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armas y utiles metalicos del bronce final en la mese fa norte PDF

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ARMAS Y UTILES METALICOS DEL BRONCE FINAL EN LA MESE FA NORTE * por JULIO FERNÁNDEZ MANZANO Si en la actualidad los trabajos referidos a la Protohistoria de la Cuenca del Duero han cobrado un notorio auge, todavía la imprecisión es una de las características que atañen a la realidad de este período. Dicho rasgo, sin la precariedad de las fases precedentes, tampoco resultaría ajeno al hori- zonte que en el presente trabajo pretendemos analizar, el Bronce Final. Aun cuando desde las primeras décadas del siglo ya se comienzan a divulgar algunos hallazgos relacionados con la Edad del Bronce —los de Gómez Moreno 1, el Padre Morán 2 y con alguna posterioridad los de Alma- gro —, la primera síntesis cultural de importancia no surgirá hasta 1959, concretada en la obra de Maluquer 4: «Bases para el estudio de las culturas metalúrgicas de la Meseta». En ella, y tomando como referencia este signi- ficativo aspecto, la metalurgia, se establece una secuencia cultural que, con diversas revisiones y matizaciones, ha servido de punto de partida para no * El presente trabajo es un resumen de la Tesis Doctoral que sobre el terna: «Armas y útiles metálicos del Bronce Final en la Meseta Norte», se presentó el día r de enero de 1982, ante el siguiente tribunal: Presidente: Dr. D. Alberto Balil catedrático de la Universidad de Valladolid; Vocales: Dr. D. Juan José Martín González, Catedrático de la Universidad de Valladolid, Dr. D. Alfonso Moure Romanillo, Catedrá- tico de la Universidad de Valladolid, Dr. D. Ricardo Martín Valls, Profesor Adjunto de la Universidad de Salamanca y Dr. D. Germán Delibes de Castro, Profesor Adjunto de la Universidad Complutense de Madrid. Recibió la calificación de Sobresaliente cum laude. 1 GÓMEZ MORENO, M., Catálogo Monumental de España. Provincia de León, Madrid, 1925. 2 MORÁN, C., Reseña histórico-artística de la provincia de Salamanca, Acta Salaman- ticensia, II, 1, Salamanca, 1946. 3 Son muy numerosas las publicaciones de este autor referidas a la Edad del Bronce Peninsular, y al mismo se debe el conocimiento de buena parte de los materiales broncí- neos que conforman el inventario de los de la Meseta Norte (ALmAGRo, M., Bronces dr la Meseta en el Museo Arqueológico de Barcelona. Una espada del Río Esla, BSAA.. VT. 1939-1940, p. 47-55; IDEM., El hallazgo de la Ría de Huelva y el final de la Edad del Bronce en el Occidente de Europa, Ampurias, II, 1940, p. 85-143. Este mismo autor es el responsable de la práctica totalidad de los Inventaria Archaeologica, donde se catalogan depósitos de la Edad del Bronce). 4 MALUQUER DE MOTES, J., Bases para el estudio de las culturas metalúrgicas de la Meseta, Primer Simposium de Prehistoria de la Península Ibérica, septiembre de 1959, Pamplona, 1960, p. 125-150. 6 JULIO FERNÁNDEZ MANZANO pocos trabajos posteriores. Pese a lo relevante de la misma, aquella no lleva implícita, sin embargo, una verdadera identificación del Bronce Final, por cuanto se refiere de forma sincrónica a determinados depósitos —Huerta de Arriba, Coruña del Conde, etc.— y otros hallazgos metálicos —Diego Alvaro, Oblanca, etc.