APUNTES PARA UNA BIOGRAFIA DE ALEJANDRO KORN (Aios 1860-1883) Su filosofia podria ser cartilla de nuestros j6venes, norma de nuestros hombres y mandato para nuestros di- rigentes. Cuando alcancemos a cons- tituir una colectividad humana regida par esos principios y alentada por esos ideales, habremos alcanzado la categoria de un gran pueblo. ARNALDO ORFILA REYNAL. I H ACIA 1858, un joven exiliado alemin lleg6 al pueblo pampeano de San Vicente, en la Provincia de Buenos Aires, y decidi6 radicarse en l1. El reci6n llegado se llamaba Carl-Adolf Korn. Habia nacido en Breslau en 1820 y era ex oficial del ejercito prusiano. Afios atris, por su participaci6n en las luchas politicas de la Alemania de 1848, se habia visto obligado a abandonar su patria y a refugiarse en Suiza. En Suiza, residi6 un tiempo en Neuenburg y en la pequefia ciudad de Locle, famosa por sus relojeros. Ejerci6 en Locle el oficio de pharma- cien, o, mas bien de Apothekergehiilfe, en la farmacia de un tal Depierre, seg6n informes bilingiies de los archivos helveticos.1 Desempei6 este empleo desde 1852 a 1853. Anteriormente, en Berna, el afio 1850, el ex militar prusiano habia declarado ser fil6logo." 1 Los informes referidos en el texto fueron enviados al autor de este trabajo por el Director de los Archivos Generales de Suiza, Sr. Leonhard Haas, el cual los despach6 en Berna, el 4 de octubre de 1954. Se fundan en documentos en lengua francesa existentes en Neuchatel, y en lengua alemana, obrantes en los archivos de Ia Universidad de Zurich y de las ciudades de Zurich y Berna, respectivamente. 2 Segin los documentos aludidos en la nota anterior. R E V IS TA IBEROAMERICANA 434 Pero es el caso que ni la milicia, ni la filologia ni la farmacopea eran la verdadera vocaci6n del expatriado. El mayor Korn -tal era su rango militar- queria ser m6dico. Y por eso ingres6 en la Universidad de Zurich, en cuya Medizinische Facultat se matricul6 en el verano de I853. No se sabe por qu6 raz6n, sin concluir su carrera y tras s61o asistir a clase durante cinco semestres, abandon6 sus estudios en Zurich.3 Estaba escrito, por otra parte, que no en la patria de Guillermo Tell sino que en la de Martin Fierro, el mayor Carl-Adolf Korn se iba a sentir como en la suya propia. Su destino lo esperaba en la Pampa, en San Vicente, no en Zurich o en Neuchatel. San Vicente, al mediar el siglo pasado, no era mas que un basti6n en plena lanura pampeana. Pero las costumbres patriarcales de los vecinos gauchos, "su idiosincracia y filos6fica manera de entender la vida",4 enca- rifiaron al inmigrante alemin con aquel paisaje. Y alli ech6 raices Carl- Adolf Korn; alli contrajo matrimonio con Maria Verena Meyer, muchacha suizo-alemana, natural de Baldingen. Y alli el mayor Adolf Korn se convirti6 en "el doctor Adolfo Korn". Su diploma, nunca obtenido en Suiza, se lo otorgaron ad honorem los convecinos gauchos de San Vicente y sus aledafios. Los Korn fundaron un hogar laborioso y feliz. Maria Verena Meyer era hija de un militar prusiano, el cual, tambien como el mayor Korn, habia emigrado de Alemania a raiz de los sucesos de 1848, "despues de desobe- decer una orden de disparar contra los obreros de una fibrica".5 Adolfo Korn y su esposa eran naturalezas afines. No s61o profesaban las mismas ideas en religi6n y politica -ambos eran luteranos, de convicciones libe- rales-; no s6lo hablaban la misma lengua en aquel lugar hasta ayer des- conocido, sino que los animaba el mismo espiritu del pioneer afirmativo y voluntarioso que se identifica con la tierra nueva sobre la que edifica su hogar en los limites del desierto. Una fotografia reproducida mas de una vez, muestra el estado actual de la vieja casa de los Korn en San Vicente.6 En primer lugar, aparece 3 Segun informe del Kanzelei de la Universidad de Zurich, incluido en el referido legajo remitido por el Sr. Haas. 4 Ver el ensayo biografico del Sr. Luis Aznar en el libro de que es coautor con Francisco Romero y Angel Vassallo, titulado Alejandro Korn (Buenos Aires: Editorial Losada, S. A., 1940), paig. 95. 