Un brillante manifiesto que llama a la acción para comenzar a reinventar Internet. ¿Te cuesta imaginar una vida sin redes sociales? ¿Y si te dieran 10 argumentos explicando la toxicidad de sus efectos? En este libro, Jaron Lanier nos explica con una contundencia abrumadora como las redes sociales, al desplegar una vigilancia constante y manipular el inconsciente de sus usuarios, nos están convirtiendo en personas rencorosas, tristes, asustadizas, poco empáticas, aisladas y triviales. Si quieres una vida más feliz, un mundo más justo y pacífico, o simplemente la oportunidad de pensar por ti mismo sin ser monitoreado e influenciado por las corporaciones más ricas de la historia, lo mejor que puedes hacer es cancelar tus cuentas. Ahora. ebookelo.com - Página 2 Jaron Lanier Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato ePub r1.0 XcUiDi 05.02.2019 ebookelo.com - Página 3 Título original: Ten Arguments for Deleting Your Social Media Account Right Now Jaron Lanier, 2018 Traducción: Marcos Pérez Sánchez Editor digital: XcUiDi ePub base r2.0 ebookelo.com - Página 4 A todas las personas mencionadas en este libro y a las muchas más a las que me gustaría haber podido mencionar: gracias por darme mi vida ebookelo.com - Página 5 Introducción, con gatos Empecemos con gatos. Los gatos están por todas partes en internet. Dan lugar a los memes más mémicos y los vídeos más adorables. ¿Por qué gatos y no perros?[1] Los perros no se acercaron a los humanos de la Antigüedad suplicando vivir con nosotros: los domesticamos[2]. Los hemos criado para que sean obedientes. Aceptan de buen grado que los eduquemos y son predecibles. Trabajan para nosotros. No estoy en contra de los perros[3]. Es estupendo que sean leales y de fiar. Los gatos son distintos. Llegaron y se medio domesticaron a sí mismos. No son predecibles. Los vídeos de perros más populares suelen mostrar lo bien adiestrados que están, mientras que los vídeos más extraordinariamente populares protagonizados por gatos son los que revelan comportamientos extraños y sorprendentes. Los gatos son inteligentes, pero no la mejor opción si lo que queremos es un animal en cuyo adiestramiento podamos confiar. Si vemos en internet un circo de gatos, lo que nos conmueve es que los gatos claramente están decidiendo si hacer un truco que han aprendido, o no hacer nada, o pasearse entre el público. Los gatos han hecho lo que parecía imposible: se han integrado en el mundo moderno de la tecnología sin renunciar a ser ellos mismos. Siguen siendo los que mandan. No hay riesgo de que un meme furtivo, diseñado mediante algoritmos y pagado por un extraño oligarca secreto, se haya hecho con el control de nuestro gato. Nadie controla a nuestro gato: ni nosotros, ni ninguna otra persona. ¡Cómo nos gustaría tener esa certeza no solo respecto a nuestros gatos, sino sobre nosotros mismos! Los gatos en la red son nuestro sueño y nuestra esperanza para el futuro de las personas en internet. Por otra parte, y aunque nos encantan los perros, no queremos ser ellos, al menos en cuanto a las relaciones de poder con los demás, y tememos que Facebook y similares nos estén convirtiendo en perros. Cuando nos vemos incitados a hacer algo desagradable en internet, podríamos decir que es una respuesta a un «silbato para perros», de esos que solo ellos pueden oír. Nos preocupa estar cayendo bajo un control subrepticio. Este libro trata sobre cómo ser un gato. ¿Cómo podemos seguir siendo autónomos en un mundo en el que nos vigilan constantemente y donde nos espolean en uno u otro sentido unos algoritmos manejados por algunas de las empresas más ricas de la historia, que no tienen otra manera de ganar dinero más que consiguiendo que les paguen por modificar nuestro comportamiento? ¿Cómo podemos ser gatos, a pesar de ello? ebookelo.com - Página 6 El título no miente: este libro presenta diez razones para borrar todas nuestras cuentas en las redes sociales. Espero que te sea útil, si bien es posible que, incluso aunque estés de acuerdo con cada una de las diez razones, decidas mantener alguna de tus cuentas. Como buen gato, estás en tu derecho. A medida que exponga las diez razones, iré analizando de qué maneras podrías reflexionar sobre tu situación para decidir lo que más te conviene. Pero eso es algo que solo tú puedes saber. NOTA DEL AUTOR, MARZO DE 2018 La mayor parte de este libro la escribí durante los últimos meses de 2017, pero los acontecimientos de 2018 resultaron ser explosivamente relevantes. El manuscrito estaba ya terminado del todo, camino de la imprenta, cuando las lamentables revelaciones