1. La Rusia zarista (1853- 1917): reinados de Alejandro II, Alejandro III y Nicolás II. En la segunda mitad del XIX y primeros años del siglo XX nos encontramos en Rusia con uno de los países más atrasados de Europa. Desde el punto de vista económico la industrialización es muy débil y se concentra en puntos muy concretos, en Rusia el 90 % de la población se dedica a la agricultura, una agricultura ineficaz y explotada colectivamente por la comunidad campesina y las condiciones de vida de los campesinos es muy precaria, casi explosiva, y más a principios del XX cuando se produce un importante crecimiento demográfico… Pero lo más alarmante es su situación política, el zar gobierna de una manera autocrática (absolutista) y no quiere ni oír hablar de constituciones, cualquier intento de oposición es sofocado con la policía o con el ejército zarista. Aquí varía la situación de un zar a otro. La derrota frente a Gran Bretaña y Francia en la guerra de Crimea (1854-1856) lleva al zar Alejandro II a reflexionar y a poner en marcha toda una serie de reformas, reformas que son muy limitadas. La más significativa es la abolición de la servidumbre, pero lejos de mejorar las condiciones de vida del campesinado las agrava, agrandándose así el problema de la falta de tierras. Alejandro III vuelve a ser un zar reaccionario y despótico. En la misma línea se mantiene su hijo Nicolás II, el último zar, sólo que la situación saltará por los aires y el zarismo será enterrado en Rusia en 1917 tras un primer aviso en 1905. El poder autocrático, absoluto, es contestado por diversas corrientes políticas que son perseguidas pero que son capaces de asesinar a dos de los tres últimos zares. Desde el punto de vista de las nacionalidades Rusia es un inmenso imperio que llega desde Europa hasta el Pacífico y dentro de él conviven un gran número de pueblos distintos, a pesar de los intentos de rusificación de las minorías, sobre todo con Alejandro III, muchos pueblos aspiran a su independencia: fineses, polacos, lituanos, estonios, pueblos caucásicos... I. EL IMPERIO RUSO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX: REINADOS DE ALEJANDRO II Y ALEJANDRO III. 1. La situación de Rusia durante el reinado de Alejandro II. El zar Alejandro II, hijo de Nicolás I, sube al poder en 1856, poco tiempo después del fin de la guerra de Crimea que ha enfrentado a Rusia con Francia y Gran La Rusia imperial (1853-1917). Bretaña, con escaso éxito para las armas rusas. Rusia es un imperio inmenso que se extiende desde Polonia y Finlandia en Europa hasta el Pacífico, pero es un gigante con los pies de barro, es un país tremendamente atrasado y con profundas desigualdades sociales, más que ningún otro país europeo. En Rusia hay dos forma de entender el futuro: o bien son eslavófilos, es decir, se sienten eslavos y diferentes de lo que significa Europa; o bien son eurófilos, es decir, siente admiración por el progreso de esos países que acaban de luchar contra Rusia y ven que en su imitación está el progreso, en esta corriente progresista se encuentran la intelectualidad y el zar, en la anterior, más popular se encontraba su padre. Que su actitud es distinta a la de su padre se nota también en los primeros decretos de su reinado: abolición parcial de la censura, levantamiento de la prohibición de salir al extranjero, se afloja el control policial sobre sus súbditos… Pero que Rusia no es Europa es algo evidente. Grandes principios jurídicos y democráticos que se dan en el continente son impensables en Rusia. Veamos porqué y analicemos los principales problemas del país. a) La autocracia zarista. En lo político el país es una autocracia, este es el nombre ruso para designar a lo que en el antiguo régimen se llamaba absolutismo. El zar reúne en su persona todos los poderes (ejecutivo, legislativo, judicial), es el jefe del ejército, una policía secreta llamada okrana vigila de cerca a cualquier disidente. Por si fuera poco, la separación entre autoridades religiosas y civiles no está clara en Rusia, el zar es la cabeza de la Iglesia ortodoxa aunque nombre al patriarca o máximo dirigente religioso, y la religión hace ver al soberano como alguien muy próximo a Dios y al que se le debe un culto casi