5 Segun carta personal del Sr. Antonio Angel Lenuzza, fechada en Buenos Aires el 28 de enero de 1954. El Sr. Lenuzza, para lograr este y otros datos, se entrevist6 en la ciudad de La Plata con la hija del fil6sofo, Da. Ines Korn, y con los seiores Francisco Romero y Luis Aznar, en Buenos Aires. 6 Ver reproducci6n de esta fotografia, por ejemplo, en las Obras Completas de A. Korn: (Buenos Aires: Editorial Claridad, 1940), pig. 39. EsTU DIOS 435 la vivienda misma de la familia. Es un edificio de sobria fachada, sin corredor frontero, al que dan acceso varias puertas con cristales. A la derecha se yergue lo que debi6 de ser la cochera, construcci6n de tejado de a dos aguas, de estilo criollo. En el patio hay algunos arboles de escaso follaje. Detras de ambos edificios la vegetaci6n es alta y espesa. En esta casa naci6 el primogenito del matrimonio, a quien llamaron Alejandro, el 3 de mayo de i86o. Segun la partida de bautismo No. 729 obrante en el archivo de la Congregaci6n Evangelica Alemana, sita en Bue- nos Aires, el ninio fue bautizado en casa de sus padres, por el pastor Ger- cke, el dia 4 de marzo de 1862. El nombre completo del flamante cris- tiano, conforme al citado documento, fue Alexandro Gotthelf Korn.7 La primera escuela de Alejandro fue su propio hogar. Sus padres le ensefiaron a leer y a escribir. Cuenta un bi6grafo que "profesores alemanes le inculcaron luego las nociones correspondientes al ciclo de estudios pri- marios"'8 en la casa paterna. Estos profesores debieron de ser los emigrados alemanes de 1848 que frecuentaban el hogar de los Korn; los cuales pro- fesores, segun Eugenio Pucciarelli, alli, en el exilio, en plena pampa, aun "mantenian encendida la esperanza en el triunfo" de sus ideas." El nifio aprendi6 simultineamente el aleman y el espaniol, lenguas que lleg6 a dominar con igual maestria, pues primero fue poeta en aleman y luego escritor filos6fico en lucida prosa espaniola. Sin duda hubo en aquel hogar de emigrados una atm6sfera intelectual que debi6 de influir profundamente en el espiritu del futuro fil6sofo. En la casa de San Vicente los refugiados alemanes evocarian los tumultos de Berlin, la actitud equivoca de Federico Guillermo frente a las demandas del pueblo; las barricadas de Frankfort, el entusiasmo revolucionario; co- mentarian las ideas de Mazzini que eran tambien las suyas, y se exaltarian con esperanzas y rumores de nuevos alzamientos. Alejandro, oyendoles hablar de estas cosas, acaso haya tenido asi las primeras noticias de la lucha secular por la libertad. Maria Verena guardaba como una reliquia la espada de su padre el militar, el cual huyera un dia, como se ha dicho antes, hacia tierras libres 7 Copia de esta partida de bautismo fue remitida al autor de estas paginas por Da. Laura del Carmen Santoro de L6pez, acompafiada de una carta fechada en San Vicente, el 18 de agosto de 1954. En esta carta asegura la Sra. de Santoro de L6pez que la tradici6n oral recogida por ella en San Vicente relativa a D. Adolfo Korn, confirma lo que sobre el se dice en el texto. 8 Ver el citado libro de Romero, Vassallo y Aznar (mencionado en nota No. 4), pag. 96. 1 Ver el pr6logo de Eugenio Pucciarelli al libro de Alejandro Korn, La Liber- tad creadora (Buenos Aires: Editorial Claridad, 1936), pag. 8. 