Discurso y moneda en la creación de la convertibilidad por Alexandre Roig1 Palabras clave: convertibilidad, Cavallo, Liendo, Llach, momento cognitivo A fines de los años ochenta, frente a la hiperinflación y al análisis que de ella se hizo en términos de “moneda enferma” que sufría una “carencia de confianza" (Almansi y Rodriguez, 1989), la posibilidad de la dolarización o de una moneda convertible al dólar se volvió cada vez más tangible. Sin embargo, hubo que esperar al 17 de marzo de 1991 para que esta posibilidad se convirtiera en proyecto y que fuera objeto de discusión entre “los padres” de la nueva forma monetaria en una reunión a la cual se refiere Horacio Liendo: Ese domingo me llama al campo (yo tengo un campo a donde voy los fines de semana, ya lo tenía en aquella época, entonces me llama ahí) y me dice: “¿te acordás de aquel proyecto?”, “sí” --le digo-- “¿cómo no me voy a acordar”; “bueno, venite a casa esta noche, a las ocho de la noche venite a casa”; “bueno, perfecto”. Yo vuelvo del campo, que está en la provincia de Buenos Aires, más o menos a dos horas de acá, una hora y media, dos horas, y cuando voy llegando a la casa, me bajo del auto, mi mujer sigue con los chicos y con todo para casa, y me voy a la casa de Cavallo que quedaba en el caminº Y ahí en su casa estaba Juan Llach, él y yo, que llegué en ese momento, solamente, no había nadie más. Bueno, entonces allí Cavallo dice que está decidido a lanzar la convertibilidad. (Entrevista con Horacio Liendo, 12 de diciembre de 2005) Aunque impregnada del sopor de un domingo en el campo, esta narración describe a tres hombres reunidos para “decidir el lanzamiento de la convertibilidad”. ¿Como entender o interpretar ese momento? ¿Acaso tenemos que ver en él, tal como nos lo sugiere este fragmento, el punto cero de una forma monetaria por venir, fruto del pensamiento de tres personas? 1 Doctorando EHESS. Investigador del CESE del IDAES – UNSAM. Investigador asociado del CEIL- PIETTE del CONICET. Dirección electrónica: [email protected] 1 Si presenciamos aquí, narración mediante, un acto de creación, no podemos sin embargo fechar el origen de esta forma monetaria, ni declarar su nacimiento en ese instante. La temporalidad de una creación es mucho más lenta y compleja. Pero aunque resulte imposible fijar o determinar el origen, podemos al menos reconstruir su génesis. Nos parece en este sentido particularmente interesante cuestionar ese momento, interrogarnos sobre el estatuto de estas discusiones sobre la forma monetaria. De alguna manera, dicho planteo equivale a preguntarnos cómo se creó la moneda de la convertibilidad, y nos permite indagar en el proceso de su creación y los lazos que se ataron entre los distintos momentos de esa creación. Esto implica no observar la creación monetaria únicamente desde el momento en que la moneda se materializa, sino entenderla en relación a las discusiones que tuvieron lugar en esta velada del 17 de marzo de 1991. Por lo tanto, el objeto de nuestra atención no será la decisión, sino el proceso de creación en sí mismo. Para ello, vamos a descomponer ese momento, dar a esas pocas horas la densidad de un proceso previo que se cristaliza y se hace presente en ese departamento vidriado de una gran avenida de la ciudad de Buenos Aires. Vamos a reconstruir así la genealogía de las propuestas que ahí se discuten, y de las relaciones de poder en las que se inscriben y con las que interactúan. La creación monetaria es antes que nada fruto de un encuentro... “Éramos solo tres personas en este momento. Cavallo, Liendo y yo”, me indica Juan José Llach. La insistencia sobre el número reducido de los concurrentes por parte de aquellos que “estaban presentes” aparece de manera reiterada en las entrevistas realizadas. Cuando preguntamos a los que estuvieron “ausentes” en aquel momento sobre “cómo se adoptó la convertibilidad”, los entrevistados insisten en el proceso, en las discusiones de largo plazo que originaron esta “creación”. Más allá de la interpretación psicologizante que