremo tos, demuestra que su proyecto era perfecto. También se disminuía el empuje aparejando los riñones del arco o bó veda con hiladas horizontales avanzando en voladizo, que hacían me nor la luz. Una variante que se observa en el Mercado de Trajano en Roma consiste en apoyar cada arranque de las bóvedas por arista que forman la nave sobre la ménsula cuyo frente avanza medio metro apro ximadamante con un ángulo de treinta grados; tan atrevida solución ha requerido ser consolidada en nuestros tiempos con abrazaderas de hie rro. Quizás inspirado por esta bóveda, propuso Viollet-le-Duc un siste ma de arcos sin empuje: el arco apoyaría con toda su carga vertical so bre la ménsula, que actuando como una palanca produciría un par de fuerzas; siendo el punto de apoyo el borde interior del muro, el brazo exterior de aquella palanca produciría una fuerza hacia arriba que se contrarrestaría con la parte del muro construida sobre la zona de apo yo. Afortunadamente no fue construido este sistema de arcos, pues un cálculo serio demostró que no se produciría el efecto imaginado por Vio llet-le-Duc. No es éste el único invento para resolver el problema de los empujes, pues ha habido varios en el siglo pasado y en éste; ninguno ha 3.5 tenido éxito. También se ha intentado evitar los empujes en las armaduras de made ra; en Inglaterra existe desde la-E~ad Media un sistema muy ingenioso, 101 cuyo ejemplo mayor es el gran Westminster Hall de Londres (fig. 3.6), donde se aprecia su relativo éxito; los muros fueron reforzados desde tiempos antiguos. Tampoco resuelven el problema los por otra parte ad mirables arcos de Filiberto de l'Orme (fig. 3.7), en el siglo XVI, obras maestras de la carpintería. 4. LA BOVEDA BIZANTINA Y SU DESARROLLO EN ORIENTE Y OCCIDENTE. CATALUÑA, ROSELLON Y EXTREMADURA. LA VERSION HISPANO-ARABE. 3.6 En su Historia de la Arquitectura (1903) Auguste Choisy establece, con esa claridad algo exagerada que le caracteriza, que la diferencia entre la bóveda romana y la bizantina consiste en que la primera se «moldea» y la segunda se «construye»; lo típico de la romana es el hormigón ver tido en moldes de madera o sobre estructuras ligeras de ladrillo. En este último caso, acabada la obra de ladrillo, que en general adquiere esta bilidad propia y puede prescindir de la cimbra, se tiene ya el germen de lo bizantino y hasta de la bóveda moderna a la catalana. La construcción bizantina comprendió la capacidad resistente de la bó 3.7 veda romana de ladrillo a rosca, sin necesidad de reforzarla con hormi gón, y con esta idea pudo obtener una ligereza que pocas veces habían conseguido los propios romanos: es sin embargo notable que la Domus Aurea de Nerón, una de las más antiguas grandes obras abovedadas, sea tan ligera y tan ingeniosa como las mejores construcciones bizantinas posteriores en cinco siglos. De modo análogo, la construcción a la catalana hizo uso de la extraor dinaria resistencia de la bóveda de ladrillo a tabla, que los romanos ha bían empleado sólo como refuerzo de la cimbra; el sistema se completó con la aparición de la rasilla y del cemento en tiempos modernos, y per mitió nuevas soluciones que aventajan económicamente al hormigón ar mado en muchos casos. En estas formas nuevas se emplea el hierro en zunchos y tirantes, como ya se había hecho con la madera y a veces el propio hierro en tiempos anteriores, pero con mayor facilidad que en és tos. En lo bizantino es de señalar el empleo de tirantes y codales de ma dera en arquerías secundarias pequeñas, pero no en las estructuras prin cipales, cuya estabilidad se confiaba a la obra de ladrillo; la arquitec 3.8 tura musulmana heredó el sistema de las primeras y lo empleó en mez quitas del tipo de la cordobesa que se hicieron en el norte de Africa y sobre todo en Egipto; en ellas, los tirantes o codales de madera están de corados frecuentemente con tallas y pinturas. En España, por el contra