436 REVISTA IBEROAMERICANA para no manchar su acero con sangre de oprimidos.10 Evocaciones de jor- nadas de lucha por la libertad y dignidad humanas, ardorosas esperanzas en la victoria final de las ideas liberales, todo esto seria tema de conver- saci6n a la luz de las lamparas de petr6leo en la casa de San Vicente. El futuro filosofo de La libertad creadora debi6 de recibir alli, por vez primera, la vaga inspiracion infantil de lo que en su madurez constituiria el coraz6n de su doctrina filos6fica. Don Adolfo, o como ya lo llamaban los puebleros, el Dr. Adolfo Korn, gozaba de gran predicamento en San Vicente. Ejercia la medicina con algo asi como una abnegaci6n apost6lica y su idoneidad como galeno era articulo de fe en la comarca. Ademas, como dedicaba parte de su tiempo a fomentar el cultivo del trigo con nuevos metodos, su fama de sabio entre los agricultores se fundaba en exitos de evidencia multiple. Don Adolfo fue quien instal6 el primer molino harinero de la zona."1 Con los afios, su figura, como la del Medicin de Campagne balzaciano, fue asumiendo un prestigio patriarcal. Un romance salpicado de voces gauchescas, escrito para honrar su memoria, evoca al medico de San Vicente conduciendo su propio coche, con su maletin de instrumentos, camino de la casa de un enfermo: Alli va, sereno y solo; e1 es medico y cochero, el gusta lo necesario desdenando lo superfluo; el ahorra cuanto puede para sus pobres enfermos; el pone en la desmayada voluntad, soplos de aliento. I1 sabe que hay que curar el alma antes del cuerpo. Asi, de dia, de noche, en verano y en invierno, bajo el sol, bajo la lluvia, 10 Segun la citada carta de A. A. Lenuzza. Tambien puede verse el articulo de Alejandro Isusi, "La casa en que escribio y murio Alejandro Korn", La Plata, 2 de diciembre de 1956, en el diario El Dia. El Sr. Isusi hace decir en este articulo a la hija del fil6sofo, Da. Ines Korn: "Mi abuelo era hijo de un coronel prusiano". Debe de haber aqui un error de imprenta, pues Da. Maria Verena, abuela de Da. Ines, era hija del nombrado militar. 11 Segun Luis Aznar, op. cit., pag. 95. EsrTDos 4 437 en San Vicente le vieron como un ap6stol del bien....12 Adolfo Korn era un espiritu altruista ileno de cristiana caridad. Tenia las virtudes que iba a heredar su primog6nito. Le gustaba ensefiar con la palabra y el ejemplo. Socorria a los humildes, gratuitamente, como m6dico, y partia su pan con ellos. Era, en suma, un patriarca pampeano, rubio, de grandes bigotes a lo Bismarck, que le liegaban hasta los carrillos, y de unos ojos claros y bondadosos. Su amor a los desvalidos, sus maneras bruscas que disimulaban una fina sensibilidad; su aparente rudeza, su saber y su dinamismo emprendedor, todo esto contribuy6 a que los gauchos vieran en 61 un hombre extraordinario, fuerte y duro para el trabajo como ellos, aunque muy superior por la cultura y el carActer. Por eso dice el autor del "Romance del doctor Korn" que en vida le tributaron homenajes muy sinceros: dieron su nombre a una plaza 1 y a una calle de aquel pueblo... Este pr6cer pampeano arropado en su negro levit6n, sudoroso el rostro bajo la alta chistera, que saludaba campechanamente a los gauchos que pasaban a su vera mientras iba 61 a visitar a sus enfermos con el inseparable maletin, hubiera podido ser un admirable personaje gringo de una novela de Benito Lynch. Dos dias antes de morir, estando ya muy enfermo, durante una noche de tormenta, acudi6 al rancho de uno de sus protegidos y salv6 una vida. Falleci6 en 1902. Sus restos estin sepultados en el cementerio protestante de San Vicente. Todavia hoy la calle de la quinta del m6dico agricultor ileva el nombre de Adolfo Korn. Casi nada se sabe de la madre del entonces futuro fil6sofo. La conoci6 don Adolfo Korn en Suiza o en San Vicente? Emigr6 Maria Meyer a la Argentina antes que su esposo ? Consta en los archivos de Zurich que Adolfo Korn vivi6 en 1853 y en 1854 en casa de una familia Meyer de esa ciudad. Pero ignoramos que estos Meyer hayan sido o no deudos de Maria Verena.14 12 Ver el folleto de Armando C. Baez Langet, Romance del doctor Korn (La Plata: Renovaci6n, 1947), pigs. 9-10. 