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antonio bonet correa PDF

44 Pages·2009·59.68 MB·Spanish
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EL RENACIMIENTO Y EL BARROCO EN LOS JARDINES MUSULMANES ESPAÑOLES POR ANTONIO BONET CORREA Los viajeros románticos pusieron de moda los jardines árabes de España, en especial Ios de la Alhambra de Granada y los del Alcázar de Sevilla. Estos «paraísos», cantados por los poetas hispano-musulmanes, lugar de deleite y reposo de los reyes almohades, nazaritas, y los monarcas cristianos de finales de la Edad Media, cono- cieron a partir del siglo XIX una nueva celebridad. Escritores y artistas cosmopoli- tas del romanticismo y el modernismo poblaron con fantasía ry bellas evocaciones exó- ticas la sucesión de sus diversos patios y lugares discreta recatadamente cerrados, en los que las vegetaciones y el ag4rpor medio de fuentes] estarues, canalillos, ta- zas y surtidores, se articulaban con las ligeras arquitecturas de los pabellones de re- creo, las alcobas y los miradores. Su visión, más que histórica, fue literaria de su- , a.hui 5- 0ir'I& r gestiva reconstrucción poética del pasado. Pero los jardines árabes españoles, como todos los jardi.9n-e%s ,. rp,^e* -r-te_ne c,.ía.n ^ a un argAt eR Mpe-xr eircaeés^ e-^ror transimt^omrsiro. -.a 1El paso del tiem- po y la historia les hicieron sufrir modificaciones, algunas fundamentales, aunque de lo musulmán habían guardado lo fundamental. De ahí que, cuando, en nues- tra época, se emprendió su restauración se hiciese teniendo en cuenta lo que todavía conservaban de su primitiva traza, en la que la frágil arquitectura musulmana creaba un ambiente propicio a la ensoñación y al deleite de los sentidos. Ahora bien, para el historiador es interesante comprobar que, tanto en los jardines musulmanes de la Alhambra de Granada como, en mayor grado, en los del Alcázar de Sevilla, el Re- nacimiento y el barroco, con su fuerte influencia italiana, han dejado una huella pro- 4 ANTONIO BONET CORREÁ funda, de tal forma que hoy en día al estudiarlos no se pueden olvidar las modifica- ciones que sufrieron, ya en su composición arquitectónica o en su vegetación, durante los siglos XVI y XVII, velando gran parte de su orientalismo. En los jardines de la Alhambra de Granada los cambios no fueron fundamen- tales, a pesar de las obras que en ellos se hicieron en la época de Carlos V y Feli- pe II. El emperador, que había pasado su luna de miel con la emperatriz Isabel de Portugal en los cuartos que los cristianos habían habilitado en el interior de la man- sión musulmana, encantado por la belleza del lugar, ordenó que se construyese den- tro del recinto amurallado de la Alhambra un palacio de nueva planta. Este edificio, grandiosa obra maestra del Renacimiento español, es de un estilo, llamado por algu- nos historiadores purista, en el que se manifiesta la influencia manierista italiana. Su maciza e ingente masa de sillares de piedra está en contraposición con los variados y pequeños cuerpos de los vecinos palacios musulmanes, a los que, sin ninguna duda, ha protegido de desplomes al espaldarlos a manera de gran contrafuerte. Su fábrica, que Carlos V, ocupado por sus incesantes guerras y viajes, no llegó nunca a ver, quedó inconclusa, pese a los esfuerzos que para terminarla se hicieron en el si- glo XVII. Quizá lo que ha contribuido a que no se marcase`' una ruptura total es que no llegó a realizarse el patio de armas que se había proyectado delante de la fa- chada principal® del palacio. Su espacio se convirtió en una explanada en la que hoy vemos un sobrio parterre que se integra, sin grandes contrastes, con los jardines del entorno, de forma que sirve de transición entre las distintas arquitecturas de la Al- hambra (lám. I). Las demás obras de la época tampoco produjeron un cambio radical en los jar- dines y el conjunto exterior, pudiéndose considerar solamente como valiosos añadi- dos con personalidad propia. La primera arquitectura con que hoy topa el visitante es la Puerta de las Granadas.lDe almohadillado rústico y fajadase columnas dóricas, es portada de típico manierismo, que recuerda los modelos divulgados por Serlio. Obra de carácter militar, de viril rúdeza castrense, su construcción fue debida al cambio de entrada a la= 1har l a. al desarrollarse,la ciudad,cristiana. l?