BOLETIN OSAR AÑO 17 NÚMERO 30 – 2011 Seminario Mayor Santo Cura de Ars - Arquidiócesis de Mercedes – Luján 31 de enero al 4 de febrero de 2011 “La psicología y la dirección espiritual en el acompañamiento formativo" Presentación Encuentro Nacional de Formadores de Seminarios “La psicología y la dirección espiritual en el acompañamiento formativo" Seminario Mayor Santo Cura de Ars Arquidiócesis de Mercedes – Luján 31 de enero al 4 de febrero de 2011 En febrero del corriente año – 2011 – hemos celebrado nuestro Encuentro Nacional de Formadores de Seminarios de la República Argentina con la participación de un numeroso grupo de formadores. La Comunidad del Seminario Santo Cura de Ars, de la Arquidiócesis de Mercedes–Luján, tuvo la generosidad de recibirnos, a tan sólo seis años del anterior encuentro en ese mismo lugar: por su renovada generosidad, hospitalidad y servicialidad, les hacemos llegar nuestro humilde agradecimiento. Para abordar el tema elegido, “la psicología y la dirección espiritual en el acompañamiento formativo”, comenzamos con el retiro de la mañana de lunes predicado por Monseñor Agustín Radrizzani, y cuyo título fue “El Pastor, hombre de fe desde una humanidad madura”. Luego, nos acompañaron con sus exposiciones, y guiando los diálogos abiertos la Dra. Alicia Zanotti de Savanti y el RP Rafael Colomé o. p., cada cual desde su lugar, y con el conocimiento y la experiencia que la materia requería. Nuestro agradecimiento a todos. De parte de la CEMIN nos acompañaron durante el Encuentro Mons. Antonio Marino y Mons. Sergio Buenanueva: desde nuestro Boletín renovamos nuestro agradecimiento por su presencia, palabra y cercanía. Queremos hacer una mención especial al acompañamiento de Mons. Carmelo Juan Giaquinta, presente en nuestros Encuentros Anuales de Paraná 2008, La Plata 2009, Tucumán 2010 y Mercedes 2011: su incansable solicitud pastoral, manifestada en la pasión en el trato de los temas, la humilde comunión paternal y fraternal con que se unía a los formadores, buscando juntos respuestas a nuevos desafíos, y su valiente sabiduría, ha sido para nosotros un testimonio sacerdotal, que ojalá marque también nuestras vidas. Llegue a él nuestro agradecimiento y oraciones, y él desde el Encuentro Definitivo con el Señor nos consiga la bendición de Dios. Ponemos en las manos de la santísima Virgen el presente Boletín, deseando que ella acompañe a los seminaristas y acompañe nuestra tarea formativa. Comisión Directiva de la OSAR Reflexiones para el Retiro Inicial El Pastor, hombre de fe desde una humanidad madura Mons. Agustín Radrizzani A. Sacerdote hombre de fe 1. ¿Qué es la fe? “La respuesta propia del hombre a Dios que habla esta fe”. VD 25 2. La fe inicial (Ad gentes 13.15) Según el decreto conciliar la fe posee estos rasgos: 2.1 La aceptación de Dios vivo que se comunica con nosotros. El que descubre a Dios intuye que el Dios anunciado por la fe es alguien vital para su realización personal. 2.2 Una primera adhesión a Cristo. La fe inicial nos permite descubrir que la relación con Dios pasa a través de Jesucristo y no “hay salvación fuera de Él” (Hb. 4,12) Adhiere a la persona de Cristo aunque no tenga un conocimiento completo de su persona. 2.3 Seguir a Jesucristo. A esa primera adhesión sigue el deseo de seguirle, de vivir como Él. Es un primer paso en la conversión personal. 2.4 Nos incorporamos al grupo de los seguidores de Jesús. Descubrimos que otros han hecho la misma experiencia. Por tanto, es con ellos donde se hace más explícita su fe, madurada, celebrada y vivida. “Una nube de testigos nos rodean” (Hb. 12, 1-2). 3. La fe adulta. De aquella primera intuición nace una fe adulta con estas características: 3.1 El creyente sabe en quién cree y por qué cree. “Scio cui credidi” (2 Tim 1,12) 3.2 Tomo conciencia del valor de Cristo y de la propia vida y se esmera en conocer más y más a Cristo y entregarse a Él. 3.3 Nos sentimos parte de una comunidad y que somos Iglesia. 