— con la Primera Edad del Hierro; a la vez que dilata en exceso este último Bronce, hasta los inicios del siglo vi, momento que en la actualidad se considera ya estaba plenamente arraigada la Edad del Hierro. Trabajos recientes 5, cimentados sobre todo en el análisis de materiales cerámicos, han permitido observar una nueva distribución cultural, y crono- lógica por añadidura, según la cual, será Cogotas I la fase que interesa a las postrimerías del Bronce Medio y la casi totalidad del Bronce Final; si bien, con excepción de contados elementos —fíbulas de codo, un puñal, dos bra- zaletes, y acaso espadas pistiliformes— las producciones broncíneas aparecen marginadas de aquel grupo. Es de lamentar que la distribución de enclaves arqueológicos de tipo Cogotas I en la Meseta Norte no sea homogénea, existiendo determinadas zonas —el Noroeste por ejemplo— donde la ausen- cia de yacimientos de esta época, o en su caso la no excavación de los cono- cidos, imposibilita que, por el momento, podamos vertebrar la secuencia histórica del Bronce Final a partir de esta cultura, y que sean, en definitiva, las manufacturas metálicas el punto de partida para desvelar el pasado de las comunidades humanas aquí establecidas entre los siglos xiii y viii antes de nuestra era. Aun así, somos conscientes de que la metalurgia y elementos metálicos en general, no dejan de constituir un aspecto más, ni siquiera fundamental, entre aquellos aportes que determinan la estructura cultural de este período, aunque en este caso su estudio estaría más que justificado, si tenemos en cuenta que la propia naturaleza de tales objetos lleva implícita una «casi perfecta» conservación de los mismos y que es precisamente la eclosión del elenco metálico una de las características que mejor definen la aparición del mundo de los Campos de Urnas, y por ende el inicio del Bronce Final. A su vez, tanto la categoría de las armas y útiles como la forma en que fueron hallados, permiten efectuar una serie de precisiones de carácter económico —en relación con el tipo de herramientas—, sociale —existencia de determinadas armas «de prestigio»— o incluso espirituales —carácter de alguno de los depósitos—, que difícilmente nos la pueden proporcionar, a la vista del grado de investigación actual, otros restos arqueológicos. 5 Se debe a los Doctores Martín Valls y Delibes de Castro, tras una continuada tarea de búsqueda y clasificación de yacimientos arqueológicos Protohistóricos, la defini- ción de Cogotas I. Sus trabajos se publican periódicamente en el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, de la Universidad de Valladolid. Una excelente sín- tesis de esta cultura ha sido realizada por el Prof. Esparza (ESPARZA ARROYO, A., Notas sobre la facies Cogotas 1 en la provincia de Burgos, Masburgo, I, 1978, p. 71-92). ARMAS Y ÚTILES METÁLICOS DEL BRONCE FINAL, ETC. 7 Para conseguir nuestro objetivo, resulta obvia la conveniencia de valorar los recursos mineros involucrados en la metalurgia broncínea, sin duda uno de los mayores atractivos para la colonización humana de algunas áreas meseteñas. Como acontece con la casi totalidad del territorio europeo —salvo las minas austriacas de Mitterberg, Salzburgo, etc. 6— no existen apenas otras evidencias directas de explotaciones mineras durante la Edad del Bronce, presuntamente desfiguradas por laboreos posteriores, o desconocidas por una auténtica ausencia de prospecciones arqueológicas dc esta índole 7. De todas formas, su realidad en la Cuenca ofrecería pocas dudas a la vista de la exis- tencia de algunos utensilios relacionados con aquella actividad —martillos de surco, residuos de fundición, etc. 8—, datos que junto con la peculiar morfología de muchas manufacturas, originales en relación con las de otras áreas atlánticas, presuponen una actividad metalúrgica notable, basada en mineralizaciones que no debieron obtenerse en lugares demasiado alejados. En este sentido, podemos afirmar que la Meseta posee recursos cupríferos, estanníferos y plúmbeos suficientes para respaldar las producciones broncíneas hoy conocidas y las que presumiblemente pudieron realizarse en su mo- mento 9, a partir de los importantes veneros de Villamanín, Cervera de Pisuerga, Ruesgas, Huidobro y La Demanda, en el Norte, el zamorano de Muga de Alba y el oeste de Salamanca, aquí albergando las mineralizaciones de estaño más relevantes 1°. Junto a ellos, la presencia de pequeños yaci- 6 MILLOTE, J. P., Précis de Protobistoire Européenne, Paris, 1970, p. 171. 