divino. Como podemos deducir el monarca gobierna por decreto, a veces por ucases o edictos imperiales, y su persona y su gobierno están por encima de la ley ordinaria. La maquinaria estatal se superpone a los súbditos sin contar con ellos y de los que sólo se acuerda periódicamente para recaudar impuestos. En los países occidentales ha triunfado o está triunfando la burguesía, hay igualdad ante la ley, y cualquier hombre tiene “derechos” más o menos amplios según el país; todo esto en Rusia es impensable. Igual de impensable es que haya elecciones para formar un Parlamento o duma como cuerpo legislativo. Esta ausencia total de libertades no quiere decir que en Rusia se desconozca la realidad europea, los emigrados políticos, la gente que viaja, los intelectuales conocen la situación del occidente continental, y muchos luchan en la clandestinidad por esos principios, ni que decir tiene que cuando son descubiertos son duramente reprimidos. b) Una nobleza todopoderosa. En contraste con Occidente conservan los linajes todo su esplendor. Los más antiguos se distinguen con el titulo de príncipe; los nuevos, en recompensa de servicios al zar o méritos militares, reciben el de barón o conde. Las familias aristocráticas de mayor abolengo tienen palacio en San Petersburgo y su distinción y lujos riman con la pompa de las solemnidades zaristas. A diferencia de Alejandro I. que prefería viajar. Nicolás I fomentó las fiestas en la capital Y gustaba de congregar una cohorte de nobles en el Palacio de Invierno, especialmente en la festividad de salutación del nuevo año, el 1 de enero. El marqués de Custine, en su viaje a Rusia, se quedó deslumbrado por los esplendores de la corte rusa: «He visto el Congreso de Viena, pero no recuerdo ninguna reunión que pueda igualar a las del Palacio de Invierno.» Durante algún tiempo Moscú, convertida en gran ciudad provinciana, conservó huellas de su pasada grandeza porque 2 La Rusia imperial (1853-1917). las familias nobiliarias poseían propiedades en sus alrededores y pasaban alguna temporada en la antigua capital, pero hacia 1830 han vendido sus palacios a comerciantes. En las ciudades provincianas reside la nobleza terrateniente, que prefiere pasar en sus mansiones urbanas, situadas en una misma calle, denominada de la nobleza, los meses de invierno. Notable es la presencia aristocrática en Kiev. A la nobleza se reservan todos los puestos de oficiales en el ejército y fun- cionarios en la administración, y el monopolio de la propiedad de la tierra; la actividad cultural, literaria y artística depende de su mecenazgo. Nos encontramos con las fórmulas de privilegio estamental típicas del Antiguo Régimen, en una época en que en los otros países europeos el ascenso de la burguesía había trastocado los fundamentos del linaje como privilegio. En Rusia los nobles no sólo poseen tierras sino también siervos, hasta el punto de que a veces su fortuna se mide por el número de sus “almas” más que por el de sus deciatinas (l deciatina = 1, 1 hectárea). El censo de 1834 señala unos 14.000 señores con la propiedad de más de mil almas cada uno; la concentración de la propiedad de siervos es enorme; algunos casos, espectaculares. El príncipe Nicolás Youssupov poseía 250.000 has. diseminadas en 17 gobiernos o provincias, y pobladas por más de 17.000 almas masculinas; las rentas campesinas, la explotación de fábricas en Moscú y Ucrania, y las pesquerías de los nos del mar Negro le reportaban ingresos de 1 millón de rubIos de oro por año, que doblaría con créditos gubernamentales. El hetman de Ucrania, príncipe Razumovski, poseía 140.000 almas, y con sus familias rebasaba la cifra de 300.000 siervos. c) Una burguesía insignificante. En esta sociedad aristocrática no queda sitio para la burguesía, “en Rusia no hay burguesía”, escribió madame de Stael. La ausencia del tercer estado es, con la prepotencia nobiliaria y la servidumbre campesina, el tercer rasgo de la sociedad rusa. Sólo en Polonia nos encontramos con clases medias de una cierta significación. Sin industria y con algunas profesiones liberales reservadas a los descendientes de nobles no era posible la formación de una burguesía sólida. Las grandes distancias hacían inevitable la existencia de