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Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead PDF

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Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead VINTAGE AFFECTIVE THEORIES. NOTES ON DELEUZE, BERGSON AND WHITEHEAD Dr. Ali Lara ([email protected]) Sociology Department, City University of New York (New York, USA) Abstract The ‘Affective Turn’ has generated a change in the production of knowledge based on certain philosophical trends recognized as ‘process philosophies’. Giles Deleuze, Henri Bergson and Alfred North Whitehead are some exponents of those philosophies that have strongly influenced over the affect studies within social sciences. Their thinking has been even a condition of possibility for the current ‘Affective Turn’. I will start this paper by arguing that these three authors of the process philosophies have shared a source of inspiration in the work of Baruch Spinoza. Later, I will present the ideas of Deleuze, Bergson and Whitehead that have been taken up –and recycled- by contemporary affect theorists. I will exemplify each case with a recent study from what I recognize as ‘vintage affective theories’. I conclude with some reflections on the probabilities and improbabilities offered by this return to the process philosophy in affect studies developed by social sciences. Key words: affective turn, vintage theories, process philosophies, Deleuze, Bergson, Whitehead Resumen El ‘Giro Afectivo’ ha generado un cambio en la producción de conocimiento sobre la base de ciertas tendencias filosóficas reconocidas como ‘filosofías de los procesos’. Gilles Deleuze, Henri Bergson y Alfred N. Whitehead son algunos de los exponentes de estas filosofías que han influido con fuerza en los estudios del afecto al interior de las ciencias sociales. Su pensamiento ha sido incluso una condición de posibilidad para el actual ‘Giro Afectivo’. Comenzaré este artículo argumentando que estos tres exponentes de las filosofías de los procesos tienen una fuente de inspiración compartida en la obra de Baruch Spinoza. Posteriormente expondré algunas de las ideas de Deleuze, Bergson y Whitehead que han sido retomadas -y recicladas- por los teóricos contemporáneos del afecto. Ejemplificaré cada caso con un estudio reciente de las que reconozco como ‘teorías afectivas vintage’. Concluyo con una serie de reflexiones sobre las probabilidades e improbabilidades que ofrece esta vuelta a la filosofía de los procesos en los estudios del afecto que desarrollan las ciencias sociales. Palabras clave: giro afectivo, teorías vintage, filosofías de los procesos, Deleuze, Bergson, Whitehead 17 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html Introducción La nostalgia ya no es lo que solía ser. Ahora está tan presente y renovada que comienza a parecerse a la esperanza. Un ejemplo claro de esto está en las nuevas teorías que incorporan ideas que habían sido parcialmente olvidadas –o por lo menos no consideradas fundamentales–, y a partir de las cuales generan un conocimiento novedoso que está basado en el reciclaje de teorías no muy recientes. Un gesto vintage. Tal es el caso de las formas de producción de conocimiento promovidas por el reciente ‘Giro Afectivo’ (Clough y Halley 2007). En otro lugar hemos argüido que el giro afectivo ha implicado “por un lado un reencuentro con algunas expresiones de las llamadas ciencias duras y por otra parte un cambio en las fuentes filosóficas que informan las teorías sociales” (Lara y Enciso 2013:112). El presente artículo se ocupa de clarificar las fuentes filosóficas que informan a los estudios contemporáneos del afecto en las ciencias sociales. Como lo explica Edu Moreno, la vuelta a cierto tipo de filosofía por parte de los estudios del afecto y del Giro Afectivo guarda relación con el carácter crítico/reactivo frente a ciertas incomodidades dentro del auge del postestructuralismo/construccionismo; por ejemplo, hasta qué punto el interés por el papel clave del lenguaje y la organización social puede devenir, irónicamente, una obsesión que olvide al resto del mundo, y fundamentalmente, al cuerpo. De manera que, para estudiar el afecto, se hizo necesario recurrir a una filosofía que nos permitiera pensar en el cuerpo como tal, como materia y elemento de mediación orgánica, o como prefiere Patricia Clough, un cuerpo bio-mediado; y no ya como discursos o conjuntos de significados ‘construidos’ alrededor de ese cuerpo. Así, el desarrollo de los estudios contemporáneos del afecto precisó de una base filosófica diferente de aquella que sostuvo la época de esplendor del significado y lo simbólico en