7 En este sentido, y por lo que a la Península Ibérica se refiere, tan sólo contamos con un estudio pormenorizado, referido al minerío de Huelva (BLANCO FREIJEIRO, A. y ROTI1ENBERG, B., Exploración arqueometalúrgica de Huelva (EAH), Río Tinto Minera, S. A., Labor, S. A., Barcelona, 1981. 8 Sin que podamos precisar si corresponde a la Edad del Bronce o, por el con- trario, se trata de piezas más modernas, mazas de surco líticas para desvastar filones de mineral, se exponen en las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional, procedentes de la provincia de León. Los restos de escoria de fundiciones broncíneas son muy poco conocidos, escasez que quizá pudiera justificarse porque la mezcla de los diversos mine- rales que intervienen en la aleación se hicieron preferentemente en crisoles; sin descartar, como sugiere Marechal (MARECHAL, J. R., Zur Frühgeschichthe der Metallurgie, Aachen, 1962, p. 171) que algunos de los numerosos «ferriers« (EntoA, J. J., Moldes de arcilla para fundir metales procedentes del castro Hallstattico de El Royo (Soria), Zephyrus, XXXII-XXXIII, 1981, p. 181, por ejemplo) pudieran tratarse en realidad de residuos de fundiciones broncíneas. 9 Pese a que, efectivamente, los veneros cupríferos meseteños poseen la suficiente entidad para justificar las producciones metálicas de la época, lo que no resulta tan fácil de detallar es la importancia real de los yacimientos, en tanto que fueron o no explotados en la Edad del Bronce. En este sentido, y atendiendo a la facilidad de su beneficio, debió existir una preferencia por minerales nativos y carbonatados —por lo general obtenidos mediante una simple trinchera siguiendo las vetas superficiales— y tan sólo cuando éstos hubiesen escaseado se habría tenido que recurrir a los sulfurosos —piritas—, accesibles tan sólo a través de galerías (BLANCO FREIJEIRO, A. y ROTHEN- BERG, B., Exploración arqueometalúrgica..., ob. cit., p. 115 y 169), proceso que no debió iniciarse hasta las postrimerías de la Edad del Bronce. 10 Junto con los mapas metalogenéticos actuales (IGME: Mapa metalogenético de España. 1:1.500.000. Mapas previsores de mineralizaciones de Cobre, Estaño y Plomo), 8 JULIO FERNÁNDEZ MANZANO mientos con minerales en estado nativo 11, completarían el panorama de las reservas mineras de la Meseta Norte. Escasos serían igualmente los testimonios de los elementos involucrados en el proceso metalúrgico, hasta el punto que serán tres moldes de arenisca —dos para hachas de talón y dos anillas, de Linares de Riofrío, en Sala- manca 12, y otro para dos hoces planas, procedente del castro de Sacaojos, en la provincia de León 13—, posibles restos de hornos —La Valcueva, al norte de León 14-, apenas una decena de análisis químicos 15 y la presencia de rebabas de fundición en los flancos de algunas piezas —muestra de la utilización de moldes bivalvos—, las únicas evidencias para reconstruir aquel desarrollo técnico. Sin que sea posible, por el momento, cuantificar la importancia de los aportes autóctonos y foráneos que intervienen •en este proceso, podemos afirmar que la Meseta participó de similar evolución tecnológica que el resto de las comunidades atlánticas. La generalización del molde bivalvo durante el Bronce Medio —método utilizado para conseguir el puñal de El Mirón (Avila) 16, un palstave sin asas de la provincia de León 17, etc.