3.4 Se abre totalmente a la llamada de Dios y no concibe reducir su fe a una idea o unos mandatos o prohibiciones. “Quien dice que permanece en El, debe vivir como vivió El” (1Jn 2,6 ) 3.5 Supera con la ayuda de la gracia el divorcio entre fe y vida. “El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos, debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época” (Gaudium et Spes, n. 43). 4. La conversión permanente. Cuando la respuesta del creyente es afirmativa, se produce un desquiciamiento. Dios saca a la persona de su centro para ocupar Él mismo el centro de esa vida. “Con Cristo estoy crucificado. Ya no vivo yo” (Ga 2,19-20) Escuchar al hombre que dice: “Tú eres mi Dios” y escuchar a Dios que le dice: “Tú eres mi hijo” es la experiencia más significativa para la vida humana. “Tú serás mi pueblo…” (Lv. 26,12) Dios ocupa el centro de su vida. Mis deseos son los deseos de Dios, mi voluntad no es otra más que la voluntad de Dios, mi amor es todo amor de Dios. Así nos hacemos auténticos discípulos (DCE 17). Las características de la fe del discípulo son: 4.1 Una fe que es eje de toda la vida. Fe cómo valor supremo. Es lo único necesario. “El justo vivirá por la fe” (Rm. 1, 17) 4.2 Una fe que se experimenta. No un cumplimiento de prácticas cultuales o morales sino experiencia personal del encuentro con Jesucristo, similar a la de los apóstoles. “Señor auméntanos la fe”. “Si tuvieran la fe como un grano de mostaza…” (Lc. 17, 5-6) 4.3 Una fe expresada y anunciada, se vive en el corazón y se confiesa con los labios (Rom. 10,9) 4.4 Una fe que sabe dialogar con todos y es capaz de comunicar a todos el testimonio del inmenso amor de Dios manifestado en Jesús. 4.5 Una fe coherente porque vive lo que dice por haberlo experimentado. Su vida es prueba de credibilidad. “Lo que hemos oído y visto, lo que hemos tocado” (1 Jn. 1) 4.6 Una fe que humaniza y lleva a combatir todo aquello que es deshumanizante e injusto. 5 Lo esencial para vivir esta fe. 5.1 Deus caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n°1) "El amor al prójimo solo puede llevarse a cabo o partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha de convertir en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento” (n°11). Lema episcopal de Benedicto XVI: “Cooperatores veritatis” (3 Jn. 8) 5.2 Aparecida: “La Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho mas por atracción: como Cristo “atrae a todos hacia sí” con la fuerza de su amor, que culminó en el sacrificio de la cruz. Así la iglesia cumple su misión en la medida que, asociada a Cristo, realiza su obra conformándose en espíritu y concretamente con la caridad de su Señor. Queridos hermanos y hermanas este es el rico tesoro del continente latinoamericano; este es su patrimonio más valioso: la fe en Dios Amor, que reveló su rostro en Jesucristo. Vosotros creéis en el Dios amor: esta es vuestra fuerza, que vence al mundo, la paz que Cristo conquistó para vosotros con su cruz. Esta es la fe que hizo de Latinoamérica el continente de la esperanza”. (Discurso inaugural, pág. 315). 5.3 Verbum Domini: “La fe adquiere la forma de encuentro con una Persona a la que se le confía la propia vida” (n°25) “Exhorto a todos los fieles a reavivar el encuentro personal con Cristo, Verbo de la vida que se ha hecho visible, y a ser sus anunciadores para que el don de la vida divina, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo” (n°3) 5.4 Mensaje para la XXVI jornada mundial de la juventud. Madrid, 16 - 21/08 /2011: del n° 1: “…al recordar mi juventud, veo que, en realidad, la estabilidad y la seguridad no son la cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes…Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo… este impulso de ir más allá de lo habitual