Christian Plantiri mentación , o. A í Barcelona Diseño cubierto: Vicente Morales Título original: L’argumentation Traducción de Ampa r o T usón Va l l s 1.a edición: mayo 1998 © 1996: Éditions du Scuil Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo y propiedad de la traducción: © 1998: Editorial Ariel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: 84-344-2819-9 Depósito legal: B. 18.773 - 1998 Impreso en España 1998. - Talleres Liber d ú pl ex , S. L. Constitución, 19 - 08014 Barcelona Ninguna parte de esta publicación, incluido el diserto de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Ca pít ul o 1 LO QUE LA ARGUMENTACIÓN DEBE A LOS SOFISTAS A) Los relatos fundacionales a ) La c a tá str o fe o rig in a l Todas las ciencias humanas tienen sus mitos fun- dacionales. Los de la argumentación están sin duda entre los más antiguos, ya que se remontan al siglo v a. C. Se cuenta que en esa época Sicilia estaba gober- nada por dos tiranos, que habían expropiado las tie- rras para distribuirlas a sus soldados. Cuando en el año 467 a. C. una insurrección derrocó la tiranía, los propietarios expoliados reclamaron sus tierras y se produjeron como consecuencia infinidad de procesos. En estas circunstancias fue cuando Córax y Tisias habrían compuesto el primer «método razonado» para hablar ante un tribunal o, en otros términos, el primer tratado de argumentación. Esta historia merecería ser verdad, especialmente porque da a la argumentación un origen curiosamente paralelo al de la geometría. En efecto, Herodolo (si- glo v a. C.) atribuye la invención de esa ciencia a los egipcios quienes, cada año, debían reparar los daños provocados por las crecidas del Nilo. En resumen, en los dos casos se trataría de un problema de límites sobre su pensamiento y sobre su práctica. Todo acer- camiento a la argumentación común debe tener en cuenta las aportaciones de la sofística. Señalerpos algunos aspectos decisivos. a) La «a n t if o n ía » Se debe a los sofistas la práctica sitemática de con- traponer los discursos, algo que podemos denominar la antifonía. Todo argumento puede volverse del re- vés, y a lodo discurso leresponco un contra-discurso producido desde^otro punto de vista y proyectando una realidad diferente. Se ha producido un accidente en el gimnasio: Pregunta: —¿Quién es responsable? Punto de vista 1: —El responsable es quien ha lan- zado la jabalina. Punto de vista 2: —No, el responsable es la víctima, que no ha respetado las consignas de seguridad del dueño del gimnasio. La palabra pasa de nuevo a la Parte 1, que debe refutar el punto de vista 2 y confirmar la acusación; después pasa a la Parte 2, para una refutación de esa refutación y una confirmación del punto de vista 2. Y así hasta tener más información; procedimiento éste que corresponde a una definición bastante buena de una justicia democrática. b) La paradoja Para el sentido común el lenguaje es «transparen- te». Es un cristal que no tiene otra estructura que la de las realidades que lo atraviesan. Cuanto menos lo vemos, mejor funciona. La virtud de la paradoja con- siste en hacer evidente la autonomía, chocante para el «sentido común», de Íos fiincionamientos lingüísticos en relación con la realidad: Ese perro es tuyo, es tu perro. Ese perro tiene cachorros, es padre. Es padre y es tuyo, luego es tu padre. Paralogismo, sofisma, nueva argumentación gra- ciosa, que no se toma en serio, y que, además, no pre- tende serlo, pero que desconcierta al locutor con «sen- tido común». ¿Cómo es posible que una conclusión absurda pueda derivarse de dos premisas (proposicio- nes que sirven de base a una argumentación) clara- mente verdaderas? La paradoja despierta el pensamiento. Esc tipo de interrogación está en el origen de las reflexiones de Aristóteles sobre las condiciones de validez del silo- gismo. El lógico dirá que nos encontramos ante una argumentación no válida, ante un paralogismo debi- do a las imperfecciones del lenguaje, y que es necesa- rio distinguir entre las relaciones que nacen de una relación entre dos individuos (ser padre) de las propie- dades inherentes a un individuo (ser perro). c) Lo PROBABLE Los sofistas propusieron la noción de probable: dado que pone en cuestión asuntos humanos, lo pro- bable tiene que ver con las costumbres de una comu- nidad. Esta noción permite extraer estereotipos, pero también tipos, marca la emergencia de una reflexión científica profana sobre el comportamiento de los. hombres en la sociedad. 9 Sin embargo, los cálculos que tienen en cuenta a la vez lo probable humano y el conocimiento que de ello se puede tener conducen a paradojas de un nqevo género, evidentemente señaladas por los sofistas: 1. Probablemente ha sido el fuerte el que ha pla- cado al débil (probablididad de primer nivel). 