—, así como la coincidencia de porcentajes en los metales que intervienen en las aleaciones —espadas de Veguellina de Orbigo 18 y Río Esla 19, por ejemplo— con los que ofrecen los bronces bretones 20, entre otros, servirían de argumento para corroborar la mencionada equivalencia. se conocen algunas referencias bibliográficas antiguas, indicativas del posible aprovecha- miento de criaderos en épocas remotas. Entre ellas: Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo entre los años 1781 y 1783 por su promotor y socio de mérito el Conde de Toreno, Madrid, MDCCLXXXV; NARANJO Y GARZA, F., Reseña geognóstica y minera de una parte de la provincia de Burgos, Anales de Minas, T. II, 1841, p. 93- 115, etc. 11 Mapa Metalogenético de España. 1:200.000. Hojas correspondientes a la Meseta Norte. 12 MORÁN, C., Moldes salmantinos para hachas de talón, Corona de Estudios que la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria dedica a sus mártires, Madrid, 1941, p. 185 y as. 13 LUENGO, J. M., Castros leoneses, VI, CNArq., Oviedo, 1959, Zaragoza, 1961, p. 104, fig. 4, 1. 14 IDEM, El período Eneolítico y la Edad del Bronce en la Provincia de León, Corona de estudios que la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria dedica a sus mártires, Madrid, 1941, p. 126-127. 15 Los efectuados en las piezas del depósito zamorano de Sansueña (DELIBES DE CASTRO, G., Un presunto depósito del Bronce Final del valle de Vidriales (Zamora), T. de .P., 37, 1980, p. 238), Veguellina de Orbigo (DELIBES DE CASTRO, G. y MAÑANES PÉREZ, T., La espada pistiliforme del Bronce Final de Veguellina de Orbigo (León), BSAA., XLV, 1979, p. 166) y Río Ella (ALmAGRo, M., Bronces de la Meseta..., ob. cit., p. 50. 16 MARTÍN VALLS, R. y DELIBES DE CASTRO, G., Un puñal de la Edad del Bronce hallado en el Mirón (Avila), Revista de Guimaraes, LXXXIX, 1979, p. 327-333. 17 DELIBES DE CASTRO, G. y FERNÁNDEZ MANZANO, J., Los palstaves sin asas de la Península Ibérica. Justificación a su presencia y aproximación a su cronología,R evista de Guimaraes, LXXXVII, 1977, p. 177-179, lám. I. 18 DELIBES DE CASTRO, G. y MAÑANES PÉREZ, T., La espada pistililorme..., ob. Cit. 19 ALMAGRO, M., Bronces de la Meseta..., ob. cit. 20 BRIARD, J., Les depots bretons..., ob cit., p. 225. ARMAS Y ÚTILES METÁLICOS DEL BRONCE FINAL, ETC. 9 En fin, la presencia de escorias de fundición en los niveles inferiores de Sacaojos " o el Soto de Medinilla ", no representarían más que una muestra de que las actividades fundidoras tuvieron un importante protagonismo entre los acontecimientos cotidianos de aquellos poblados que, por ahora, no podemos precisar con detalle se tratan de las últimas producciones del Bronce Final o ya corresponden al Primer Hierro. Si el período correspondiente a los inicios de la Edad de los Metales en la Cuenca del Duero hoy aparece relativamente bien estructurado 23, no ocurre otro tanto con los tiempos que anteceden a la fase que analizamos. En efecto, el panorama cultural del Bronce Medio resta todavía un tanto oscuro, definido tradicionalmente por la mera perduración de especies cerámicas campaniformes —el denominado epicampaniforme—, que en última instancia inspirarían a la excisión y boquique del Bronce Tardío. Su carácter marginal se afirmaría a la vista de la interrupción del flujo comercial con las tierras atlánticas septentrionales, que floreciente en el Bronce Antiguo —puñal trian- gular de Alcobala 24, alabardas de tipo Garrapatas 25, etc.—, ahora parece diluirse sin causas demasiado explícitas. Este estado de postergación se con- trastaría aún más ante la manifiesta potencialidad metalúrgica adquirida por otras áreas europeas 26, que incorporan abundantes novedades a su elenco —hachas de rebordes, puntas de lanza de enmangue tubular, etc.