intermediarios en las transacciones, y en los puertos aparecen firmas comerciales, pero aquéllos no hacen fortuna y éstas no pueden competir con los comerciantes extranjeros; hay momentos en que en Odessa y Taganrog, los puertos comerciales del mar Negro, no hay ninguna firma rusa en las actividades de exportación. La derrota en la guerra de Crimea provoca una conmoción nacional; los rusos son conscientes de que su inferioridad militar la ha provocado la no industrialización, carecen de ferrocarriles para el traslado de tropas, y su estructura social, muchos siervos se niegan a ir a combatir. El nuevo zar, Alejandro II, reconoce la necesidad perentoria de dos medidas, la emancipación de los siervos y la industrialización; la segunda no es posible sin la primera. d) La situación de los siervos. Con los cambios políticos que se producen en Rusia a mediados del siglo XV, concentración de los feudos bajo la autoridad de Moscú, se intenta frenar la emigración hacia las estepas meridionales y el consiguiente despoblamiento de las regiones centrales encomendando a los señores la administración del trabajo y residencia de los campesinos, hasta entonces libres. Esta subordinación se reglamenta por Boris Godunoven 1597. Con los déspotas ilustrados del siglo XVIII, Pedro I y Catalina la Grande, las obligaciones del campesino hacia el señor crecen. En el siglo XIX, salvo un 3 La Rusia imperial (1853-1917). pequeño número de campesinos libres, los campesinos siervos constituyen la mayoría de la población rural: sus categorías y obligaciones son de diversos tipos: - siervos domésticos, algunos sometidos a señores viciosos o caprichosos, otros mejor tratados, algunos incluso medran o se enriquecen. En algunas familias, por vanidad, el número de siervos domésticos había sobrepasado los límites de lo razonable; - siervos sometidos a la corvea (trabajo no remunerado). Es el grupo más desgraciado; trabajan tres días por semana para el señor en sus tierras y han de efectuar como censo o renta una serie de faenas para él, como construir carros de madera, reparar o ampliar su mansión, mientras la mujer está obligada a hilar cierta cantidad de lana durante el invierno; - campesinos que pagan una renta (obrok). Algunos de ellos se encontraban en situación privilegiada, eran siervos de derecho pero no de hecho cuando el señor les permitía trasladarse a trabajar en un oficio a la ciudad -es el caso de los carpinteros de San Petersburgo y Moscú- mientras su familia trabajaba la tierra y satisfacía el obrok. Más que en una precaria situación económica, el drama de la servidumbre radica en la indignidad de su estado, en su ignorancia total, en su hundimiento espiritual y físico. Casi ninguno sabe leer y los señores se cuidan de impedir la salida de esta situación. Boris Youssupov hace cerrar una escuela y escribe a su intendente: “Sé, por experiencia, que saber leer o escribir no es de ninguna utilidad para los campesinos. Querría que mis súbditos transmitiesen a sus hijos únicamente las reglas de la buena moral.” En 1845 Zenaida Archangelskaia, acusada de crueldad con una doméstica, replica: “Dios ha creado aparte señores y siervos, a éstos los ha dotado de una naturaleza particular, capaz de soportar las más pesadas cargas. De esta diferencia natural entre señores y siervos resulta que estos últimos, para realizar trabajos mate- riales, pueden sufrir castigos corporales.” Los derechos de los señores son casi ilimitados. Como delegados del zar en la administración de la justicia (justicia señorial), están autorizados a administrar castigos corporales (Código de 1833) -hasta 15 bastonazos y 40 latigazos- para mantener el orden y la autoridad, con tal de que no pongan en riesgo la vida o produzcan mutilaciones. La potestad de confinamiento les permite arrestos de cuatro meses de cárcel, y el más temible de destierro a Siberia, que afectaba a toda la familia. ya que esposa e hijos debían acompañar al siervo, o podía romperla cuando el señor ejercía su derecho de retención de los hijos mayores de cinco años y las hijas mayores de diez. Los señores venden o hipotecan a sus siervos y todavía en los primeros años del siglo -- después se prohibió- se leían en la Gaceta de Moscú anuncios en los