está en cada generación…el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito…la cultura actual tiende a excluir a Dios…se constata una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia, más aun, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza…los invito a intensificar el camino de fe en Dios…el relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad y desconcierto y un conformismo a la moda del momento…” del n° 2: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (Col 2,7)…en el texto original las tres expresiones están en pasivo: quiere decir que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar, edificar y hacer firmes a los creyentes…la fe cristiana no es solo creer en a verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo…Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza…no cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad…apóyense en cambio, en la fe de sus seres queridos, en la fe de la iglesia y agradezcan al Señor haberla recibido y haberla hecho de ustedes”. del n° 3: “pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un infierno, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza” Del n° 4: Creen en Jesucristo sin verlo “la experiencia del apóstol Tomás…queridos jóvenes, aprendan a ver a Jesús en la Eucaristía...la Penitencia…los pobres y enfermos…los Evangelios y el Catecismo de la Iglesia Católica. De la n° 5: sostenidos por la fe de la Iglesia para ser testigos. “Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros (CEC 166)…si creen, si saben vivir y dar cada día testimonio de su fe, serán un instrumento que ayudará a otros jóvenes como ustedes a encontrar el sentido y la alegría de la vida, que nace del encuentro con Cristo. Del n° 6: “la calidad de nuestro encuentro dependerá, sobre todo, de la preparación espiritual, de la oración, de la escucha en común de la Palabra de Dios y del apoyo recíproco…que Ella interceda por todos ustedes, para que en la próxima Jornada Mundial puedan crecer en la fe y en el amor.” 6. Actitudes del hombre de fe. 6.1 Una vida unificada. (cfr. PO 14) “esta unidad de vida no la pueden conseguir ni la ordenación meramente externa de la obra del ministerio, ni la sola practica de los ejercicios de piedad, aunque la ayudan mucho. La pueden organizar, en cambio, los presbíteros, imitando en el cumplimiento de su ministerio el ejemplo de Cristo Señor, cuyo alimento era cumplir la voluntad de Aquel que lo envió a completar su obra. (Cfr. Jn. 4, 34) 6.2 Una vida entregada: a todos, siempre: jóvenes, viejos, buenos, malos, serenos, inquietos. 6.3 Una vida libre: no le importa ni el lugar, ni la carrera, ni si le consultan, nada fuera de Dios amado, buscado y servido. 6.4 Una vida feliz: todo lo ve, lo analiza, lo estudia desde otra perspectiva. Víctor Frank: “Quien tiene un fin por el qué vivir no le interesa ningún cómo!” 6.5 Una vida pacificada con su pasado y futuro. 6.6 Una vida misionera que tiene ardor como don que provoca “contagio”. B. El sacerdote, hombre rico en humanidad. 1. Dimensión humana del sacerdote PDV 43 - 44 Los padres sinodales dicen que sin una adecuada formación humana toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesario. La afirmación fuerte da una idea de la importancia de lo que estamos reflexionando. Se trata de reflejar “aquella perfección humana que brilla en el Hijo de Dios” y que se transparenta en las actitudes hacia los demás. La dimensión humana será vehículo para que todo el mensaje trascendente de la evangelización llegue “siempre y solo a hombres concretos”. También es necesario que el sacerdote sea capaz de conocer profundamente el alma humana, intuir dificultades y problemas, facilitar el encuentro y el diálogo, obtener confianza y colaboración, expresar juicios serenos y objetivos. Por lo tanto, la dimensión humana tiene un doble objetivo: la realización