—, esta- bleciendo las bases técnicas que posibilitarán la gran eclosión fundidora acae- cida a partir de los inicios del Bronce Final. En suma, la Meseta parece quedar «descolgada» de los avances culturales que en otras regiones del Continente, e incluso en el propio Sureste Peninsular, se producen. El esquema, no obstante, es susceptiblede algún tipo de matización que sitúe en un término más justo la realidad del Bronce Pleno en la Meseta Norte. Así, sabemos que cuando menos desde la primera mitad del siglo xtv, estaría plenamente arraigado un grupo cultural denominado Proto-Cogotas 27, que representa el punto de partida de la fase Cogotas I. El mismo, bien contrastado en la cuenca media del Duero, tendría su seña de identidad más precisa en unas formas cerámicas —cuencos hemisféricos de fondo casi plano 21 LUENGO, J. M., Castros Leoneses..., ob. cit., p. 105. 22 12not., P. de y WATTENBERG, F., Carta Arqueológica de España. Valladolid. Valladolid, 1974, p. 192. 23 DELIBES DE CASTRO, G., Poblamiento Eneolítico en la Meseta Norte Española, Sautuola, II, 1976-1977. 24 VIEIRA NATIVIDADE, M., As grutas de Alcobao, Portugalia, I, 3, 1899, p. 433 y SS. 25 SCHUBART, H., Las alabardas de tipo Monte jícar, Estudios dedicados al Profesor Dr. Luis Pericot, Barcelona, 1973, fig. 7. A manera de ejemplo, recordemos el amplio catálogo de manufacturas metálicas que Briard describe en su estudio sobre la Bretaña francesa (BRIARD, j., Les depots bre- tons..., ob. cit.). 27 DELIBES DE CASTRO, G. y FERNÁNDEZ MANZANO, J., El castro Protobistórico de La Plaza, en Cogeces del Monte, Valladolid. Reflexiones sobre el origen de la fase Co- gotas I, BSAA., XLVII, 1981, p. 51-70. 10 JULIO FERNÁNDEZ MANZANO tazas de carena media/alta— de notable perfección técnica y decoradas, mayoritariamente, con temas en «espina de pez»; reduciéndose a un tipo de hacha plana, de flancos paralelos y filo muy distentido —las de Los Tolmos de Caracena " o Las Cogotas 29— el único elemento metálico que, por el momento, puede asociarse a aquel horizonte. Otras evidencias que permiten matizar la personalidad de este período, nos las proporcionarían la necrópolis burgalesa de Villalmanzo 30, con cistas y pithoi, las espadas de Santaolalla de Bureba 31, Villaviudas 32 y Cea reflejos argáricos en nuestras latitudes, pero sin desdeñar para las mismas influjos atlánticos 34; lo que les conferiría un significado intermedio, entre el mundo septentrional y mediterráneo. Por su parte, junto con la posible implicación atlántica de las armas mencionadas, existen también otras referencias más precisas —caso de un palstave sin asas de la provincia de León 35— evidencia de que el pretendido aislamiento que sufrió nuestro territorio respecto a otros hogares culturales europeos, aunque perceptible, no lo fue tanto; y que, en todo caso, la redu- cida presencia de artefactos de patente extrapirenaica, pudo ser, en parte, consecuencia de la duración, relativamente corta, del Bronce Medio, lo que habría dificultado la afluencia y generalización de nuevos tipos. El inicio del Bronce Final en buena parte de Europa, hacia el 1200 a. J. C., estará determinado por dos hechos de capital importancia, cuales son la expansión desde Centroeuropa de los pueblos de Campos de Urnas, e íntimamente relacionado con tal fenómeno, un notable aumento de los fabri- cados metálicos. Estas innovaciones, que provocarán profundos cambios en el panorama cultural europeo, no afectarán sin embargo a las tierras mese- tejías, las cuales, básicamente ancladas en tradiciones derivadas del mundo campaniforme y Bronce Antiguo, cristalizarán en la cultura de Cogotas I. Así pues, a diferencia de otras regiones atlánticas, influidas directamente, o en 28 JIMENO MARTÍNEZ, A., Aportación al Bronce Final y Primer Hierro: Los Tolmos de Caracena, Soria, Revista de Investigación del Colegio Universitario de Soria, I, 1978, p. 51-66. 