ára comprender su sig- r nificación hay que tener en cuenta el próximo conjunto urbanístico de la Plaza Nue- va, en la que el Renacimiento ordenó un espacio ciudadano, antes inexistente, ya que el río no estaba cubierto, que modificó la subida a la Alhambra, que los mu- sulmanes hacían en zig-zag por la vieja ciudad musulmana hasta llegar a la puer- ta, probablemente única, que se encontraba al pie de la Torre de la Vela. Otro tanto sucede con el famoso Pilar de Carlos V, obra labrada, en 1543, por el italiano Nicolao de Corte. Esta fuente, en la que tornan reposo todos los que su- ben a pie a la Alhambra, se integra perfectamente al conjunto, pese a estar cerca de LAMINA 1 PALACIO DE CARLOS V. GRANADA a) y b) Parterre ante la fachada principal. LAMINA II CONSEJERÍA DE CULTURA Patronato de la Alhambra y Generalife PILAR DE CARLOS V Y PUERTA DE LA JUSTICIA. GRANADA. LAMINA III a) y b) Versiones románticas de las alamedas de la Alhambra, retraídas de la Alcazaba, con evocación más próxima a !a Edad Media que las umbrías actuales. LAMINA IV FUENTE EN EL PATIO DE DARAJA. RENACIMIENTO Y BARROCO EN JARDINES MUSULMANES ESPAÑOLES 5 la musulmana Puerta de la Justicia (lám. II). Formando un pretil para contención de la rampa de la calzada, se encuentra en un lugar despejado y visible, frente a las umbrías vegetaciones que desde la época cristiana cubren de frescor la colina, que en la épo- ca musulmana estaba completamente pelada .y desnuda de vegetación para lograr, con una perfecta visibilidad, la protección y el resguardo de posibles asaltantes a la fortaleza (lám. III). Las modificaciones más importantes se llevaron a cabo en el interior de los pala- cios musulmanes al crearse los recintos ajardinados del Patio de la Reja y el Patio de Lindaraja. En ellos se combinan el arte del patio musulmán y el gusto arquitectóni- co del Renacimiento español. En el Patio de Lindaraja, de recato de claustro mona- cal, la modificación fue esencial. Al construirse las galerías de dos plantas se cerró la vista panorámica, que, al igual que en otros salones de la Alhambra, dominaba el Albaicín y el Sacromonte. Hoy solamente es visible la tupida vegetación de los ár- boles del patio, que con sus hojas perennes se incorporan con gran acierto al inte- rior del salón de las Dos Hermanas. Al ritmo de las pantallas, formadas por los ar- cos polilobulados y de mocárabes, que fragmentan el espacio discontinuo, aI que tan aficionados fueron los musulmanes, hay que añadir el telón transparente de las fron- das que parecen formar parte de la decoración. La luz ltrada que, a través de la fi vegetación, penetra en la estancia, contribuye a darle una mayor hermosura. Los re- nacentistas, con gran sentido de la modernidad, supieron integrar esta verde panta- lla a la policrom a de las yeserías musulmanas, cambiando, con feliz resultado, la luz í y el ambiente debía tener en la época nazarita. Su obra, no sólo proporcionó ma- que yor intimidad al espacio interno, sino que amplificó sus resonancias (lám. IV). Las modificaciones de mayor envergadura realizadas en la Alhambra, como la cons- trucción de la iglesia de Santa María, proyectada por Juan de Herrera y acabada con otras trazas en épocade Felipe III, o atañeron sin embargo a partes esenciales de los jardines. Más impsortante, que upuso una nueva área verde dentro de la forta- ya leza, fue la creación, a' irincipios del siglo XVII, cuando í la la Alhambra el Mar- qués de Mondéjar,--,del ]ardín^ de los Adarv y. Balizarte. ,Dispuesto a resguardo del viento del Norte, ocupa una estrecha y larga faja terreno que queda entre de el muro Sur de la Alcazaba y el general que rodea la colina. Con ordenados setos de arbustos y macizos de flores, fuentes con