las ciencias sociales, y que generó comprensiones de la vida afectiva como epifenómenos sujetos a veces “a la cultura, al tiempo, el lengua, el idioma, o la estructura social” (Enciso y Lara 2014:283). Las fuentes filosóficas a las que han recurrido los estudios del afecto han sido agrupadas por Paul Stenner (2011) bajo la etiqueta de ‘filosofías de los procesos’. Una de las características comunes de dichas filosofías es la inspiración en la obra de Baruch Spinoza. Steven Brown y Paul Stenner proponen que dicha inspiración compartida se ancla en el desmantelamiento de la división mente-cuerpo establecida por Descartes, y que fue el punto central de la ‘Ética’ de Spinoza; en la que la visión cartesiana fue reemplazada por un sistema para el que “el objeto de la idea que constituye la mente humana es el cuerpo” (Spinoza, citado por Brown y Stenner 2001:84, traducción propia). Desde esta perspectiva, sugieren Brown y Stenner, la mente y el cuerpo no mantienen una relación lineal de control, de la primera sobre el segundo, como sugería Descartes, sino un paralelismo ontológico; luego “el orden y la concatenación de las cosas son uno y el mismo” (Spinoza, citado por Brown y Stenner, 2001:84, traducción propia). Según Brown y Stenner, esta posición tiene dos efectos principales. Primero, “significa que aunque el pensamiento, considerado como atributo, es infinito, la mente esta por virtud de su constitución alrededor del ‘objeto del cuerpo’ localizada en la duración; es decir, como la aproximación a una forma particular de tiempo y espacio vivido” (2001:84, traducción propia, comillas del original). Segundo, 18 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html continúan Brown y Stenner, Spinoza argumenta que: “La mente humana no tiene conocimiento del cuerpo humano, ni siquiera sabe que existe, más que a través de las ideas de modificación por las que el cuerpo es afectado” (Spinoza citado en Brown y Stenner, 2001:84, traducción propia). La importancia de estos dos efectos del pensamiento Spinoziano que Brown y Stenner subrayan, radica en que dicha visión “reúne el movimiento en ideas de modificación en el cuerpo, o para decirlo más claramente, el conocimiento sucede de forma paralela a los compromisos físicos del cuerpo” (Brown y Stenner 2001:84). La idea cartesiana del cuerpo como simple vehículo de la mente no reflexionaba sobre las cualidades del cuerpo en tanto que tal, y este fue precisamente el foco de interés de la filosofía Spinoziana. Como él mismo afirmó: “Nadie ha determinado hasta ahora la potencia del cuerpo” (Spinoza, citado por Gregg y Seigwoth 2010:3). Sobre esta frase Melissa Gregg y Gregory Seigworth señalaron dos aspectos claves que son inmediatamente resaltables: primero, “la capacidad de un cuerpo nunca es definida por un cuerpo solo, sino está siempre en complicidad con, y encaja en, el campo o contexto de su fuerza-relación; y segundo, el ‘aún no’ del ‘conocimiento del cuerpo’ todavía está muy presente más de 330 años después de que Spinoza escribiera su Ethics. Pero, como Spinoza reconoció, el interés por lo que un cuerpo puede hacer, no se refiere a la figuración general del ‘cuerpo’ (cualquier cuerpo) sino, de manera mucho más singular, al intento por configurar un cuerpo y sus afectos/afectosidad, su actual composición afectiva de un mundo, la esto-sidad de un mundo y un cuerpo” (2010:3, traducción propia, comillas y paréntesis del original). Para Spinoza, las formas en que los cuerpos pueden ser afectados y modificados son resultado de su potencia relacional, y están íntimamente ligados a la naturaleza de las relaciones y encuentros que los cuerpos experimenten. Brown y Stenner señalan que para Spinoza, las modificaciones que resultan de los encuentros pertenecen al orden de la emoción o afecto: “Por afecto entiendo las modificaciones del cuerpo por las cuales el poder de acción del cuerpo es incrementado o disminuido, ayudado o restringido, y al mismo tiempo la idea de esas modificaciones” (Spinoza, citado por Brown y Stenner 2001:89). A partir de esta concepción, “Spinoza evita lo que los modernos entenderíamos como la oposición entre emoción y cognición, al insistir en que los afectos son órdenes emergentes del campo relacional hechos en los encuentros entre cosas finitas reunidas” (Brown y Stenner 2001:89). En este entramado relacional las cosas finitas reunidas comprenden al mismo tiempo “un esfuerzo para mantener su forma y un potencial para conseguirlo” (Brown y Stenner 2001:88), esta es la idea de la capacidad de las cosas para afectar y ser afectadas, que se ha convertido en la moneda de cambio para los estudios contemporáneos del afecto. La