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Voces merideñas PDF

372 Pages·2009·2.07 MB·Spanish
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Voces merideñas - Voces meridanas Antología poética de las Méridas americanas Luigi López Rubén Reyes Ramírez Coordinadores DIGECEX Universidad de Los Andes Dirección General de Cultura y Extensión Mérida - Venezuela ARQUITECTURA DE LAS PALABRAS Voces merideñas - Voces meridanas Antología poética de las Méridas americanas Primera Edición, 2008 © Universidad de Los Andes, Dirección General de Cultura y Extensión (DIGECEX), 2008 HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: LF2372008800433 ISBN: 978-980-11-1135-1 Derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización escrita de los recopiladores. Diseño de Portada: César Izarra Departamento de Arte y Diseño, TGU Diagramación: Luz M. Quintero Departamento de Arte y Diseño, TGU E-mail: Luigi López: [email protected] Rubén Reyes: [email protected] Impresión: Universidad de Los Andes Talleres Gráficos Universitarios. Mérida [email protected] OOOOOOOOOOO a– «…y lo que sería peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza». «Verdad dice esta doncella». –dijo el cura. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, cap. VI MMMMMMMMMM LLLLaaaassss MMMMééééérrrriiiidddddaaaassss das En el aglomerado del casco central de esta pequeña ciudad, a primera vista las casas y edificios estimulan a pensar que su construcción responde a un plan simétrico. No importa lo accidentado de la superficie o la altura de las construcciones en altozano, no hay una edificación que sobresalga entre las demás; el resto, el interior, es igual a la mayoría de las ciudades españolas, donde se mantiene la anarquía en su trazado urbano: calles anchas cortadas por unas más estrechas llenas de recovecos y callejones misteriosos. No hay una retícula regular, a cada paso se consiguen ruinas romanas del antiguo imperio. Literalmente, es una ciudad sobre otra, con un eterno debate arquitectónico, donde no hay una vencedora; por el contrario, en los diseños de las nuevas edificaciones hay una clara tendencia por mimetizar ese pasado épico. Las tonalidades tenues y blancas son los colores predominantes en las viviendas actuales. El cielo es casi siempre de un azul limpio acentuándose con el paso de las horas, invitando al transeúnte a imaginar el mar, al otro extremo, por instantes todo se impregna del olor a Mediterráneo; es como estar dentro de un poema de Odiseo Elytis o Constantino Kavafis y no en la Mérida de Extremadura. Fue en esta ciudad, una tarde de verano a poca distancia del enhiesto templo de Diana (eternamente Virgen y Bella), entre el fluir del vino blanco, por el vientre de las copas y una amena conversación con dos amigas emeritenses, donde nació la idea de la presente Antología. En su génesis nos detuvimos a reflexionar sobre cuál debería ser el criterio y la temática para la selección. Surgieron así dos atrayentes propuestas para este encuentro, y no era otra cosa que el ejercicio de substraer de la historia poética de las Méridas a un puñado de bardos para realizar un recorrido desde finales del siglo XIX hasta el presente, y por añadidura explorar en ese orden cronológico las diferentes tendencias estilísticas y temáticas que se habían abordado y remontado a lo largo de los años que abarcaríamos. Así lo expusimos al otro grupo involucrado (México) y comenzamos la interesante búsqueda de los autores y la localización de sus obras. 7 Cada día la recopilación iba creciendo con algunos esporádicos hallazgos de poetas desconocidos para nosotros; mientras tanto por internet llegaba el material de México. Más adelante, al tener lista la selección, no fue una tarea fácil darle forma a ese calidoscopio de voces poéticas; era como si estuviéramos armando una gran pieza musical y cada poeta se nos presentase con una partitura original la cual teníamos que encajar en ese gran concierto. La selección en nuestro caso, la Mérida del Sur, no se efectuó acudiendo al sustantivo “generación” para definir, según lo determinaron los españoles a finales del siglo XIX, a un grupo o movimiento que se destacó en un tiempo determinado; por el contrario, tomamos una muestra aleatoria con un abanico de voces consagradas y noveles, partiendo desde las ya lejanas primeras publicaciones de nuestra ciudad, “La abeja” o “Génesis”. Surgieron así, entre otros, los nombres de Gonzalo Picón Febres, Pedro María Patrizi, Elio Jerez Valero, Antonio Febres Cordero, Juan Vargas, Ramón Palomares, Mireya Tamayo, José Gregorio González y María Soledad Ríos. Como se puede apreciar, también tomamos la decisión de incluir a noveles “escritores de gaveta” que nunca antes se habían atrevido a publicar y que cuentan con una importante producción inédita, y a los poetas que sin ser merideños han vivido y han desarrollado toda su obra en esta su ciudad. La antología está conformada por cincuenta poetas, veinticinco por cada ciudad, número que no limita el objetivo propuesto. Cada uno de los seleccionados cuenta con una mínima bio-bibliografía y un máximo de siete poemas. El propósito es intentar abarcar las diferentes etapas o periodos temáticos de su obra; así el futuro lector, en el caso de un ulterior interés, tendrá una amplia información a la mano. La recopilación, lectura, selección e intercambio de preguntas y respuestas entre los dos grupos, nos llevó tres años con sus pausas. De la experiencia podemos decir que uno de los momentos más interesante fue la lectura y selección, realizada en largas sesiones de dos a cuatro horas diarias, donde leíamos varios libros por autor. La conmoción de nuestro espíritu giraba al compás de la atmósfera planteada en los poemas; la sala se podía invadir de euforia o de profunda reflexión y silencio; nos deteníamos para hablar sobre lo digerido; todo dependía de lo estimulados o exaltados; de haberse grabado o tomado notas, esas reflexiones serían tema para otro libro. 8 Heráclito nos dice en uno de sus fragmentos: “Yo me dirijo a mí mismo” (15MM–101DK)1; es decir, hay ocasiones en las que es necesario se origine desde adentro una inquietud o una interrogante para atrapar la señal oculta en el acontecimiento, y eso es lo que hace el poeta en un primer momento, se explora a sí mismo para drenar lo percibido en esa mirada cautivada por la anécdota o la experiencia. Son, en conclusión, miles de instantes vividos, exorcizados, transformados, los que se encuentran en las líneas de un poema; era eso lo que nosotros estábamos saboreando en esas largas sesiones que embriagaban nuestros sentidos. El poeta invariablemente se expone a esa revisión casi siempre al final del día, para obtener de la sacudida algunas revelaciones. “La poesía es anterior al poema, la poesía es un estado, el poema es un resultado, más o menos diurno.”2 Con estas palabras la poetisa y escritora Hanni Ossott nos describe los laberintos emocionales por los que pasa un poeta al ser afectado o perturbado por alguna imagen en su entorno. Al final de esa experiencia intangible, se produce una reconstrucción de lo percibido, bajo esa implosión de goce estético, con un resultado: el poema. La historia documental de la poesía en nuestra ciudad, tiene una de sus génesis en el registro que realizó Don Tulio Febres Cordero, en una de sus excursiones por el interior del estado, de un canto poético de la época de la conquista de voz indígena, rescatado de la tradición oral en los alrededores de la poblaciçon de Aricagua y lo enuncia a través de la india Tibisay, personaje de la leyenda “La Hechicera de Mérida”3 escrita por él; la otra sería el rescate hecho por el acucioso colombiano don Enrique Otero D‘Costa4, en Pamplona (Colombia), de un romance popular dedicado al fundador de la ciudad, Juan Rodríguez Suárez, en el cual por primera vez se cita el nombre de este fundador y el de la ciudad de Mérida. Si existieron poetas entre los vecinos de La Ranchería que daría origen a la futura ciudad o en la comunidad indígena de la región, pasaron como fluye el agua del tiempo en las clepsidras, sin dejar una huella palpable; es lamentable que su testimonio poético, si existió, no hubiese llegado hasta nuestros días; podemos, incluso, hablar de un vacío hasta el siglo XIX, cuando se produce un creciente interés por la literatura y otras disciplinas. 1 La numeración del fragmento es de Miroslav Marcovich y Dieles – Krans 2 Hanni Ossott, 1987, Academia de la historia, El libro menor, imágenes voces y visiones, p. 54. 3 Tulio Febres Cordero, 1960, Obras completas, TI, TII, TIII, p. 55, p. 52, pp 51 – 56. 4 Citado por Roberto Picón Lares, Crónica Solariega, en: 1988 Academia de la historia, fuentes para la historia colonial de Venezuela, fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida, TI, pp. 129 – 130. 