29 CABRÉ AGUILó, J., Excavaciones de Las Cogotas, Cardeñosa (Avila). El Castro, MemTSEA., n.° 110, Madrid, 1930, p. 41-42, lám. XI, 3. 30 DELIBES DE CASTRO, G., Una necrópolis de inhumación individual de la Edad del Bronce en Villalmanzo (Burgos), BSSA., XXXVII, 1971, p. 407-418. 31 ALMAGRO GORBEA, M., La espada de Guadalajara y sus paralelos Peninsulares, T. de P., 29, 1972, p. 62, fig. 2, 6. 32 PALOL, P. de, Una espada de bronce hallada en Villaviudas, provincia de Palencia, BSAA., XXXIV-XXXV, 1969, p. 295 y ss. 33 DELIBES, G., AVELLO, J. L. y Rojo, M. A., Espadas del Bronce Antiguo y Medio halladas en la provincia de León, Zephyrus, XXXIV-XXXV, 1982, p 160-163. 34 ALMAGRO GORBEA, M., La espada de Entrambasaguas. Aportación a la secuencia de las espadas del Bronce en el Norte de la Península Ibérica. XL, aniversario del Centro de Estudios Montañeses, Santander, 1976, p. 470-471 y 475-476. 35 DELIBES DE CASTRO, G. y FERNÁNDEZ MANZANO, J., Los palstaves sin asas..., ob. cit. ARMAS Y ÚTILES METÁLICOS DEL BRONCE FINAL, ETC. 11 todo caso más receptivas a las importantes novedades que aportan los Urnen- felder, aquellas tan sólo llegarán aquí una vez asuinidas y matizadas en las comunidades ribereñas más próximas al área de implantación original de la nueva cultura centroeuropea —Bretaña, Normandía, Inglaterra, etc.—, que a su vez actuarán como auténticos focos reexportadores. En suma, el panorama meseteño al inicio del Ultimo Bronce, no parece debió variar sustancialmente de lo que sucediese durante el Bronce Medio. La lejanía geográfica, junto con la carencia de una estructura técnico/meta- lúrgica importante, que hubiese posibilitado la rápida aceptación de nuevas tipologías, serán las causas fundamentales de que, momentáneamente, los primeros influjos renovadores apenas dejen sentirse en la Península Ibérica aunque el occidente de la misma, y con él la Meseta, no permanecerá margi nado de este proceso. Exponente de tales vínculos, se perciben a través de la dispersión de algunos palstaves de un asa —los santanderinos de Novales y Requejo 36, el soriano de Beratón 37, etc.— y lanzas de enmangue tubular, las de Represa (incluso pueden pertenecer al Bronce Medio) 38; al igual que determinadas armas de tipo RosnoIn y Ballintober 39, que, en todo caso, no representarán más que una ligera potenciación de los intercambios comer- ciales entre la Península y el Norte de Europa, corno señaláramos, apagados durante el Bronce Medio. Junto a estos, todavía tenues, influjos exóticos, el predominio de objetos metálicos de factura indígena debió ser abrumador; y, en efecto —aunque aún sin cuantificaciones significativas por la escasez de excavaciones—, hachas planas, puñales de hoja triangular, etc., continurán en uso durante el Bronce Final, cuando menos en sus inicios. La síntesis de ambas corrientes —autóc- tona y extranjera— tendría su mejor reflejo en el depósito leonés de Valde- vimbre —dos hachas planas, dos puñales triangulares, una punta de lanza de enmangue tubular, un regatón cónico, una sierra y un yunque—, único hallazgo mesetefio que con seguridad podemos asimilar al Bronce Final I. Esbozadas las tendencias más significativas del elenco metálico, cabría preguntarse cual fue el sustrato cultural que posibilitó su existencia. En este sentido, desafortunadamente, apenas si contamos con metales asociados a niveles arqueológicos precisos, siendo tan sólo la coincidencia cronológica de las piezas enumeradas —las de Valdevimbre, Represa, Beratón, además 36 MONTEAGUDO, L., Die beile aul der Iberischen Halbinsel, P. B. F., A, IX, 6, München, 1977, p. 151, taf. 56, 905 y 906. 