obra de Baruch Spinoza sería la base de, y/o ejercería gran influencia sobre, las filosofías de los procesos que surgirían en el siglo XX y que, como hemos dicho, constituyen la base de los estudios contemporáneos del afecto. Ahora bien, son tres los filósofos con raíces Spinozianas que abordaremos en este artículo: Gilles Deleuze, Henri Bergson y Alfred N. Whitehead. Ellos han sido reconocidos como las principales fuentes filosóficas del Giro Afectivo, su obra ha desencadenado líneas de pensamiento en los estudios del afecto, basadas siempre en el interés por el cuerpo como sede de encuentros y de devenires ontológicos, así como el compromiso anti-esencialista propio del pensamiento de Spinoza. Los 19 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html elementos comunes en el pensamiento de nuestros tres filósofos, así como sus raíces Spinozianas, han sido reconocidos por diversos teóricos, por lo tanto no me enfocaré en vincularlos con Spinoza, ni en establecer similitudes entre sus ideas, más bien quiero resaltar los puntos de su obra que han servido de base para los estudios del afecto y que han comprometido la lógica del Giro Afectivo en las ciencias sociales con una filosofía de los procesos. Hay que decir que Deleuze, Bergson y Whitehead no son los únicos filósofos que han tenido influencia en los estudios del afecto; aunque no hablaré de ellos, es imprescindible reconocer la importancia de la obra de filósofos y pensadores como Jaques Lacan, Felix Guattari, Michael DeCerteau, Lawrence Grossberg, William McDougall, John Dewey, incluso Friedrich Nietzsche, y por supuesto William James y su especulación filosófica-experimental, con la que este artículo queda en grandísima deuda. A pesar de que las ideas de estos autores han influido en los estudios del afecto, su contribución no radica en consolidar una filosofía de los procesos –Spinoziana– como piedra angular de los estudios contemporáneos del afecto y por lo tanto no abordaré sus contribuciones. En cambio, aquí vamos a revisar los aspectos del pensamiento de Guilles Deleuze que dieron lugar a teorías como la Autonomy of affect (Massumi 1995); los planteamientos de Henri Bergson que posibilitaron una New philosophy for new media (Hansen 2006); y la filosofía de los procesos relacionales de Alfred N. Whitehead que ha servido de base para el desarrollo de teorías como Liminality and affectivity de Paul Stenner y Eduard Moreno (2013). El propósito de este texto es presentar las principales ideas de estos tres filósofos para lograr esbozar las líneas que sus pensamientos han generado en los estudios contemporáneos del afecto; y aproximarnos así a una mejor comprensión de las teorías que regresan a estas filosofías de los procesos en busca de perspectivas más amplias sobre el afecto. Esta vuelta filosófica es la que permite el toque retro y a la vez de vanguardia, que es el sello del ‘Giro Afectivo’. Su gesto vintage, a medio camino entre la nostalgia y la esperanza. De Gilles Deleuze a la Autonomía del Afecto No hay que esforzarse demasiado para evidenciar la huella de Spinoza en la filosofía de Gilles Deleuze; él mismo caracterizó su obra como Spinoziana y dedicó dos libros a este tópico (Spinoza, practical philosophy y Expressionism in philosophy: Spinoza). Deleuze, como uno de los precursores del no- esencialismo, desarrolló una filosofía centrada en la vida y la inmanencia que le es consustancial. En la filosofía de Deleuze, la importancia no está en los estados sólidos y definidos de las cosas, sean categorías psicosociales o biológicas (europeo, mujer, perro, adulta, pepino, etc.); sino en lo que sucede con dichos estados, aquello que los modifica. Su lógica no es la lógica del ser, sino del devenir. Al pensar las cosas –no como lo que son, sino como aquello que se están volviendo– Deleuze ofrece un cambio potencialmente radical, el salto de la esencia al proceso. Como lo explica Ian Tucker: “por un lado se trata de un enfoque de no-reificación, pues si algo es un proceso y no una sustancia, entonces no es definido como una esencia estable que tenga la misma forma de actividad donde quiera que se encuentre. No hay nada único respecto a ella per se que por necesidad se mantenga constante en el tiempo” (2012a:772). 