del escándalo de Cambridge Analytica impulsó un repentino y radical movimiento por el cual la gente empezó a borrar sus cuentas de Facebook. Por desgracia, no todas las figuras públicas y los líderes de opinión gestionaron el momento con la valentía necesaria. Hubo gurús que trataron de salirse de las redes, pero no pudieron. Hubo otros que señalaron que no todo el mundo tiene el privilegio de poder dejarlas, por lo que les parecía cruel abandonar a los menos afortunados. Otros dijeron que irse era irrelevante, pues lo importante era presionar a los gobiernos para regular Facebook. En general, la actitud de los comentaristas profesionales hacia quienes estaban eliminando sus cuentas era engreída y despectiva. Y totalmente equivocada. ¡Venga ya! Sí, ser capaz de irse es un privilegio; hay mucha gente que realmente no puede hacerlo. No obstante, si tú puedes y no lo haces, no estás apoyando a los desafortunados, solo estás reforzando el sistema en el que está atrapada mucha gente. Yo soy la prueba viviente de que se puede disfrutar de una vida pública en los medios de comunicación sin tener una cuenta en las redes sociales. Quienes podemos elegir entre distintas opciones debemos explorarlas o seguirán siendo meramente teóricas. Los negocios se mueven tras el dinero, así que quienes contamos con opciones tenemos poder y responsabilidad. Tú, y solo tú, tienes la responsabilidad positiva de inventar y mostrar maneras de vivir sin la basura que está destruyendo la sociedad. Irse es, de momento, la única forma de descubrir qué puede sustituir a nuestro enorme error. ebookelo.com - Página 7 Razón 1. Estás perdiendo el libre albedrío BIENVENIDO A LA JAULA QUE TE ACOMPAÑA DONDEQUIERA QUE VAYAS Está sucediendo algo completamente novedoso. Apenas en los últimos cinco o diez años, prácticamente todo el mundo ha empezado a llevar consigo en todo momento un pequeño dispositivo llamado «teléfono inteligente», apto para la modificación algorítmica de la conducta. Muchos de nosotros empleamos asimismo otros dispositivos similares, como los denominados «altavoces inteligentes», en la encimera de la cocina o el salpicadero del coche. Nos siguen el rastro y miden lo que hacemos constantemente, y nos devuelven reacciones prediseñadas todo el tiempo. Poco a poco, unos ingenieros a los que no vemos nos van hipnotizando con intenciones que desconocemos. Somos animales de laboratorio. Los algoritmos se atiborran de datos sobre nosotros cada segundo. ¿En qué tipo de enlaces hacemos clic? ¿Qué vídeos vemos hasta el final? ¿Cuánto tardamos en pasar de una cosa a la siguiente? ¿Dónde estamos cuando hacemos estas cosas? ¿Con quién tenemos contacto, en persona y a través de internet? ¿Qué expresiones faciales mostramos? ¿Cómo cambia nuestro tono de piel en distintas situaciones? ¿Qué estábamos haciendo justo antes de comprar algo, o de no comprarlo? ¿Votamos o no votamos? Todas estas mediciones, y muchas más, se comparan con otras similares sobre la vida de multitud de personas obtenidas mediante espionaje masivo. Los algoritmos establecen correlaciones de lo que hacemos con lo que hacen casi todos los demás. Los algoritmos no nos entienden realmente, pero los datos confieren poder, sobre todo en grandes cantidades. Si a muchas otras personas a las que les gustó la misma comida que a nosotros les desagrada ver imágenes de un candidato enmarcadas en color rosa en lugar de en azul, probablemente a nosotros también, y no hace falta que nadie sepa por qué es así. Las estadísticas son fiables, pero solo como autómatas idiotas. ¿Estamos tristes, nos sentimos solos o asustados? ¿Alegres, confiados? ¿Tenemos la regla? ¿Estamos experimentando un pico de ansiedad laboral? Supuestos anunciantes pueden aprovechar el momento en que estamos perfectamente predispuestos para influir en nosotros con mensajes que han funcionado en otras personas con las que compartimos rasgos y situaciones. ebookelo.com - Página 8 Digo «supuestos» porque no está bien llamar publicidad a la manipulación directa de las personas. Antes los anunciantes tenían contadas ocasiones para intentar vender sus productos, y ese intento podía ser subrepticio o molesto, pero era pasajero. Además, muchísima gente veía el mismo anuncio en televisión o en prensa: no estaba adaptado a cada individuo. La mayor diferencia era que no se nos monitorizaba y evaluaba continuamente para poder enviarnos estímulos optimizados de forma dinámica —ya fuesen «contenidos» o anuncios— para captarnos y alterarnos. Ahora todo aquel que está presente en las redes sociales recibe estímulos que se