que, conjun- tamente, se ofrecía la adquisición de siervos y muebles. El derecho más terrible era el de cambiar las listas de recluta militar. El servicio duraba 25 años, se partía adolescente y se regresaba viejo; el pueblo consideraba la recluta como una condena a muerte en vida. El anarquista Kropotkin describe la salida de un servidor de su casa para el ejército: “Se postraba ante mis padres, su madre y sus hermanas exhalaban lamentos como en un entierro”. Para el siervo díscolo la amenaza de incluirle en la próxima leva constituía un correctivo bastante eficaz. Algunos grupos religiosos firmaron protestas contra la servidumbre; así, el Dukhoborsty y el Molokane (o bebedores de leche en los días prohibidos por los ortodoxos), el cual dejó de pagar sus impuestos para forzar a las autoridades. Y se iniciaron los levantamientos de campesinos; los primeros documentados, en 1819, en 4 La Rusia imperial (1853-1917). las colonias militares de Novgorod, en las que el agricultor partía al trabajo a redoble de tambor. Según la documentación más reciente, estudiada en Moscú por un departamento especializado, el Gossizdat, los levantamientos crecieron en número y violencia hasta alcanzar, entre 1844 y 1849, la cifra de 650. Las quejas eran siempre las mismas: severidad excesiva, actos de brutalidad, abusos de las jóvenes; en cambio, aparece con menos frecuencia la reclamación de tierra o el rechazo de la corvea. Otra reacción colectiva era la fuga, desaparecían pueblos enteros hacia el Cáucaso; en algún caso la gobernación de Kurks frenó éxodos de veinte mil campesinos. La situación del campesinado era insostenible y su inquietud constituía un cáncer para el Imperio. En varias ocasiones se había estudiado la posibilidad de la liberación pero se complicaba con un problema económico, no podía decretarse la libertad sin acompañarla de la entrega de tierra, que, por otra parte, el campesino consideraba suya aunque aceptara el pago de rentas al señor. Nicolás I, a pesar de las insuficiencias de su educación política, consideraba la servidumbre corno el oprobio de su reinado y encargó, en 1847, a Kiselev y Speransky un proyecto de emancipación muy tímido, pero la obstrucción nobiliaria y las revoluciones de 1848 en el continente europeo le desengañaron de sus veleidades reformistas. El desastre de la guerra de Crimea (1854- 1856) abrió los ojos a señores y campesinos. El barón de Von Haxthausen escribía: “La servidumbre se ha convertido en un hecho contra la naturaleza y pronto será imposible mantenerla.” Cuando grandes motines de siervos retienen las tropas necesarias para detener a los ejércitos francés e inglés, Alejandro II declara: “Más vale abolir la servidumbre desde arriba que esperar a que comience a abolirse desde abajo”; es el primer anuncio de su propósito, en su discurso a la nobleza de Moscú el 30 de marzo de 1856. Decide que examine el problema un comité secreto, presidido por el príncipe Orlov; todavía la nobleza intenta frenar el proceso, pero surgen fisuras, por ejemplo el memorándum del terrateniente Koshelyov, de 1858, que afirma que la servidumbre destruye la moral de los propietarios, y sobre todo salta la noticia a las páginas de la prensa, lo que provoca el entusiasmo de los revolucionarios que viven en el exilio y que no regatean en ese momento su aplauso al nuevo zar. 2. La ley de emancipación de los siervos de 1861. Otras reformas. Muchos eran conscientes en Rusia de la necesidad de cambios, de que el país debía moverse para n quedarse todavía más descolgado de los países occidentales. A la hora de reformar la población se divide entre los eslavófilos y los eurófilos. Los primeros viven de espaldas a los modelos extranjeros y creen encontrar en Rusia y en su pasado las claves para cambiar el presente. Los segundos son, frecuentemente, intelectuales que han viajado por Europa o están en contacto los distintos países occidentales y encuentran allí las repuestas para cambiar el país. El zar Alejandro II se encuentra entre estos últimos, la guerra de Crimea ha demostrado las distancias que existen entre Europa y Rusia, y cual es el camino a seguir. Estas dos corrientes van a enfrentarse hasta la caída de la monarquía en 1917. a) La ley de emancipación