de sí mismo y el ejercicio del ministerio. Dentro del marco del sacerdote hombre de la comunión, el documento destaca la capacidad de relacionarse con los demás, señalando que esta capacidad de crear comunión es uno de los signos más elocuentes y una de las vías más eficaces del mensaje evangélico. La madurez afectiva supone la conciencia del puesto central del amor en la existencia humana. Es el amor el que compromete a toda la persona, a nivel físico, psíquico y espiritual. Es plenamente persona en su pensar, en su sentir, en su querer y en su servir (alteridad). “El misterio del hombre se aclara en el misterio del Verbo Encarnado” (GS 22). 2. La maduración afectiva Concepto: suponemos una comprensión del hombre en su singularidad y en su relacionalidad - comunicabilidad. Es imagen y semejanza de la Unidad Trinitaria. Una persona madura es la que logra entregarse, la que sabe vivir y morir por los demás. Indicadores del ser maduro: señalamos cinco: Tiene capacidad de manifestarse y comunicarse Tiene tolerancia a las frustraciones Tiene capacidad de tomar decisiones Tiene apertura la alteridad Tiene capacidad de adaptación. Obstáculos para la maduración: la fragmentación y el desconcierto generan dificultades. Señalo tres: El relativismo El cúmulo de información, datos, opiniones, sumadas a una concepción subjetiva de la verdad, mueven a confusión y a desánimo al no poder abarcar todo e integrarlo a la propia historia. El relativismo mira la superficie, sin coherencia de pensamiento, sin “camino”, saltando de sensación en sensación hasta fragmentar la misma persona. Ya no se necesita ser fieles, respetar lo permanente, ser coherentes. Lo que hoy es malo, mañana puede ser bueno. Pero la persona tiene necesidad de unidad e integración. Pero hoy, ya no hay meta ni ideal atrayente. La persona no se unifica y, por tanto, no madura El individualismo Hoy se privilegia la soledad. El repliegue sobre sí mismo y la búsqueda exclusiva de situaciones satisfactorias llevan a encerrarse y crear un mundo ilusorio. Se huye del sufrimiento y del que sufre. No hay apertura al otro que es fundamental para la maduración. No hay mirada a largo plazo. El cambio se convierte en valor en sí mismo. El “para siempre” es obsoleto. El secularismo Es la ruptura entre fe y vida. Se reduce la fe a una cuestión individual y de sentimiento que nada incide en la vida cotidiana. Desaparece la referencia al Creador. La vida se mide por el hacer sin ubicar las raíces. Por tanto, se pierde la dimensión del don, de la gratuidad. La falta de éxito provoca desencanto. La falta de motivación impide la maduración. Estas tres tendencias del mundo actual sea por la dispersión, sea por la falta de alteridad, sea por la ausencia de valores trascendentes, dificultan el crecimiento de la persona. El hedonismo puede ser considerado como consecuencia de estas tres dificultades. 3. Crecer en humanidad 3.1 Aceptación de sí mismo, de la propia historia que es amor, es historia de salvación. “En todo intervine Dios para bien de los que lo aman” (Rom 8,28) 3.2 Experimentar el amor de Dios. Es el amor gratuito del Padre que me ama, me llama, me conoce y me salva (Ef. 1,16 – 2,10 “Cuando estábamos muertos…”) Sólo por Cristo, con El y en El se experimenta la paternidad de Dios y la manifestación en mi vida de pastor. Sabiéndome hijo en el Hijo, me convierto en hermano de mis hermanos. Se entiende la paternidad junto a la fraternidad. No se puede pensar hijos, sin pensar hermanos. Sabernos amados por el Padre nos abre a la respuesta de un amor total y virginal. La fe en dicho amor, nos unifica e integra nuestro ser. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn. 4, 16) “Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti” (San Agustín). 