podamos hacer en términos de valorización de “egos”, esta diferencia no nos conduce a negar la importancia del instante, sino a situarlo en una trayectoria que nos permita entenderlo mejor e interpretarlo. Porque efectivamente 2 lo que vamos a realizar es una interpretación del momento, con el afán de desplegarlo, de desarrugarlo, para poder apreciar sus diferentes facetas. Ese momento se caracteriza antes que nada por un “encuentro” entre tres personas. Para observarlo, no vamos a describirlo como un cliché, una fotografía fija, sino como una pintura, cuyo espesor de trazos, la textura y la superposición de capas producen un efecto sensorial que no esconde la profundidad de lo que es representado; al contrario, lo revela. Esas individualidades presentes serán así interpretadas como trayectorias que se cruzan, se mezclan, se superponen por instantes y llevan en sí toda su historia, que es también la de las relaciones sociales en las que se inscriben. Las discusiones que tienen lugar no serán escuchadas exclusivamente como emanación de los cuerpos que las pronuncian, sino también como relaciones sociales diferentes y contradictorias expresadas en ese momento. La reconstrucción de ese encuentro, aunque cree la ilusión de una decisión que se esconde bajo los rasgos del acuerdo, será entonces leída desde los conflictos que la atraviesan, de una negociación en torno a un conjunto de ideas y de la voluntad de aplicarlo. Veremos ese momento como un encuentro de relaciones sociales contradictorias, puestas en perspectiva e inscriptas en un proceso de creación. En síntesis, ese encuentro subsume una serie de conflictos en torno a un conjunto de ideas específicas: la forma monetaria deseada. Para aquellos que participaron de las discusiones sobre las “soluciones” a la hiperinflación, la respuesta, el “dólar”, estaba “en la cabeza de la gente” (HEC, 2001). En las discusiones políticas, en el seno de los espacios de debate académico, el papel del dólar en la estabilización de las transacciones económicas se presentó bajo el rasgo de una solución natural. Domingo Cavallo insiste sobre el hecho de que la “la convertibilidad fue una creación institucional a partir de la observación de la realidad” (Cavallo, 2001:164). Esta misma idea se vuelve a encontrar en las palabras de Juan José Llach, para quien “la convertibilidad fue transformar en ley el deseo de la gente” (HEC, 2001). Sin embargo, a la vista de los conflictos que rodean la génesis del proyecto de convertibilidad, este proceso parece más construido que natural, idea de hecho coherente con la noción de “creación” movilizada regularmente en las entrevistas. Desde 1989 la idea avanzó en los distintos grupos de trabajo al son de los conflictos políticos del momento. 3 Éstos, lejos de ser un “con-texto” de lo que se dirá esa noche de otoño de 1991, estructuran en gran medida lo que está en juego en ese momento y estarán tan presentes como los tres participantes de la reunión. … que se inscribe en un proceso... Tres personas en un mismo lugar con el mismo propósito: “lanzar la convertibilidad”. Si solo se tratara aquí de una decisión, ese momento resultaría tan breve como poco interesante. En fin, cuando Cavallo convoca a “sus dos amigos” a su departamento, la decisión ya está tomada. Lo que está en juego en esa noche no es el hecho de saber si se decide o no algo –lo cual, limitado a una alternativa binaria, sería poco significativo–, sino el contenido de esa decisión, en nuestro caso la convertibilidad. Y para entender el tenor de las discusiones, nos vemos obligados a remontarnos a algunos años antes, a 1989, más precisamente a la campaña de las elecciones presidenciales. Desde 1982, Domingo Cavallo se reunía regularmente con Carlos Menem en ocasión de reuniones organizadas en Córdoba motivadas por presentaciones de los trabajos de la Fundación Mediterránea. Sentían, según Cavallo (2001:132), un respeto mutuo. Una vez que las elecciones internas se resolvieron en favor de Menem, el candidato presidencial preparó su equipo