113 4 Ibid. Segn informe del Archivo de la ciudad de Zurich, firmado por Paul Guyer, el 21 de septiembre de 1954. R E V I S T A 'IBEROAMERICANA 438 No es dificil, sin embargo, imaginarla como a una mujer hacendosa, consagrada a las labores domesticas, yendo de una habitaci6n a otra, lus- trando muebles y objetos, ordenando la ropa blanca en las c6modas y vigilando el trabajo de las criadas. C6mo seria el interior de la morada que fue el centro de su vida? Sarmiento, en su Facundo, describe los hogares alemanes de la pampa al sur de Buenos Aires, esto es, los situados en la zona de San Vicente y sus alrededores: "El amueblado [es] sencillo pero completo; la vajilla, de cobre o de estaiio, reluciendo siempre; la cama, con cortinillas graciosas y los habi- tantes en un movimiento y acci6n continuos".15 Asi seria por dentro la vivienda de esta sefiora educada en Zurich,'0 que venia de una civilizaci6n muy avanzada a una comarca casi barbara. Y la imaginamos empeiiada en dar a su hogar pampeano, en que guardaba algunos recuerdos de su familia y de su tierra -la referida espada, algin reloj primoroso, viejos retratos y algunos utensilios antiguos- la limpieza y el orden de su casa natal de Suiza. II La infancia de Alejandro Korn transcurri6 en aquel pueblo de gau- chos. La poblaci6n de San Vicente era casi en su totalidad criolla: chinos y chinas ignorantes, rudos, ingenuos y ladinos a un tiempo, que veian en la germinica familia Korn algo ex6tico y digno de curiosidad y admi- raci6n. El nifio Alejandro los admiraba por su rubicundez. Lo llamaban el alemanchto y, cuando habia reuni6n social en el pago, se "lo pedian prestado" a sus padres para exhibirlo a los forasteros: - Me prestan el rubio para el rancho, que hoy hay visitas ?1 Alejandro era voluntarioso, obstinado y algo arisco. No en vano habia nacido en la Pampa, de una pareja de pioneers y no en vano levaba en las venas sangre de militares rebeldes. A menudo Alejandro desaparecia de su casa durante horas y se refugiaba entre los cardos. Esto hacia siempre que se enfadaba. Era menester entonces ir a buscarlo, lejos, en el campo, y halagarlo para que regresara al hogar. El niiio, en contacto continuo con los gauchos, se hizo a la vida y costumbres pampeanas, aprendi6 el gracioso dialecto de la comarca, lleg6 a ser consumado jinete feliz de galo- 15 D. F. Sarmiento, Facundo (Madrid: Editorial Amrica, s. f.,), pag. 29. 16 Segiin la referida carta del Sr. Lenuzza. 17 Ver tambien el citado articulo del Sr. Isusi. EsT U DI0S 439 par por la ilanura; fue, en suma, un gauchito mas instruido que los otros pues tenia profesores que le hacian leer en aleman a Goethe y a Heine, pero igual a los demas muchachos en las destrezas de la vida pampera. Lector desde nifio de grandes autores alemanes, y en especial de los poetas citados, quiso mas tarde cantar a su pampa nativa en la lengua exotica que a el le era familiar como la jerga del gaucho. Y lo hizo en sonoros versos alemanes que ha traducido Ernesto Palacio: En los desiertos lianos de mi patria no eleva ningun monte su cabeza nivea, ni hay arroyos sonrientes. S61o se ven, interminables, el cielo azul y la lianura verde, y lega hasta los ultimos confines el soplo formidable del pampero ... El hombre que aqui manda es recio y fuerte; tiene en los ojos un fulgor salvaje, y cuando arroja el lazo, la arrogante cerviz al toro humilla. Yo nunca of el murmullo de los bosques, ni sonfi al borde de las cataratas. S6lo aprendi a escuchar alli el latido del angustiado coraz6n humano.18 En la pampa, que fue su unico paisaje, Korn, rodeado de gauchos, ley6 en las almas de estos la intima angustia universal del hombre. Y pudo en los gauchos comprender al Hombre porque el tambien fue un gaucho. Un gaucho que abandon6 la llanura nativa para escalar mas tarde, no las cumbres de montafias alli inexistentes, sino las del pensa- miento. Desde esas alturas este gaucho rubio iba a poder sefialar una ruta nueva para el desarrollo moral e intelectual de su patria. Pero no nos anticipemos. III Cuando el muchacho cumpli6 los doce afios se decidi6 que debia ir a Buenos Aires a fin de cursar los aios del bachillerato. Nada se sabe de la vida del ninfo gaucho en Buenos Aires. Y nada o casi nada de sus estudios en el colegio a que asisti6. 