2. Pero como el débil sabe, en virLud de 1, que las sospechas recaerán sobre el fuerte (que deberá soportar la carga de la prueba, véase capítulo 13, C), entonces: 3. Es el débil el que ha atacado al fuerte (probabi- lidad de segundo nivel). Y así sucesivamente, por supuesto, ya que ahora es probable que sea el fuerte el que haya atacado al débil, poruña probabilidad de tercer nivel. d) La d ia l é c t ic a La interacción argumentativa tal como la llevaban a cabo los sofistas era una institución dialéctica. La palabra «dialéctica» tiene múltiples sentidos. Se aplica aquí, y en los estudios de la argumentación en general, a una forma de diálogo razonado, conducido según unas regías precisas. Un proponente se enfrenta a un oponente ante un público cuyas reacciones arbitran el debate; preguntas y respuestas se suceden en un orden estricto. Entre los sofistas históricos la interacción lin- güística se presenta como la realidad última en la que se desarrollan las relaciones sociales. Desde el punto de vista de los platónicos, el pecado mortal de esa inte- racción reside en no consistir en una búsqueda de la verdad, sino en una justa verbal en la que al final uno de los participantes resulta refutado, entendiendo este término sin que importe sus finalidades o su cualidad 10 como locutor (véase capítulo 4, C, d). Después de Pla- tón, el aristotelismo se construirá como una crítica de la lengua natural, crítica que debe permitir estable- cer verdades científicas que se sustraigan a los equívo- cos de los sofistas (véase capítulo 5). 11 Ca pít ul o 2 LOS ESTUDIOS DE LA ARGUMENTACIÓN El estudio de la argumentación puede relacionarse con la retórTca^o con ía ciencia (§ Á7TT)espués del KenacimTento7Ia retórica ya no ha estado sistemática- mente basada sobre la argumentación. Los lazos entre argumentación y ciencia aristotélica se transformaron profundamente con la aparición de las ciencias expe- rimentales, más o menos durante la misma época, cuando la lógica del «sentido común» perdió todo contacto con la lógica «a secas» al convertirse esta última en una disciplina matemática formal, al final del siglo XIX. La argumentación tal vez ganó una espe- cie de autonomía, manifiesta en los estudios contem- poráneos, de la que proponemos un cuadro en el § B. A) Entre ciencia y retórica a) La a r g u m e n t a c ió n e n l a r e t ó r ic a Tradicionalmente se considera la teoría de la ar- gumentación como la parte fundamental del siste- ma retórico. Después de la Retórica de Aristóteles, la Relhorica ad Herennium (siglo i a. C.) presenta una notable exposición de ese sistema, del que encontra- 13 mos actualmente una reseña en Éléments de rhétoñque classique, de M. Patillon (Nathan, 1989). Sobre esta cuestión deben distinguirse dos puntos de vista. • El análisis del proceso argumentativo enume- ra las diferentes etapas que conducen al producto aca- bado, el discurso argumentaclo. Tomamos aqu( dis- curso) en el sentido tradicional del término: un conjun- to de actos de habla planificados, terminados, qpe se dirigen a un público en el seno de un marco institucio- nal concreto. La retórica antigua distingue el discurso cíe la deliberación política (género «deliberativo»), el discurso del tribunal (género «judicial») y el discurso de la alabanza y de la reprobación (elogio y censura, género «epidcíctico o cpidíctico»). El cristianismo añadirá especialmente el discurso de la exhortación religiosa; la Alta Edad Media, el género epistolar; la época contemporánea, la publici- dad y la información mediática. Del mismo modo permitirá la evolución del discurso de la decisión polí- tica hacia el de la propaganda ideológica. La retórica antigua distingue cinco etapas en la producción de un discurso argumentado: — La etapa argumentativa («invención»): a tra- vés del pensamiento se buscan argumentos pertinen- tes para el examen de una causa. Los manuales de retórica antigua proponen técnicas que permiten en- contrar («inventar») tales argumentos. — La etapa textual («disposición»): los argumen- tos que se han encontrado se ordenan. Por ejemplo, se empezará por un argumento más bien débil, reservan- do para el final del discurso el «argumento contun- dente», capaz de conseguir la decisión de la parte de la audiencia que más duda. — La etapa lingüística («elocución»), en la que la argumentación que se ha pensado toma forma con 14 palabras y con frases. Se proporciona musculatura lingüística al esqueleto argumentativo. — Las dos últimas etapas son las de la «memori- zación» del discurso, necesaria puesto que tiene que transmitirse ante un público, en el transcurso del últi- mo y decisivo momento retórico, el de la «acción». En la memorización y la acción, e! trabajo del orador se asemeja al del actor. • El análisis del producto se interesa por la estructura del discurso tal como ha sido ofrecido al público. Por ejemplo, el discurso judicial empieza sin sorpresa por la introducción («exordio»), continúa con la narración de los hechos, siempre realizada desde el punto de vista de una de las partes en litigio. La narración construye los hechos sobre los que se desarrollará la argumentación, que se completa con la refutación de las posiciones adversas. El discurso se termina con una conclusión («peroración») que recapitula los puntos esenciales. Señalemos que no existe oposición entre narración y argumentación, ya que están coorientadas hacia una misma conclusión, en la que sé afirma la posición del narrador-argumen- tador. b) La a r g u m e n t a c ió n c ie n t íf ic a La teoría antigua de la argumentación no es única- mente retórica. Es importante observar que desde los orígehes se desarrolló una visión de la argumentación científica dentro del marco de una lógica. Aristóteles proporcionó las primeras formulaciones en ese senti- do en los Tópicos y, más tarde, en los Analíticos, donde se expone la teoría del silogismo científico (véase capí- tulo 5). 15