9 En la sección de Literatura de la biblioteca de la Universidad de Los Andes en el año de 18945 encontramos que de un total de ciento dieciocho obras tan sólo dos son de poesía –obras de Ovidio y Terencio en latín–; esta significativa ausencia no indica la falta de interés por la poesía en los estudiantes o en los habitantes de la Mérida de finales del siglo XIX. Aquí, al igual que en otras ciudades del país, en las celebraciones religiosas, sociales o patrias, la programación incluía un acto cultural con un recital de autores locales o universales. Para esos años don Adolfo Briceño Picón había estrenado con éxito su obra de teatro “El Tirano Aguirre”; un ameno grupo de merideños bajo el nombre de “Pozo de Mercurio” se dedicaba al estudio de los fenómenos astrológicos; y entre los aficionados a la poesía, Juan Bautista Velásquez escribía su manuscrito poético en homenaje a la “Virgen María”, curioso ejemplar6 fechado en 1823, rescatado de un basurero por el poeta Gilberto Ríos. Entre los habitantes de esa pequeña Mérida, que al anochecer cerraba sus rejas en las fronteras de su plano urbano (Plaza Glorias Patrias–Cruz Verde) eran famosas las escasas bibliotecas privadas, las cuales se proveían de las obras que llegaban vía Maracaibo, procedentes de Europa y la cercana Isla de Curazao. Populares eran en la ciudad y el país las editoriales de Saturnino Callejas (Madrid), Founier y compañía7(París), Betancourt e hijos (Curazao). Alrededor de esos espacios atiborrados de libros nacieron las primeras tertulias literarias de donde surgieron varias generaciones de escritores, científicos y académicos: Tulio Gonzalo Salas, Américo Menda, Pedro José Godoy, Antonio Spinetti Dini, Clara Vivas Briceño, José Ramón Gallegos, Raúl Chuecos Picón, Claudio Vivas, Juan Antonio Gonzalo Patrizi, Antonio Justo Silva, Gonzalo Bernal Osorio, entre otros. Sus sucesores, en el presente, son los numerosos talleres literarios, revistas, libros, periódicos, especialistas en el tema. Lo que no ha cambiado es la doble figura del poeta–editor. Los ejemplos son numerosos y no los citaremos por la falta de espacio; lo que sí podemos afirmar ahora es que la voz poética no se quedó en el exilio del olvido para ser rescatada de un basurero. Precediendo al encuentro poético de estas dos Méridas americanas, hay innumerables motivos que las unen: sus fundadores, dos extremeños: Juan 5 Anuario de la Universidad de Los Andes, 1895, TIV, p 46. 66 Manuscrito empastado en cuero, forma parte de mi colección de documentos antiguos, entrada # 93. 77 Editorial encargada de editar la edición príncipe de“Resumen de la historia de Venezuela” de Rafael María Baralt y Ramón Días, 1841, edición de lujo con grabados de Carmelo Fernández. 10 Rodríguez Suárez (? – 1561) y Francisco de Montejo, el Mozo, (1508- 1574); ambas son capitales de estado; curiosamente tienen en sus edificios de gobernación arcadas en homenaje a su pasado colonial; son sinónimos de ciudades blancas, una por el blanco de sus guayaberas, de uso oficial y las fachadas de su casas, y la otra por la nieve; y en los habitantes de ambas ciudades está sembrada la curiosidad de visitarse, como lo confiesa nuestro Mariano Picón Salas: Varias veces he pensado con mi emoción de merideño de Venezuela en la otra Mérida americana: la Yucateca8 Desde 1958 hemos comenzado a hermanarnos con los encuentros de las Méridas del mundo, iniciativa de esa, la primera, la Mérida de la Hispania Romana, fundada por el emperador Octavio Augusto (63 a.C.–14 d.C.) e inaugurada por el General Publio Carisio (?) en el año 25 a.C. para los veteranos de las legiones V Alaudae y X Gemina, por haber peleado contra los cantabros y astures. Ubicada desde un primer momento entre la Lusitania (Lisboa) e Hispalis (Sevilla) en el famoso camino de la plata, donde circulaban las riquezas minerales vía a la metrópolis del imperio. De alguna manera ella, la Mérida extremeña, está presente; allí nació la idea de este libro, en cuyo plan inicial estaban incluidas las tres ciudades. Por motivos que escapan a nuestro deseo y voluntad no la hemos podido incluir. Lamentamos la ausencia de los poetas emeritenses, extremeños. Ahora sólo esperamos que el goce literario y la conmoción emocional que nos sedujo para recopilar y realizar este libro envuelva a los lectores de las siguientes páginas. No debo concluir sin mencionar a los amigos que creyeron en este proyecto cuando apenas era una vaga idea y desde ese momento colaboraron para armar el presente corpus: en México a la amiga de siempre, María Teresa Mezquita, al maestro Rubén Reyes Ramírez y Francisco López Cervantes. En Venezuela, al poeta Héctor López, Pedro Paraima, y especialmente a Ana Albarrán por su paciencia y por la agudeza en la selección, lectura, revisión y transcripción del texto. A todos, gracias por su tiempo. Luigi López Mérida, diciembre de 2007 8 Mariano Picón Salas, 1981, Nieves de Antaño, edición de la Asamblea Legislativa del Estado Mérida, p.181. 11

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y al sentir crepitar en nuestra mente del ingenio crepita con más fuerza que el nuestro en tanto arden los No se pierden una hostia un velorio.
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