18 Alejandro Korn, Poemas (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Instituto de ,studios Qermanicos, 1942), pigs. 55-59, REVISTA IBEROAMERICANA 440 La capital argentina era cuando Korn la vi6 por primera vez la Gran Aldea que ha descrito Lucio V. L6pez. El censo hecho en 1869, esto es, tres aiios antes de la ilegada de Korn a Buenos Aires, revela que la ciudad tenia entonces 187,o000 habitantes. En vida de Korn esa cifra se multiplicaria varias veces. Las calles de la Gran Aldea estaban mal empedradas; habia aceras altisimas, de las que se bajaba a la calzada, en las esquinas, por escalones muy gastados. Las damas, al descender por ellos, debian apoyarse en algin caii6n de bronce que manos municipales habian colocado alli para el efecto. Las casas, de arquitectura colonial, de fresco y amplio zaguan, tenian patios entoldados, con un aljibe en el centro, no lejos del cual reposaban los porteiios, cuando hacia calor, sesteando en perezosas hamacas. A la sombra de los toldos, cerca de la frescura vegetal de alg6n banano, se tomaba mate, cebado por criaditas negras. En Las calles voceaban vendedores ambulantes y rodaban carros, coches y tranvias tirados por corpulentos caballos. Los hombres circulaban len- tamente por Las aceras, vestidos en su mayoria de negro, con sombrero de copa. Las mujeres, con largos vestidos de talle alto pasaban protegidas del sol por sus sombrillas. En las bocacalles dirigian el trinsito policias de largos bigotes con su uniforme de panio oscuro y brillantes botones de metal, la espada al cinto y en la cabeza el kepi. En la Plaza de la Victoria se ergufa la Piramide no lejos de la fuente y de la estatua de Belgrano. En torno a la plaza se estacionaban coches de uno o dos caballos. El Cabildo estaba casi tal cual lo vieran los patriotas en aquel lluvioso 25 de Mayo de 1910: lo rodeaban edificios bajos, hoy demolidos hace mucho tiempo. La catedral, con sus doce columnas de estilo corintio, hacia extraiio contraste con los viejos edificios coloniales. En la orilla del rio, innumerables lavanderas pasaban mafiana y tarde en ritmica faena. Mucha ropa tendida al sol ondeaba al viento a lo largo de la playa. La primera impresi6n de los que de Europa legaban a Buenos Aires, no era grata. Pero al nifio de la pampa, la Gran Aldea debi6 de parecerle imponente. IV iC6mo era la vida en el Colegio Nacional a que asisti6 Alejandro Korn? Nos complacemos en imaginarla muy semejante a la vida estudiantil 19 Anibal Latino, Buet s Aires por dentro (Buenos Aires: Imprenta y Libre- ri4 de Mayo, 1886), pag. 13, E STUDIOS 4441 que Miguel Cane describe en su Juvenilla. Pero esto s61o debemos ima- ginarlo, ya que nada sabemos en concreto. Son conocidas, si, las clasificaciones que obtuvo Korn en el colegio desde 1873 hasta su egreso en 1876. Ellas revelan que fue buen alumno -pero nada mis que buen alumno- en frances, en latin, en historia natural, en matemiticas, en quimica inorgtnica y en quimica analitica. En estas asignaturas los examinadores lo declararon "Bueno por unanimidad" o "Bueno por mayoria". Pero en literatura y en quimica orginica, respec- tivamente, lo declararon "Distinguido por unanimidad" y "Muy distin- guido". En filosofia y en historia, disciplinas en que aios mis tarde seria tan versado y a las cque se consagraria con apasionado ardor durante casi medio siglo, el muchacho no parece haber revelado un interes precoz. En ambas materias Alejandro result6 "aprobado con siete puntos". En fisica, lo aprobaron con ocho. Hay que subrayar, sin embargo, el hecho de que Korn se presentaba a dar examenes de dos o mis cursos de una misma materia en una misma fecha, y que esto bien puede