de los siervos. Ya señalábamos antes que había en el país una cierta unanimidad en que la situación de los siervos debía cambiar, el zar era consciente de eso y tras muchos análisis y consultas dictó en 1861 el decreto imperial que ponía fin a la servidumbre, es decir, los campesinos se convertían oficialmente en hombres libres en el sentido que esa palabra tenía en Europa occidental. Antes de analizar la ley diremos que ésta y su 5 La Rusia imperial (1853-1917). aplicación variaban de unos territorios a otros. El que los siervos fueran libres era sólo una declaración de intenciones si no iba acompañado el decreto de la posibilidad de que fueran dueños de las tierras. La profundidad del edicto radica en que los campesinos se quedaban aproximadamente con la mitad de la tierra, la otra mitad la seguían conservando los “dueños” tradicionales. Pero esa mitad de las explotaciones rurales que se quedaban los mujiks o campesinos no era gratis, debían pagársela a los antiguos propietarios en un plazo muy dilatado de tiempo, al señor se le compraba la tierra o se le compensaba con un préstamo de redención que el campesino habría de reembolsar con sus intereses durante 49 años. El precio que se fijó a la tierra fue excesivo; el historiador soviético Lyashchenko ha calculado que siendo su valor de mercado de menos de 650 millones de rubIos los campesinos pagaron 876 millones. Para muchas familias el precio de la redención será enorme y muchas familias y comunidades ven hipotecado su futuro por los altos precios que deben pagar. Todavía a principios del siglo XX y en vísperas de la revolución los campesinos seguían pagando por sus tierras. Una serie de cláusulas restrictivas aminoran la eficacia del decreto. Por si fuera poco esas tierras no eran explotadas individualmente por el campesino sino de forma colectiva por comunas llamadas mir, de tal forma que es la aldea o comunidad el sujeto jurídico y no el campesino individual, las iniciativas particulares que habían impulsado la revolución agraria en Inglaterra un siglo antes, habían ido en un sentido contrario. Como vemos era una libertad todavía muy precaria. De esta manera la reforma agraria que se pretendía tenía un alcance muy limitado: la explotación comunal no acababa con la tradicional hambre de tierra, y más cuando a finales del XIX se produzca un crecimiento demográfico importante. Los antiguos señores no perdían nada, ahora eran propietarios totales de sus tierras sin los límites que el derecho feudal y los derechos de los campesinos imponían en algunos casos, y por otra parte, seguían cobrando todos los años de los agricultores como si del pago de la renta tradicional se tratara. La única pérdida para los terratenientes fue la desaparición de sus competencias judiciales, incompatibles con la situación de los campesinos como hombres libres. Aunque el ukasse de emancipación no solucionó, por sus propias insuficiencias, la situación económica de los campesinos, el cambio en su condición jurídica es esencial. Desaparecen las trabas para la creación de escuelas y a partir de 1880 se multiplican las parroquiales. La posibilidad de vender la cosecha hace entrar al campesinado en un mundo para ellos desconocido, el comercio y la moneda. Unos, con escasa capacidad de adaptación, se empobrecen; otros se enriquecen (kulaks); en la correspondencia de Tolstoi se habla de que “los individuos más inteligentes, los más capaces, llegan a apropiarse de la tierra y a sujetar a otros campesinos a la condición de jornaleros”. Pero ahora podían buscar mejor fortuna en otras tierras; su horizonte son las tierras de colonización, primero las estepas meridionales, insuficientemente explotadas, más tarde tierras de Siberia. En Rusia la emigración es, a diferencia de los países europeos, interior, hacia las tierras y espacios de los alrededores. El hambre del año 1891 y el transiberiano vigorizaron la marcha hacia el Este. b) La reforma judicial. Aprovechando este cambio Alejandro II reformó el sistema judicial del país en 1864, intentando acabar con la arbitrariedad y con la indefensión de sus súbditos. La figura de la persona estaba ya dotada de mayor personalidad jurídica, tenía ya la posibilidad de ser representada por abogados