20 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html Para Deleuze, un concepto clave en el cambio de las lógicas del ‘sujeto’ por las lógicas del ‘devenir’ es la idea de la potencia. Con ella se refiere a las cosas de las que un cuerpo es capaz y en virtud de las cuales la vida debería ser definida. Esto implica huir de la definición de los cuerpos basada en la especie a la que pertenecen, en busca de una descripción de los afectos de los que son capaces; para Deleuze la vida está ahí, en las cosas que de hecho hacemos y no en las que deberíamos hacer o en las que se supone que hacemos. Los efectos de dicha ‘potencia’ rebasan las fronteras físicas de los cuerpos, definiendo así una nueva frontera en función del alcance de la fuerza vital de cada cuerpo. A este nuevo perímetro variable de acción de la potencia particular de cada individuo Deleuze lo llamó territorio. El territorio está en modificación permanente, por eso es entendido como vector en movimiento con desterritorialización y reterritorialización constantes; Deleuze apunta que dichas desterritorializaciones sugieren un uso posible del cuerpo, uno que rompe el orden establecido y su organización, uno que propone un cuerpo sin órganos, sin organización. Pero las variaciones del territorio están en función de los encuentros que cada cuerpo tenga. Para Deleuze cada ser vivo –y no vivo– es atravesado por encuentros, encuentros más o menos convenientes, que amplían o reducen su territorio, al maximizar o minimizar su potencia, es decir, encuentros que afectan a los cuerpos que atraviesan. Ahora bien, el foco en estos encuentros y las modificaciones del territorio que de ahí se desprenden dan lugar a la idea del devenir como una lógica generalizada de la existencia, como una dinámica de la vida en cuyo proceso estamos inmersos. Esta idea es la que sostiene una filosofía interesada en aquello que aún no somos, aquello que esta por suceder(nos). Para explicar lo que sucede –y lo que aún no sucede– en estos encuentros, Deleuze desarrolla la distinción entre lo virtual y lo actual. En esta distinción lo actual “es ese aspecto de los movimientos, fuerzas y relaciones que somos capaces de comprender en un punto particular” (Brown y Stenner 2009:185, traducción propia); y lo virtual es la potencia de actualización, es, por decirlo de algún modo, el conjunto de los resabios de las capacidades de los cuerpos que no se actualizan en el encuentro, pero que está potencialmente ahí, como parte del territorio. El punto crucial aquí es que no hay una transición lineal que conduzca los estados de las cosas de lo virtual a lo actual. Lo actual, para Deleuze, es más bien “la representación de lo virtual como un estado específico de las cosas en el que está implicado. Lo actual es extraído de lo virtual” (Brown y Stenner 2009:185, traducción propia). El devenir de los cuerpos es, entonces, explicado por Deleuze en esta tensión virtual/actual; para él “lo virtual, (está) rodeando lo actual, perpetuamente renovándose a sí mismo, emitiendo otros, de los que a su vez está rodeado y que a su vez van a reaccionar sobre lo actual” (Deleuze, citado por Brown y Stenner 2009:185, traducción propia, paréntesis propio). Una distinción que es necesario precisar en el combo virtual-actual, es la relación que Deleuze establece entre la mente y el cuerpo. Para él, el foco crítico está en los desplazamientos corpóreos, en el movimiento entre los estados del cuerpo que son su intensidad; por lo tanto sugiere que “la mente comienza por relacionar lo que el cuerpo hace fría y curiosamente, es ante todo un testimonio, entonces se ve afectada, se convierte en un testigo apasionado, esto es, experimenta por si misma afectos que no son simples afectos del cuerpo, sino entidades críticas veraces que se ciernen sobre el cuerpo y lo juzgan” (Deleuze 1997:124). Massumi desprende de esta idea que el cuerpo y la mente están así unidos pero separados, potencialmente desarrollados en diferentes direcciones, afectados de manera diferente. 21 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html “El cuerpo no solo absorbe pulsos o simulaciones discretas; sino que despliega contextos, despliega voluntades y cogniciones que no son nada sino están situadas. La intensidad es asocial, pero no presocial” (1995:90). De manera que la mente y el cuerpo, pero además y en general la idealidad y la materialidad, brindan instantáneas posibles a partir de esta dinámica virtual/actual. En las palabras del propio Deleuze: “cuando el contenido virtual de una idea es actualizado, las variedades de relación son encarnadas en especies distintas, mientras que los puntos singulares que corresponden a los valores de una variedad son encarnados en las distintas partes características de tal o cual especie” (Deleuze 1994:206, traducción propia). Esta idea provee un insight para pensar a través del cuerpo de una manera no esencialista que permanece fiel a muchos niveles y modos diferentes de la experiencia corporal. Ahora bien, la virtualidad que sugiere el devenir se actualiza solo a partir de