rio, no se admitió nunca el empleo de tirantes a la vista, ni de madera ni de hierro, a pesar de que estos últimos se emplearon en Italia duran te el Medioevo y principios del Renacimiento. La construcción a la ca talana ha seguido esta tradicción española y sólo emplea tirantes en na Figura 3.6. Arquitectura gótica. ves de talleres y almacenes. Abadía de Westminster. Capilla de El procedimiento romano de contrarrestar empujes de grandes bóvedas Enrique VII. Esquema de construc ción de bóveda. rodeándolas de otras menores y también de contrafuertes, cuando éstos contribuyen a la belleza de la composición interior y exterior, es perfec Figura 3.7. Castillo de Amet. Phili cionado por los bizantinos y llevado a su extremo en Santa Sofía de berto de L'Orme. Constantinopla (fig. 3.8), en el siglo VI. La ligereza de esta construcción es conocida, aunque algunas de sus estructuras fueron en su origen más Figura 3 .8. Planta de Santa Sofía de Constantinopla. esbeltas y hubieron de ser reforzadas en tiempos antiguos a causa de va- 102 3.9 3.10 3.11 rios terremotos; la cúpula se hundió en el primero de éstos, y según pa rece se reconstruyó con mayor flecha que la original. El sistema de contrarrestos en el eje-oeste consiste en dos medias cúpu las rodeadas por otras bóvedas menores; en el eje norte-sur, por dos enor mes contrafuertes a cada lado unidos por un arco de gran sección (figs. 3.9 y 3.10). El material empleado, en general, es el ladrillo. Los cuatro pilares de la cúpula central son de piedra, con las juntas horizontales de plomo en vez de mortero; ésta es la opinión común de los que han podido estu diar esta estructura, y se explica tal precaución si se consideran las me didas: el diámetro es 32,60 metros y la altura 54,80 metros (según Ba nister Fletcher); este diámetro es un poco mayor que el de San Francis co el Grande de Madrid, cuya altura es igual al diámetro, y además esta cúpula apoya en un tambor circular, en vez de en cuatro puntos como la de Santa Sofía. Las bóvedas son de ladrillo a rosca con mortero de cal. En la cúpula, Figura 3 .9. Sección transversal de los tendeles no parecen ser normales a la superficie de ésta, sino que tien Santa Sofía de Constantinopla. den a inclinarse lo menos posible para facilitar la adherencia de cada anillo sobre el inferior, y hacer así posible la construcción sin cimbra. Figura 3.10. Perspectiva seccionada Los bizantinos, como los romanos, añadían al mortero de cal otras ma de Santa Sofía de Constantinopla. terias para mejorar su fraguado, su resistencia o su impermeabilidad: Figura 3.11. Vista exterior de Santa la puzolana ya citada, arcillas, ladrillos machacados o restos de cerámi Sofía de Constantinopla. ca pulverizados; estos últimos se encuentran en Santa Sofía (figs. 3.11 y 103 3.12 9. Rrivcnn:-Sttn Vitnl; concluido en 547. 3.13 3.14 3.12). En cuanto al ladrillo empleado en este templo, se cree que es el normal incluso en las bóvedas, pues no se han encontrado los de poca densidad hechos de arcillas especiales. Tampoco aparecen aquí los tu bos o vasijas de barro que se emplearon en las bóvedas de San Vital de Ravena y en otras muchas, incluso romanas, para disminuir el peso y el empuje; son el precedente de la rasilla y del ladrillo hueco (figs. 3.13 y 3.14). En conclusión, se observa que la arquitectura bizantina avanzó sobre la romana en la solución de los dos problemas económicos que plantea la construcción de bóvedas: los empujes y las cimbras. Para ello se valió de todos los recursos de la arquitectura, desde el modo de componer el edificio en el proyecto hasta la elección, y a veces la invención, de los materiales y medios auxiliares. De este modo fue constituyendo un es tilo de construir que se introdujo en la zona de Cataluña y Rosellón~ y se conservó en su arquitectura popular a través de los siglos; la arqui tectura «culta», por el contrario, se dejó arrastrar por la corriente euro