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Arqueología prehistórica de Santo Domingo PDF

395 Pages·1972·70.949 MB·Spanish
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ARQUEO LOGIA PREHISTORICA DE SANTO DOMINGO DR. MARCIO V. MAGGIOLO ARQUEOLOGIA PREHISTORICA DE SANTO DOMINGO MARCIO VELOZ MAGGIOLO Director de Investigaciones del Museo del Hombre Dominicano Miembro del Instituto Dominicano de Investigaciones Antropológicas Profesor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo Q En Memoria de Narciso Alberti Bosch y Emile de Boyrie Moya, pioneros Al amigo José Antonio Caro Alvarez a quien debe la Arqueología Prehistórica Dominicana su actual etapa de florecimiento McGraw-Hill Far _Eastem Publishers (S) Ltd - Singapore New York · St. Louis · San Francisco · Dusseldorf · Johannesburg · Kuala Lumpur London · Mexico · Montreal · New Delhi · Panama · Rio de Janeiro · Sydney · Toronto © 1972 Fundación de Crédito Educativo de la República Dominicana 123456789S98765432 Agradecimiento: Al Instituto Cartográfico Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo por el uso de sus mapas que aquí se reproducen Portada: Olla Taína de la Colección Lluberes Impreso y encuadernado en Singapur Por McGraw-Hill Far Eastern Publishers (S) Ltd. INDICE GENERAL PREFACIO . Vll CAPITULO I 1 Historia de los estudios y fuentes. El siglo XX. Estado de la cuestión. Objetivos de este estudio. CAPITULO 11 25 Las Antillas. Historia geológica y geología. Clima. Santo Domingo: Historia geológica y geología. Orogénesis. La hidrograjia y las regiones naturales. Vegetación y fauna. La fauna y la flora en los cronistas. Clima. Climas locales. Ecología y poblamiento. CAPITULO 111 69 Las Culturas preceram1cas. Características del precerámico. Series y complejos relacionables. Reconstrucción etnológica del ciboney. Las Culturas cerámicas. Características de los yacimientos de Santo Domingo. Estilos cerámicos originarios. Series y complejos relacionables. Resumen tipológico de los complejos relacionables. El estilo Boca Chica. Los motivos básicos: combinaciones y frecuencias decorativas. CAPITULO IV 151 Repertorio de yaczmzentos arqueológicos de Santo Domingo. Los yacimientos pictográficos y petroglíficos. Areas o zonas. Relación de los yacimientos más importantes. CAPITULO V 175 Esquema Histórico-Cultural: Ergología. CAPITULO VI 215 Esquema Histórico-Cultural: Sociedad y Creencias. CONCLUSIONES 270 V INDICES INDICE DE LAMINAS 273 MAPAS 275 FIGURAS 276 CUADROS 276 APENDICES 278 DOCUMENTOS 336 BIBLIOGRAFIA 349 vi Este trabajo es un estudio tentativo tanto de la prehistoria de la isla Española como de los estadios arqueológicos que hasta el momento han podido ser determinados en la misma. Por lo tanto intentaremos con él proporcionar una visión general del estado de la cuestión. Pretendemos, por lo menos, ordenar una serie de importantes datos muy dispersos, porque hasta el momento la arqueología del área antillana adolece de haber sido estudiada no en su conjunto, sino particularmente, de isla en isla, existiendo, como es natural, numerosas denominaciones para un mismo fenómeno o una misma expresión cultural. No contamos, hasta el momento, con una datación firme y abundante para todas las islas antillanas, y en lo relativo a La Española las fechas radiocarbónicas y las pruebas de este tipo han sido mínimas. Es preciso trabajar, entonces, atentos a los lugares antillanos fechados con cierta seguridad y atendiendo simultáneamente a la tipología general en zonas como el norte de Venezuela y las islas Vírgenes, fechadas recientemente, por lo que nos brindan la oportunidad de ordenar un posible cuadro .de los diversos poblamientos partiendo de la identificación de los estilos arqueológicos. Para yacimientos de origen precerámico o preagrícola, tenemos algunos datos radio carbónicos confiables en Puerto Rico, Cuba, Curazao y la propia Venezuela. Esto contribuye de manera eficaz a una aclaración de viejas ideas y a poner al día cierto tipo de expresiones ya líticas o cerámicas