económico de campaña y le ofreció a Cavallo la dirección. Con el afán de trabajar a la elaboración del programa del candidato, éste convocó, entre otros, a Horacio Liendo, Juan José Llach, Ricardo López Murphy y Raúl Sanguinetti. A partir de la constitución del grupo, que no se superponía al equipo de la Fundación Mediterránea, se estableció una dinámica de reuniones. Juan José Llach se refiere a ellas de la siguiente manera: Fue una serie de reuniones que se hicieron en los meses de marzo, abril, mayo del 89 a las que asistían [...] a veces venía Cavallo, pero principalmente iban Liendo, colaboraban también con ideas en ese momento López Murphy, a veces iba también Carlos , etc. Bueno, y estaba esa idea de que cómo se podía armar un sistema de convertibilidad. Ahí vino Horacio Liendo, que había estado escribiendo un proyecto, un proyecto bastante preparado. Yo no estaba tan seguro de que fuera una buena idea armarlo como una ley 4 esto, porque le daba demasiada rigidez al sistema, cuando vos hacés una ley es más rígida. (Entrevista con Juan José Llach, 30 de enero de 2006) Así, contrariamente a la idea a menudo esgrimida en la literatura académica que supone que la convertibilidad fue un plan preestablecido por el “laboratorio” de la Fundación Mediterránea (Natanson, 2005, Dezalay y Garth, 2004), según las entrevistas realizadas la idea de la convertibilidad provendría sobre todo del aporte de Horacio Liendo, abogado2 y amigo de Domingo Cavallo desde el período de la dictadura3 de 1976. Esto nos permite situar la discusión sobre el origen del proyecto de la convertibilidad no exclusivamente en relación al problema de la “profesión de los economistas” o de algunos think tanks, sino en una dinámica más compleja. Por encima de las discusiones sobre el hecho en sí del “lugar” donde fue elaborado el proyecto, lo que nos parece importante en torno a este hecho se refiere a la lógica de creación de un proyecto monetario. No se trata de la lógica de un espacio “exterior” a los procesos políticos, de un orden tecnocrático que penetraría el orden político con toda su potencia conquistadora. A pesar del hecho de que observamos prácticas específicas en torno a la construcción del proyecto monetario, éstas se inscriben en los procesos políticos mismos, donde la pertenencia y los vínculos con un think tank refieren más a un proceso de autorización de las personas presentes (Roig, 2005) que a la creación del proyecto en sí.4 Según las distintas entrevistas realizadas, fue en su tesis doctoral de 1983, publicada en 1990 (Liendo, 1990), que Horacio Liendo trabaja la convertibilidad lanzada por Carlos Pellegrini. En referencia a la “Urgencia Nacional y al derecho administrativo” encontramos el análisis de las crisis de 1890, 1930 y 1980, sobre los que Horacio Liendo va a fundar su propuesta y que serán objeto de cierta incomprensión por parte de otros miembros del grupo: 2 Además de fuentes publicadas, (De Pablo, 1977; 1994; 1995), (Cavallo, 2001), utilizamos para este texto entrevistas realizadas a Horacio Liendo, Juan José Llach, Juan Carlos de Pablo, Benjamín Roque Fernández, Alfredo Canavese y Daniel Heyman (realizadas entre octubre 2005 y enero 2006). 3 Cavallo y Liendo fueron presentados en 1982 por el padre de Horacio Liendo, entonces ministro del Interior de la dictadura militar. Cavallo era entonces director del Banco Central. 4 La idea de la convertibilidad no estaba tan presente en los medios universitarios. De hecho, a pesar de los antecedentes históricos de la convertibilidad (Vitelli, 2005), son pocos los estudios monetarios que se encuentran en esta época, pese a la dimensión de la problemáticas (Hansen, 1916, 1930; Olarra Jimenez, 1968, Panettierri, 1983, Williams, 1920). 