37 TARACENA, B., Carta arqueológica de España. Soria,M adrid, 1941, p. 43. 33 ALMAGRO, M., Inventaria Archaeologica, F. 7, Madrid, 1967, E. 15, 1-(1). El amplio diámetro de la boca del tubo, el orificio para el pasador grande e irregular, así como los alerones bastante desarrolladas, resultan ser características de modelos arcaicos. 39 La distribución peninsular de tales modelos ha sido efectuada por Harrison (HARRisoN, R. J., Nota acerca de algunas espadas del Bronce Final en la Península Ibér:ca, Ampurias, 36-37, 1974-75, fig. 4). 12 JULIO FERNÁNDEZ MANZANO de un hacha de talón y un asa de Diego Alvaro (Avila) 4° y acaso un puñal y dos brazaletes de El Berrueco 41— con el desarrollo de Cogotas I, el dato que nos permita vincularlas a este grupo cultural. El mismo posee una am- plitud cronológica —posiciones estratigráfica 42 y fechas radiocarbónicas 43 así lo atestiguarían— entre el término del Bronce Medio y la primera mitad del Bronce Final III, integrándose, pues, plenamente en la misma el período a que ahora nos referimos, el Bronce Final I. Las novedades metálicas que impone el progresivo desarrollo de los Campos de Urnas, se plasmarán en la consecución de un tipo de espadas de empuñadura tripartita —las pistiliformes— que rápidamente serán acep- tadas en las provincias atlánticas, llegando a convertirse en el elemento más preciso para delimitar el segundo de los horizontes del Bronce Final, entre el 1100 y 900 a. J. C. Efectivamente, desde las postrimerías del siglo mi, tales armas, que sustituirán a espadas y estoques de muescas o lengueta simple, de funciona- lidad más limitada, pasarán a engrosar el elenco de los talleres metalúrgicos occidentales —Bretaña, Inglaterra, etc.—, desde donde se difundirán hacia otras regiones atlánticas, entre ellas la Península Ibérica. Buena muestra de ello la constituiría, tanto la significativa proliferación de estos modelos en el occi- dente Peninsular —Río Sil 44, León 45, Río Esla 46, Segovia 47, Vila Maior Montijo 49, etc.—, como sobre todo la existencia de algunas piezas —Alhama de Aragón 50 y La Cabrera 51— cuya morfología, auténticas réplicas de pisti liformes arcaicas francesas, nos permite identificarlas con manufacturas importadas. De alguna manera, la arribada de este tipo de lámina, marcaría el mc- 40 MALUQUER DE MOTES, T., F.vcavaciones arqueológicas en el cerro del Berrueco (Salamanca). Acta Salmanticensia., XVI, 1, Salamanca, 1958, p. 80. 41 Ibidem, p. 46-48, fig. 8. 42 ARRIBAS, A., et alii, Excavaciones en el poblado de la Edad del Bronce del Cerro de la Encina (Granada), el corte estratigráfico n.° 3, EAE., 81. Madrid, 1974; MOLINA, F. PAREJA, E , Excavaciones en la Cuesta del Negro (Purullena, Granada), EAE., 86, Madrid, 1975. 43 ALMAGRO GORBEA, M. y FERNÁNDEZ GALIANO, D.. Excavaciones en el Cerro de «Ecce Horno» (Alcalá de Henares, Madrid), Madrid, 1980. p. 125; DELTBES DE CAs- TRo, G.. Una inhumación triple de facies Cogotas I en San Román de la Hornija (Valla- dolid), T. de P., 35, 1978. p. 283. 44 LÓPEZ CUEVILLAS, F., Armas de bronce ofrendadas al Río Sil, Zephyrus, VI, 1955, p. 233 y ss. 45 GÓMEZ MORENO, M., Catálogo Monumental..., ob. cit., n.° 2, lám. 9. 46 ALMAGRO. M., Bronces de la Meseta..., ob. cit., p. 47-56. 47 Ibidem, fig. 1, 16. 48 CASTRO NUNES, J. de y VASCO RODRIGUES, A., Dos nuevas espadas del Bronce Final en Portugal, Zephyrus, VIII, 1957, p. 279-284. 49 HARRISON, R. J., Nota acerca de algunas..., ob. cit., fig. 4, 12. 50 Ibidem, p. 226-229. 