Figura 3.12. Vista interior de la bó pea del románico y por la construcción en piedra que parece natural en veda central de Santa Sofía de Cons ese estilo. De todos modos, también el románico debe a lo bizantino más tantinopla. que a lo romano, especialmente en el sistema de transmisión de empu Figura 3.13. Iglesia de San Vital. jes por medio de la organización del edificio. Rávena. Planta. Es importante la versión popular de la bóveda antigua que se practicó Figura 3.14. Iglesia de San Vital. en Extremadura hasta nuestro siglo: Se hacía un solo tablero de ladri Rávena. Vista exterior. llos grandes delgados, más bien losas, cogidos con yeso y sin cimbra, en 104 forma de bóveda vaída; sobre él se formaba un macizo de hormigón de cascote, a veces con escorias ·y carbonilla, y pobre en cal y arena. Los empujes se resolvían en los muros de tapial de gran espesor. El sistema tiene más aspecto romano que bizantino. Lo bizantino, por el contrario, tuvo su más refinada versión en las esca leras, precedentes de las modernas a la catalana, que se hacían en Ca taluña, Valencia y Baleares; durante el siglo XVIII se construyeron algu nas que pueden considerarse piezas únicas en la historia de la arquitec tura por su belleza y elegancia. Sus bovedillas eran tableros sencillos o doblados de ladrillo macizo; en el primer caso, el alarde constructivo lle ga a la temeridad, pero han resistido hasta ahora. La versión hispano árabe de lo bizantino no limita su interés a los monumentos de este es tilo. Los procedimientos constructivos se aplicaron en la arquitectura vernácula, como debió ser en el caso citado de Extremadura, en el estilo románico y más tarde en la Capilla de Talavera del claustro en la Cate dral de Salamanca, donde los arcos se decoran caprichosamente; en es tos últimos casos se aplicó la bóveda de arcos cruzados derivada de los modelos de la Mezquita de Córdoba; la que precede al mihrab está fe chada en el año 965, y no se conoce con seguridad ninguna más antigua, aunque hay algunas en Oriente Medio que pudieran ser aproximada mente contemporáneas de las cordobesas. Posteriores hay muchas en la India musulmana, llegando el sistema hasta 1656, como fecha segura; entre ellas es famosa por su atrevimiento la del Mausoleo de Mahmud Abul Shah en Bijapur, que cubre un cuadrado de 41 metros, según Bat ley (Indian Architecture, 1948), con la particularidad de que los arcos cru zados dejan en el centro un círculo de 37 metros de diámetro para una gran cúpula, en vez del pequeño óculo normal en España. El tipo de cúpula de dos hojas de ladrillo a rosca dejando hueco entre ellas y unidas por costillas y enlaces de igual fábrica se encuentra en la Mezquita de Sultanieh, Persia, según Choysi; tiene 25 metros de diáme tro y prefigura de un modo notable la de Brunelleschi, aunque éste no pudo tener noticia de aquélla. Volviendo a la comparación entre las obras de fábrica y de carpintería, debe recordarse que la misma estructura de esta cúpula se encuentra en la Mezquita de la Roca en Jerusalén, pero realizada en madera con la técnica de los carpinteros de ribera, según opinan los que han podido estudiarla, ya que el sistema de costillas no es visible por quedar entre las dos hojas. Cúpulas de madera se hicieron en el estilo hispano-árabe y en el mudé jar, pero su técnica es diferente de ésta, ya que corresponde más bien a la «carpintería de lo blanco» de López Arenas. Existen además falsas bó vedas con las nervaduras talladas en bloques de madera, sin ningún pro pósito estructural, como la instalada en la~Museo Arqueológico de Ma drid. S. EL SISTEMA GOTICO. UTILIDAD PRACTICA DE LA FORMA ESPAÑOLA DEL GOTICO La solución del problema de los empujes ha evolucionado, si se permite una simplificación exagerada, desde el contrarrestro por volúmenes pe sados en Roma hacia el de superficies de bóvedas en lo bizantino, y des- 105 de éste al sistema de líneas de fuerza en el