ajustan de manera individual y continua, sin descanso, siempre que se use el teléfono móvil. Lo que en otra época podría haberse llamado «publicidad» ahora debe entenderse como modificación continua de la conducta a una escala colosal. Por favor, no te ofendas. Sí, estoy sugiriendo que podrías estar convirtiéndote, un poquito, en un perro adiestrado, o en algo menos simpático, como una rata de laboratorio o un robot. Que clientes de grandes empresas te están controlando a distancia, un poquito. Pero, si estoy en lo cierto, tomar conciencia de ello podría liberarte. Así que… ¿por qué no me das una oportunidad? Antes de que se inventasen los ordenadores, surgió un movimiento científico llamado «conductismo». Los conductistas estudiaban maneras nuevas, más metódicas, asépticas y sesudas, de adiestrar a los animales y a los humanos. Un célebre conductista fue B. F. Skinner, quien ideó un sistema conocido como «caja de Skinner», donde encerraba animales que recibían recompensas cuando hacían algo en particular. No había nadie acariciando o susurrando al animal, sino solo una acción aislada puramente mecánica: una nueva forma de adiestramiento para la época moderna. Diversos conductistas, muchos de los cuales eran bastante siniestros, aplicaron este método en personas. Las estrategias conductistas a menudo lograban resultados, lo que hizo que todo el mundo se pusiese de los nervios, y acabaron dando lugar a numerosos guiones de películas de ciencia ficción y de terror sobre «control mental» de lo más inquietantes. Una circunstancia desafortunada es que se puede adiestrar a alguien usando técnicas conductistas y que la persona ni siquiera sea consciente de ello. Hasta hace muy poco tiempo, esto sucedía muy rara vez: únicamente si uno aceptaba someterse a pruebas experimentales en el sótano de la facultad de Psicología de alguna universidad. En ese caso, entraba en una sala donde se le realizaban las pruebas mientras alguien lo observaba a través de un espejo unidireccional. Aunque el sujeto sabía que se estaba llevando a cabo un experimento, ignoraba cómo estaba siendo manipulado. Al menos, uno daba su consentimiento para que lo manipulasen de alguna forma. (Bueno, no siempre. Se llevó a cabo toda clase de crueles experimentos con prisioneros, pobres y, sobre todo, con gente de determinadas razas). Este libro argumenta de diez maneras que lo que de pronto se ha convertido en algo normal —la vigilancia generalizada y la manipulación sutil y constante— es ebookelo.com - Página 9 inmoral, cruel, peligroso e inhumano. ¿Peligroso? Desde luego. Porque ¿quién sabe quién podría usar ese poder, y para qué? EL CIENTÍFICO LOCO SE PREOCUPA POR EL PERRO ENJAULADO Quizá hayas oído las quejumbrosas confesiones de los fundadores de imperios basados en redes sociales, que yo prefiero llamar «imperios de modificación de la conducta». Esto es lo que dice Sean Parker, el primer presidente de Facebook: Tenemos que proporcionarle como un pequeño chute de dopamina cada cierto tiempo, porque alguien le ha dado a «me gusta» o comentó una foto, una publicación o lo que sea […]. Es un bucle de retroalimentación de validación social […], exactamente una de esas cosas que inventaría un hacker como yo para explotar un punto débil en la psicología humana […]. Los inventores, los creadores —alguien como yo, Mark [Zuckerberg], Kevin Systrom de Instagram, toda esa gente—, lo entendíamos de manera consciente. Y, aun así, lo hicimos […]. Cambia literalmente la relación de la persona con la sociedad, con los demás […]. Probablemente interfiera en la productividad de formas inesperadas. A saber lo que está haciendo en los cerebros de nuestros hijos[4]. Y esto, lo que afirma Chamath Palihapitiya, exvicepresidente de crecimiento de usuarios en Facebook: A corto plazo, los bucles de retroalimentación a base de dopamina que hemos creado están destruyendo la manera en que funciona la sociedad […]. Ni debate público civilizado ni cooperación: desinformación, afirmaciones engañosas. Y no se trata de un problema estadounidense, no tiene nada que ver con la publicidad rusa. Es un problema global […]. Siento una tremenda culpabilidad. Creo que, en el fondo, todos lo sabíamos, aunque fingíamos que nos creíamos la idea esta de que probablemente no habría consecuencias imprevistas negativas. Pienso que, en el fondo, en lo más profundo, sabíamos que algo malo podía ocurrir […]. Así que, en mi opinión, la situación ahora mismo es realmente nefasta. Está erosionando los cimientos de cómo se comportan las personas entre sí. Y no tengo una ebookelo.com - Página 10