y los juicios eran públicos. El colofón de todo esto es que se decretaba la igualdad ante la ley, un campesino en un juicio tendría 6 La Rusia imperial (1853-1917). de partida el mismo peso que un noble. Siguiendo el modelo inglés se introdujeron jurados mixtos (jueces y ciudadanos). Cualquier persona podía apelar a varias instancias. En los volost había jueces de paz que podían imponer penas de hasta 300 rublos o hasta un año de cárcel, era un progreso con respecto a la justicia feudal de los señores. Se eliminan las penas corporales. Todas estas reformas judiciales se acompañaron también de un cambio en la formación profesional de los jueces, y estos últimos cobrarían un sueldo del estado. Está claro que es Europa el modelo que se copia en toda esta reforma. c) La reforma local. Antes veíamos que la célula básica de la división administrativa en Rusia eran los mir o aldeas. Varios mir formarían una unidad más amplia, el volost. Cada aldea tiene una asamblea, en la que se resuelven las cuestiones cotidianas; un consejo de ancianos regenta el volost. Los zemstvos o consejos regionales eran asambleas representativas de carácter regional, podían ser de distrito o de provincia y tenían competencia sobre varios asuntos locales: enseñanza, sanidad, abastecimiento de alimentos… Los miembros de los Zemstvos eran elegidos por ciudadanos de tres categorías en función de su riqueza, con lo cual los nobles estaban sobrerrepresentados y los campesinos no alcanzaban ni el diez por ciento de los asientos, y entre ellos predominaban los campesinos acomodados. Muchos intelectuales y opositores saludaron la medida y pidieron al zar que la generalizará a nivel nacional, lo que equivalía a crear un zemstvo general o parlamento, es evidente que la respuesta del monarca fue una negativa rotunda. Fue la última de las reformas, a partir de 1864 y hasta su asesinato en 1881 su celo reformista se paralizó. d) La reforma de la universidad. También en este campo se manifiesta la insuficiencia de las reformas. Se abolió el uniforme de los estudiantes, se suprimió el adiestramiento militar, se favorecieron las reuniones de estudiantes y aparecieron periódicos manuscritos escritos por los alumnos. Todas estas reformas eran muy superficiales, el verdadero cambio llegó cuando se permitió el acceso a esta institución a todos los grupos sociales, esto abrió muchas posibilidades a los hijos de los sectores más humildes que dormían donde podían. Esto suscitó la queja de los profesores más conservadores. El apoyo moral de los estudiantes a un levantamiento polaco de 1863 aconsejó al zar la supresión de varias de estas medidas de apertura, como la prohibición de la reunión pública de grupos numerosos de estudiantes sin el permiso de los profesores, la reducción de las exenciones de tasas… El atentado contra el zar, en abril de 1866, por parte del estudiante Karakozov, frenó en seco las reformas. El ímpetu reformista de Alejandro II se frenó en 1864, escasas reformas se continuarían después, como la del ejército y la armada de 1874. Con todo, las medidas de modernización del zar tuvieron un alcance muy limitado, no se consiguió alcanzar a la Europa occidental, en parte porque la mentalidad que impulsaba los cambios no estaba dispuesta a emprender cambios en profundidad, a modificar nada la estructura política. En la reforma más importante, la emancipación de los siervos, el éxito fue muy parcial, realmente lo único que logró fue cambiar el status jurídico del campesino, pero no sus condiciones de vida que, incluso, se vieron agravadas. Este empeoramiento hizo que en el mundo campesino se propagaran movimientos de rechazo contra el sistema, 7 La Rusia imperial (1853-1917). encarnados al principio por los nihilistas y más tarde por los populistas, llamados a tener mucha fuerza en los reinados posteriores. 