surtidores y pilas de piedra adosadas a los muros que cierran sus extremos, este jardín, de sobrio estilo clasicista, resulta de- licioso. Desde sus paseos se goza, además, de una vista extraordinaria. Al primer plano con la policromía de las ores y el verde oscuro de las yedras que trepan por fl los muros de la fortaleza, hay que añadir la dilatada panorámica de la ciudad cris- liana y la fértil vega granadina, extendida al pie de la Sierra Nevada, que, con sus 6 ANTONIO BONET CORREA blancas y resplandecientes cumbres, cierra el fondo de un bellísimo paraje, difícil- mente superable (lám. V). Otro jardín de singular hermosura, dentro del recinto de la Alhambra, es el claustro ajardinado del convento de San Francisco, hoy Parador Nacional de Turis- mo. Obra del siglo XVIII, es de incomparable sencillez. Con unos escasos naran- jos entre típicos empedrados granadinos y unas pocas maceta, este patio evoca la naturaleza circundante, en la que se encontraba lo que antaño fue huerta conventual. Hoy, gracias a las excavaciones realizadas en torno al convento, en la llamada Alham- bra alta, se ha podido reconstruir la serie de estanques que, con sus quietas superficies, amenizaba el conjunto de desaparecidas construcciones nazaritas (lám. VI). En el Generalife, ((huerta que par no tenía)), con jardines escalonados desde los cuales se columbra la Alhambra, recortada sobre la vega granadina, es también no- toria la influencia renacentista. Las reformas cristianas debieron comenzar en fecha muy temprana, durando en algunas partes hasta el siglo XIX. Sin embargo, no llegaron a alterar lo esencial del ambiente anterior a la Reconquista. En el Genera- life la huella musulmana parece haber quedado indeleble. Pero el visitante actual, para llegar al corazón de los jardines, en vez de entrar entre tapias, como en la épo- ca musulmana, tiene que seguir 1el Paseo de los Cipreses. Su avenida es de líneas convergentes, enmarcadas por las enhiestas verticales de los árboles'siempre verdes, a causa de sus hojas perennes. Sendero largo, de marcha continua, sin transiciones ni rupturas, hasta el mundo recóndito y secreto de los bellísimos pensiles musulma- nes, el Paseo de los Cipreses es una magnífica realización de la máxima preocupa- ción del arte renacentista: la perspectiva. El sistema inventado y codificado en Flo- rencia a comienzos del siglo XV, se plasma aquí con un sentido escenográfico, no exento de misterio y melancólica belleza.' La creación de este paseo, como ha se- ñalado Prieto-Moreno, se debe a la familia italiana que fue propietaria de estos jar- dines durante siglos, al recibirlos` de .los Venegas, musulmanes adictos a la corona cristiana, a los cuales lose E icos cedieron JLTJJiRalife como recompensa por su fidelidad (lám. VWtQ de la Alhamb ra ^/ General En Granada las infl`uencias renacentistas y barrocá's son más notorias en los ((Cár- menes)), jardines privados, que han rriarcado el paisaje urbano de la ciudad del Da- rro y del Genil, en el que las casas particulares y los jardines cerrados .y de peque- ñas dimensiones se funden con las montañas y la Alhambra, desde la cual, a tra- vés de sus múltiples miradores, se goza de un panorama de escalonadas construccio- nes salpicadas por el verdor y la policromía de estos diminutos vergeles. Creados des- pués de la Reconquista, al derribarse en la ciudad alta gran parte del denso caserío musulmán, guardan en su disposición el recuerdo de su origen árabe, pero enriquecién- LAMINA V CONSEJERÍA DE CULTURA Patronato de la Alhambra y Generalife JARDIN DE LOS ADARVES Y EL BALUARTE, EN LA ALCAZABA DE LA ALHAMBRA, GRANADA. LAMINA VI JUMA D IUIDTk1JJC1Ik CONSEJERÍA DE CULTURA Patronato de la Alhambra y Generalife JARDIN DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO. GRANADA.

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ANTONIO BONET CORREA. Los viajeros románticos pusieron de moda los jardines árabes de España, en especial. Ios de la Alhambra de Granada y
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