3.3 Crecer en el conocimiento de la propia identidad. ¿Cuál es nuestra identidad? Lo dijo Jesús a los judíos: “Ustedes son dioses” (Jn. 10, 34) Es vivir con la certeza de ser amados, hacer experiencia de amor nos madura. Y esto se realiza con el amor a una familia, de sangre o religiosa. Más sanos son los vínculos, mejor madura la personalidad. Vínculos sanos generan personalidades sanas. Abrirse a los demás sin temor, sin doblez, sin egoísmos facilita el dominio de sí y nos permite crecer en identidad. 3.4 Construirnos en reciprocidad. Viviendo la caridad, se vive Jesús y si este amor es recíproco se experimenta la presencia de Jesús. Encontramos los modos que ayudan a poseer el don que ofrecemos. Lo primero será cultivar la unidad del propio ser con sus deseo y tendencias. La persona debe estar integrada en Cristo: “Ya no soy yo es Cristo quien vive en mi” (Ga 2,20). Y Cristo con su misterio pascual que es pasión, abandono, muerte y resurrección. Somos un don para los demás y los demás son un don para mí. Esta es la verdadera razón de las relaciones interpersonales. 3.5 Responder en donación total. A este amor a Dios, se responde con amor. No nos sostiene ni la razón sicológica, ni la ministerial sino únicamente una razón teológica que implica una unidad vital con el Amor encarnado. Nos entregamos como El y vemos todo con la mirada de Dios: a nosotros mismos, a los demás y a toda la creación: será siempre una mirada de misericordia y de amor. Así nos ofrecemos como hostias vivas (Rm 12,1) y lograda una incipiente unidad interior, la persona se desarrolla en armonía con todos sus comportamientos. Creer en el amor de Dios, imitar y vivir a Jesús, total donación y caridad recíproca es el perfil de la persona madura. 4. Figuras edificantes en la Iglesia por su humanidad Pablo VI: el cardenal Lucas Moreira Neves, en su libro “Pablo VI, perfil de un Pastor” lo señala como un hombre cordial. Una cordialidad que no es ficción, menos aun cálculo interesado, y menos todavía táctica que busque la dominación. Es la cordialidad dictada por el amor más sincero y por el único deseo de prestara todos un amoroso servicio. La cordialidad de quien sabe que no habla a la inteligencia del hombre si, a la vez, no se llega su corazón. También destaca en Pablo VI al hombre del diálogo. “El dialogo debe caracterizar nuestro oficio apostólico, herederos como somos de un estilo tal, de una directiva pastoral que nos ha llegado de nuestros predecesores del último siglo “ (ES 69). Dice Moreira Neves: “en realidad se puede decir que pocos como el, rico como era de humanidad y de espiritualidad, como verdadero pontífice, hayan favorecido el diálogo del hombre con Dios. Por otra parte, de este primero y fundamental diálogo, el supo hacer que la Iglesia pudiera dialogar con el inmenso círculo, del que no logramos ver los límites - ES 101- es decir, el ámbito de la humanidad, después, mas particularmente, con los que creen en Dios; mas particularmente aun con los hermanaos en Cristo, separados de nosotros por una división histórica. Sin hablar del dialogo intraeclesial, frecuentemente fatigoso y difícil a causa de algunas circunstancias…1 Juan Pablo II : conocemos ampliamente preocupación por el hombre por parte del querido y recordado Papa Juan Pablo II, además de su propia riqueza humana. En el libro “Cruzando el umbral de la esperanza” dice que su interés por la persona y por la acción, no surgió en el terreno de la polémica con el marxismo sino que “El interés por el hombre como persona estaba presente en mi desde hacía mucho tiempo. Quizá dependía también del hecho de que no había tenido nunca una especial predilección por las ciencias naturales. Siempre me ha apasionado más el hombre; mientras estudiaba en la facultad de letras, me interesaba por él en cuanto artífice de la lengua y en cuanto objeto de la literatura; luego, cuando descubrí mi vocación sacerdotal, comencé a ocuparme de él como tema central de