antes confusas y quizás mal interpretadas. Sin embargo es posible hacer constar que la arqueología y la prehistoria en el área antillana son bastante desconocidas. No existen clasificaciones definitivas del mayor número de rasgos y expresiones. Los informes son mínimos pese a la enorme cantidad de material inédito, y la mayoría de los arqueólogos extranjeros que han laborado en las Antillas desconocen el numeroso conjunto de colecciones privadas cuyos objetos y ajuares son celosamente guardados. Por otra parte, muy poco sabemos del proceso ecológico que hizo factible la creación de un medio propicio para que el habitante de las Antillas alcanzase la total sedentarización o se mantuviese como sedentario una vez llegado al ámbito donde se desarrollaron las culturas que vamos a estudiar. Por ejemplo, no existe aún un estudio o trabajo fundamental sobre el origen de la fauna y la flora antillanas. Los estudios geológicos son mínimos, y en la mayoría de los casos están ligados a estudios realizados en zonas continentales, resultando así un complemento de investigaciones generales y no verdaderas incursiones científicas particulares en lo relativo al área. Nuestro esfuerzo ha de ser, muchas veces, teórico, imaginativo en ocasiones, hipotético por la falta de recursos y la ambigüedad de ciertas fuentes. Desgraciada mente no somos el único caso; ha sido a finales del siglo XIX y en el siglo XX cuando la arqueología se ha decidido, por razones explicables, a abandonar como definitivo el estudio de las zonas monumentales, para tocar el campo de los períodos llamados "formativos", básicos, en la mayoría de las ocasiones, en el desarrollo tanto de las llamadas "altas culturas", como para explicar la dispersión de formas cerámicas y de otra índole cultural de aspecto no nuclear. De ahí que los recientes estudios de Ford (1969), Meggers y Evans (1964-65), Coe y Flannery (1967), Rouse y Cruxent vii (1961-63), hayan comenzado a facilitar toda una serie de sugerencias sobre posible dispersión hacia las Antillas desde zonas que antes se consideraban no relacionables con este medio. La consecución de fechas absolutas para este material cerámico y no cerámico abre la posibilidad a estudios posteriores para tratar de establecer la evolución y dispersión de estilos que muchas veces fueron considerados locales. Hasta finales del siglo XIX las Antillas fueron estudiadas bajo el criterio de que eran un conjunto separado del resto arqueológico americano. Diríase que existía la visión de las Antillas determinada, más que por el proceso arqueológico y prehistórico, por el concepto histórico-social que de ellas se tuvo en los siglos XVII y XVIII, sobre la base del fenómeno colonialista. La visión histórica no siempre camina de acuerdo con la ciencia, y mucho menos cuando está condicionada por los interesados resortes del colonialismo. Por lo tanto las Antillas eran diferentes en cuanto Francia era la dueña de la parte .o este de la isla Española o de buena parte de las Antillas Menores, o en cuanto Inglaterra era la dominadora de Jamaica, o en cuanto Holanda fue la poseedora de Curazao, Aruba y Bonaire, o bien en cuanto España seguía rigiendo los destinos de Puerto Rico, Cuba, o Santo Domingo. La danza de las posesiones europeas de ultramar dio a nuestra historia antillana muy diversos matices, y Gua dalupe, por ejemplo, dentro del contexto histórico de los siglos XVII, XVIII y XIX, fue diferente de Jamaica, o de Puerto Rico, o del Santo Domingo norteamericano de 1916-24. Bajo esta visión influída por la historia de las posesiones y no por la historia verdadera del pueblo mismo, se comenzó a trabajar en el campo arqueológico antillano. Así como eran numerosos los compartimientos estancos propiciados por la historia colonial de las Antillas, se consideró, inconscientemente quizás, que también la prehistoria respondía a compartimientos estancos. Esta era la actitud mental de la época. Espíritus de gran finura intelectual, como el de J. Walter Fewkes, entrevieron inmediatamente, a prmcipios