Ruta por las batallas históricas en Andalucía entre la épica y la violencia Ruta por las batallas históricas en Andalucía entre la épica y la violencia Ruta por las batallas históricas en Andalucía entre la épica y la violencia Ruta por las batallas históricas en Andalucía entre la épica y la violencia 1ª Edición 2008 Autores Cristina Rosillo López, Luis Salas Almela, Antonio Sánchez González, Manuel Moreno Alonso, Lucía Prieto Borrego y Encarnación Barranquero Texeira Edita Consejería de Turismo Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía Documentación gráfica xxxxxxxxxxxxxxx Diseño y producción editorial Bosque de Palabras, S.L Depósito Legal SE-6123-08 Imprime y encuaderna Kadmos, S.C.L Esta publicación está disponible para la consulta y préstamo en el Centro de Documentación de la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía y accesible a texto completo en: http://www.juntadeandalucia.es/turismocomercioydeporte/publicaciones Ruta por la batallas históricas en Andalucía Índice Presentación Luis Salas Almela. .................................................................................. De Aníbal a Tarik Las batallas en la Andalucía antigua Cristina Rosillo López. ............................................................................. Piratas, comerciantes y grandes armadas: la larga lucha por el control del Estrecho de Gibraltar (siglos XVI-XVIII). Luis Salas Almela. .................................................................................. Edad Media Antonio Sánchez González. ........................................................................ Bailén La batalla de los olivares. Manuel Moreno Alonso. Universidad de Sevilla. ................................................. La Batalla de Málaga Lucía Prieto Borrego, Encarnación Barranquero Texeira. ....................................... Bibliografía seleccionada por períodos ................................................. Presentación Ruta por la batallas históricas en Andalucía Presentación Luis Salas Almela. a violencia, en sus diversas manifestaciones, es una dramática compañera de viaje en el discurrir del género humano a lo largo de su Historia. La ca- pacidad de destrucción, las armas, las estrategias y el número de con- tendientes han variado sustancialmente a través de los siglos, pero la violencia entre los pueblos –o entre parcialidades dentro de un mismo colectivo humano– ensombrecen el transcurrir de los siglos. No sabe- mos si en los albores de la Historia pudo existir, en algún lugar, una Arcadia feliz en la que los seres humanos no dirimiesen sus diferencias luchando unos contra otros. Tampoco sabemos si algún día la Humanidad logrará desprenderse del lastre de la vio- lencia o, al menos, si será capaz de invertir la tendencia de los últimos siglos y lograr reducir sustancialmente la extensión y consecuencias de las guerras. En efecto, desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en adelante, hasta llegar a la era atómica, el nivel de sufrimiento que han provocado las guerras modernas es incomparablemente mayor que el de cualquier otra etapa anterior. Este aumento del horror producido por el hecho bélico se ha debido, sobre todo, a la creciente e involuntaria implicación de la población civil en los conflictos, cuyo elevadísimo número de bajas ha superado con creces las cifras de militares caídos en los conflictos del siglo XX. Recordemos por ejemplo el máximo del horror que supuso la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con sus 55 millones de muertos. Y es que la guerra es, desde cierto punto de vista, la manifestación más descarnada y generalizada de la violencia entre los seres humanos. En la guerra, como el cuadro de Ruta por la batallas históricas en Andalucía Duelo a Garrotazos, de Goya (detalle). Goya, seres humanos de carne y hueso dañan y reciben daño, sufren y, muchos de ellos, acaban cayendo. Unos seres humanos que, antes de combatir, sentirían miedo y ansie- dad, que tragarían el polvo de los campos o hundirían sus pies en el barro. Soldados que en el fragor de la lucha olerían la sangre de los caídos y la pólvora de los cañoes, verían ojos tan crispados como los suyos en el rostro del enemigo, sentirían el peso de su ar- mamento o verían impotentes cómo su nave se iba a pique. Y, con seguridad, muchos de ellos desearían con todas sus fuerzas escapar de aquella trampa de muerte. En otras palabras, la guerra se acaba sublimando en la vivencia personal de sus protagonistas. En palabras del premio Príncipe de Asturias de literatura polaco Ryszard Kapuscinski [La jungla polaca, Anagrama, 2008]: “Los que han sobrevivido a una, nunca lograrán librarse de ella. La gue- rra persiste en ellos como una joroba en el pensamiento, como un doloroso tumor que ni siquiera el más eminente de los cirujanos es capaz de extirpar. […] Pero ¿qué significa “pensar con las imágenes de la guerra”? Pues sig- nifica percibir que las cosas existen sólo en su extrema tensión y que todo rezuma terror y crueldad, pues la realidad de la guerra no es sino un mundo
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