la actividad pastoral.” Afirma más adelante “por tanto, el origen de mis estudios centrados en el hombre, en la persona humana, es en primer lugar pastoral. Y es desde el ángulo de lo pastoral como, en Amor y Responsabilidad formulé el concepto de norma personalista. Tal norma es la tentativa de traducir el mandamiento del amor al lenguaje de la ética filosófica. La persona es un ser para el que la única dimensión adecuada es el amor. Somos justos en lo que afecta a una persona cuando 1 Moreira Neves, Lucas, Pablo VI, perfil de un pastor. EDICEP, 1991. (págs. 18 y 31). amamos: esto vale para Dios y vale para el hombre. El amor por una persona excluye que se la pueda tratar como a un objeto de disfrute…” “el hombre se afirma a sí mismo de manera más completa dándose”.2 También en el profético documento Novo Millennio Ineunte, al hablar de la espiritualidad de comunión la identifica con la formación plena del hombre. “Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece », para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento.”3 En su preocupación por llegar a todos realizó ciento cuatro viajes apostólicos. Fue padre e hijo del Vaticano II: hizo más colegiada la administración de la iglesia; convocaba regularmente sínodos de obispos. Transformó la Curia Romana en un organismo más internacional. Todo un símbolo fue el encuentro de Asís, el 27 de octubre de 1986. Con agrado se encontraba en los círculos académicos, como hombre de ciencia y cultura. La actitud hacia los jóvenes, su preocupación desde el inicio de su pontificado señalan una de sus principales prioridades. Con gran sensibilidad captó su problemática y con gran coraje les propuso altos ideales. Se preocupaba para que en cada viaje no faltase el encuentro con ellos. Le fueron fieles hasta el final “Los buscaba y ahora ustedes viene a mi…” decía ya muy enfermo en la plaza de San Pedro.4 Benedicto XVI: la experiencia personal en los encuentros con él es de una persona que tiene tiempo para el interlocutor, parece no haber otra cosa por delante. Mira atentamente a los ojos, no muestra apuro. En la carta que dirigió a los seminaristas, haciendo un parangón con su propia situación como seminarista, cuando la “nueva Alemania” decía no necesitar sacerdotes y en realidad estaba llevando a una destrucción del hombre que hizo más que nunca necesaria la presencia de los ministros de Dios y hoy, si bien la realidad es muy diversa, sin embargo esa prescindencia del ministro sagrado también parece hacerse notar, dice el Papa: “Porque los hombre, también en la época del dominio tecnológico del mundo y de la globalización, seguirán teniendo necesidad de Dios, del Dios manifestado e Jesucristo y que nos reúne en la Iglesia universal, para aprender de Él y por medio de El la vida verdadera, y tener presentes y operativos los criterios de una humanidad verdadera.”5 También en el ya citado mensaje para la jornada mundial de la juventud en Madrid, expresa su convicción experiencial que el hombre está creado para lo que es grande, para el infinito.6 Cardenal Pironio: otro referente conocido y amado por nosotros ha sido Eduardo Pironio, un hombre integro, sereno, esperanzado, que transmitió a quienes con él se encontraron un atractivo no hacia su persona sino hacia el que hacía bella su persona: Jesucristo. José María Arnaiz, SM en su semblanza sobre el cardenal refiere tres miradas para 2 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza. Plaza & Janes editores, 1994. (pg. 197 -200). 3 Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, n° 43 4 Dziwisz, Estanislao, Juan Pablo II. Su legado espiritual. Bonum - UCA, 2010.( Págs. 39 - 47). 5 Benedicto XVI, Carta a los seminaristas, 18/10/2010. (introd.) 6 Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid, 16 -21/08/2011. (n° 1).
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