5 Me llamó la atención que no hubiese mucho conocimiento; es decir, hoy está muy difundido el conocimiento de la convertibilidad y muchos han recurrido a los antecedentes históricos, pero en ese momento, pese al nivel de los interlocutores, no había mucho conocimiento de la convertibilidad. Digamos: estamos en un mundo post-crisis de Breton Woods, o sea, post-flotación, del setenta y pico, del 72, o sea, que era un mundo totalmente flotacionista y que no tenía estos conceptos. Lo tenían como una cosa antigua, arcaica, digamos, no muy sofisticada. Pero a medida que fuimos analizando sus ventajas para la Argentina, yo diría que se fue produciendo un claro consenso en el grupo de que el sistema podía funcionar. (Entrevista con Horacio Liendo, 12 de diciembre de 2005) Sin embargo, si se consideran los debates teóricos sobre las políticas de estabilización económica en períodos de hiperinflación, entendemos mejor el “consenso” alcanzado a pesar del desconocimiento originario señalado por Horacio Liendo. Estos debates fueron sintetizados en los trabajos de Juan José Llach (Llach, 1987, 1989) en referencia al dilema entre las propuestas desarrolladas por Dornbusch y Sargent. Frente a una hiperinflación, Llach se plantea el siguiente interrogante: “¿Qué hay que hacer en primer lugar: fijar la tasa de cambio a la Dornbusch (1985), o anunciar el cambio de régimen monetario-fiscal a la Sargent (1986)?” (Llach, 1989). El proyecto de la convertibilidad propone llevar adelante las dos medidas al mismo tiempo, y a pesar de la críticas y las divergencias de los grupos favorables a una dolarización completa de la economía –como las planteadas por el grupo del CEMA (Ávila, 1990)–, la idea no resulta contradictoria con ese dilema. Por el contrario, lo resuelve. Entendemos entonces que los trabajos del grupo se articularon en torno a esa idea de Horacio Liendo, quien redactó como base de las discusiones un proyecto de ley que nunca fue presentado al Congreso de la Nación, aunque ya contenía parte del espíritu del proyecto de convertibilidad que sería discutido en el encuentro de los tres hombres. ... y se apoya sobre un proyecto que hace coexistir el pasado y el futuro... En ese texto, que lleva el título de “Proyecto de creación del nuevo sistema monetario argentino”, el elemento central, como lo refiere el Título I, es la creación de la “Caja de Conversión”, proyectada con el afán de ocuparse de la conversión y la amortiguación de la moneda de curso legal convertible (artículo 1). Se prevé entonces la transferencia de todas 6 las reservas metálicas y en divisas extranjeras a una caja que depende del directorio del Banco Central y que permite la conversión de la moneda de curso legal en “valores” de reserva. A diferencia de lo que se propondrá dos años más tarde, la tasa de cambio de la convertibilidad no estaba especificada. Tal como lo establece el artículo 10: “Una vez equilibrados los activos con los pasivos, el directorio del Banco Central, a cargo de la Caja de Conversión, podrá dar billetes convertibles en cambio de divisas o viceversa, con el objetivo de fijar el valor de la moneda fiduciaria”. No encontramos aquí una idea de relación 1 a 1 entre el dólar y el peso, sino en una perspectiva más mercantil, la voluntad de fijar la tasa de cambio en función de la compensación de pasivos. Asimismo, la circulación del dólar no estaba contemplada, y la moneda norteamericana se consideraba uno de los elementos de garantía del circulante monetario. En su Título II el proyecto preveía un “impuesto especial a las exportaciones” con el objetivo de crear reservas necesarias para garantizar el apoyo de la nueva moneda.5 Más allá de las disposiciones técnicas planteadas, lo que nos interesa en relación con este punto es la voluntad de intervención del Estado en la creación de la moneda y en su respaldo, tal como aparecerá claramente en las discusiones legislativas llevadas adelante pocos días después del encuentro de 1991 (Moisset de Espanes, 1991). Esta voluntad creadora propone el nombre de la nueva moneda. El Título III del proyecto refiere a la “creación del peso” y a la adopción del símbolo “$”. La denominación del circulante había sido de hecho objeto de negociación los primeros meses de 1989. Al retomar los términos en que lo narra Horacio Liendo: ¿Qué pasó ahí? Cavallo ya