disposiciones concretas de lo ya actualizado. Esto nos lleva a otro concepto Deuleziano importante: los conjuntos (assemblages). Podemos definir un conjunto como una disposición particular de los cuerpos, relaciones y afectos. O, como Deleuze y Guattari lo ponen, una “longitud y latitud, un conjunto de velocidades y lentitudes entre partículas sin forma, un conjunto de afectos no-subjetivizados” (2014:262). Si bien, estos conjuntos no- subjetivizados, no lo son aún, se lo deben en parte a que siempre queda un trecho de remanencia, algo de lo virtual de lo que lo actual no alcanza a dar cuenta. En esta filosofía, dicha condición de perpetuas remanencias que no pueden ser capturadas o explicadas –ni actualizadas con independencia del conjunto– son entendidas como singularidades. Halewood ha señalado que la importancia de las singularidades en la obra de Deleuze radica en que estas “representan la distribución diferencial dentro de lo que él llama lo ‘virtual’, que no es actualizado como diferente, no es individualizado” (Halewood 2005:68). En la filosofía de Deleuze, esta incertidumbre en los pliegues de lo virtual y lo actual, estos conjuntos que la condicionan, la potencia de los cuerpos y sus territorios, son nada menos que la vida misma. Una vida, escribe Deleuze, “contiene solo entidades virtuales. Está compuesta de virtualidades, eventos, singularidades. Lo que uno llama virtual no es algo ausente en la realidad” (2007:224). Deleuze escribe en uno de sus textos más densos Immanence: a life (recopilado en el libro Two regimes of madness), que uno debe comenzar por un mundo en el que la conciencia aún no se revela, aunque es co-extensiva con la totalidad del campo trascendental. “Uno no puede establecer distinciones dentro de ella: ni de sujeto ni de objeto” (2007:224). Como hemos visto hasta aquí, la propuesta Deuleziana está llena de vocabulario propio, y es que para Deleuze la tarea de la filosofía consiste en la invención de conceptos. Así, como reconocen Brown y Stenner (2009), intentar esbozar la obra de Deleuze nos mueve de la fuerza impersonal de la inmanencia pura, al circuito de lo virtual y lo actual, a la territorialización y desterritorialización de los conjuntos en la sombra del cuerpo-sin-órganos. La subjetividad y la determinación de nuestra vida individual dependen de esos procesos. Estas breves líneas representan reducción somera y por demás injusta para de la obra de Gilles Deleuze, sin embargo, escribo estas ideas para introducir el cambio que su pensamiento ha generado en los estudios del afecto. Deleuze, fue el primer filósofo al que recurrió el Giro Afectivo, a través del trabajo de Brian Massumi y su texto parte aguas The Autonomy of Affect (1995). 22 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html Massumi explica extensamente por qué la elaboración de Deleuze del concepto de lo virtual es tan central para su trabajo y por qué sostiene una gran promesa para la teoría social y cultural de hoy en día. Para Massumi lo virtual es una forma de considerar la indeterminación y la apertura de sistemas respecto a los agentes individuales que sirven como los puntos focales a través de los cuales actúan. En otras palabras, “lo virtual es una forma de pensar la relación y el paso de la multiplicidad a la individualización” (Brown y Stenner 2009:184). La distinción que Deleuze hizo entre lo actual y lo virtual fue la clave sobre la que Massumi fundó la diferencia entre afecto y emoción. Bajo esta lógica, lo indeterminado, lo que está aún por suceder, sería el campo de acción de lo que Massumi identificara como el afecto; mientras que la actualización de dicho afecto, su identificación, extrapolada además a los terrenos de la conciencia, sería la emoción para Massumi, de manera que afecto y emoción “siguen diferentes lógicas y pertenecen a diferentes órdenes” (1995:88). Esta distinción crucial para el Giro Afectivo no es otra cosa que la toma de Massumi de la dupla virtual-actual Deuleziana y su traducción a la estratificación de diferentes niveles de la experiencia afectiva (sentimiento-emoción-afecto). Para Massumi, argumentar una distinción entre afecto y emoción requiere mirar fuentes filosóficas distintas: “no es que no haya antecedentes filosóficos en los cuales basarse. Es solo que no son los usuales para la teoría cultural” (1995:88). Así Massumi recurre a Deleuze porque encuentra en él la reapertura del camino que comenzó Spinoza para repensar el cuerpo en relación con el afecto. El clímax de la distinción virtual-actual y su traducción en términos de afecto-emoción, es alcanzado por Massumi cuando propone la Autonomía del Afecto; esta se refiere a la “participación simultánea de lo virtual en lo actual y de lo actual en lo virtual, en tanto que uno se origina en y regresa al otro” (1995:96). El afecto para Massumi, son “perspectivas virtuales sinestésicas ancladas en (y funcionalmente limitadas en) las ya existentes cosas particulares que las encarnan. La autonomía del afecto es su participación en lo virtual. Su autonomía es su apertura” (1995:96, traducción propia, cursivas y paréntesis del original). El afecto, continua Massumi, “es autónomo en el grado en el que escapa del confinamiento en el cuerpo particular cuya vitalidad, o potencial para la interacción, es” (1995:96). En esta perspectiva la traducción de dicho afecto a su correlato perceptual y cognitivo representan la emoción. O cómo él mismo lo dice: “La emoción es la expresión más intensa (más recurrida) de esa captura –y del hecho de que algo ha siempre y de nuevo escapado. Algo permanece sin actualizarse, inseparable de, pero inasimilable a, cualquier perspectiva particular funcionalmente anclada” (1995:96, traducción propia, paréntesis y cursivas del original). Como corolario de esta perspectiva Massumi sostiene que “las cosas reales existentes y estructuradas viven en y a través de aquello que se les escapa. Su autonomía es la autonomía del afecto” (1995:97). Ahora bien, de la mano de Deleuze, Massumi establece un vínculo con algunas expresiones de la física cuántica y la mecánica cuántica como el trabajo de Bohm; para indagar en la relación entre lo virtual y los niveles de organización fuera de la percepción, es decir, los subatómicos o cuánticos, que implican una mediación no-física entre lo actual y lo virtual. Este vínculo ha permitido que una línea de estudios del afecto con base en esta lectura Deleuziana de Massumi desarrolle además un reencuentro con otras disciplinas como la biología molecular o las matemáticas de la información e incluso las neurociencias. Aunque después de la propuesta de Massumi los estudios del afecto inspirados en la obra de Deleuze se han diversificado, es común que la inspiración Deuleziana nos lleve a abordar el afecto de formas 23 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html necesariamente más amplias que las circunscritas únicamente a los procesos perceptuales. De la mano de Deleuze, el afecto aparece siempre como un exceso autónomo con una virtualidad dinámica inmanente. De Bergson a la filosofía de la media Nuestro siguiente filósofo de los procesos con gran influencia en el Giro Afectivo es Henri Bergson. Según Elizabeth Grosz: “Para Bergson, “la filosofía aporta al conocimiento lo que las ciencias necesariamente dejan a un lado, es decir, las continuidades y las conexiones que la ciencia no puede ver en su preocupación por los sistemas cerrados, así como los términos definibles y aislados” (Grosz 2005:4). Entonces, su proyecto filosófico se propone superar los errores simétricos del idealismo y realismo al generar un sistema que entienda a la percepción como algo que se deduce a partir de la materia; o, como lo entiende Elizabeth Grosz, es “el reemplazo de conceptos estáticos de las cosas a través de la creación de concepciones dinámicas de procesos en continua transición” (2005:10). Para movilizar este proyecto, sugiere Grosz, Bergson se preocupa por tres transformaciones simultáneas: la del concepto del ‘ser’ a través de la generación de una ontología del devenir, la de lo actual en términos de la elaboración de lo virtual, y la de la inteligencia a través de la intervención de la intuición. El eje analítico común de estas tres transformaciones, será, para Bergson, la percepción del tiempo. Pero antes de abordar la percepción y el tiempo, quizá es preciso introducir a Bergson a partir de la metodología que desarrolló para sistematizar –si acaso cabe el término– su pensamiento: la intuición. La intuición Bergsoniana se refiere a un “método filosófico riguroso para la sintonía con las especificidades concretas de lo real. La intuición es el método por el cual son creados conceptos únicos y originales y desarrollados para los objetos, cualidades y duraciones que son únicas y especificas en sí mismas” (Grosz 2005:7). Esta preocupación por las particularidades y las diferencias de las cosas condujo a Bergson directamente al debate entre lo objetivo y lo subjetivo; pero, en un giro brillante, él recurre al concepto de lo virtual para marcar la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo. Como lo explica Ansell-Pearson, Bergson “invierte la manera en que normalmente pensaríamos esta distinción, con lo ‘subjetivo’ denotando cualquier cosa que se tenga completa y adecuadamente sabida y lo ‘objetivo’ aplicado