3. Los intentos de industrialización. El ukasse o edicto que emancipaba a los siervos fue fundamental para el inicio de la industrialización en Rusia. Tres características peculiares tiene este proceso: el protagonismo por parte del Estado, el tamaño relativamente pequeño de las industrias, y el gran protagonismo del ferrocarril que actuó de dinamizador. Para la construcción del ferrocarril Rusia se endeudó con otros países. Con respecto a la etapa anterior las escasas industrias, en manos de la nobleza, van a disminuir, los terratenientes no poseen una mentalidad capitalista (mayor producción al menor coste posible) y todavía en la industria metalúrgica del Ural se seguía utilizando carbón de madera como fuente de energía, esta mentalidad retrasó unos veinte años el desarrollo industrial del país. Así, cuando se construya el ferrocarril, la industria rusa no puede dar respuesta a esa fuerte demanda y todo se tiene que importar de Europa. Frente a esta industria tradicional en decadencia aparecen sectores modernos que utilizan cinco palancas para la transformación industrial: 1. La banca, que de forma modesta empieza a formarse a partir de 1860 y que se consolida hacia 1880. 2. El ferrocarril que contó con un poderoso estímulo oficial que cristalizará en la última década del siglo con la construcción del transiberiano. 3. La importancia de la industria textil, sobre todo del algodón y a partir de 1865. 4. La metalurgia en torno al Donetz donde se encuentra hierro y carbón en sus proximidades. Y 5. El descubrimiento de petróleo en la zona de Bakú. El momento en el que se muestra el inicio del despegue económico industrial coincide con 1861. La Rusia de 1913, donde encontramos una industrialización ya madura, no tenía nada que ver con la Rusia de antes de la emancipación. Un hecho importante es que la industrialización del país se financió con la existencia de un excedente agrario, sobre todo en trigo, aún cuando el campesino tenía unos niveles de alimentación muy bajos, es con ese excedente con el que se compraron máquinas, materias primas… 4. La Rusia de Alejandro III (1881-1894). a) La política interior de Alejandro III. Tras el asesinato de su padre sube al poder Alejandro III con una forma de entender las cosas mucho más reaccionaria. Los poderes del zar, en general, dependen también de su carácter personal, en el caso de Alejandro III fortaleció aún más el poder real y gobernó de una manera autoritaria hasta su muerte en un atentado. De entrada intentó liquidar a la oposición al zarismo de una manera brutal, a través de una dura represión: se sucedieron persecuciones contra todo tipo de movimientos, se recortó la autonomía de varias provincias imponiéndoles una serie de funcionarios que vigilaban estrechamente el funcionamiento de la administración, los pogroms o persecuciones contra la minoría judía se sucedieron, los destierros estaban a la orden del día… y, sobre todo, se llevó a cabo una sistemática campaña de rusificación, es decir, de imponer por la fuerza a todas las minorías la lengua rusa y la religión ortodoxa con el ánimo de diluir las identidades nacionales en territorios del imperio que no eran de cultura rusa: Polonia, Finlandia, Ucrania, Georgia, Lituania, Siberia, el Asia Central de religión musulmana… lo que originó la reacción de todos estos territorios ante el intento de 8 La Rusia imperial (1853-1917). asimilación. El ideólogo de esta campaña fue el ministro Pobiedonostsev, caracterizado por sus ideas antioccidentales radicales. Como vemos si su padre había iniciado una serie de reformas hasta el año 1864, él supone la reacción y el retroceso, más en línea con la política de Nicolás I su abuelo que con la de su antecesor b) La política exterior. En el exterior Alejandro III siguió la política expansiva de los anteriores zares, lo que le hizo fijar fronteras con Afganistán y obtener beneficios territoriales a costa de China. Incorporó nuevos territorios al Imperio en Asia Central: partes de la actual república de Turkmenistán y protectorado sobre gran parte de lo que hoy en día es Uzbekistán, en las cercanías de Afganistán, en ese acercamiento a Afganistán chocó con los ingleses asentados en la India que intentaban también extender su Imperio y estos incidentes estuvieron a punto de provocar una guerra entre ambas potencias coloniales. En su reinado se construyó el ferrocarril Transcaspiano y se inició la construcción del Transiberiano en 1891, una larga arteria ferroviaria que pondría en explotación su extenso imperio. En las relaciones con las potencias europeas participaría en las alianzas tejidas por Bismarck para