Nadie escribe hoy como María Martoccia. El juicio, que define una exclusión, implica en apariencia un elogio y exige o merece un argumento. Nadie considera como ella la superficie y la hondura de la novela, nadie la explora con esa intranquila y radiante suficiencia, con esa desconfiada superioridad. Esta suficiencia y esta superioridad, sin embargo, no son atributos del sujeto sino habilitaciones del género, licencias provistas por el talento con el que se lo ha interrogado. Desde el comienzo María Martoccia lo hizo con la misma asidua violencia e intensidad.