del siglo, la "curiosa" similitud entre el ajuar arqueológico del ámbito antillano. Ya Brinton se había lanzado a estudiar la lengua arawaca de las Guayanas (1871), y su labor pudo servir de base a Fewkes (1907) para establecer .la posibilidad de una unidad prehistórica antillano-continental con él norte de Sud américa, unidad que analiza ricamente Sven Loven ( 1935), en una labor de resumen e interpretación excepcional. Nuestro estudio, con todas las fallas de terreno que pudiesen presentarse, se hará partiendo del fenómeno antillano como unidad, porque existen ya suficientes datos como para asegurar una continuidad cultural en todo el arco antillano, continuidad que entronca con las islas Bahamas, al norte de Cuba y Santo Domingo, cuya cultura, si bien pudo haber dependido en una lejana época de influencias floridianas, cuajó en el aspecto cultural agrícola y cerámico, con la presencia del poblamiento arawaco, que unificó su expresión con la del área antillana. Como nuestro estudio no pretende abarcar el área completa, sino, exclusivamente, la isla de Santo Domingo, quede claro el supuesto general del cual partimos, y nuestra posición de que es una lamentable pérdida de tiempo seguir tipologizando materiales con respecto a lugares cuando ya el estilo existe, y creando la enorme confusión que proporciona el hecho de que una misma expresión cultural alcance a tener cinco, seis y hasta más nombres, cuando se trata de algo que puede perfectamente situarse con una simple denominación única o unificadora. Quiero expresar las gracias al arqueólogo José Alcina Franch, a los compañeros profesores dominicanos Emilio Cordero Michel, E. de Jesús Marcano, Manuel de Jesús Mañón Arredondo, Femando Morbán Laucer, Francisco Henríquez Vásquez, y Aída Cartagena Portalatín, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, por las molestias que de un modo u otro se han tomado al proporcionarme materiales e informaciones para este trabajo. Asimismo deseo expresar mis mejores gracias a los vi i i señores Betty J. Meggers y Cliffo rd Evans, de la Institución Smithsoniana, por su colaboración con materiales y consejos. Debo agradecer al profesor Manuel Ballesteros Gaibrois sus opiniones y consejos de carácter formal, y así mismo al amigo Juan José Ayuso, de la Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago, República Dominicana, su envío de datos y materiales de difícil consecución. Deseo hacer mención del empeño, cariño e interés que se ha tomado por mi labor el profesor Dato Pagán Perdomo, quien ya en España me ha animado en la consecución de ciertos resultados científicos muy positivos para el esclarecimento de constumbres y rituales entre las tribus o grupos antillanos, mención que no estaría completa si no me refiriera al desinterés y el entusiasmo con que me fueron mostradas por sus propietarios las siguientes colecciones arqueológicas: Manuel García Arévalo, Samuel Pión, Mario Lluberes, Sodas, Pedro Casals Victoria, José Antonio Caro, Museo Nacional y Museo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, instituciones estas últimos en cuyos directores - doctor Ramón Lugo Lovatón y doctora Aida Cartagena - encontré facilidades y magníficas muestras de buena voluntad. Agradezco a los dibujantes españoles Miguel Peinado y Vicente Viñas, del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte de Madrid, su ayuda desinteresada. Por último deseo manifestar mi agradecimiento a los científicos españoles Dra. Josefa Menéndez Amor, de la cátedra de Micropaleontología de la Universidad Central de Madrid, Dr. Jesús Galván, del Laboratorio de Edafología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y Dr. Domingo Martín, del Centro Nacional de Química, por su colaboración en el estudio y análisis de varias muestras de material obtenido en los yacimientos dominicanos de Jubéy Boca Chica y Los Paredones, Distrito Nacional, cuyos resultados aparecen como documentación en el presente trabajo. Madrid, 1970 ix

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