Por suerte, todavía hay un miembro de la familia que parece tener la cabeza en su sitio, Shelley, cuya brillante carrera en la abogacía acaba sólo de empezar. Sin embargo, tampoco ella parece haberse librado de una infancia y juventud marcadas por el culto al cuerpo. Cuando la sombra de la anorexia se cierna sobre ella, su ya disfuncional familia amenazará con desmoronarse. Pero el golpe, aunque fatídico, les hará despertar del letargo en el que han estado inmersos durante años.
En Al filo del hambre la cultura de la comida es espejo de frustración aún más oscuras, es el medio para saciar deseos emocionales insatisfechos. A pesar de la molesta confrontación, y de la reflexión a la que invita la novela, siempre subyace en ella el agudo sentido del humor de Medoff, una autora que ha sabido convertir sus fantasmas del pasado en una meditación
irónica sobre las complejidades de la vida, en un relato a la vez conmovedor y divertido.