gótico; las excepciones son numerosas en cada caso, pero la tendencia general es, más que innovar radicalmente, hacer patente lo que ya está en principio en lo romano: por ejemplo, las enormes bóvedas por arista de unas termas como las de Diocleciano llevan cargas y empujes a puntos concretos como en una bóveda gótica, pero en ésta el contrarrestro se hace extraordinariamen te visible por medio de los arbotantes y contrafuertes, que se convierten en el motivo estético que domina el aspecto exterior; en Roma, por el contrario, se disimula la solución al problema y se prefigura en parte el sistema bizantino de contrarrestos entre bóvedas, y también se anuncia el arbotante, aunque muy modestamente, en la Basílica de Constantino. En España se hace estilo gótico de diversas maneras. En algunos casos se quiere repetir aquí lo más puro del arte de la Isla de Francia; el me jor ejemplo es la Catedral de León, que en lo esepcial de su composición repite a escala menor, dos tercios aproximadamente, la de Reims (figs. 3.15, 3.16 y 3.17), pero es de notar que los elementos resistentes son pro porcionalmente más robustos en ésta que en León. El atrevimiento estructural que se observa en León no es único en Es paña, dentro de nuestra interpretación del gótico ortodoxo. Un caso cu rioso entre muchos es la extrema delgadez de los arbotantes de la Igle sia parroquial de Lequeitio; como están sometidos a la corrosión del aire del mar su escasa sección es temeraria, pero al parecer no han necesi- 3 .1 S tado reparaciones importantes desde su construcción. Estos atrevimientos son extraños cuando se carece de la experiencia que poseían los arquitectos franceses, tal como la describe Choisy en su obra citada; pueden seguirse en ellos los pasos que condujeron a la solución de tan atrevido sistema de contrarresto (figs. 3.18 y 3.19). Otra forma de estilo gótico es la de Cataluña, Rosellón, Provenza, Ba leares, y en general las regiones levantinas de influencia clásica. En és tas tiene poca aceptación el modelo de la iglesia de nave central muy alta y laterales bajas, que exigen emplear el sistema de arbotantes an tes referido. Aquí se prefiere evitar este contraste de alturas para acer carse, por el contrario, a la creación del espacio unitario, aunque sean precisos los pilares como en el caso anterior, pero en éste sostendrán bó vedas de altura parecida que hacen menos importantes. los arbotantes como determinantes del aspecto exterior del edificio, aunque en general siguen siendo necesarios. 3.16 De este modo, los grandes arbotantes de la Catedral de Palma de Ma llorca (figs. 3.20, 3.21 y 3.22), uno de los mayores templos de piedra exis tentes en el mundo, apenas tienen importancia en la vista principal, que es el costado recayente a la bahía; la apretada fila de contrafuertes gran des y pequeños es el motivo más interesante de la fachada. Es lo con trario de la vista de Notre Dame de París, donde los arbotantes de gran luz del ábside forman el tema que se impone al espectador; los ve como remos del navío sugerido por este aspecto de la catedral. La compara ción entre estos dos casos contrarios se hace poco menos que obligada por la situación de ambas catedrales, al borde del agua y contando, al parecer, con ella, para componer sus fachadas. Figura 3 .15. Catedral de Reims. El último paso para evitar los arbotantes es la iglesia-salón o Hallenkir Planta. che alemana, de tres naves iguales en altura. Las lonjas levantinas son Figura 3 .16. Catedral de Reims. también de este tipo, y sus estructuras son más atrevidas aún que las Sección transversal. iglesias, con ser éstas en general verdaderos alardes de ligereza en sus 106

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En el caso de bóvedas cupuliformes con linternón central de mucho peso, contar con la cimbra, y como faltaba el peso del linternón en la clave,.
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