había hablado con Menem de esta idea de la reforma monetaria, luego de nuestra conversación de febrero del 89. Y Menem se había entusiasmado con la idea y había empezado a circular y a él se le había ocurrido ponerle 5 El equipo económico de Menem evaluaba entonces que se necesitaban 4 mil millones de dólares en reservas suplementarios para poder emitir esta nueva moneda. Un periodo de transición había sido previsto para ello. Liendo evaluaba que se tenía 1.5 mil millones de reservas en oro y que los 2.5 mil millones faltantes serían otorgados por este impuesto en periodo estimado de un año y medio El impuesto previsto era de 20 por ciento. 7 Federal al nuevo peso, a la nueva moneda. Entonces Cavallo me dice ahí en Córdoba: “bueno, sí, estuve hablando con Menem y a Menem le gusta la idea y él quiere llamarlo Federal”; y le dije: “pero esto va a ser un cambalache”, cambalache le decimos acá a un negocio que vende cualquier tipo de cosas, variadas, todo tipo de cosas viejas y demás y que hay un tango famoso que lo populariza, de Discépolo, Cambalache. Y le digo, esto va a ser un cambalache, a cada presidente constitucional se le va a ocurrir poner una moneda con un nombre distinto, a Alfonsín el Austral, a Menem el Federal, va a venir otro, va a estar en contra de Menem, le va a cambiar el nombre. Así que así vamos al muere. La moneda es una institución permanente del país, no puede estar modificándose todos los gobiernos. ¿Por qué no le ponemos el nombre histórico de la moneda que es el peso? Bueno, pero hay muchos pesos porque imaginate, está el peso moneda nacional, el peso argentino, el peso ley 18188; y yo digo, bueno, pongámosle peso a secas. “Bueno, me gusta”, dice Mingo. Y ahí quedó el peso, de ahí surgió el nombre del peso. (Entrevista con Horacio Liendo, 12 de diciembre de 2005) Más allá de la cuestión de la nueva denominación, en ese proyecto, la adopción del peso no implicaba una eliminación del Austral: el Título IV se refería específicamente a la circulación de la antigua moneda. Esta última devenía una moneda no convertible, que conservaba su curso legal pero con usos limitados. Los salarios, los impuestos y los servicios públicos no podían ser abonados en Australes y únicamente se mantenían los contratos establecidos en esa moneda previos al establecimiento de la ley. Este proyecto preveía una moneda no convertible, el Austral, que refería a transacciones pasadas, según el sistema de indexaciones de los precios, y el peso, convertible en dólar, que refería a los nuevos contratos, el pago de impuestos, servicios públicos y salarios. Sin embargo, esta doble moneda remitía a tres monedas. Una moneda del pasado, el Austral. Una moneda del presente, el Dólar, puesto en práctica como unidad de cuenta y, respecto de algunos bienes, como unidad de pago. Una moneda del futuro, el peso, cuya calidad sería construida a través de la ecuación que la unificaba al dólar y al hecho que la vinculaba a todas las nuevas transacciones de la economía. Una vez electo Menem, este proyecto hubiera tenido, según las proyecciones realizadas por 8 el grupo, que ser presentado por Cavallo tras su nombramiento como ministro de Economía. Sin embargo, éste no será el curso de la historia, ya que Menem otorgó dicho cargo el 8 de julio de 1989 al grupo Bunge y Born, representado por Miguel Roig y, tras su deceso una semana más tarde, a Néstor Rapanelli. Por su parte, Cavallo fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores, de manera que el proyecto perdería poco a poco su peso: El que vino terminó siendo Roig (como vos), él era un hombre del grupo Bunge y Born, que se había acercado a Menem, era un hombre que era un empresario, no tenía idea de economía realmente. Y bueno, tuvimos muchas reuniones con él, ahí se incorporó... había ido antes a algunas reuniones pero se incorporó Guido Di Tella, porque Di Tella iba a ser el viceministro de Roig, y ahí le empezaron a ofrecer el cargo de presidente del Banco Central a López Murphy, quien dijo que nº Entonces un día Cavallo me