explicar el que sus clasificaciones no hayan sido mis altas.20 Despues de terminar el bachillerato, Korn ingres6 en la Universidad de Buenos Aires para estudiar medicina. Durante los dos primeros afios, es decir, en los cursos correspondientes a 1877 y 1878, Korn fue un alumno "Distinguido con 17 puntos". Pero, durante el tercero y el cuarto curso, el futuro m6dico-fil6sofo no sali6 tan bien. O sea, los aprob6 con la clasificaci6n de "regular", con ocho y once puntos, respectivamente. Durante el quinto y el sexto afio, lo declararon "Bueno". Nada mis que "Bueno", sin especificaci6n de puntos. En marzo de 1883 se present6 el estudiante al Ilamado "Examen general de Medicina", dividido en aquel entonces en tres terminos. En los dos primeros terminos obtuvo la nota de "Bueno, cociente cinco". En el tercero sali6 con la de "Distinguido, cociente ocho".21 Por fin, el examen de tesis lo aprob6 Korn el ii de junio de 1883. Este fue el afio en que se doctor6, y no el 1882, como creen algunos bi6- grafos.22 sO Segun informe del Decano de la Facultad de Ciencias Medicas de la Uni- versidad de Buenos Aires, Dr. Felipe M. Cia, fechado en Buenos Aires, el 15 de noviembre de 1954. 21 Ibid. 22 Tanto Francisco Romero como Luis Aznar y Arnaldo Orfilia Reynal, dicen qclue Korn se doctor6 a los "22 aios". Pero cotno Korn naci6 en mayo de 1860 REVISTA IBEROAMERICANA 442 V Antes de hablar del medico recien diplomado, convendra relatar lo poco que se sabe de la vida de Korn como estudiante de medicina. En 1880, esto es, cuando el estudiante cursaba el cuarto aiio de su carrera, le toc6 actuar en el combate de Los Corrales, sangriento episodio de la revoluci6n de aquel afio. Dos palabras acerca de esta revoluci6n. En junio de 1880 el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Carlos Tejedor, se alz6 en armas contra el gobierno federal presidido por Nicolas Avellaneda. Aconteci6 esto porque todavia en aquel tiempo coexistian en la ciudad de Buenos Aires el gobierno nacional y el gobierno provincial, lo cual creaba situaciones tensas y cruentas rivalidades. La i880 rivalidad era en entre el ex ministro de guerra de Avellaneda, general Julio A. Roca, y el gobernador de la Provincia, Dr. Tejedor. Tejedor, distinguido jurista, y Roca, gran militar, pacificador de la Patagonia, aspiraban a la presidencia de la naci6n. En visperas de las elecciones, Tejedor moviliz6 fuerzas provinciales. El gobierno federal se opuso a esta medida. Y por esta raz6n comenz6 la lucha entre las fuerzas de los dos gobiernos. Los tres combates mas encarnizados se libraron en Barracas, Puente Alsina y Los Corrales. Korn actu6 en este iltimo combate, como miembro del servicio sanitario. Alli, segin cuenta Eugenio Pucciarelli, pudo apreciar desde cerca la barbarie de nuestras luchas civiles: en una escena inolvidable, en Los Corrales, despues de un encuentro, quedan ten- didos en el campo muchos hombres. Uno de ellos sufre y se desangra initil- mente. Su compafiero -un mestizo de escasa talla, semilampifio, de cara tos- tada- se acerca al estudiante de medicina y le propone 'despenar' al mori- bundo. El sol de la lianura sin arboles y la sed, mis intolerable que el hambre, se unian para exacerbar el tormento de los heridos y prolongar vanamente su agonia. Abreviarla era una prictica humanitaria sugerida por la Naturaleza misma.. .3 Pucciarelli relata este episodio de pasada, s61o para darnos una idea y se doctor6 en junio de 1883, resulta que en esta 6ltima fecha tenia 23 y no 22 anos. Vease el notable pr6logo de Francisco Romero a las citadas Obras completas de Korn, referidas en nota No. 6; el ensayo de Luis Aznar referido en nota No. 4 y el folleto de Arnaldo Orfila Reynal, Alejandro Korn. Argentino ejemplar (Bahia Blanca: Colegio Libre de Estudios Superiores, 1943), pig. 6, 3 Vr l prblogo alydido cn rota No, 9,
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