51 LEITE DE VASCONCELLOS, J., Amostras da Seccao Hespanhola do Musco Etnológico Belem (Portugal), Anuario del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, I, 1934, p. 51, fig. 1, 5. 13 ARMAS Y ÚTILES METÁLICOS DEL BRONCE FINAL, ETC. o r7-177-77- 7- F O cm. Fig. 1.—Depósito de Valdevimbre (León) 14 JULIO FERNÁNDEZ MANZANO mento en que la fachada occidental ibérica se incorpora decididamente a la órbita económica de los espacios geográficós teñidos por el denominador común de «atlantismo». El despegue de esta fase, en relación con el Bronce Final I, se manifestaría igualmente por un visible aumento, en determinados casos a partir de modelos conocidos con anterioridad, caso de las hachas de talón, de los fabricados metálicos; a la vez que su número se amplia con la incorporación de otros nuevos, como puedan ser las navajas de afeitar —las de Huerta de Arriba 52—, cierto tipo de puntas de lanza con el tubo «en embudo» —de Padilla de Abajo i, Castrillo de la Reina "4, Huerta de Arriba", etc.— o algunos brazaletes macizos y con decoración incisa —los de Padilla de Abajo "5 o Astorga 37—. Tales manifestaciones, en definitiva, no serían más que el exponente del gran dinamismo que, a partir de este período, los intercambios comerciales adquieren a través de todo el territorio europeo; ahora también incrementados por aportes meridionales, entre los que sobresalen las hachas de apéndices laterales, representadas profusamente por las piezas de °blanca 58, Gumiel de Hizán", Nlirantes de Luna 6°, Fra- dellos 61, Villasabariego 62, Saldaña 53, Langa de Duero u', Fuenteliante 6), etc. Las mismas, originarias del Próximo Oriente, se habrían difundido hacia el Sur de la Península a partir del ario 1000, alcanzando la Cuenca del Duero con ligera posterioridad. Podemos por ello afirmar que será ahora cuando las gentes de Cogotas I, presumiblemente responsables de la fabricación de tales objetos, incorporarán a su bagaje material todas estas novedades, desdeñando buena parte de sus tipos propios —salvo alguno muy aislado, caso de las hachas planas—, que J2 ALMAGRO, M., Tres nuevos hallazgos del Bronce Final en España. El depósito de bronces de Huerta de Arriba (Burgos), Ampurias, V, 1934, p. 270 y SS. 93 MAC WRITE, E. Estudio sobre las relaciones atlánticas de la Península Hispánica en la Edad del Bronce, D' isertaciones Matritenses, 11, Madrid, 1951, p. 89. )4 GONZÁLEZ SALAS, S., Inventario Arqueológico de la provincia de Burgos, Album, I, 1947, fig. 19. ,) ALMAGRO, M. Tres nuevos hallazgos..., ob. cit. 56 Mac WRITE,' E., Estudio sobre las relaciones..., ob. cit. 57 FERNÁNDEZ MANZANO, J., Dos brazaletes de la Edad del Bronce procedentes de los alrededores de Astorga, Numantia, I, 1981, p. 181-184. 58 MORÁN, C., Por tierras de León, Salamanca, 1925, p. 180. 59 OSABA Y RUIZ DE ERENCHUM, B., Catálogo arqueológico de la provincia de Burgos, NAhisp., VI, 1964, p. 241. 61) GIL FARRES, O., Nuevas adquisiciones del Museo Arqueológico Nacional (1940- 1945), Madrid, 1947, p. 39-40. 61 ESPARZA ARROYO, A., Hacha de apéndices laterales del castro de Fradellos (Raba- nales, Zamora), BSAA., XLIV, 1978, p. 346-348, fig. 1. 62 MONTEAGUDO, L., Die beile auf..., ob. cit., p. 143, taf. 59, 859. 63 NAVARRO GARCÍA, R., Catálogo Monumental de la provincia de Palencia, .11.1, Palencia, 1939, p. 26-27. 64 TARACENA, B. Excavaciones en. la provincia de Soria, MemJSEA., n.° 119, Madrid, 1932, p. 58-59, lám. X.xiv 65 GALACHE, A., Dos hachas de bronce halladas en Fuenteliante, Zephyrus, IV, 1953, p. 517-518.

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como sugiere Marechal (MARECHAL, J. R., Zur Frühgeschichthe der Metallurgie, Aachen,. 1962, p. 171) que algunos de los numerosos «ferriers«
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