aislar a Francia, aún a costa de aliarse con Austria, su gran rival en los Balcanes (entente de los tres emperadores de 1882 y renovada en 1887). Sin embargo, en los noventa rompe como estos y decide aliarse con Francia en 1894, el camino hacia la primera guerra mundial está abierto. c) La oposición a la autocracia zarista. Hasta ahora hemos señalado que la política zarista era rechazada por una parte de la población, ahora veremos de manera más detenida qué grupos se oponían al zar. Sobre el 90 % de la población era campesina y vivía en el campo, eso determinaba que allí había una fuente potencial de oposición. La vida del campesinado no había cambiado sustancialmente con el decreto de emancipación, era usual entre los trabajadores agrarios considerar que la mitad de las tierras que habían recibido no era justo y que ellos como trabajadores tenían derecho a la totalidad. El primer movimiento 9 La Rusia imperial (1853-1917). de oposición al sistema nacido en el campo ruso es el nihilismo, era un movimiento eslavófilo, defendían la destrucción de todo, sobre esa destrucción otros construirían un mundo nuevo del que ellos no se preocupaban, se basan en un rechazo a todo y en poner al campesinado como base de una nueva sociedad. Estas ideas fueron precisadas y modeladas más tarde por los populistas que también eran eslavófilos y hacían del campo el eje de la vida rusa, en detrimento de las ciudades donde vivían la minoría burguesa y el naciente proletariado ruso. Un grupo radical dentro de este movimiento había sido la Voluntad del Pueblo (Narodnaya Volia), una organización terrorista que asesinó a Alejandro II y que fue desmantelado. Por el contrario en las ciudades es donde vive la intelectualidad (intelligentsia), gente con formación y que se muestra crítica con el gobierno y con los problemas del país. Oposición de intelectuales ha habido siempre en Rusia, todos se alineaban en tendencias liberales o progresistas, pero lo novedoso de este momento es que va a aparecer una intelectualidad revolucionaria que desembocará en la formación de dos partidos distintos en el tránsito de un siglo a otro: los socialrevolucionarios (herederos de los populistas) y los primeros marxistas. Todos estos movimientos urbanos son eurófilos. En otro orden de cosas está la oposición frontal al dominio zarista en los territorios de lengua, cultura y religión propias que hemos citado anteriormente. El Imperio Ruso es un conglomerado de pueblos en los que los rusos son la mayoría, pero otras naciones aspiran abiertamente a la independencia, el caso más típico, pero no el único, es el de Polonia. Ya hemos visto la política de recorte de autonomía y de rusificación de Alejandro III, que generó una reacción todavía más violenta en estos territorios. Estos movimientos nacionalistas sólo esperan un momento de debilidad del Imperio Ruso para proclamar su independencia. d) La situación económica. A pesar de la imagen de país atrasado, Rusia iba avanzando poco a poco hacia el desarrollo y la modernización. Desde 1880 se inició su industrialización, eso fue debido a la inversión de capitales europeos en ferrocarriles, minas, fábricas… Todas estas iniciativas fueron impulsadas por el primer ministro reformista Whitte que, entre otras cosas, adoptó el patrón oro, lo que establece una relación de convertibilidad entre el rublo y el oro, y como otras monedas también lo tenían, la convertibilidad con esas monedas, un pasó que agilizó los intercambios. Los resultados fueron importantes: de 1888 a 1913 se duplicó el número de vías férreas, los kilómetros de telégrafos se multiplicaron por cinco, las oficinas de correos por tres… Con todo, la industria tenía un peso muy limitado y estaba concentrada en muy pocos sitios. El verdadero esfuerzo lo soportaban los obreros industriales, antiguos campesinos emigrados recientemente a la ciudad por falta de tierras y que eran explotados por una débil burguesía de una manera brutal. En el campo, como hemos visto, el famoso decreto no ha solucionado nada y el hambre de tierras expulsa a los campesinos hacia las ciudades, sobre todo cuando a finales del XIX se produzca un importante crecimiento demográfico. 10
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