a lo que es sabido en una forma que reconoce nuevas impresiones y que pueden ser sustituidas y agregadas a nuestra idea de esa cosa” (Ansell-Pearson 2002:4). Así, lo objetivo contiene a lo virtual y es por lo tanto el objeto mediante el cual la intuición puede aproximarse a las particularidades de las cosas. Como el eje que articularía los intereses Bergsonianos en la percepción y el tiempo, la noción de lo virtual fue una constante en su obra, apareció por primera vez en Time and Free Will, aunque será retomada y desarrollada en Matter and Memory y en Creative Evolution. Para Bergson, tradicionalmente vemos el tiempo “de acuerdo a las categorías medibles de pasado- presente-futuro (…) esto es una simplificación que aboga por un modelo linear de tiempo en el que pasado-presente-futuro existen en una línea de dimensiones exactas de tiempo (minutos, horas, días, semanas)” (Tucker 2012b:501, traducción propia, primer paréntesis propio, segundo paréntesis del original). En lugar de eso, Bergson ve pasado-presente y futuro como parte de una sola temporalidad que se expresa en el presente. El pasado y el futuro son imágenes (ya ocurridas o previstas) evocadas en 24 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html el presente, son dos aspectos de la construcción de la experiencia psicológica de la vida presente. Entonces, la importancia no se coloca en ninguno de los tres –pasado, presente o futuro– por encima de los otros; sino en su condensación: la duración. La idea Bersoniana del tiempo es la de un tiempo que no se experimenta cronológicamente, sino como una totalidad. Bergson afirma que el tiempo es duración y es “pura y simplemente lo que yo siento y lo que yo veo” (2005:18). La experiencia psicológica del tiempo en la filosofía de Bergson no es una experiencia linear. En lugar de eso, la experiencia es duración, un proceso de vida complejo que relaciona diversas temporalidades: el pasado en forma de memoria y el futuro en forma de expectativa. Como lo explica Grosz, la cualidad duracional que el universo posee en la filosofía Bergsoniana es lo que permite que las cosas estén sincronizadas, es decir, “temporalmente mapeados en relación unos a otros, divisible en diferentes flujos y –al mismo tiempo– capaces de participar en una sola dirección englobada y actual” (Groz 2005:11). Lo real aquí es entendido como duracional y “está compuesto de millones incluso billones de duraciones específicas, cada una con sus propias medidas, sus propios lapsos. Sin embargo cada duración puede ser vinculada a las otras porque cada una participa en la totalidad de la duración y lleva en ella el flujo duracional, es decir, una orientación irresistible hacia delante y un impulso a complejizar en este movimiento" (Grosz 2005:11, traducción propia). La idea de tal impulso ineludible nos conduce a la conceptualización de la vida en términos de un ‘ímpetu’, o élan vital – impulso vital–, que Bergson desarrolló en Creative Evolution. Si junto con Bergson, asumimos que lo real contiene –incluso es– una duración múltiple o como él lo concibe explícitamente una multiplicidad virtual (virtuellement multiple), estaríamos dispuestos a aceptar que la duración de un cuerpo, por ejemplo, abarca y revela otras duraciones. Esto es así porque para Bergson, lo real es construido como fundamentalmente dinámico, complejo, con final-abierto, a causa del devenir. Dicha duración variable inmanente y constante es lo que Bergson llamó una ‘multiplicidad virtual’ y que, aplicada a la comprensión del tiempo y la duración permite que estos no se vuelvan un asunto de lógica o matemática, sino más bien la comprensión de un proceso de engranaje de múltiples temporalidades que residen en los cuerpos y la materia y que se despliegan y contraen en una situación dada. Ahora bien el intervalo de duración existe solo para nosotros y debido a la interpretación de nuestros estados conscientes. “La duración y el movimiento no son objetos sino ‘síntesis mentales’” (Bergson 2001:120). Partiendo del principio Spinoziano de que el cuerpo es el objeto de la idea de la mente, esta duración mediada y a la vez contenida en la conciencia conduce a Bergson a hablar de la percepción necesariamente atravesada por el cuerpo: una percepción encarnada. Para sostener esta idea, él postula que el mundo está compuesto por un agregado de imágenes, y la percepción demarca la selección de un subconjunto de este agregado a través de un centro de indeterminación, que es el cuerpo. En la filosofía de Bergson, el cuerpo funciona como una especie de filtro que selecciona, de entre el universo de imágenes circulando alrededor de él y de acuerdo con sus propias capacidades corporales, precisamente aquellas que son más relevantes para él. Lo que es más, en Matter and Memory, Bergson coloca su énfasis en el cuerpo como una fuente de acción; así, es la acción del cuerpo la que sustrae la imagen relevante del flujo universal de imágenes. El intervalo de duración interpretado por esta percepción 25 Lara, A. 2015. Teorías afectivas vintage. Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead Cinta moebio 52: 17-36 www.moebio.uchile.cl/52/lara.html encarnada, incluye por supuesto las imágenes derivadas de la materia. Como sugiere Grosz, en la filosofía de Bergson “la materia es la duración en su versión más dilatada, la materia es duración en tanto que es experimentada, en su variedad de grados o cualidades de expansión o contracción. La vida es la prolongación de la materia, como la materia es la contracción de la vida (…) más que términos binarios, son grados diferentes de duración, tensiones diferentes, modos de relajación o contracción, ni opuestos ni continuos – matices diferentes, diferentes actualizaciones de una y la misma cosa, esto es, la duración siempre diferente, interna y eternamente difiriendo” (Grosz 2005:6, traducción propia, paréntesis propio). La diferencia fue el concepto utilizado por Bergson para referirse a la dinámica anti-esencialista a través de la cual las cosas devienen. Las cosas que duran en el tiempo devienen otra cosa, así que la duración es una expresión de la diferencia. Además, cuando estas cosas duran en el tiempo se vuelven algo diferente a lo que eran antes, a esta operación del devenir de las cosas, Bergson la llamó auto- diferenciación. La duración es así la condición de posibilidad de la diferencia. Grosz sugiere que “en la medida en que la duración implica un futuro abierto, implica la elaboración y la apertura del pasado y el presente de lo que es virtual en ellos, de lo que en ellos difiere de lo actual, de lo que en ellos puede producir la novedad. Este des-devenir es el motor del devenir, haciendo el pasado y el presente no dados sino fundamentalmente siempre-alterando lo virtual’ (2005:4, traducción propia). A partir de esto, la multiplicidad, como Bergson explica en Creative Evolution, se refiere al hecho de que la duración no es continua, por el contrario, refiere a una constante creación de novedad. La filosofía Bergsoniana es uno de los esfuerzos anti-esencialistas más acabados, en el que el universo entendido como un ente duracional nos lleva a pensar en aquello que las cosas comienzan a ser mientras duran, su devenir, y el papel que tienen el cuerpo y la conciencia en la experiencia que tenemos las personas respecto a esos devenires, a los sucesos de la realidad y su orden en el tiempo. Ahora bien, la preocupación de Bergson por la forma en que percibimos el tiempo y su abordaje de la naturaleza en términos de ‘duración’ es lo que vuelve a su filosofía un arsenal de municiones para los teóricos interesados en desgranar los recovecos de una era con nuevas temporalidades, en la que las nuevas tecnologías introducen lapsos temporales a nuestra cotidianeidad que promueven nuevas formas de sensibilidad, algunas de las cuales permanecen aún por ser explicadas; pero este camino se ha empezado a recorrer por teóricos del afecto en las tecnologías de new media como Mark Hansen. Para desarrollar una explicación del embodiment de la new media, Hansen propone reconsiderar la teoría de la percepción de Bergson, y en particular, tomar seriamente el énfasis de Bergson en el cuerpo como lo que Hansen llama un centro de indeterminación al interior de un universo sin centro. Para Hansen, Bergson permanece sobre todo como un teórico de la percepción encarnada, a partir de sus conceptos centrales de afecto y memoria con los que correlaciona la percepción con la vida concreta del cuerpo. Inspirado por Bergson, Hansen apuesta por reconfigurar la percepción como una disminución o substracción del universo de imágenes; así, “lo que distingue mi percepción de un objeto material de un objeto que no es en sí mismo algo interno para mi cerebro o algo agregado por mí, pero el hecho de que pueda percibirlo solo al aislar algunos de sus aspectos, dejando el resto aparte” (Hansen 2006:4, traducción propia). Como Hansen lo entiende, si el cuerpo afectivo es capaz de modificar y decidir sobre 26

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Apuntes sobre Deleuze, Bergson y Whitehead .. primer filósofo al que recurrió el Giro Afectivo, a través del trabajo de Brian Massumi y su texto parte cuántica y la mecánica cuántica como el trabajo de Bohm; para indagar en la
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