dice si yo quería ser el presidente del Banco Central. Yo lo pensé mucho: la verdad es que era una tarea muy complicada y difícil en ese momento. Finalmente dije que sí, mi nombre fue aprobado, salió en los diarios y entonces tuvimos varias reuniones con Roig para tratar de convencerlo de todas estas ideas, junto con Guido Di Tella sobre todo, que iba a ser el viceministro. Pero Roig no estaba convencido en absoluto de estas ideas, o sea que ya cerca de cuando estaba por ser el 8 de julio, que era el día en que Menem se hacía cargo, un día le dijimos con Guido Di Tella, mirá, Miguel, vos pensás muy distinto de nosotros o sea que es mejor que busques otra gente, etc. Y él ahí lo nombró a Orlando Ferreres. Y al poco tiempo, a González Fraga como presidente del Banco Central. Como sabrá, Roig, murió, pobre, a los 15 días de asumir y asumió Rapanelli que era también un hombre del mismo grupo empresario Bunge y Born. Y bueno, ahí bueno, yo volví al instituto Di Tella de donde nunca me había ido. (Entrevista con Juan José Llach, 30 de enero de 2006) Constatación de un fracaso, pero para nosotros, sobre todo, testimonio de un conflicto en torno del proyecto a adoptar, que todavía no era ley. Era simplemente un proyecto, una creación cognitiva y la voluntad de una creación jurídica, más tarde materializada bajo forma de circulante monetario. Las relaciones de poder y las decisiones políticas que pudieron motivar a Menem no aparecen en las entrevistas. Sin embargo la cuestión del conflicto de proyectos es aquí central. Fue un proyecto contra otro el que generó una clara 9 frontera entre grupos y el acceso de uno de ellos al poder. Lo que aparece aquí en juego no son los intereses representados, trabajados por otra parte en la literatura académica (Dezalay y Garth, 2002; Heredia, 2004, 2006; Ramírez, 2003), sino los proyectos propuestos. Como lo recuerda Juan José Llach: Roig tenía esta idea del modelo de Klein, el modelo econométrico que usaba Bunge y Born; y de hecho Orlando Ferreres había trabajado mucho con ese modelo, el viceministro de economía de Roig, de Rapanelli. Que era un modelo que no estaba mal pero era un modelo de reactivación de demanda keynesiana más bien digamos que era que veía el aspecto de recesión de la hiperinflación pero no veía el aspecto monetario. Él tenía eso en la cabeza, no es que tuviera un argumento en contra de la convertibilidad. (Entrevista con Juan José Llach, 30 de enero de 2006) Nuestra intención no es definir aquí lo que “realmente pasó”, tarea que resulta imposible de alcanzar, sino tratar de reconstruir la importancia de la cuestión monetaria como articuladora del conflicto entre proyectos. Con todo el peso de un discurso del fracaso, Liendo nos habla de este momento en los siguientes términos: Y ahí a esa altura ya estaban compitiendo dos proyectos, el proyecto de la convertibilidad y el proyecto de Bunge y Born. A su vez Guido [Di Tella] que participa de algunas reuniones, y que también le interesa y se entusiasma con el proyecto, no estaba embebido en sus detalles y cómo funcionaría, o sea, no tenía todas las respuestas que a esa altura... qué sé yo, yo tenía respuestas para cualquier pregunta que me hicieran de cualquier tema vinculado con eso y estaba absolutamente convencido que esa era la solución. Pero si uno no está totalmente convencido y el proyecto no es de uno, en una reunión donde están discutiéndose otras cosas, probablemente no le ponga tantas fuerzas, tanta vehemencia. Y cierto era que desde un punto de vista de equilibrio político para un cambio como el que iba a protagonizar Menem, era bastante más conservador y más seguro confiar en un gran grupo económico como Bunge y Born que en un proyecto de un asilo de locos, como era la convertibilidad. De manera que se pierde esa batalla, la convertibilidad no nace en esa fecha y aquel proyecto está guardado en una de mis carpetas pero nunca vio la luz del día. (Entrevista con Horacio Liendo, 12 de diciembre de 2005) 10
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